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jueves, diciembre 13, 2018

Los versos comunistas de Pablo Neruda, más allá de una canción desesperada

Pablo Neruda solía pasearse por los mercados de Milán para comprar baratijas. Muchas veces eran cubiertos antiguos, ya ennegrecidos. Nadie entendía bien por qué le gustaban, pero el poeta chileno siempre respondía: "Aunque estén feos o sucios, ahí está la mano del hombre".
Esta anécdota la cuenta a eldiario.es el hispanista italiano Gabrielle Morelli, que conoció a Neruda en los años sesenta y que acaba de compilar toda su Poesía política en un volumen del mismo nombre publicado por Cátedra. Le sirve para explicar cómo era la lírica comprometida del Nobel que se afilió al Partido Comunista en 1945. "Neruda era un poeta de la materia, de las cosas, de los objetos, del hombre. Es el único poeta del siglo XX que materializa la palabra y le da un peso… Tiende a recuperar los objetos que nos rodean y que han tenido la presencia del hombre", afirma Morelli.
Hace mucho tiempo que los poemas más políticos del chileno quedaron sepultados por la poesía amorosa. Su poemario Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924), escrito cuando solo tenía 18 años, sigue siendo a día de hoy unbestseller con ediciones que han traspasado el millón de ejemplares vendidos.  
"Estos poemas han influido mucho, porque la gracia que un poeta tiene con 18 años, que está enamorado y es correspondido, no la puede tener después. Eso siempre queda, pero él decía que el poeta podía ser marxista, hablar de la calle, pero tampoco se le podía decir que renunciara a la belleza", manifiesta Morelli, que recuerda una oda que escribió a la rosa, símbolo de la belleza: "Rosa, tú crees que yo te he olvidado porque me preocupo por el pueblo. No, rosa, yo te amo".
Más allá del amor, Neruda escribió contra Franco en España en el corazón (1937) -"tuvieron una relación tremenda, Neruda le insultaba a menudo", señala el hispanista- pero también a favor de Stalin en la oda que se incluye dentro de Las uvas y el viento (1953).

Evolución política

En este volumen, que recoge por primera vez todos los poemas de cariz político, el lector se puede acercar a la evolución ideológica del poeta más allá de su lirismo romántico. Y también acercarse a la historia del siglo XX. Como este martes resaltó el escritor Jorge Edwards durante la presentación del libro en Casa de América, "Neruda fue un poeta político desde su adolescencia": "Era joven en una época de gran autoritarismo. Su poema República, en contra del patrioterismo, lo escribió con 14 años y fue publicado en la revista Claridad".
En sus años de juventud perteneció  al anarquismo estudiantil "y en esa poesía de esos años juveniles ya está esa visión de que él tiene una misión futura", sostiene Morelli. De hecho, ya hay versos con esta consigna en Crepusculario (1923). Sin embargo, su gran afiliación política llegó en 1935 cuando fue nombrado cónsul de Chile en España y conoció a poetas como Rafael Alberti, que ya militaba en el Partido Comunista.
En ese momento, aún sin carnet, ya que "como cónsul tampoco podía ponerse a favor de nadie", admite su estudioso, Neruda ya se dejó mecer por los cantos del socialismo y el marxismo. Como señala Luis García Montero, "fue cuando decidió dejar de ser un lobo estepario y participar de un sueño colectivo".  Le influyen sus relaciones personales, como la que tuvo con su segunda esposa, Delia del Carril, a la que llamaban 'hormiguita' y 'molotov' -y que era veinte años mayor que el poeta- por su marxismo descarnado. "Son años en los que su poesía es la de la solidaridad humana. Hay que pensar que estamos en los años treinta y cuarenta, que no eran fáciles. Él pensaba que la única fuerza o ideología que podía cambiar el mundo era el marxismo", manifiesta Morelli.
Pablo Neruda fue un hombre hipócrita, extraño y sensible, según Hagar Peeters
Pablo Neruda fue un hombre hipócrita, extraño y sensible, según Hagar Peeters EFE

El apoyo a Stalin y los problemas de conciencia

También son años de cierta oscuridad por el apoyo que mostró a Stalin (desde un punto de vista político y en su poesía afectada por el realismo socialista). Y por sus visitas a la URSS donde se reunía con Breznev. "Es verdad que al principio él no lo vio como un tirano. Ahora, con todo lo que ha pasado con el comunismo, es una poesía fácil de criticar, pero no entonces", explica el hispanista, quien también sostiene que en el ambiente en el que se movía el poeta no era fácil de denunciar.  "Yo lo he visto comer como un sibarita, como un cardenal. Matilde Urrutia [su tercera mujer] le ponía una especie de sábana porque se manchaba entero, y comía pescado, langosta, los vinos mejores… En realidad, era un burgués, como decía mi profesor, pero él sabía que era un privilegiado, y pensaba que, precisamente por eso, tenía que existir una mayor solidaridad", añade.
Tiempo después, ya a partir de los años sesenta, con la Guerra Fría, su visión con respecto al comunismo fue cambiando. "Él admite la deriva del estalinismo y tuvo muchos problemas de conciencia", corrobora García Montero, que recuerda cómo también escribió contra Fidel Castro, a quien le dijo que "la revolución es como el vino, no se hace con una mano, sino con muchas", y contra Stalin y el realismo socialista: "Por tu culpa hay una soga de ahorcado en cada jardín de la URSS", le escribió, aunque el dictador soviético ya estaba muerto. Para el poeta granadino y actual director del Instituto Cervantes, "Neruda demostró que se puede ser de izquierdas llamando asesino a Stalin y que la poesía política no es sólo la consigna de un partido, sino una reflexión desde un punto de vista".
Precisamente, su apoyo a quien fuera su amigo, Salvador Allende, y a la candidatura del Frente Popular, también refleja la evolución política del poeta. "A principios de los setenta pensaba que el marxismo podía transformarse en un socialismo humanitario internacionalista, no sólo ruso", señala Morelli, quien ratifica que después de todas las décadas pasadas, de que hoy ya se sabe qué ocurrió en los gulag, pero también de cómo ha evolucionado el mundo, "Neruda seguiría pensando que la idea socialista es la única que puede cambiar el mundo".

