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martes, junio 02, 2009

Los vencedores de Negrin-XIV

ADHESIONES Y OPOSICION AL CONSEJO. EL GOBIERNO HACE ESFUERZOS PARA DISUADIR A CASADO DE PROSEGUIR EN SU ACTO DE REBELDIA

Fuerzas del Cuarto Cuerpo de Ejército estaban llegan¬ a Madrid; desde el día anterior y con todo sigilo ya habían llegado dos batallones. Se contaba, además, con Cuerpo de Asalto. Con esta mínima fuerza y apoyados una confianza excesiva en el crédito de Casado y sus colaboradores, se creyeron suficientes para dar el golpe Estado.

No tardaron mucho tiempo, después de sus alocuciones, manifestarse los primeros síntomas de reacción con¬tra al Consejo.

E1 jefe de Artillería antes de constituirse el Consejo de Defensa había dado orden de detener a todos los comisa¬rios comunistas.

En Transportes, se había destituido a Salinero y de¬do para este cargo a un comandante perteneciente C.N.T.
E1 jefe de la 7a. División, Ascanio, y su comisario Conesa- fueron los primeros en negarse a reconocer al Con¬sejo y se dispusieron a luchar contra él.
Bueno, el jefe del Segundo Cuerpo de Ejército, al que pertenecía esta División, se encontraba enfermo.

Girón, el comisario de Artillería, que había podido escapar de un intento de detención, ordenada por el jefe de esta arma, se había refugiado en el Segundo Cuerpo de Ejército.
Su amistad con Bueno le hizo suponer que le sería fácil convencerle para que se rebelase contra el Consejo.
Su primera acción fue presentarse al comisario Molina, exigiéndole que resignara el mando del Comisariado.
Molina, amigo de Casado, se resistió, y cogiendo un fusil, trató de disparar sobre Girón, conformándose, por fin, con detenerlo. Todas estas luchas aún no revestían carácter cruento; aun dentro de la pasión de unos y otros, sus relaciones personales y compañerismo eran un freno que impedía realizar acciones irreparables.

Ante el giro de los sucesos que se desarrollaban en el Cuartel General del Segundo Cuerpo de Ejército, Casado llamó a Bueno para que impusiera disciplina y manifestase su posición hacia el Consejo que acaba de constituirse.
Bueno alegó su enfermedad que, aunque sin impor¬tancia, en aquella ocasión le servía de pretexto para evitarse complicaciones y definir una actitud...
Casado, sin que por el momento tomase otra providencia contra Bueno, se limitó hacer que le comunicasen que le sustituiría Zullleta, excomunista, jefe de División adicto al Consejo'
.
Ascanio obró con -diligencia y se hizo cargo del Segundo cuerpo de Ejército, sin que se sepa si fue con la conformidad de Bueno o inhibiéndose éste ante esta resolución
Cuando Zulueta se disponía a tomar posesión, ya se le había anticipado Ascanio. Conesa y sus partidarios habían detenido a Molína, acusado de haber amenazado detenido a Girón, por cuya vida se temía.
Agentes del S.l.M. se lo habían llevado al despacho. de Pedrero, mientras a Molina se lo llevaban al Pardo.
Rápidamente Ascanio tomó posiciones, impidiendo que las fuerzas de Gutiérrez de Miguel, de la 05 División, se unieran a las que apoyaban a Casado.
Las carreteras de Aragón y de Francia las Ocupaban fuerzas mandadas por Ascanio.
Parte de las fuerzas de la 65 División, al conocer para qué las utilizaba su jefe y comisarlo, se pasaron a las, d. Ascanio.
Si todas estas fuerzas aquella noche avanzan hacia el centro de Madrid, hubieran podido hacer Prisionero al Consejo, pues ni la la brigada que Mera había llamado urgentemente llegaba, ni Se habían tomado precauciones para contener un ataque de esta importancia.

