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lunes, agosto 29, 2016

Un gran error de Venezuela


16 JUNIO, 2016 TRIBUNA POPULAR

Edgar Meléndez. Especial para TP

 Desde varias décadas antes del inicio en 1999 del proceso bolivariano de cambios, los comunistas habíamos caracterizado al modelo económico venezolano como improductivo, monoproductor, multimportador y por ende atrasado; características que se mantienen al día de hoy, y en algunos casos agravadas.

Queda claro entonces que una tarea impostergable, en el marco de una liberación nacional consecuente, ha sido y es la transformación profunda de este modelo hacía uno que sea precisamente lo contrario.

Esto fue reafirmado con énfasis por el 14º Congreso Nacional del PCV (2011), a través de una evaluación colectiva como corresponde a las construcciones y definiciones comunistas, señalando dos importantes cuestiones: 1) que en Venezuela no sólo no había Socialismo, sino que además no se había iniciado la fase de su construcción, ya que, entre otras cosas, no se verificaba la premisa fundamental que exige el marxismo-leninismo para tal cosa: Clase Obrera en el poder; y, 2) que sí se verificaban avances en la independencia política frente a los centros hegemónicos, que podría conducir a la liberación nacional en la medida en que se acumulara suficiente fuerza para que los logros en materia de redistribución de la renta petrolera a través de beneficios sociales, fuesen estructuralmente conducidos a la transformación profunda del modelo económico venezolano.

De tal manera, este segundo punto, coincidente con nuestro Programa (1980), se convertía en un apartado suficientemente importante para continuar apoyando al Gobierno, entendiendo que transitamos “una fase del largo proceso revolucionario venezolano” y que puede ser profundizado hacia estadios superiores en la medida en que logremos una nueva correlación de fuerzas obrero-campesina-popular revolucionaria con el objetivo de la construcción del Socialismo.

Pero, a pesar de planes, proyectos y anuncios en estos 17 años, se arrastra el gran error de no haber transformado el modelo económico venezolano, habiendo contado con múltiples condiciones favorables para ello.

Al contrario, como ha denunciado durante varios años el PCV con preocupación y cifras en mano, en muchos renglones somos menos productivos, más importadores y dependientes económicamente. Incluso se va comprobando que están en jaque las importantes conquistas hasta ahora alcanzadas, mientras se continúa entregando buena parte de las divisas que genera la exportación petrolera a la burguesía comercial-importadora, reproduciendo el modelo que favorece el histórico parasitismo del “empresariado” nacional.

Y esto es antónimo de la liberación nacional –incluso de las concepciones de un modelo “autónomo” de desarrollo capitalista–, y especialmente de una liberación nacional con perspectiva revolucionaria que “tribute” al objetivo histórico socialista.

Los marxistas-leninistas, ante el hecho de la no transformación del modelo económico venezolano, no podemos tener una posición que no sea de crítica, entre otras cosas porque que se ha dilapidado una oportunidad histórica realmente favorable para trascender al atrasado modelo económico nacional y porque las consecuencias de no haber atendido oportuna y eficientemente el tema económico está sirviendo a la derecha pro-imperialista en la posibilidad de retomar plenamente el control político del país.

Como mencionamos en el artículo anterior, luego de su 14º Congreso (2011), el PCV dejó muy claro que no había, ni hay, construcción socialista en Venezuela y que lo que estaba en marcha era una fase del largo proceso revolucionario venezolano de corte antiimperialista, antimonopólico y patriótico que podía servir a la causa de la liberación nacional, para lo cual tenía, inexorablemente, que transformar el atrasadísimo e improductivo modelo económico de acumulación vigente.

Algunos datos, tomados de fuentes como el Banco Central de Venezuela, Instituto Nacional de Estadísticas y Pdvsa, demuestran por ejemplo cómo, a despecho de lo que dicen los apologistas del capitalismo en Venezuela, las exportaciones privadas en nuestro país históricamente han sido bajas en relación a las exportaciones del sector público (apenas una muestra que desnuda a la improductiva y parasitaria burguesía nacional).

Tomando como referencia a 1997, año previo al triunfo electoral del proceso bolivariano, de los 25.185 millones de dólares (US$) producto del total de exportaciones, apenas 4.600 millones US$ correspondieron al sector no estatal, es decir, el 18,26%.

Analizando el período que se extiende de 1998 al 2014, el “mejor año” para las exportaciones no estatales en términos absolutos fue el año 2007, en el que el sector privado alcanzó los 17.741 millones US$, el 24,62% del total de las exportaciones venezolanas; y porcentualmente, fue el año 2003, con el 28,18%.