Críticas actuales

El juicio a Neruda, no obstante, nunca concluyó, ni siquiera con su muerte. Fue muy vilipendiado por el régimen de Pinochet en los ochenta. Y en los últimos tiempos su figura ha vuelto a estar inmersa en la polémica tras conocerse cómo abandonó a su hija de dos años, que padecía hidrocefalia, gracias a la investigación de la escritora Hagaar Peters en el libro Malva (publicado en español por Rey Naranjo en 2018), además de por la violación de una joven cuando era cónsul en Ceilán (actual Sri Lanka). De hecho, esta controversia ha llevado a que colectivos feministas se hayan postulado en contra de que el aeropuerto de Chile tome el nombre de Pablo Neruda en favor del de Gabriela Mistral.
Para el hispanista Morelli, "una cosa es el hombre y otra el poeta. A nosotros lo que nos interesa es su poesía, su mensaje, que tiene altos y bajos, pero como tal es hoy uno de los grandes poetas universales". También García Montero sostiene que "hay que reivindicar a Neruda como uno de los grandes. A veces ocurre que parece que hay que meterse con poetas pero no desde el punto de vista literario". Neruda todavía forma parte del canon.

'Los enemigos' (1950)

Ellos aquí trajeron los fusiles repletos
de pólvora, ellos mandaron el acerbo
exterminio,
ellos aquí encontraron un pueblo que cantaba,
un pueblo por deber y por amor reunido,
y la delgada niña cayó con su bandera,
y el joven sonriente rodó a su lado herido,
y el estupor del pueblo vio caer a los muertos
con furia y con dolor.
Entonces, en el sitio
donde cayeron los asesinados,
bajaron las banderas a empaparse de sangre
para alzarse de nuevo frente a los asesinos.
Por esos muertos, nuestros muertos,
pido castigo.
Para los que de sangre salpicaron la patria,
pido castigo.
Para el verdugo que mandó esta muerte,
pido castigo.
Para el traidor que ascendió sobre el crimen,
pido castigo.
Para el que dio la orden de agonía,
pido castigo.
Para los que defendieron este crimen,
pido castigo.
No quiero que me den la mano
empapada con nuestra sangre.
Pido castigo.
No los quiero de embajadores,
tampoco en su casa tranquilos,
los quiero ver aquí juzgados
en esta plaza, en este sitio.
Quiero castigo.

La protesta revolucionaria

10 diciembre 2018
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Unidad es la fórmula y el pueblo francés lo está demostrando con orgullo y valentía.
La indignación ha lanzado a las calles a miles de franceses, matizada de un fervor revolucionario de profundas raíces históricas que en su momento marcaron el devenir de Europa y el mundo.
Consciente de que el poder del pueblo permanece ahí, latente y capaz de transformar la escena social y política, el colectivo conocido como “los chalecos amarillos” ha tomado las calles y paulatinamente ha capitalizado la frustración de una sociedad cansada de los retrocesos provocados por las políticas neoliberales del gobierno de Emmanuel Macron, hasta congregar a ciudadanos de todas las tendencias y estratos sociales. El mensaje lanzado al mundo por este movimiento no podría ser más claro: la Revolución no ha muerto.
Las protestas callejeras en Francia comienzan a despertar también una reacción entre quienes están designados para contrarrestarlas. Las imágenes de policías y bomberos dando la espalda a sus mandos para solidarizarse con los manifestantes constituyen una prueba innegable de las fisuras en el muro cada vez más débil de las estructuras política e institucional que rodean a Macron, quien sin duda comienza a percibir claramente las incalculables dimensiones de la crisis provocada por sus decisiones.
Con la atención puesta en las calles de París, otras sociedades en otros en países gobernados por la corrupción y el abuso se han de preguntar cómo hacen los franceses para mostrar tanta audacia y determinación. Porque poner en jaque a un gobierno aliado con los grandes capitales no es cosa fácil; y enfrentar a las fuerzas de choque resulta extremadamente peligroso. En algunas naciones de nuestro continente latinoamericano se han producido movimientos de protesta de gran magnitud en los últimos años, pero ese espíritu revolucionario capaz de derrotar al miedo y la frustración no parece tener la capacidad de permanecer vivo el tiempo suficiente para generar resultados y sostenerlos.
El mensaje emanado de las protestas en el país galo habla de la imperiosa necesidad de unidad. Pueblos divididos entre ricos y pobres, entre nativos y migrantes, entre tendencias políticas opuestas o creencias religiosas hábilmente elaboradas para generar animadversión y rivalidades entre ciudadanos han creado sociedades débiles y vulnerables, incapaces de identificar y proponer objetivos y metas de beneficio común porque están condicionadas para buscar metas y objetivos personales y de grupo.
El gran desafío que propone el pueblo francés es unirse contra un sistema neoliberal que ha resultado en la debilidad endémica de los Estados. Los gobiernos –en especial los más débiles política e institucionalmente- se encuentran frente a las presiones de una superestructura de inmenso poder económico, la cual se ha apoderado del poder político socavando las bases de la democracia y ha convertido a los Estados en cómplices de sus planes.
De ese modo y sin mayor oposición, se apoderan de todos los bienes y recursos más valiosos de las naciones para vendérselos de vuelta a sus legítimos dueños a precios de usura: la minería, la agricultura, el agua, el petróleo, la energía y hasta los cultivos nativos transformados, gracias a patentes legalizadas a fuerza de sobornos, en propiedad corporativa.
Unidad es la fórmula y el pueblo francés lo está demostrando con orgullo y valentía. Unidad con la determinación de no permitir a intereses foráneos imponerse sobre los del pueblo, el cual debe decidir el rumbo de su historia. Es una lección de enorme valor en los momentos que vive América Latina y vale la pena tomarla en cuenta.