Todas estas noticias llegaban a nosotros a través del teléfono, llevando la inquietud y la Zozobra a las personas que componían el Consejo, que no contaba con esta re¬sistencia.
Todo era confusión.
No existía método.
El coronel Prada, el Comandante general de Artillería, el jefe de las Fuerzas de Asalto, todos daban órdenes. Las visitas se multiplicaban y en el despacho ya no cabía nadie más ni de pie.
Los tres teléfonos eran chorros de noticias y consultas, peticiones de refuerzos, noticias generales, adhesiones al consejo. Todo mezclado.
Al teléfono, contestaba el que estaba más próximo, después repetía la noticia o la orden y así se iba repitiendo hasta interesado, ya fuera Casado u otro, a qUien fuera dirigida-
Desde vario puntos de España comunicaron la adhesión al Consejo.
De Levante y Andalucía, algunos jefes de Cuerpo de Ejercito dieron su adhesión personal.
y así durante varias horas, obligando a Casado a acostarse de nuevo por estar muy fatigado y molesto por su
Enfermedad.

De madrugada, llamó por teléfono el general Miaja.
Comunicaron a Casado quien llamaba y se levantó para
Hablar con el general.
-Venga usted, mi general -le invitaba Casado.
Sin cortar la comunicación nos dio la noticia Casado. -Me dice que somos unos pillos, que nos hemos adelantado a él.
-¡Que venga! -pidieron varios.
-Ya lo oye usted, mi general, todos deseamos que
Venga a reunirse con nosotros ...
El general seguía hablando. Casado escuchaba complacido, y respondía con monosílabos.
-Venga, venga usted, será nuestro jefe y le obedeceremos.




Volvió a comunicarnos, en voz baja. -Dice que viene.

-Le esperamos, mi general. ¡A sus órdenes!-. y Casado colgó el teléfono.
-N os llega al pelo. Su prestigio dominará a los des-
Contentos. Es una buena ayuda que favorece al Consejo
-afirmó.
Besteiro advirtió:
-Esto nos plantea una cuestión. ¿Cuál debe ser su
puesto en el Consejo?
Casado meditó antes de contestar.
-¡Qué sé yo! Por mí no hay ningún inconveniente,
Otros insinuaron:
-Puede ser el presidente.
Casado no hizo manifestación de disgusto y contesto -Muy bien, sí, que sea el presidente. Yo no tengo
orgullo. Me interesa España y el pueblo, con el mandato
del Ejército me conformo.
Volvió una vez más a exteriorizar la afirmación de

Cariño al pueblo, con la que tanto se envanecía, y añadio

-Esto le agradarán al general y cuando venga ajustaremos las carteras a cada uno;

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-Pero qué, ¿se van a nombrar ministros? Casado le aclaró:

-No, ministros precisamente no se llamarán. Como es un Consejo, serán consejeros de Gobernación, de Estado, y así todos, los departamentos.

Mera no preguntó más: su confusión no había sido desvanecida.
Le observé disgustado.

Esto para él era una decepción acerca del acto en que participaba, y la sombra de duda quedó bien reflejada.

Su intención era otra. Quería terminar, por pasión o por error, con una situación política que creía equivo¬cada, y la sugestión de este deseo no le había dado tiempo u suponer que contribuiría a derribar unos ministros para sustituirlos por otros, él que por estas jerarquías sentía tanto desprecio como repugnancia.

* *

Los teléfonos funcionan de manera ininterrumpida. Una actividad febril anima a los miembros del Consejo. Pasan las horas cargadas de noticias. Se acumulan las
Consultas.

-¿ Qué se hace con Girón -En la pregunta hay in¬nciones sospechosas, graves.

-Nada -ordena Casado-. Que siga detenido y nada más por ahora.
Girón, miembro activo el comisario de Artillería, que intentó asumir mando del Segundo Cuerpo de Ejército para uti¬lizarlo contra el Consejo, permanecía en el despacho de Pedrero.


Girón, miembro activo y destacado del Partido Comu¬nista, había ofrecido una gran resistencia y con razón se temía su intervención, por tener mucho ascendiente entre ('comisarios y sus correligionarios.

Esto me planteaba a mí mismo la necesidad de. no per¬manecer allí más tiempo, y buscaba la manera segura poder 'salir, sin que nadie se apercibiese.

