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domingo, abril 23, 2017

El Insurgente de Octubre (II)

El socialismo en un solo País.Biografia.Stalin.Jean Benoit
Quince días más tarde, el Estado soviético comenzó a publicar los tratados de anexiones zaristas y renunciaba públicamente a toda diplomacia secreta. Al mismo tiempo, proponía a Alemania un armisticio en todos los frentes y pedían a todas las potencias que se unieran a las negociaciones, al tiempo que proponían "la paz sin anexiones".

Obrando de este modo, el nuevo poder estaba seguro de que respetaba los principios del marxismo. Pero tambien obedecía a consideraciones más prosaicas que, a fin de cuentas, constituían la amalgama de una política empírica, a veces incoherente en apariencia. El retroceso en el tiempo nos permite hoy advertir su coherencia.

En efecto, Lenin no tenía muchas esperanzas de que el régimen socialista supervivencia en Rusia sólo. Una cosa era transferir el poder los antiguos cuadros a los soviets de obreros, de campesinos y de soldados, fuera cual fuese su competencia, y otra era sacar al país de sus ruinas y de la anarquía resultante fatalmente de la liquidación brutal del antiguo regimen. No había socialismo posible sin una industrialización a ritmo aceleradísimo, primera condición de una productividad a la medida de las inmensas necesidades de la nueva nación. De ahí la fórmula:"El bolchevismo es todo el poder a los soviets,además de la electrificación de todo el país."

Lenin sabía también que las grandes potencias, asustadas por la gestación monstruosa a sus ojos, de un Estado que violaba todas las normas de la diplomacia, que pasaba sobre la cabeza de los gobernantes y se dirigían a los pueblos, que expandían la savia de una filosofía subersiva, no dejaron a Rusia el tiempo material de realizar aquélla cual dependía el futuro de la Revolució. La única solución que acertaba a ver Lenin, era, pues, ganarse la confianza de los elementos progresistas del proletariado de los grandes países industriales (en especial de las potencias centrales), para que impusieran a su vez, galvanizadas por el ejemplo ruso, una transformación radical de la sociedad. La previsión resultó falsa.

La revuelta de los junkers de Petrogrado, el ataque de los cosacos de Krasnov dirigidos por Kerenski-lamentablemente derrotados el 31 de octubre en Pulkovo-no fueron nada al lado de las dificultades que aguardaban a Lenin y a sus compañeros hasta en el seno del partido. Una semana después de haber tomado el poder, el bolchevismo atravesó la crisis más grave que había conocido tras la escisión con los mencheviques. El comité ejecutivo, bajo la influencia de Kamenev y de Zinoviev, trató de formar una coalición con los mencheviques y los socialistas revolucionarios, ¡eliminando a Lenin,Trotsky,Stalin y otros "duros" del comite central! La reacción de Lenin fue inmediata. Dijo: "No se puede renunciar al principio de un gobierno bolchevique homogéneo sin traicionar la promesa hecha al pueblo de dar todo el poder a los soviets".

Stalin se aproximó un poco más a Lenin en aquella nueva prueba, la primera del régimen. Trotsky,dedicado a los Asuntos Exteriores y Sverdlov en el secretariado de organización del partido sucumbieron agobiados por un alud de tareas cuya importancia habían subestimado quizá. Ademas, en enero de 1918, fue disuelta la Asamblea. Prácticamente, el país ya no estaba dirígido por el comite central ni por los comisarios del pueblo.

De entre estos últimos, casi el unico que estuvo presente, como siempre, en el momento preciso, fue Stalin. Lenin lo llamaba el "providencial georgiano" militante entregado, obstinado, que pisaba firme y no se dejaba influir por escrúpulos filosóficos o sentimentales. Stalin era el hombre con el que se podía contar, a condición de no chocar con él. Lenin lo utilizaría como se hace con una máquina sólida y bien lubricaba y a la que se eche un vistazo de vez en cuando.

En aquellos meses críticos que marcaron el comienzo de la consilidación del poder popular, Stalin, sobreponiéndose a sus sentimientos personales, supo a veces zigzaguear entre Lenin y Trotsky, como lo demostraron los debates sobre la paz de Brest-Litovsk. Lenin, a pesar de que temía el expansionismo de la Alemania imperial, conservaba cierta confianza en el potencial revolucionario del socialísmo alemán, poderosamente organizado.

Stalin, por el contrario, desconfiaba de la socialdemocracia, en la que según su opinión, sólo sobresalían las figuras, indudablemente relevantes, de Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin-futuros mártires de la resistencia espartaquista rota por el águila alemana-, junto a los Ebert, Scheidemann del S.P.D. mayoritario, o de los Haase, Dietman y de los Kautsky del U.S.P.D. A mediados de diciembre, Trotsky acudió a Brest-Litovsk a firmar una tregua que abría el camino hacia una paz que sacrificaba vergonzosamente, a los ojos de los occidentales, los acuerdos con la Entente, y que no resultaba menos detestable a los ojos de los rusos, ya que el propio Lenin, que la había propuesto, la calificaba de "obscena,aunque necesaria".Pero Lenin tenía prisa por salir de la guerra, en enviar los soldados a las fábricas para construir la sociedad socialista, mientras las grandes potencias continuaban enfrentándose.