viernes, noviembre 30, 2018

Carta a Ernesto Cardenal, Gioconda Belli, y demás poetas


Apreciados poetas Ernesto y Gioconda. Como lector de vuestras poesías, que en algún momento me despertaron esa inquietud por conocer al “revolucionario idílico”, aunque fuese en el tiempo onírico, me mantuve conectado a ustedes en mi caminar.


Gioconda querida, a Ud. solo la conozco de leídas. Cuando pasé por Nicaragua, con ilusión contenida de Lavinia, pregunté por Ud. a mi anfitrión. La respuesta fue inesperada: “Ella no vive aquí, pasa más tiempo creo en los EE.UU.”.

A ti, querido legendario Ernesto, también te conocía de leídas, pero mis ojos te vieron por única vez, y mi corazón vibró con tus palabras, en Casa América de Madrid.

Yo, no soy revolucionario, ni poeta…. Apenas soy un caracol quechua que con su existencia acuestas intenta dejar señas por su paso en esta sufrida Abya Yala donde la Pachamama nos germinó. Y, lo que digo lo hago como parte sentida de esas historias inconclusas que nos han acumulado esperanzas y pesares.

En esta noche oscura que vive Nicaragua, frontera geopolítica de la desigual guerra entre la Muerte y la Vida, con profunda preocupación veo vuestras letras a favor de los heraldos de la muerte que se rejuvenecen con nuestros sufrimientos.

El problema de “Nicaragua coyuntural” no es la dupla Ortega-Murillo. Y, no por eliminar a ellos dos se resolverán las históricas deudas postergadas e inconclusas de la cenicienta Nicaragua.
Disparen sus letras contra la rancia oligarquía y el abominable Imperio de la muerte que castiga inmisericorde a todos cuantos intentamos levantar la cerviz, especialmente si somos indígenas y mujeres.

En Abya Yala, gracias a los procesos de cambios impulsados desde los históricos NO ciudadanos, en los últimos quince años, hemos logrado disminuir las condiciones de pobreza en América Latina en más de 10%. En Los Andes, quechuas, aymaras, guaraníes existimos con dignidad y orgullo gracias a nuestros procesos de cambio.

Nicaragua, no forma parte del letal Triángulo de la Muerte actual (Honduras, Guatemala y El Salvador) gracias al “quiebre de timón” que encabezó el gobierno actual.

Uds. y yo sabemos por vivencias que Nicaragua es la excepción excepcional en el infierno centroamericano. Y ese cambio no lo construyeron los ángeles del cielo, ni sólo los poetas. Lo pensaron e implementaron políticos excepcionales, muy a pesar de sus errores, y sobre todo con el sacrificio de los pueblos.

Gracias al gobierno actual, en Nicaragua, más del 30% de las tierras cultivables del país se encuentran bajo título de propiedad colectiva indígena (autonomías lo llaman allí). De lo contrario, indígenas y campesinos en Nicaragua o serían jornaleros sin tierras o mojados camino al Norte mortal.

Estimado Ernesto, sé que duele que Ortega-Murillo pactasen con el Cardenal Ovando (el mitrado que te humilló siempre, y a toda la Latinoamérica de las teologías de la liberación).

Querida Gioconda, como quechua, parte de los pueblos subalternizados, puedo sentir tu dolor de mujer consciente por la involución en las políticas de derechos sexuales y reproductivos emprendidos por el actual gobierno.

Pero, no por esas “concesiones coyunturales” vamos a entregar a los jinetes del Apocalipsis que, ahora, castigan inmisericorde a Lugo, Lula, Correa, Maduro, Ortega, y a todo “Espartaco” latinoamericano, todos nuestros logros para que lo despilfarren.