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Durante el pequeño refrigerio que se noS preparó, creí que podía aprovechar esta circunstancia para llevar a cabo
mis propósitos.
. Quería estar en .libertad, ordenar mis ideas, reunir a

los compañeros de la U.G.T. para el examen de todo lo que estaba ocurriendo Y para fijar sin más estímulos que nuestra conveniencia política, lo que conviniera hacer .
. Noté que Orencio Labrador, al que se había designado para gobernador del Cuartel General, repetidamente com¬probaba mi presencia y ni durante la cena me libré de esta vigilancia.
Dudaba, por tanto, si salir a la calle, huido Y expuesto a una ridícula detención.
Habíamos vuelto al despacho Y me senté junto a la puerta que comunicaba éste con la habitación reservada a Casado.


De madrugada llamaron precipitadamente a Casado.
-¿Qué 'pasa?
_Llama el Gobierno.
-¿El Gobierno?
-Sí, Negrín.
Casado había cogido el teléfono; los comentarios Y el
ajetreo producían mucho ruido.
_¡Callarse! _reclamó enérgico Casado. Una gran Curiosidad se apoderó de todos.
por las contestaciones, seguíamos con intenso interés el curso del diálogo.
No era Negrín el que hablaba, sino Paulino, el ministerio de la Gobernación.
-Mire usted, Paulino _contestó con muestras de respeto- no puede ser. Ya hemos dado este paso Y estamos,
Decididos a no rectificar.
Los intervalos de las respuestas los observábamos en el mayor silencio.
No, no es una locura, era preciso tomar esta resolución para que no se siga derramando más sangre 'inútil¬mente.
- ... Tenemos tomadas nuestras precauciones.
" La voz de Casado iba subiendo de tono, sin abandonar el tono correcto y de consideración debida al ministro de la Gobernación.
-No, no insista, Paulino. Lo siento, la suerte está echada y ya río retrocedo.
Las conjeturas que nos ofrecían las respuestas de Ca¬sado, después Sé confirmaron,'

Paulino le requería a que depusieran su actitud, pues malograba todo el trabajo del Gobierno, cuyas gestiones quería fueran seguidas de demostraciones de unidad y propósitos de resistencia, que les facilitarían el poder sacar de . ello el mayor provecho.

. -:-:-Bueno, que se ponga -asintió, y dirigiéndose a nos¬otros, nos indicó con viva satisfacción-: j Va a hablarme Negreen!

~Mire usted, N egrín, eso ya no me importa. -El tono correcto que había empleado para hablar con Paulino, lo modificó por otro áspero y orgulloso.
-ustedes ya no son Gobierno, ni tienen fuerza ni prestigio para sostenerse y menos para detenemos.
La réplica debió ser dura.

-Usted ha engañado al pueblo -le contestó Casado fuertemente

Le digo a usted rotundamente que no. De ustedes no necesito nada.

Quedo cortada la comunicación, cuya breve duración fue en extremo violenta.

Nuevamente se requería a Casado por otra llamada telefónica. Hablaba Segundo Blanco, ministro de Instrucción Pública, que representaba a la C.N.T. en el Gobierno.
Me choca que usted diga eso.
-….
Aquí están compañeros de usted que forman parte Consejo' y mantienen criterio contrario
-….

--Se lo dice usted a ellos. Se acabó. -y con. cierto desdén fue a colgar el teléfono.
-¡Un momento! _requirió Del Val- no cuelgue. y
se puso al aparato.
--Soy Del Val.
-Eso no es así, es una diferencia ideológica.
-El Comité Nacional se ha organizado aquí.
-Pues está hecho Y somos conscientes de lo que ha¬cemos.
I\~

Casado nos explicó. El Gobierno quiere entregar sus poderes a través del general Menéndez. Le he contestado, como habrán oído, que no los necesitamos.
Besteiro aprobó:
_¿Para qué? Mejor es no tener relación con ellos; no
sabemos tampoco qué oculta ese ofrecimiento.
¿Fue inconsciencia? ¿Fue cálculo? Me parecía absurdo
este gesto.
Esto aumentaba las dudas sobre los propósitos nobles
del Consejo.
¿ Cómo podía despreciarse la oportunidad que ofrecía
el Gobierno vencido?
¡Cuántos asuntos perdidos!
¿Qué haría el Consejo? ¿Cómo enlazaría su función con
la que quedaba cortada y deshecha?
¿El estado de nuestra Hacienda, los depósitos en
extranjero, las relaciones exteriores, todo?
¿Fue un acto de soberbia Y de orgullo necio y estéril'

