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sábado, mayo 24, 2008

La larga y terca huelga de los juzgados


Mila de Frutos Unidad y Lucha
Por qué una huelga indefinida.
Conciencia sindical y política.
Después de años de escepticismo en un ámbito conservador, que prefiere usar el ajado título de funcionario al de trabajador y trabajadora, con la conciencia de clase en un suspiro, comienza una inesperada huelga que durará dos meses y será traicionada por las direcciones sindicales mayoritarias.
Es un colectivo casi mileurista que mejora el salario a fuerza de antigüedad y guardias interminables.
Aumentan los contratos temporales renovados mes a mes durante años. No existe cláusula de revisión salarial, ni comités de salud laboral y en algunos
juzgados conviven armoniosamente con otras especies que habitan los archivos.

Trabajan a destajo en muchos registros civiles, juzgados de familia, fiscalías… Las guardias semanales comportan doce días de trabajo ininterrumpido. El régimen disciplinario es casi tan severo como el del poder judicial y la negociación colectiva oscila entre la utopía y la burla. Una década de congelación salarial o subidas iguales al PIC previsto rebajaron el poder adquisitivo en más de quince puntos. Así que la carestía de la vida de los últimos tiempos hizo que por fin la paz social se desbordara.


La huelga de Madrid.



El precedente fue la huelga de diciembre en los juzgados de Madrid, que arrancó sustanciosas mejoras salariales, laborales y de plantillas tras quince días de lucha. Hubo piquetes en cada centro de trabajo haciendo presión y en algunos pueblos del sur formaron cajas de resistencia con los salarios de los servicios mínimos (escandalosos) para igualar las pérdidas.

Las concentraciones y protestas se sucedieron a diario y la última asamblea, cuando el sindicato corporativo del PP (CSI-CSIF) firmó un acuerdo unilateral rompehuelgas, congregó a más de mil trabajadoras y trabajadores dispuestos a sostener la lucha. Se votó a mano alzada mantener la posición y mientras coreaban “esta huelga la vamos a ganar” asomó algún puño en alto.


Balance de la huelga. El factor Bermejo.


Con la victoria de Madrid como referente, se lanzan a la huelga indefinida 9.500 trabajadoras y trabajadores no transferidos exigiendo un único objetivo: equiparación salarial con el resto del personal.

Doscientos euros.

Asambleas, cortes de tráfico, concentraciones, marchas a Madrid… Pero el inflexible Bermejo no cede, el conflicto se agudiza y las exigencias políticas del nuevo gobierno forzaron el pacto de espaldas al colectivo y al comité de huelga. UGT desconvoca y la federación de CCOO exige al sector la firma del acuerdo: 190 euros en dos años y horas extraordinarias para recuperar el retraso. El responsable del sector se niega a pactar sin consultar con las asambleas de centro de trabajo, pero el burócrata federal firma el acuerdo y sonríe complacido al soberbio ministro del PSOE que logró pacificar su territorio antes de la investidura.


Alto nivel de combatividad en un colectivo desclasado.
Las condiciones económicas y laborales, más allá de la plaza fija y de las rebajas horarias consentidas a una parte del colectivo, son duras. En varias comunidades autónomas mejoraron con las transferencias. Pero iba quedando un sector no transferido y no combativo cuyas condiciones eran manifiestamente mejorables, además de sentir un profundo agravio comparativo. La huelga de los juzgados vascos de enero de 2007 duró dos meses y medio y se ganó. El triunfo de la huelga de Madrid fue un trampolín.


Estas explosiones periódicas del descontento se han reservado para las reivindicaciones sectoriales, alcanzando un seguimiento muy bajo las convocatorias generales y las del conjunto de la administración pública.


Indiferencia en las organizaciones de la izquierda.
Pero el elemento corporativo no es excusa para la ausencia de apoyos o muestras de solidaridad desde la izquierda en general.
Porque las reivindicaciones eran justas, porque la huelga siempre tiene una lectura pedagógica interna y una proyección externa ejemplar. Dos meses de piquetes y manifestaciones hicieron aflorar nuevos aires de unidad y dignidad en el sector.

Antiguos izquierdistas hastiados emergen del escepticismo y la rutina diaria de las fotocopias y el fax. Y afirman que los empleados públicos son una parte de la clase trabajadora, a pesar de lo digan por ahí.


El papel de CCOO.
CCOO dirigió esta lucha con maestría, dinamismo, honestidad y democráticamente. Sin alcanzar la grandeza ni la tierra prometida, sí ha brillado la combatividad de un colectivo defendiendo sus intereses de clase, aunque no hubo apelación a la clase desde CCOO, atrapados en tamañas contradicciones internas para conjugar las subvenciones millonarias, la defensa de la monarquía y la lógica del capitalismo con los intereses de la clase obrera.

Así se explica que, una vez más, un burócrata desautorice una huelga y firme la paz social a cambio del respeto institucional y un buen puñado de euros.

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