Mis apreciados poetas, apunten y disparen sus letras hacia donde corresponde. No hacia los nuestros. Nicaragua ya no es más la cenicienta latinoamericana. Y no volverá a ser la pordiosera del Continente.

miércoles, noviembre 21, 2018

La era de la salud pública nació en la URSS


El concepto y, sobre todo, la práctica de la salud pública no han existido siempre sino que son una conquista de la Revolución de Octubre. Algo tan sencillo como esa práctica cotidiana y actual que consiste en acudir a un centro médico para cuidar nuestras enfermedades gratuitamente se la debemos al esfuerzo de los bolcheviques. La atención médica ha existido siempre... para unos pocos privilegiados; la atención a los obreros, los campesinos y la población, en general, sólo existen desde 1917 y sólo existirá en el futuro si somos capaces de defenderla al menos con tanta energía como pusieron otros en conseguirla.

La primera red sanitaria general de la historia fue obra de Nikolai A. Semashko, fundador del partido bolchevique y primer comisario (ministro) de Sanidad desde 1918 hasta 1930. En su libro sobre la “Protección de la salud en la URSS”, publicado en 1934, Semashko estableció tres principios básicos que debía reunir el servicio soviético de salud: unidad en la organización, participación de la población en la totalidad del trabajo de protección de salud y medidas profilácticas, es decir, la prevención.

La sanidad soviética, por tanto, no era un servicio especialmente destinado a los obreros y campesinos sino una tarea en cuya planificación participaban activamente los sindicatos obreros, las cooperativas agrarias, los soviets y la población en general, es decir, millones de personas que atendían y eran atendidos por la red sanitaria más grande que nunca se había puesto en funcionamiento, alcanzado a cada uno de los rincones de la extensa URSS, incluidos los más alejados y remotos.
La implantación del modelo de medicina soviética en el mundo capitalista fue obra del suizo Henry E. Sigerist que, entre otros, impartió cursos en el Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad John Hopkins de Estados Unidos. Sigerist viajó varias veces a la URSS y estudió meticulosamente su sistema sanitario, del que se convirtió en su divulgador más entusiasta: “Los estudios que he hecho durante tres veranos en la URSS -escribió- fueron quizás los más inspiradores de toda mi carrera. Admito francamente que estoy impresionado por todo lo que vi, por el esfuerzo honesto de una nación entera para darle atención médica a todo el pueblo”. El médico suizo siempre reconoció honestamente las aportaciones pioneras de la revolución socialista a la medicina mundial, que describió en su libro “Socialized Medicine in the Soviet Union” publicado en Nueva York en 1937.

Durante la I Guerra Mundial Sigerist fue movilizado como médico del ejército francés, lo que le permitió comprender el carácter imperialista de aquella terrible masacre y, a la vez, valorar la trascendencia histórica de la revolución de 1917: “Un nuevo orden político, económico y social ha nacido de allí y ha modificado muy profundamente las formas de la atención médica [...] Puesto que la salud es un bien al que todos tienen derecho el servicio médico es gratuito [...] La medicina preventiva tiene prioridad decisiva [...] El servicio médico se lleva a la población cada vez más por centros médicos, dispensarios, policlínicos [...] La cultura física se ha hecho popular [...] Lo que está sucediendo allá es el inicio de un nuevo período de la historia de la medicina”.

Médico e historiador de la medicina, Sigerist se convirtió en un socialista convencido. Sin llegar a ser nunca un marxista militante, gracias al estudio de la medicina se apercibió de que el socialismo era una forma superior de vida para la humanidad. Para el médico suizo el sistema sanitario soviético no sólo era un modelo válido de atención sanitaria que había que llevar al mundo entero; era algo mucho más importante que eso: la sanidad soviética culminaba una larga evolución histórica de los servicios de salud.

En 1938 escribió el artículo “Medicina socializada” para la “Yale Review” donde decía que “el pueblo tiene derecho a la atención médica y la sociedad tiene la responsabilidad de cuidar a sus miembros [...] Cada ciudadano debe tener una asistencia médica gratuita, los médicos, como los demás trabajadores de la salud, deben recibir un salario”. La salud no es sólo un problema técnico de asistencia al enfermo sino que se promueve activamente proporcionando condiciones de vida decentes, buenas condiciones de trabajo, educación, cultura física y formas de esparcimiento y descanso.

En 1943 en su libro “Civilization and desease” (Civilización y enfermedad) escribió que el mundo se disponía a dar el paso “de la sociedad de competencia a la sociedad de cooperación; irá hacia el socialismo”. La obra incorpora importantes tesis del materialismo histórico sobre la enfermedad en dos capítulos en los que analiza los determinantes materiales y económicos de la enfermedad. El libro le convirtió en un referente para los estudiantes y jóvenes médicos progresistas de todo el mundo. El 30 de enero de 1939 la revista “Time” ya había publicado su retrato en portada, calificándole como el historiador de la medicina más importante del mundo.

A través de Sigerist la influencia de la medicina soviética alcanzó a Estados Unidos. Con la ayuda de conocidos investigadores, el médico suizo creó la “American Soviet Medical Society”, que presidió Walter B. Cannon, amigo de Pavlov y profesor emérito de Fisiología de la Universidad de Harvard. La asociación editó la revista “The American Review of Soviet Medicine”. La promoción de la comprensión entre los pueblos era su modo de ayudar al intercambio cultural y científico.

