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jueves, noviembre 20, 2008

Ruanda, 13 años después de la guerra.

Testimonio

Situación geográfica y número de habitantes
Ruanda es un pequeño país de 26.338 km2, situado en el centro de África, comparte su frontera al sur con Burundi, al noroeste con la RD Congo, al norte con Uganda. Se calcula que está habitado por unos 8.500.000 habitantes, con una densidad de población de 323 h/Km2. Hay tres etnias en el país, los hutu que representan 85% de la población, los tutsi 15 % y los Twa 1%.

Algunos datos de su historia reciente
Antigua colonia Belga, obtuvo la independencia en 1959 y celebró sus primeras elecciones en 1962 ganadas por Gregorio Kayibanda perteneciente a la etnia mayoritaria hutu.

En 1973 hubo un golpe de estado militar y tomó el poder otro hutu, Juvenal Habyarimana que estuvo al frente del país hasta 1994, fecha de su asesinato.
En octubre de 1990, los tutsi de la diáspora (exiliados de 1959-1962 y 1973), organizados para revindicar el derecho de volver a su país, lanzaron un ataque de gran envergadura, con la ayuda de Uganda.

Entre 1990 y 1994 el país vivió una gran inestabilidad caracterizada por ataques esporádicos, grandes desplazamientos de la población, asesinatos de personas influyentes, líderes políticos y grupos de población.
El 6 de abril de 1994 el atentado al avión en el que viajaban los presidentes de Ruanda y de Burundi creó un caos total en el país que duró hasta primeros de julio, en que el ejército tutsi tomó el poder.

Mucho se ha hablado y escrito sobre lo que pasó en Ruanda durante esos años y más concretamente en esos “tres meses negros de su historia”, pero no siempre la verdad ha sido protagonista de la información. La única verdad que ha desafiado todas las falsas informaciones, la que ha conmovido al mundo, ha sido el inmenso sufrimiento del pueblo ruandés, y en esto los dos bandos, tutsi y hutu, están de acuerdo. Donde sigue habiendo grandes discrepancias es en asumir la responsabilidad de esta catástrofe. Sería demasiado ingenuo culpar al grupo étnico mayoritario hutu, que es lo que se intenta hacer, dejando de lado la responsabilidad de los países que han apoyado a uno u otro bando: EE UU, Inglaterra, Canadá, Francia…

Pero dejemos de lado toda esta maraña política para los entendidos. Actualmente se publican muchos análisis sobre este acontecimiento, que nos pueden ayudar a hacer nuestra propia lectura de los hechos. En este terreno hemos avanzado, pues en los primeros años después de la guerra sólo podían expresarse los del bando de los ganadores y hoy hay otras informaciones que nos van iluminando esa verdad escondida que buscamos, tanto los ruandeses como los que amamos a ese país, para hacer justicia a los que tanto sufrieron y a los que todavía siguen sufriendo.

¿Qué vive hoy el pueblo ruandés 13 años después de este acontecimiento?
Los medios de comunicación presentan la imagen de Ruanda que transmite el gobierno actual: un país que se va levantando después del genocidio y que gestiona muy bien el tema de la reconciliación; un país que está adquiriendo una economía sólida y una estabilidad social y política que puede ser un ejemplo para muchos países. Piensan del mismo modo los que nos visitan superficialmente o los que viven en Ruanda lejos de la realidad del pueblo: comerciantes, diplomáticos, miembros de ONG, funcionarios de Organismos Internacionales etc. Este grupo de personas vive o se mueve en el Kigali moderno que realmente ha cambiado mucho en estos últimos años. Es la capital de las nuevas construcciones, de las calles asfaltadas, de los jardines y de las papeleras; la de los nuevos


barrios ricos, que son el orgullo de unos pocos y la vergüenza de los más inteligentes, porque delatan la corrupción y el robo que se vive en Ruanda.
La otra imagen es la de los barrios periféricos de Kigali y las zonas rurales, que representan alrededor del 85% de la población, donde la gente malvive en la pobreza extrema, la injusticia y el miedo.