Todos estos interrogantes me asaltaron ante la presencia de aquellos hechos, Y el recuerdo del anterior, enlazado Y conectado, me llevaron a la misma conclusión
Al Consejo, le sobraba todo.
Los animadores de esta acción sólo pensaban en 111
Capitulación Y cuanta más hostilidad manifestasen al Gobierno de Negrin, más confianza inspirarían a Franco.
Para los demás, servía para deslumbrarles con esta falsa gallardía de apariencias de poder y fuerza que sentía el Consejo desde su nacimiento
Vendrían los generales Miaja y Matallana.
Menéndez, desde Valencia, aseguraba su adhesión. Hacia Madrid venía la Brigada del Cuarto Cuerpo de
Ejército, fuerzas que se consideraban suficientes para con¬tener todo intento de protesta u oposición al Consejo.
Muy avanzada la madrugada, comenzó a sentirse alguna inquietud.
La Brigada de Mera no llegaba y las noticias del Se¬gundo Cuerpo de Ejército eran más alarmantes.
Después de la detención de Molina se había asaltado, tras de una breve lucha, la Escuela de Comisarios de Cha¬martín, haciendo prisioneros a los comisarios alumnos que habían ofrecido resistencia.
La noticia imprecisa daba a conocer que se habían producido las primeras víctimas.
Los batallones de la 65 División, que mandaba Gu¬ti.érrez de Miguel, sitiados en los nuevos ministerios, se habían negado a hacer uso de las armas contra las fuerzas le Ascanio.

-Pero esa Brigada ¿no llega? -preguntó Casado con concierto enojo a Mera.

-Ya debía estar aquí -contestó éste-- he mandado enlances

Volvieron éstos y comunicaron que no habían podido pasar de la Ciudad Lineal.

-No se puede continuar así -dijo Casado-, esta re¬beldía hay que sofocada inmediatamente.

Casado llamo al Puesto de Mando del Tercer Cuerpo Ejercito.

Ortega?
. . ,
-No, Ortega, preciso inmediatamente su contestación.
-No, una contestación clara, ¿está usted con el Consejo? ¿Sí o no? '
-Nada de Partido. ¿Obedece usted o qué _preguntó enojado Casado.
'La contestación debió ser negativa.
-Pues deje usted el mando; desde este momento queda

Usted destituido. _y colgó el teléfono con violencia. -Este Ortega se disculpa, pero no obedece _informo-.
Dice que consultará con su Partido. Cuando quiera hacerlo
Será tarde. -Llamó repetidamente.
-La Trece División. Puesto de Mando.
-¡Recio!, el teniente coronel Recio _ordenó imperioso
Casado.

-Oiga, Recio, acabo de destituir a Ortega. Tome usted el mando y envíeme dos batallones.

_¿Cómo? ¿Una Brigada de Carabineros? ¿Quién 1 ha ordenado? ¿Ortega? Dé usted órdenes contrarias Y que
esa Brigada vuelva a su base.
-N ada. Si no obedece emplee la fuerza.
-¿Se han enterado ustedes? Ortega ha mandado que
una Brigada venga sobre Madrid a combatirnos. ¡Meral _gritó-, es preciso que esa Brigada llegue antes que la
de Ortega.
Casado cogió el teléfono, nuevamente llamó:
_¿Primer Cuerpo de Ejército?
Alguien se puso al teléfono Y contestó.
-Que se le busque inmediatamente y que me llame
_y luego, dirigiéndose a nosotros, explicó:
_Ortega se resiste y Barceló se esconde. Ya Venceremos _añadió amenazador-, pues seré implacable. Yo no me
quedo en la mitad, ni fracaso.