Sin embargo, durante la caza de brujas de la posguerra fue ferozmente atacado por la Asociación Médica Norteamericana y el círculo más reaccionario de estudiantes de medicina de la Universidad Johns Hopkins. Fue purgado por la Comisión del Servicio Civil Gubernamental, lo que le impidió ocupar cargos públicos en lo sucesivo. Entonces decidió regresar a Suiza, donde comenzó a redactar su obra cumbre “Historia de la Medicina”, de la cual llegó a publicar el primer volumen.

Por influencia de la Revolución de Octubre y de Sigerist, en Inglaterra también apareció un movimiento en favor de la nueva medicina social y en 1930 Major Greenwood fundó la Asociación Médica Socialista que influyó decisivamente en el programa sanitario del partido laborista. Posteriormente con la ampliación del campo socialista en 1945 y la llegada del partido laborista al gobierno, los obreros británicos pudieron disfrutar de una red pública de atención sanitaria como la que ya disfrutaba la URSS desde hacía décadas.


Desde Suiza, Sigerist hizo varios viajes a Londres que culminaron en las Conferencias de Health-Clark en 1952, pronunciadas en la Escuela Londinense de Higiene y Medicina Tropical. Hasta su muerte en 1957 la ingente obra de Sigerist, que llena las bibliotecas de las facultades de medicina, inspiró la creación del nuevo sistema público de salud británico y otros parecidos en el mundo entero.

El remate de este proceso que se inició en la URSS también acabó en la URSS, en 1978, en Alma-Ata, durante la asamblea de la Organización Mundial de la Salud, cuando el bloque de países socialistas logró aprobar una resolución en la que, por primera vez, se definía a la medicina como un servicio público, con un único voto en contra: el de Estados Unidos. En medicina este principio se conoce como la Declaración de Alma-Ata y dice lo siguiente: “El pueblo tiene el derecho y el deber de participar individual y colectivamente en la planificación y aplicación de su atención en salud”.

Hoy en cada dispensario médico, hospital o clínica pública del mundo siguen latiendo -inmortales- los principios de la Revolución de Octubre y su éxito al llevar a toda la humanidad algo tan preciado como es la salud.
Autor: Juan Manuel Olarieta
Fuente: Pravda

miércoles, noviembre 14, 2018

La escasez en la URSS se creó de un modo artificial


Desde siempre una de las imágenes típicas y tópicas de cómo se vivía en los países del socialismo real fue la de que allí la producción era pésima y deficiente, que la gente guardaba colas interminables desde la mañana hasta la noche para hacer la compra diaria. La población guardaba cola y rara vez conseguía lo que buscaba pues escaseaban los productos de primera necesidad como carne o aceite. Tal cosa es cierta, no se puede negar, pero no deja de ser interesante que ahora haya gente vinculada al sector agroindustrial que diga que la producción no disminuyó en ningún momento. El fenómeno de las largas colas comenzó a darse a gran escala en un momento determinado, que fue durante los años de la Perestroika, y es curioso que precisamente fuera en un momento en que las élites burocráticas querían la destrucción del socialismo cuando la distribución, que no la producción, comenzara a fallar.

El siguiente artículo es una traducción hecha por Josafat Comin extraida directamente de su blog. Ahí se dan datos más concretos sobre este asunto:


Valentina Rushnikova
Pravda

Traducido del ruso por Josafat S. Comín


Hace 20 años los destructores del País de los Soviets consiguieron culminar el golpe de estado y comenzar la restauración del capitalismo en nuestro país. Mucho antes de 1991 ya se había creado y estaba en pleno funcionamiento la “quinta columna”, inculcando progresivamente en la conciencia de la gente el irrespeto por el modo de vida socialista, a menudo originando problemas de un modo artificial. No solo operaba la propaganda antisoviética, que se servía de determinadas dificultades del sistema socialista, también estaba en marcha la actividad saboteadora, oculta hasta ese momento.

Una de las direcciones fundamentales para exacerbar la tensión en la sociedad fue la creación artificial de problemas relacionados con el suministro de bienes de consumo, en primer lugar con productos de alimentación. Desde mediados de los 80, en muchas ciudades y núcleos urbanos comenzaron a escasear los productos de alimentación en muchos aparadores de las tiendas, y no solo las exquisiteces, sino también los productos de consumo diario. Era un proceso que iba en aumento de año en año, con la única excepción de la capital, donde la variedad de productos de alimentación se mantenía a un nivel decente.


Ese sesgo a favor de Moscú en cuanto al abastecimiento de artículos de alimentación, generaba otros muchos problemas. Comenzaron a llegar a la capital flujos de gentes venidas de las regiones cercanas a la capital, e incluso de regiones del país más alejadas. Los viajes por sistema a la capital para conseguir embutido, las interminables colas en las tiendas, agotaban a la gente y motivaban el descontento con la situación, tanto entre los moscovitas, como entre los que venían de fuera. Eso era lo que buscaban los “jefes de obra de la perestroika”.