Los que conocen está realidad son los ruandeses que la viven día a día, los extranjeros que están más cercanos al pueblo (misioneros, algunos miembros de ONG y de organizaciones de defensa de los Derechos Humanos, algunos diplomáticos y funcionarios de Organismos internacionales), y los que visitan el país con el deseo de descubrir la verdad que vive el pueblo.

La pobreza
El gobierno ruandés tiene un programa de lucha contra la pobreza del que se habla mucho en los medios de comunicación y en los foros internacionales. Este programa atractivo hace entrar mucho dinero en las arcas del Estado pero, desgraciadamente, este dinero no se invierte en hacer mejoras para el pueblo. Es el dinero que se emplea para decorar el escaparate que es Kigali, que sirve para enriquecer a unos pocos y sobre todo para fortalecer al gobierno presentando una imagen positiva del país ante la comunidad internacional.

Mientras tanto la máquina que produce pobreza trabaja a toda velocidad, es decir: la privatización, el aumento del coste de la vida, el sistema de impuestos, la mala gestión del dinero público, etc. Este sistema sí que determina la vida de la mayoría de los ruandeses y los está sometiendo a una pobreza extrema.

Yo, en los muchos años que he vivido en Ruanda, nunca he visto al pueblo ruandés tan pobre como en la actualidad. Los centros de nutrición (que ya existen pocos porque el Gobierno considera que no son necesarios) están llenos de hambrientos: niños y adultos, mujeres y hombres. La gente muere de hambre porque no tiene qué comer; de malaria porque no puede pagarse un tratamiento; los niños no van a la escuela porque no pueden pagarla, aunque el gobierno sigue diciendo, en su discurso oficial, que las escuelas son gratuitas para todos.
Algunos ejemplos:
1•
Un albañil gana 700 francos ruandeses al día -menos de 1 €- y, con ese sueldo, pueden comprar 2 Kg. de alubias o 1,5 Kg. de azúcar.

La escuela primaria es gratuita para todos los ruandeses según el discurso oficial del Gobierno pero los padres tienen que pagar lo que pidan las escuelas para pagar a los maestros, para reparar las escuelas, para comprar un vehículo etc, de otro modo, expulsan al niño.

Está prohibida la venta ambulante en Kigali y más del 60% de sus habitantes no tienen trabajo. La gente tiene que vender en los mercados donde pagan más en impuestos que las ganancias que obtienen.

En Kigali no se puede circular en bicicleta y hay gente que emplea la bicicleta para ganarse la vida transportando personas o mercancías.

No se puede andar por Kigali con zapatillas de goma por no dar una mala imagen. Han metido gente en los calabozos por ir en bicicleta o con zapatillas de goma, sobre todo cuando se preparan fiestas o hay reuniones internacionales etc.

En las colinas la situación es todavía más dramática porque hay menos medios y menos testigos. Ahora no hay relación entre los que viven en las colinas y los que gobiernan. La vida en las zonas rurales se hace insoportable.

La injusticia
La injusticia, el deterioro de los Derechos Humanos, es una situación que se ha hecho crónica en la sociedad. En los primeros años de la posguerra todo estaba permitido, la venganza, el atropello del vencido, las acusaciones falsas…, eran moneda corriente y se consideraba que había que tolerarlas porque la sociedad estaba traumatizada. Pero las prácticas injustas se han hecho cotidianas, sobre todo cuando el que está maltratado es un hutu. En la actualidad un hutu no tiene derecho a defenderse ni a pedir defensa. Si sufre persecución o atropellos por parte de quien sea, es normal porque es un genocida. Si alguien le acusa o le maltrata, él se lo ha buscado. La única protección que puede buscar el hutu es no llamar la atención de nadie, ni para bien ni para mal: si le va mal es porque se lo merece y si le va bien (trabajo, buena posición) es porque ha robado y el que quiera le puede denunciar con la garantía de ganar.
2
Las cárceles
Las cárceles en Ruanda siguen abarrotadas y las condiciones de vida no mejoran. Al contrario, cada vez son más precarias. Las familias de los presos tienen que aportar un suplemento de comida para que estos no mueran de hambre; comprar los medicamentos cuando están enfermos y soportar las vejaciones que les quiera inflingir el funcionario que los recibe cuando van a visitarlos.