Las cláusulas de paz austroalemanas fueron draconianas: según los bolcheviques, fueron auténticas condiciones de bandidos.Los partidarios de "la paz son anexiones" vieron cómo les imponían una paz de carácter imperialista, incluyendo la apropiación, por parte del militarismo prusiano, de los territorios bálticos y polacos cuya élite revolucionaria conocía muy bien el texto del decreto sobre el derecho de los pueblos.

En el politburó, en enero y febrero de 1918, las reuniones fueron dramáticas. Trotsky solicitaba en todos los tonos que se procediera a la desmovilización, pero que no se firmara la paz8. Otros reclamaban "la guerra revolucionaria" contra los imperios centrales, con el seguro apoyo, según suponían ellos, del proletariado de tales países.Lenin y Stalin con él, argüían que pensar así era no contar con la gran falta de disposición del Ejercito ruso, literalmente desmenbrado. Lenín creía en la Alemania revolucionaria, Stalin no. Es posible que Stalin frenara a Lenin. De todos modos, Lenin no deseaba correr el riesgo de continuar la guerra si no se producía alguna señal de explosión revolucionaria inminente en Alemania.Así, pues, era necesario firmar la paz7.

La discusión sobre Brest-Litovsk era muy superior, por la sensibilización de las masas, al problema de la paz y de la guerra, la importancia de las discusiones de octubre, que no habían supuesto más que una diferencias personales entre líderes. Más
6 .Les Bolcheviks et la révolution d´Octobre, op.cit.
7.Ibíd.

alla del tema central-firma o no firma de un tratado con los alemanes- el debate entraba también en la filosofía del bolchevismo en el terreno de la política exterior y de las relaciones con los otros partidos obreros. Si Stalin, en el curso de aquellas discusiones, reaccionaba a menudo de forma matizaba, cambiando incluso de opinión de una semana para otra, según la evolución de los acontecimientos y los peligros que corrían la unidad del partido o la autoridad de Lenin, Trotski, por su parte, adoptó una línea más sinuoso aún al proponer la imposible vía intermedia: ni guerra ni paz.

Trotski puso en práctica esta línea en Brest-Litovsk: se separó de sus interlocutores, sin firmar la paz, limitándose a prometer que los más tarde, exactamente como Lenin lo habia previsto, los prusianos rompieron los términos de aquel extraño armisticio y anunciaron la renudación de hostilidades en el espacio de cuarente y ocho horas. Se puso en juego la propia existencia de la Rusia soviética. Al mismo tiempo, Alemania reivindicaba Ucrania, así como Estonia, ventana a Occidente.

Entonces se vio cómo Trotsky cedía bruscamente.Mientras que hasta entonces los socialistas revolucionarios de izquierda, partidarios de la guerra, habían monopolizado la cólera de Lenin, esta vez el jefe del Partido dirígio sus rayos hacia Trotski y sus amigos, partidarios de la politica de espera. Dijo: "La Historia dirá que ustedes han provocado la ruina de la Revolución."
Impresionado, Trotski voto por la paz inmediata con Alemania. Dimitió de su cargo al frente de los Asuntos Exteriores, alegando que todo el trabajo efectivo era ejecutado a espaldas de él, "como para la dirección de la política exterior".

En marzo, en el VII Congreso, el Partido obrero socialdemócrata de Rusia, el antiguo P.O.S.D.R., se convirtió en el Partido comunista. La crisis que oponía a Lenin, Trotski y a los "izquierdistas" partidarios de la guerra inmediata se resolvió provisionalmente mediante una resolución que autorizaba la ratificación del tratado de Brest-Litovsk.

A propuesta de Lenin, el Congreso confería asimismo al comité central plenos poderes para denunciar cualquier tratado de paz impuesto por los Estados imperialistas.8 De este modo, Lenin y sus fieles-entre ellos Stalin- salieron victoriosos de esta primera prueba grave a que se vio sometido el poder bolchevique.

Les aguardaban otras dificultades entre aquellas trágicas jornadas de febrero y el 13 de noviembre de 1918, fecha en la cual los soviéticos anularon el tratado de Brest-Litovsk.Pero el recuerdo de la experiencia común realizada por aquel puñado de hombres empeñados en el éxito de la revolución entre el VI y el VII Congreso, confirió más tarde, a los que de entre ellos pudieron sobrevivir a sus "termidores", un aumento de poder y de consideración.

1 comentario :

Anónimo dijo...

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