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sábado, marzo 03, 2007

Despues de Lenin

El socialismo en un solo País. Biografia.Stalin.
Jean Benoit

Tras la muerte de Lenin se pusieron de manifiesto las divergencias existentes entre sus sucesores a Stalin,Kamenev y Zinoviev, triunviros del politburó, Trotsky, Bujarinm Tomsky y Rikov. Empezaron a predominar dos tendencias entre los jefes bolcheviques. Unos querían permanecer fieles a los principios de la NEP, definidos por Lenin, y proclamaron con Bujarin que era preciso resignarse ante el enriquecimiento de los kulaks.

 Los otros, los de la oposición de izquierda, en aquella promoción de los kulaks veían, por el contrario, la reconstitución de una clase naturalmente hostil al comunismo y a la dictadura del proletariado: sus teóricos eran Trotski,Zinoviev y Kamenev. En cuanto a Stalin, evito comprometerse en cualquier postura. Moderadamente favorable a la NEP, no lo manifestó muy reiteradamente y juzgo inoportuna la formula “¡Enriquézcanse!” que Bujarin copio de Guizot para aplicarla a los campesinos rusos. De todos modos, el asunto se prestaba a un mayor debate: estaba en intima relación con los problemas que regían las relaciones del primer Estado socialista con el exterior.

En el curso del verano de 1924, Stalin asistió por segunda vez al congreso de la Internacional.La primera fue con motivo del congreso fundacional de la nueva Internacional, en marzo de 1919. De este V Congreso Internacional con ayuda de cuadros, nuevos fieles a Moscú salio persuadido que era necesario: 1. reorganizar la internacional y capaces de luchar contra la socialdemocracia, 2º no conceder ninguna confianza a las fuerzas vivas del proletariado europeo, nada maduras a sus ojos.

 La revolucion alemana había fracasado con ayuda de los socialdemócratas y de los Gobiernos burgueses, que habían autorizado a Alemania a conservar armamento que le permitieran enfrentarse a la Rusia roja. Stalin pensaban en Sainte-Vehme y en los junkers de la Europa Central, en el asesinato de Kart Liebknecht y Rosa Luxemburg, lideres espartakistas muertos y arrojados al canal en enero de 1919, en Berlín; en Kart Eisner, Hugo Haase, Mathias Erzherg, también ejecutados por el nuevo nacionalismo alemán.

Y el se decía que con compañeros tan blandos como los de la Internacional-los Lorito, los Rosmer, los Camilla Huysmans, los Emile Vandervelde-no había ninguna probabilidad de que triunfase la revolución en Europa- Ante la hostilidad de los Gobiernos occidentales, pensaba que era preciso construir primero un Estado socialista fuerte que diera ejemplo.

Para lograr tal cosa era preciso crear en Rusia cuanto antes una industria pesada, condición indispensable para poseer poder militar, al mismo tiempo que el Gobierno ejercía una mayor control sobre los campesinos. Esta es la teoría que Trotski, para atacarla, designaría como “socialismo en un solo país”. Este fue el tema principal de la obra de Stalin Los principios del leninismo, publicada en Moscú en 1924, en la que recogía, a veces palabra por palabra, una gran parte de las tesis de Lenin sobre el comunismo y sobre la NEP.

Proponia el esquema siguiente. Primera fase: industrialización acelerada del país y realización de socialismo en la Unión Soviética. Segunda fase: paso al comunismo; al cabo de cincuenta años aun se espera dar ese paso. Tercera fase: extensión del comunismo soviético, a otros países, por osmosis, por contagio.

El proceso descrito por Stalin no se ha desarrollado de esta manera, con excepción de la Europa central: Occidente se halla aun lejos de haber pasado a un estado de vulnerabilidad con respecto al socialismo y Asia aventaja a Occidente en esta evolución. Pero, en aquella época, esta teoría no tenia nada de utópico en la Rusia de los soviets.

Era menos ficticia que la de Trotski, cuyas criticas al socialismo en un solo país se basaban en la esperanza superoptimista de una revolución mundial, previa, inmediatamente propaganda, que dejaría en seguida a la URSS las manos libres para lograr su industrialización. Grosso modo se configuran en 1924, con ocasión del XIII Congreso, otras dos corrientes centrifugas: la de Bujarin, preocupado con Rykov y Tomsky, otros miembros del politburó, en mantener la vocación agrícola tradicional del antiguo imperio y partidario de una industrialiazicion lenta; y la corriente de Trotski, cuyas consignas consistía en la prioridad a la exportación de la revoluciona para, así, romper el cerco capitalista.

