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miércoles, marzo 14, 2007

Andalucia:la lucha por la autonomía-VI

Una de las primeras metas que se marco el rey Alfonso X, al subir al trono de Castilla en el año 1252, como consecuencia de la muerte de su padre Fernando III, fue la confirmación del poder castellano en el Bajo Guadalquivir, proceso que le costaría mas de diez años de campañas contra los andalusíes. A la religión impuesta por el feudalismo que no dudaba en discrimar a la población musulmana, había que agregar las grandes cargas económicas a las que se sometían a tales comunidades no cristianas.

Sus primeros años de reinado se caracterizaron por la implantación de autoridades castellanas, protegidas por grandes guarniciones militares, que eran situadas en las zonas mas conflictivas como Jerez, Medina Sidonia y Arcos, tomadas militarmente en el año 1253. Otro de los sistemas para someter a las distantes zonas fue la expulsión de los no creyentes y su sustitución por cristianos, como en el caso de Ecija y sus alrededores en el año 1263, un año después de la conquista del importante reino de Niebla. Pero la respuesta andalusí a tanta opresión no se hizo esperar.

Las ciudades andaluzas de Jerez, Rota, Sanlucar de Barrameda, Medina Sidonia, Sevilla, Arcos y Lebrija, y las murcianas Lorca y Mula, mas el apoyo del reino nazarita de Granada, se levantaron contra el poderoso conquistador. A pesar de las distancias, todas estas importantes poblaciones coincidían en una misma motivación: la búsqueda de su liberación, la esperanza de recuperar sus costumbres y sus tierras.

Se cuenta que los sublevados intentaron secuestrar a la reina de Castilla como medio de presión durante las negociaciones, pero la reacción de la Corona fue inmediata: el rey Alfonso, ante la elevada proporción de los acontecimientos, suspende temporalmente el viaje que tenia proyectado hacer a Alemania para ser coronado Emperador, pide ayuda al rey de Aragón y ordena "combatir a sangre, fuego, tala y derrocamiento de cualquier clase" a los conjurados, tardando la "pacificación" cerca de tres años. La acción del rey Alfonso se completo con la repoblación de castellanos y leoneses, tanto en Al Andaluz como en Murcia, por lo que el resto de andalusíes autóctonos se tuvo que refugiar en las estribaciones de las sierras de Cádiz y Las Alpujarras, lugar este ultimo que se conservaba todavía independiente gracias al acuerdo firmado en Jaén, varios años antes por Fernando III de Castilla y Alahmar de Granada.

El levantamiento andalusí contra el feudalismo tuvo como respuesta la mayor despoblación y vació demográfico conocidos en la Historia de la Andalucía medieval.

La implantación del Fuero real provoco graves alteraciones entre leyes y personas. La famosa ley anulaba todas las autonomías locales y normas municipales, por lo que generaba excesivas servidumbres que la población tenia que soportar. Los oligarcas disponían a capricho de las rentas, cometiendo injusticias que provocaban revueltas populares.

Este siglo fue todo un conjunto de alteraciones sociales motivadas por el hambre, la impunidad con que actuaban los nobles, y los deseos de libertad del pueblo llano y en especial del campesinado. Destaca la revuelta de 1310 en Córdoba que, daba su magnitud tuvo que ser contenida por las tropas reales al mando del propio Fernando VI, conocido por el sobrenombre de "el emplazado" debido a un curioso hecho precisamente ocurrido en Andalucía.

Cuentan que en los alrededores de la Residencia Real, que por aquel entonces estaba en Palencia, el caballero Juan de Benavides, gran amigo del rey, fue asesinado por dos individuos amparados en la oscuridad de la noche. Fernando, que había dispuesto una expedición contra el Reino de Granada, tomo el mando personalmente, y en su marcha hacia las tierras nazaritas mando acampar en Martos-Jaén-, donde avisto a dos caballeros, tenidos por sospechosos de haber causado la muerte de Benavides. Ordeno que fuesen apresados, pero los detenidos prometieron demostrar plenamente su inocencia, a lo que el soberano se negó. Sin escuchar defensa su inocencia, a lo que el soberano se negó. Sin escuchar defensa alguna, mando que a la mayor brevedad fueran arrojados vivos por la Peña de Martos, a pesar de que los condenados continuaban solicitando la oportunidad de poder contar su versión, y al no conseguirlo, apelaron al Tribunal de Dios emplazando al rey a que compareciera con ellos al Juicio Divino a los 30 días del hecho.

El rey continuo su expedición, y el 7 de septiembre de 1312, el mismo día en que se cumplía el tiempo a que le habían emplazado los fallecidos para comparecer ante Dios, lo encontraron muerto en su cama de una dolencia que la Historia no ha contado. Aquellos desdichados condenados fueron los caballeros Pedro y Juan de Carvajal, y su cita con el monarca valió a este el sobrenombre de "el emplazado".

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