Los Cuerpos de Ejército, en los que tenía alguna con¬fianza de dominados por su autoridad, no respondían como había supuesto.
No sólo se levantaba contra él un partido político, sino que estos jefes militares se resistían a sumarse a un mo¬vimiento contra el Poder constituido, al que habían pro¬metido obediencia.
Estábamos cansados y el sueño vencía a algunos que dormitaban en las sillas.
Besteiro escribía sobre sus rodillas y tropezaban con él los que iban a comunicar por teléfono.

Cundió la noticia.
Venía hacia Madrid Armando Alvarez, y también Gon¬zalez Peña.
-Que vengan. Peña es muy buena persona -mani¬festó mirándome- y se le respetará.
Yo dudé que tal noticia fuera cierta, pues Peña, ligado al Gobierno, seguiría su suerte. De esto estaba seguro.
La noticia se aclaró. Venía sólo Armando Alvarez, y el Peña que le acompañaba era un capitán que así se ape¬llidaba.
La vanidad de Casado hizo que diera crédito a ese infundió.
Creía que tal era su influencia que los ministros vendrían a sometérsele.
Una nueva adhesión le confirmaba esta confianza.

EL Comisario General llamó por teléfono.
San Andrés, que habló con él muy brevemente, manifestó que Ossorio y Tafall había ofrecido su adhesión y que vendría a Madrid a ponerse a disposición del Consejo.
después pudo confirmarse que esta afirmación de San Andres no era cierta.
NI Tafall vino a Madrid, ni hizo ,manifestación ninguna apoyar al Consejo.
Solo San Andrés podría esclarecer el porqué dio esta noticia y la intención que le movía a hacerlo.


Ya era de día cuando llegaron Armando Alvarez Y los generales Miaja y Matallana.
Su llegada fue un notición de alegría. Se multiplicaron
" los abrazos Y las felicitaciones.
_Hemos triunfado -saludó Casado- todo está hecho.
_¡Bandidos! -increpó alegremente el general Miaja.
Y añadió-: Os habéis adelantado.
-¡Ah! ¿Pero usted también se iba a sublevar contra
el Gobierno? ':-le preguntaron.
_Naturalmente, y ya tenía escrita mi alocución para
dirigirla al país -explicó.
Su capitán secretario enseñó unas cuartillas que reco~
gió Casado.
-No importa, mi general, estas cuartillas se leerán hoy
y producirán un gran efecto.
_Bueno, ¿yo qué vaya pintar en el Consejo? _preguntó el general.
_¿Usted!, mi general _ofreció Casado-, usted será
España.
El general se sintió halagado Y con su peculiar modo
de hablar refirió cuanto tenía preparado para levantarse
contra el Gobierno.
También él -decía- estaba cansado de tanto desconcierto Y de ser un juguete con el que se entretenía el Gobierno, que marchaba de un lado para otro, sin orientación y dando después el mando a los comunistas de comandancias Y de ejércitos.
_Bastante me han manejado unos y otros _termirno diciendo el general con tono de enojo.


Su aureola popular, nacida en la defensa de Madrid había servido para utilizarle en los momentos de dificultad porque su prestigio bastaba para imponerse Y ofrecer confianza Y respeto a todos.