Los Gacaca (léase gachacha), -tribunales populares que el régimen actual recuperó de la tradición ruandesa para dar una respuesta al colapso que sufre el sistema judicial desde el 94-, no han solucionado el problema de las cárceles, al contrario, lo han agravado más. Como es un tema muy extenso y muy complicado para explicarlo en este pequeño artículo, me voy a limitar a dar cifras.
En el conjunto del país:
1•
250.000 personas se han visto forzados a abandonar Ruanda.

170.000 han sido encarceladas.

170.000, que ya han sido juzgadas y puestas en libertad, siguen sufriendo amenazas de encarcelamiento y viven en el terror

7.225.000 ruandeses están expuestos a que los llamen en cualquier momento y a vivir situaciones injustas y penosas.

El miedo
El miedo es compañero de camino de los ruandeses.

Se levantan con miedo de afrontar un nuevo día, ¿encontraremos algo para comer?, ¿perderé el trabajo?, ¿expulsaran a mi hijo del colegio?, ¿me convocaran al gacaca? Y se acuestan con miedo, ¿vendrán a buscarme?, ¿me denunciará el vecino?
Esta situación que se ha creado en Ruanda y que se agudiza cada vez más: pobreza, injusticia, miedo, no es sólo el resultado de una situación de posguerra. Si fuera así iría disminuyendo a medida que pasa el tiempo y que el país se va organizando. Tampoco se explica sólo por la falta de interés de los políticos por el pueblo, que además contrasta con el discurso que ellos lanzan al mundo.

Para mí y para muchos que vivimos en Ruanda desde hace años y sobre todo para la mayoría de los ruandeses, es una estrategia bien estudiada por el régimen actual para someter a la mayoría de la población. Los dirigentes actuales saben que el pueblo no los quiere y sobre todo el grupo hutu que son los más maltratados y que representan el 85% de la población. No pueden hacerlos desaparecer físicamente a todos, sería demasiado costoso y demasiado llamativo, por tanto la única manera de controlarlos es someterlos, anularlos. Como hemos ido describiendo, son muchas las estrategias que emplean para paralizarlos, disminuirlos y excluirlos y que se podría resumir en la demonización: hutu igual a genocida.

Constatamos que los tutsi, venidos del exterior, no han cambiado su mentalidad, siguen pensando como antes de 1959. Pretenden -como lo hicieron durantes siglos, hasta la emancipación del pueblo hutu en los años 60- que sean sus esclavos.

Las autoridades ruandesas, no sólo temen al grupo hutu, temen a toda persona, grupo o institución que ellos consideren una amenaza para mantenerse en el poder. Es en este marco donde se puede situar la propaganda negativa contra la iglesia católica. No se trata de borrar las equivocaciones, los errores e incluso los crímenes que pudieron cometer los cristianos antes, durante y después de “esos meses negros de su historia”.
Pero lo que sí es una verdad conocida de todos es que, los cristianos no hicieron más daño que los componentes de otras iglesias o grupos religiosos, tal como nos quieren hacer creer. Lo que realmente preocupa al poder actual es que la estructura y la organización de la iglesia católica, no le permite controlarla y dominarla desde dentro, como lo está haciendo con muchas iglesias presentes en Ruanda y también con el Islam. Por eso la manera de debilitarla es desacreditarla, castigarla, aterrorizarla. Esta es la manera de actuar del FPR, cuando alguien (persona o institución) dificulta la ejecución de su programa: quitarlo de en medio y la manera de hacerlo se elegirá, en cada caso, para garantizar la eficacia y la buena imagen que se transmite al exterior.

¿Se ve algún signo de esperanza en Ruanda?
A pesar de todo lo dicho y lo mucho que queda sin decir, sí que se vislumbran algunos signos de esperanza. Unos nos vienen del exterior y otros del interior del país.
3
Fuera del país la verdad se va abriendo camino. Hoy se escribe con más objetividad sobre lo ocurrido desde 1990 hasta nuestros días. Muchos estamos convencidos de que la responsabilidad del genocidio no recae solamente sobre un solo grupo étnico.
Por ejemplo: el libro “Ruanda Historia Secreta” escrito por un antiguo miembro del ejército del Frente Patriótico Rwandés (FPR), Abdul Ruzibiza, cuenta las estrategias que utilizó el FPR entre 1990 y 1994 hasta conseguir el poder, que es lo que siempre buscó. Este libro ha sido, para muchos, una revelación patética del papel que jugó el ejército, llamado de liberación, en la preparación y en la ejecución del genocidio ruandés. Para los que estábamos en ese momento en el país, la lectura de este libro nos confirma en la verdad que ya conocíamos y nos hace bien que esta verdad sea publicada por un testigo. Siento que este libro no se haya publicado todavía en español pues creo que aclara muchas dudas y es un signo de esperanza el que un tutsi, miembro del FPR, haga esas declaraciones tan valientes sabiendo que pone su vida en peligro.