Desde 2008 las exportaciones no estatales están por debajo del 10% del total. En 2014 llegaron al 3,4%, sólo 2.600 millones US$. Eso quiere decir que por cada 100 US$ que ingresan por concepto de exportaciones, 96,60 US$ son del sector estatal.

Es evidente entonces que a pesar del control de cambio y otras medidas, siguen existiendo canales que “drenan” las divisas hacia el sector no estatal y demuestra que se mantiene el modelo en el que la acumulación privada está sustentada sobre los recursos que produce el Estado, lo que es inversamente proporcional a los intereses del pueblo trabajador.

Por otra parte, revisando los datos relativos al peso de las exportaciones petroleras y las no petroleras, encontramos que en el período 1999-2014 la monoproducción se ha acentuado, ya que para el año 1999 la exportación petrolera representó el 75,81% del total de exportaciones y no ha vuelto a estar por debajo de ese porcentaje.

Desde 2010, el peso del sector petrolero se ha mantenido por encima del 90% del total de las exportaciones, llegando en 2014 al 94,17%.

La monoproducción y una burguesía parasitaria de la renta petrolera, son dos de las características más nocivas del modelo económico venezolano, que hasta ahora el pueblo continúa cargando como un pesado grillete.

Esta situación es un freno al desarrollo de las fuerzas productivas en nuestro país, en el marco del mismo capitalismo, además de que es la generadora de crisis nacionales como la actual que está aprovechando muy bien la derecha pro-imperialista para avanzar y que no se revertirá sólo con medidas políticas.

Como afirmamos en el artículo anterior, la monoproducción y una burguesía parasitaria –que son componentes característicos del modelo económico venezolano–, cuesta encajarlos siquiera en definiciones básicas del capitalismo y, además, son nocivos para cualquier economía que aspire a ser fuerte o sana. De entrada insistimos en que, hasta aquí, no estamos aplicando términos revolucionarios al análisis de nuestro modelo económico.

Una de las consecuencias ineludibles e inmediatas del modelo de capitalismo dependiente, rentista e improductivo de nuestro país, es el estímulo, fomento y fortalecimiento de la multiimportación como otra de las terribles características de nuestra economía.

Por eso debe tenerse claridad de que una falla fundamental, un gran error, en los 17 años de esta “fase del largo proceso revolucionario venezolano”, ha sido haber desperdiciado las condiciones favorables que hubo para el desarrollo productivo, diversificar la economía y transformar nuestro atrasado modelo capitalista; y en su lugar quedamos anclamos como un país monoproductor, multiimportador y con una alta dependencia tecnológica.

Datos de entes oficiales ilustran esto. El monto de las importaciones totales (estatales y no estatales) pasaron de 18.839 millones de dólares (US$), en 1997, a 64.392 millones US$, en 2014 –con un pico en 2012 de 85.345 millones US$–; un incremento de 241,8% en menos de 20 años, y una tendencia sostenida al crecimiento.

Si bien es cierto que ha habido un aumento significativo de las importaciones del sector estatal –pasando de 3.363 millones US$, el 17,9% del total en 1997, a 33.198 millones US$, el 51,6% del total en 2014–, este crecimiento no ha compensado las enormes caídas de las importaciones no estatales. Por ejemplo, de los 20.953 millones US$ que cayeron las importaciones totales desde 2012, 16.666 millones US$ son del sector no estatal, el 79,54%.

Nótense, además, las reducciones de importación durante 2002 y 2003; 2009; y, 2013 y 2014, las cuales están directamente relacionadas con la caída de las exportaciones petroleras venezolanas durante las fases de recesión en los ciclos de la economía mundial.

¿Qué demuestra el análisis de estas cifras? Al menos dos cosas: que somos más dependientes de las importaciones y que somos menos productores; lo que tiene una consecuente implicación en los problemas de abastecimiento que venimos sufriendo desde hace varios años.

Si realmente se hubiese desarrollado la producción nacional, se podría cubrir el faltante originado por la caída de las importaciones, y no tendríamos tanta escasez, inflación ni colas, con sus consecuencias sociales y políticas. Esto sin obviar el agravamiento complementario producto del accionar desestabilizador que han tenido ciertos sectores privados.

Frente a esta realidad acumulada, las y los comunistas hemos advertido y criticado que se ha errado en los caminos seguidos, y durante años hemos hecho propuestas para corregir desviaciones, errores y deficiencias. Un modelo económico tan atrasado como el que tiene Venezuela no le sirve ni al propio capitalismo, menos aún a la liberación nacional y a la verdadera perspectiva socialista.

A estas alturas no debe quedar dudas de que el trabajo y la producción, con una óptica patriótica, son componentes fundamentales para garantizar el avance económico, el desarrollo soberano, la seguridad social y la independencia nacional.

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