El enemigo obtenía el fruto de una batalla cruenta, sin exponer nada.
Su propaganda y el trabajo de sus agentes, habían logrado estos resultados y ofrecían a Franco los laureles de la victoria, que representaba además del derrumba¬miento de la República Española, la división de todos los antifascistas, que lucharon juntos defendiéndola brava¬mente.
Ya muy entrada la mañana se me permitió hablar con Vega, tras un forcejeo con Casado que se obstinaba en no dejarme salir de los sótanos de Hacienda.
-No salgas, ya ves cómo está la cosa. Te podría ocurrir algo desagradable -me aconsejaba con aire protector. -Es preciso que salga. Necesito reunirme con 10G com¬pañeros de la Comisión Ejecutiva -le contesté.
-Espera, ya saldrás, hombre.
Insistí en unos cuantos razonamientos que justificaban la necesidad de marchar, y a pesar de ello se me ¡seguía negando la autorización, y decidí afrontar la situación con claridad.
-Esto hemos de aclararlo -manifesté-o Tras esas for¬mas corteses y de precaución, veo que se me impide salir, -Tú sabes -me aconsejó Casado- que puedes ser' utilizado, manejado por los que nos combaten" y es mejor que sigas aquí. Estás mejor -me aseguró.
-No, prefiero conocer con exactitud mi situación. ¿Estoy detenido o no? Pues pese a los riesgos que puedn correr, deseo marcharme -insistí con decisión. -¡Hombre!, detenido, no. Tenemos cierta prevención porque no he de ocultártelo, tú eres muy amigo de Negrín-No 10 niego. Además, todos, hasta ayer, eran gubernamentales. Es natural que mientras no exista otro poder debemos acatamiento al que está legalmente constituido
-'-¿Ves?, no podrás evitar ciertas influencias.y que traten de utilizarte. Yo no quiero que te pase nada, eso te 1o aseguro.' -Su acento era sincero, y se notaba cómo aun
Conociendo mi discrepancia, -sentía violencia por forzarme una situación política que yo no quería aceptar.
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-Haz 10 que quieras, pero ya conoces mi consejo
-añadió.
-Voy a llamar a Vega por teléfono -le dije.
Llamé a Vega, sin que pudiera ante tantos testigos advertirle de cuanto pasaba y mi opinión sobre el Consejo.
No tardó mucho tiempo en llegar Vega, sin que pu¬diera cambiar con él a solas ninguna palabra, pero se hizo cargo de la situación en seguida.
-Ya está todo hecho -le dijo Casado- Hemos derrotado al Gobierno de N egrín.
Vega no hizo ninguna manifestación, Saludó a Besteiro y dijo:
-La U.G.T. va a reunirse y hará más declaraciones.
-Bien ~contestó Casado
-Yo también me marcho -anuncié.
Casado volvió a mirarme e insistió en que no me marchara.
Vega intercedió.
-Sí, conviene que venga. Es el Vicepresidente y aquí sólo estamos cuatro miembros de la Comisión Ejecutiva.
Casado no contestó, limitándose a hacer un gesto poco satisfecho
Vega y yo salimos juntos de Hacienda, en donde du¬rante unas horas había sido testigo del acto más trascendental en que había participado desde el comienzo de la guerra.


En noviembre de 1936, cuando el Gobierno de Largo Caballero se trasladó a Valencia dejándole el mando de todas las fuerzas del Centro, fue guiado por el comisario Antón, y muy influenciado por los comunistas, en los que encontró una ayuda eficaz, y de la que se sirvió para dar cima a su arriesgada y difícil empresa, impidiendo la entrada de las tropas de Franco en Madrid.
Era hombre enérgico y mantenía las decisiones que le sugerían el general Rojo y el Partido Comunista, cuyos éxitos se acumulaba él, adquiriendo una popularidad superior a la del Gobierno mismo.

En el curso de la guerra su prestigio decayó.

Interesaba mantenerle, como símbolo, porque cimentado sobre una consecuencia heroica como la defensa de Madrid, imponía el mantenimiento de la lucha, basándose en el ejemplo de abnegación y de valor de los días glo¬riosos del Madrid del año 36, y cuya línea era sostenida y defendida por el Partido Comunista.

Negrín dominó todas estas influencias populares. Su consigna de resistir, en momentos difíciles como los de Abril de 1938, cuando el corte de Cataluña con el resto de España, hizo que Miaja sintiera la disminución de su po¬der.. Se le seguía utilizando por el Gobierno, pero ya no u ni con mucho el general Miaja de antes.

Esto le produjo resquemores, creyó que era ingratitud, esta falta de visión forjó su enojo y su odio al Gobierno
A los comunistas.

De otro modo es inexplicable su participación en una claudicación, por temor a ser vencido.

Su orgullo se resintió cuando percibió que ya no era considerado como un verdadero militar, sino como un mito el cual se especulaba.

El día llegaba.

Los sótanos de Hacienda, alumbrados artificialmente, daban la sensación de una noche ininterrumpida.

Con el nuevo día llegaron noticias alarmantes y graves, precursoras de las luchas que ensangrentaron las calles de Madrid

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