Igualmente la Encuesta del juez francés Bruguière, deja clara la responsabilidad del FPR en el asesinato del Presidente ruandés Habyerimana y, como consecuencia, en el desencadenamiento del genocidio. Esta verdad, conocida por todos y que el FPR ha querido ocultar y sigue negando, ya es pública aunque sigue habiendo un grupo que no la quiere aceptar porque no interesa.

También la Justicia española se moviliza. En 2005 la Audiencia Nacional presentó una Querella contra varios altos mandos militares del ejército actual, inculpándoles de haber asesinado a nueve españoles, misioneros y cooperantes. Esperamos que esta Querella salga de nuevo en los próximos meses y ojalá que la verdad se siga abriendo camino.

Hay grupos y personas que en el exterior luchan por que la verdad del conflicto ruandés se vaya reconociendo, pero son muchos los intereses de las grandes potencias que están en juego y a las que no les interesa de ninguna manera que se aclaren las cosas.

El presidente Paul Kagame es una marioneta en manos de los EE.UU. Ruanda es un punto estratégico en África, es el país vecino de la República Democrática del Congo, tan codiciada por sus riquezas. Los EE.UU. están ya bien instalados en Ruanda (satélite del Karishimbi, próxima construcción del aeropuerto internacional en el Buguesera, construcción de la nueva embajada de EEUU y la Agencia de los EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAID) en Kigali).

Dentro del país, los que hemos vivido muchos años con los pobres no desesperamos, porque justamente ellos son los que nos han enseñado a descubrir los signos de esperanza. En Ruanda sigue habiendo signos de vida que nos hacen presagiar un futuro mejor.

Hay hombres y mujeres, tutsi y hutu, que no sostienen al gobierno actual y lo manifiestan como pueden. Varios altos cargos han desertado porque no quieren colaborar con un sistema injusto, otros dentro del país dicen lo que piensan y los unos y los otros saben que exponen sus vidas.

Hay una red solidaria entre muchos ruandeses que les permite afrontar las dificultades que encuentran cada día. La gente que sale del país no podría hacerlo sin esta ayuda preciosa que se prestan unos a otros, dentro y fuera del país.

Como siempre, desde que conozco Ruanda, hay gente de las dos etnias, que viven bien entre ellos, gente que perdona, que comparte, que se ayuda, que se quiere… Estos son los que, a pesar de las fuerzas negativas, hacen el gran milagro de la subsistencia cotidiana, los que apuestan por la vida.
Nuria Camacho
RUANDA: PIONERA MUNDIAL EN GASTOS MILITARES
Según un reciente informe de la CIA, Ruanda se encuentra entre los primeros puestos mundiales de países que más gastan en compra de armamento. En 2006 destinó 13,30% de su Producto Interior Bruto (PIB).

Para tener una idea de la monstruosidad de estos gastos, los EEUU gastaron en el mismo período, 4,06% de su PIB, China 4,30%, mientras que la media mundial se sitúa en el 2,00%. Con este arsenal Ruanda se puede permitir desorganizar a los países vecinos impunemente: en 2006, Burundi destinó 5,90% de su PIB; Uganda 2,40% y la República Democrática del Congo 2,10%.

Hay que saber también que estos gastos militares en Ruanda se hacen en detrimento de su población. Siendo un país agrícola, en el que 80% de sus habitantes se dedica a cultivar, el presupuesto acordado al Ministerio de Agricultura para 2007 es de 19,542 billones de francos rwandeses, frente a los 43,02 para los gastos militares y 35,84 billones para los servicios de seguridad.

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