Así, para los actuales detractores del periodo soviético, el principal argumento contra el socialismo ─después de la “represión estalinista”─ fue la supuesta escasez generalizada de productos de alimentación y otros bienes de consumo. Sin embargo esos mismos detractores olvidan mencionar, de manera premeditada, la verdadera causa de esa escasez.


Intentemos arrojar algo de luz en esta cuestión, echando mano de la estadística.
Es bien sabido, que desde finales de los 60 y hasta mediados de los 80, no se produjo en el país nada parecido a esa escasez generalizada de comestibles, ni tampoco esos desplazamientos masivos de la población en busca de productos de alimentación. La estadística certifica que año tras año, la producción de esos productos no hacía más que crecer. En el país se garantizaban elevados tiempos de crecimiento del volumen de producción en la industria alimentaria. Una tendencia que se mantuvo también a mediados de los 80.

Así por ejemplo, en 1987 el volumen de producción de la industria alimentaria, en comparación con los indicadores de 1980, había crecido en un 130%. En el sector cárnico, ese crecimiento ─en comparación con 1980─ había sido de un 135%, en el sector de lácteos fue de un 131%, en el de pescado de un 132% y en el de derivados de la harina, de un 123%. En ese mismo periodo de tiempo, el crecimiento de la población fue de un 6,7%, mientras que el salario medio en la economía creció de media un 19%. En consecuencia, la producción de productos de alimentación en nuestro país iba muy por delante del incremento de población y del poder adquisitivo.
Todas las empresas de la industria alimentaria trabajaban a plena capacidad, estaban garantizados los suministros de productos agrícolas y de otros tipos de materias primas necesarios para su funcionamiento, así como la mano de obra. Significa esto que el desarrollo de la industria alimentaria en modo alguno pudo ser el causante de la escasez de género en las tiendas de comestibles.

Por eso solo cabe hacer una deducción: la escasez fue generada de modo consciente, artificial, pero no en la etapa de la producción, sino en la esfera de la distribución. El objetivo era crear tensión social en el país. Por cierto, que nuestra generación recuerda bien el programa “600 segundos”. En él, en 1990, se mostraron reportajes bastante elocuentes de cómo se destruía embutido, mantequilla, aceite y otros productos que ya eran deficitarios en ese momento. En una de las publicaciones de la época, el entonces alcalde de Moscú y hoy consejero del alcalde (!?), Gabril Popov, reconocía esos casos en que se destruían productos de alimentación con el objetivo de generar escasez en la ciudad. En la prensa se informaba de cómo se habían detenido al unísono, para ser reparadas, todas las empresas que producían tabaco y detergente.

En general seguimos sin conocer sus nombres, siguen en la sombra, los instigadores, organizadores y ejecutores de aquel sabotaje económico. Sigue siendo un misterio de qué modo y en qué dirección desapareció esa enorme cantidad de productos de alimentación. Las escasas publicaciones que hay sobre el tema, solo dan pie a presuponer cómo se generó la escasez.

El sabotaje tuvo éxito y el modo capitalista vino a sustituir al modo socialista de producción. La propaganda burguesa delibera permanentemente sobre los aparadores repletos de productos en las tiendas y sobre la abundancia de productos de alimentación.

Podría pensarse que los problemas de escasez están resueltos. ¿Pero cómo? Desde luego no ha sido gracias al desarrollo del sector agroindustrial, sino mediante la importación del extranjero de productos de alimentación, así como ─y esto es lo principal─ gracias a la baja capacidad de compra de la población. La escasez permanece, solo que de un modo oculto.

Además las importaciones que se hacen del exterior (a excepción de las provenientes de Bielorrusia), son de una calidad más que dudosa, que nunca se hubiera admitido en la URSS. En comparación con el periodo soviético, ha empeorado notablemente la calidad de la producción nacional. Para sustituir a la materia prima natural, llegaron los sucedáneos, los agregados y los equivalentes. Como resultado ha descendido la calidad del producto en lo gustativo. A menudo la producción alimentaria no es del todo segura para la salud del consumidor. El número de productos que cumplen los requerimientos de calidad del estado ha descendido sensiblemente. Han sido sustituidos por condiciones técnicas.

El sector agroalimentario ha sido destruido, la seguridad (autosuficiencia) alimentaria se ha perdido.

El PCFR en su programa electoral se fija como prioridad el renacimiento del campo ruso y el incremento de la producción agraria. Eso sería un potentísimo impulso para el desarrollo de la industria de transformación.
Tras llegar al poder, el gobierno garantizará que la población tenga acceso a productos de calidad de fabricación nacional. La seguridad alimentaria será restituida.

V. Rushnikova es una antigua trabajadora del Comité estatal agroindustrial.

Trascedencia y vigencia de Karl Marx

Bicentenario del fundador de la ciencia de la revolución



FERNANDO ARRIBAS GARCÍA. Especial para TP

Miembro del Comité Central del PCV



La formulación por Karl Marx de los mecanismos objetivos que rigen la historia y la economía, condujo a un vuelco radical en las ideas y prácticas de los movimientos revolucionarios de todo el mundo. Desde tiempos inmemoriales los proyectos de transformación progresista de la sociedad habían estado en general signados por concepciones idealistas, y orientados por consideraciones subjetivas de carácter moral y apelaciones al amor, la hermandad o el sentido de justicia de los humanos. Así, las fronteras entre la religión, la filosofía y la prédica revolucionaria eran difusas.