Stalin se situó en el centro de ambas tendencias, antes de hacer chocar una contra otra. Reprocho a Bujarin su oportunismo derechista y a Trotski, jefe de la oposición izquierdista, una política que, sin duda, habría provocado contra Moscú no solo el ataque de Alemania, sino el de todas las demás grandes potencias. Stalin denuncio aquella “política suicida” en el XIII Congreso y en los meses que siguieron. Fue el momento que escogió Trotski para publicar una epístola, las lecciones de Octubre, en la que desenmascaro el derrotismo de los viejos bolcheviques en los instantes decisivos de la Revolución, y se metió con Kamenev y Zinoviev.

 Estos reclamaron en seguida la cabeza del inoportuno. En el pleno del comité central del 17 de enero de 1925, Stalin respondió, magnánimo: “Hay que eliminar el trotskismo como corriente ideológica. En lo que concierne a las medidas represivas me opongo deliberadamente”.

 Trotski fue simplemente destituido de sus funciones de comisario de la Guerra y remplazado por Frunze, que murió unos meses mas tarde, sobre una mesa de operaciones, cediendo su lugar a Vorochilov. Trotski se convirtió en el jefe de lo que el llamaba Oposición revolucionaria contra el política de socialismo en un solo país. En aquel momento esto se tradujo en mayores dificultades para el mundo obrero, en beneficio de los kulaks: influidos por los movimientos de recriminación que surgían en Moscú y Leningrado, Kamenev y Zinoviev constituyeron la Nueva Oposición que recibió el apoyo del soviet de Leningrado.

Stalin reacciono en seguida, recordó que el ejecutivo de la Internacional había garantizado “la línea de Lenin” y se dispuso a luchar, a la vez, contra el clan de Leninigrado y contra el trotskismo. En el XIV Congreso, en diciembre de 1925, Stalin anuncio en su informe que tenia intención de transformar Rusia de país agrícola en país industriaL:Transformar nuestro Estado de país agrario en país industrial, capaz de producir por sus propias fuerzas el utillaje necesario; ese es el fondo, la base de nuestra línea general”1 A Kamenev, que pedía de nuevo que el secretario general del Partido pasara a depender, en lo sucesivo, de la autoridad del politburó, y que Bujarin fuera eliminado, Stalin adujo: “¿Quiera usted la sangre de Bujarin”? No lo conseguirá…” Igual que en la asamblea general de enero, reprobó la efusión de sangre: “Hoy uno, mañana otro, pasado mañana el tercero. Al final. ¿Qué nos quedara del Partido”?.

 Después de esto, Stalin obtuvo sin esfuerzo que el Congreso prescindiera de Zinoviev y de Kamenev; este ultimo fue abucheado cuando reclamo la retirada de Stalin del secretariado general. Aquello supuso el fin del triunvirato. Kamenev y Zinioviev se aliaron con Trotski en abril de 1926, para constituir la Oposición unificada. El nuevo grupo se hundió rápidamente detrás de Trotski, en lo que Stalin llamo “los vapores de la escolástica”. En diciembre, en la VII Asamblea General ampliada del comité ejecutivo de la Internacional comunista, Stalin atribuyo a Lenin la teoría del socialismo en un solo país y lo aprovecho para renovar sus ataques contra Trotski.

“Las comprobaciones de Trotski sobre una teoría de Stalin son una maniobra, una bajeza ruin y sin éxito, destinada a apoyar su combate contra la teoría de Lenin sobre la victoria del socialismo en un solo país, un combate que empezó en 1915 y ha continuado hasta hoy. Si esta estrategia de Trotski es una señal de polémica honesta, dejare a los camaradas que juzguen”2. Stalin, el hombre de acero, así como también el hombre del justo medio, consiguió fácilmente la mayoría, Trotski, Zinoviev y Kamenev fueron excluidos del Partido. 1. XIV. Congreso, informe estenografito, edic. rusa, Moscu, 1926, pag.488. 2. Stalin. Obras, vol. 9, pág.121.

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