Tales proyectos ancestrales encontraron su máxima expresión en las fantasías utópicas del siglo XIX, bajo cuya inspiración se llegó incluso a la organización según los principios de la «razón» y la «justicia» de comunas que debían servir como prototipos de la nueva sociedad. Para los utopistas, si se lograba difundir el «nuevo catecismo» socialista, y se convencía a los ricos de la inmoralidad de su riqueza, desaparecerían los conflictos sociales y reinaría la fraternidad, cuando, en realidad, incluso si se lograra convencer a algún empresario de que abandonara sus prácticas explotadoras, lo único que se obtendría entonces es la bancarrota de ese capitalista, devorado en la competencia económica por sus competidores menos escrupulosos.

Es en este contexto que irrumpen las concepciones materialistas de Marx. En la primavera de 1847 Marx se afilió, junto con su amigo y colaborador vitalicio Friedrich Engels, a una de las numerosas asociaciones revolucionarias que entonces bullían por toda Europa bajo la inspiración del utopismo, y casi de inmediato la pareja comenzó a dejar su impronta: apenas unos meses más tarde, por su iniciativa, la hasta entonces «Liga de los Justos» cambió su nombre y reemplazó con el Manifiesto del Partido Comunista su antiguo catecismo de igualdad y fraternidad.



«Leyes objetivas» de la historia

Uno de los fragmentos claves del Manifiesto señala que «Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de lucha de clases»; y la lucha de clases a su vez, repetirá con frecuencia Marx, está condicionada por el nivel de desarrollo y la forma de organización de las fuerzas productivas en cada etapa de la incesante procura de la satisfacción de las necesidades materiales de la humanidad. En otras palabras, toda la historia humana tiene su fundamento último en la historia de la economía.

Cada época está siempre marcada por las formas económicas dominantes, y en cada época las revoluciones han tenido siempre como eje y centro los conflictos derivados de esas formas. Pero hasta la formulación explícita de este principio por Marx, los revolucionarios del pasado habían actuado, o creído actuar, impulsados por «ideas» de naturaleza más o menos moral, aunque en realidad sólo hayan sido objetivamente fuerzas ciegas al servicio del desarrollo económico.

Con el establecimiento de la concepción marxista (es decir científica, materialista y dialéctica) de la historia, los movimientos revolucionarios, por primera vez, estuvieron en capacidad de comprender la verdadera naturaleza de las circunstancias en que se desenvuelven y de formular con precisión un programa y una línea política objetivamente ajustados a esas circunstancias.

Podemos comprender ahora, por ejemplo, que de no haber ocurrido el desarrollo de nuevas formas productivas más eficientes que las del esclavismo, ninguna prédica abolicionista hubiera logrado jamás acabar por sí sola con ese régimen: el esclavismo en realidad fue aplastado económicamente por un nuevo y más avanzado modo de producción, y las ideas abolicionistas sirvieron apenas para facilitar, acelerar y legitimar el tránsito de uno a otro. Y podemos comprender, asimismo, que ninguna prédica logrará instaurar el socialismo mientras no existan las condiciones materiales para ello.



La ciencia de la revolución

Pero si el socialismo es imposible en ausencia de tales condiciones objetivas, la existencia de éstas, agrega Marx, tampoco basta para garantizar la construcción de la nueva sociedad. Hace falta otro ingrediente: la acción consciente, organizada y eficaz de los movimientos revolucionarios. Y esto es especialmente cierto en vista de que, gracias al marxismo, también los explotadores tienen ahora una mejor comprensión de su propia posición, y están mejor preparados para maniobrar en su defensa y demorar su derrocamiento.

Por ello, Marx dedicó un gran esfuerzo a la formulación de los principios organizativos y programáticos de los movimientos revolucionarios, así como a su construcción práctica. En particular, destaca su contribución a la formación y desarrollo de la Asociación Internacional de Trabajadores, la llamada «Primera Internacional», de la que fue columna vertebral hasta su disolución en 1876. Asimismo, como resultado de la creciente influencia de Marx en la Internacional, en diversos países nacieron partidos revolucionarios orientados por las concepciones marxistas, con los que colaboró de diversas maneras.

El prestigio de Marx entre los revolucionarios se debió a que su análisis, basado en el estudio científico de las circunstancias económicas que conducen a la lucha de clases, expone rigurosamente la naturaleza explotadora del modo de producción capitalista, y da pie firme al planteamiento de la necesidad histórica de su superación. Ese examen además caracteriza objetivamente a la clase trabajadora como fuerza motriz del esfuerzo revolucionario: al comprender la posición central que ocupan los trabajadores en la actividad económica, y al desentrañar el mecanismo por medio del cual la clase explotadora se apropia de la riqueza producida por aquellos, se hacen visibles como nunca antes tanto la pertinencia de la revolución socialista como el papel principal que corresponde en ella a la clase trabajadora.

Asimismo, la aplicación de las herramientas del método dialéctico, perfeccionadas por Marx y Engels, al análisis de la sociedad y sus conflictos, permite comprender la vida política en términos de un sistema de contradicciones, identificar objetivos tácticos y estratégicos, reconocer la política de alianzas más conveniente para cada caso, y orientar en general la actividad revolucionaria sobre bases objetivas y rigurosas.



Marx en el siglo XXI

Bajo el signo de Marx, se desarrollaron las modernas ciencias económicas y sociales. Con su influencia, nacieron y crecieron los partidos comunistas y obreros, que hoy constituyen un poderoso movimiento mundial con presencia activa y organizada en todos los países del globo. En su nombre, se han llevado a cabo los más importantes experimentos de transformación social de toda la historia humana. Hoy son universalmente aceptados como nociones comunes algunos conceptos originalmente formulados por él.

Cuando la influencia de Marx parecía estar debilitándose desde fines del siglo pasado, la agudización de la inestabilidad cíclica intrínseca del capitalismo, el crecimiento de la desigualdad en la distribución de la riqueza, y la intensificación de los conflictos derivados de todo ello, le infundieron en años recientes nueva vida en todo el mundo. Muchos de los análisis y predicciones de Marx se muestran ahora tan vigentes como cuando fueron inicialmente presentados.

Recordamos en la anterior oportunidad que Marx fue reconocido en 1999 como el personaje más influyente del pasado milenio. Y cuando conmemoramos el bicentenario de su nacimiento (5 de mayo de 1818), según van las cosas, no hay razón alguna a la vista para que, de aquí a unos años, no resulte ser también el personaje más influyente del siglo actual.






martes, noviembre 13, 2018

Vuelta a la URSS

Por: Luis Britto García

Del árbol caído todos hacen leña. No podrán astillar el legado colosal de la Unión Soviética, que contra viento y marea fascista y capitalista mantuvo durante tres cuartos de siglo la primera gran experiencia socialista del planeta.
El mismo día que se constituyó la Unión Soviética, le declararon la guerra el ejército de la tiranía zarista, la contrarrevolución interna y catorce países imperialistas, entre ellos Estados Unidos, que la invadió por Alaska y fue vergonzosamente derrotado.

Antes de convertirse en la segunda potencia del mundo, la Unión Soviética debió sobrevivir y superar en su territorio el devastador impacto directo de dos Guerras Mundiales: la segunda de ellas con un costo de entre veinte y treinta millones de vidas. El 80% de las bajas del ejército nazi ocurrió en el frente Oriental. Estados Unidos e Inglaterra, por el contrario, nunca sufrieron una invasión territorial, y esperaron cómodamente hasta 1944 antes de poner un soldado en Europa continental. La batalla por el destino de la humanidad se peleó en la Unión: de no haber sido por ésta, el planeta hubiera caído bajo el dominio fascista: los miembros de las razas consideradas “inferiores” hubiéramos sido exterminados o esclavizados.

No estuvo exento de agresiones, sabotajes y sangre ni un solo día de las cuatro décadas que llevaron a la Unión del atraso del arado de palo a tachonar el firmamento con las estrellas del primer satélite artificial, el primer cosmonauta, la primera cosmonauta, el primer descenso suave no tripulado en la luna.

En medio de esta guerra sanguinaria no cesaba la Unión de anotarse triunfos humanos. Primer país en conceder el voto a la mujer, en reducir la jornada laboral a 7 horas, en establecer el sistema universal de enseñanza pública y gratuita con alimentación y  guarderías asimismo gratuitas,  en implantar la protección a la salud universal y gratuita, en otorgar baja remunerada por maternidad desde el inicio del embarazo y hasta un año después del parto, vacaciones de un mes, la baja por enfermedad con salario completo, en reconocer la jubilación para los hombres a los 60 años y para las mujeres a los 55.

Mientras tanto, bueno es recordarlo, inventaban los soviéticos el arte abstracto, la arquitectura moderna, el lenguaje artístico del cine y parte de la música contemporánea.

Un Referendo sobre la Preservación de la Unión Soviética en 1991 arrojó 113.512.812 votos a favor (77,85%) y sólo 32.303.977 votos en contra (22,15%). Un sondeo efectuado por el Centro Levada en 2016 revela que 56% de los rusos considera que vivía mejor bajo el comunismo, y 53% califica favorablemente la economía centralizada.

La perspicaz Pasqualina Curcio me facilita cifras de la OCDE que explican esta adhesión. Pese a guerras y obstrucciones, el PIB per cápita mejoró en forma sostenida: en 1986 se situaba en unos 7.000 KG$; desde el neoliberalismo de los noventa, descendió abruptamente hasta poco más de 4.000 KG$.

La esperanza de vida al nacer era de 69,17 años en 1989; para 2000 había bajado abruptamente a 66,04. La tasa de mortalidad de mujeres era en 1990 de 116,2 por 100.000; en 1994 subió desmesuradamente a 178,406; en 2004, a 176,833. La de varones era en 1900 de 316,078; de 486,421 en 1994; y creció a 465,095 en 2004 (www.ggdc.net/madison/historical-statistics/verticial-file02-200.xls). En general todos los indicadores de Desarrollo Humano se hundieron a partir de la aplicación de las medidas neoliberales.

Para todo revolucionario es un deber estudiar las causas que llevaron tan formidable proyecto a su caída (por ahora).