“Al hablar de la crisis económica es imprescindible poner de manifiesto la crisis política que la acompaña, por más que la encubran con la balsa de aceite de la normalidad, la desmovilización y el circo electoral permanente. Es la calma que precede a la tormenta, la falsa tranquilidad, la inercia de la rutina y, sobre todo, la absoluta ignorancia de las experiencias del pasado, el secuestro de la memoria histórica que nos anestesia” (Juan Manuel Olarieta Alberdi, militante del Socorro Rojo Internacional)
La realidad, ese espejo donde los seres humanos podemos vernos a nosotros mismos en movimiento, está refutando los planteamientos que algunos elementos autoproclamados defensores de la causa revolucionaria expusieron en relación a la crisis capitalista y las posibilidades de éxito del movimiento comunista.
A nivel internacional, ni el derrumbe del sistema capitalista se ha producido ni el comunismo como fuerza política organizada ha entrado en escena. Lo que sí existe indiscutiblemente es un agotamiento cada vez mayor del sistema capitalista y, al mismo tiempo, un incremento histórico de la miseria y la angustia de la mayoría de la población mundial.
Sin embargo, pretender elevar a dogma la ecuación crisis = revolución es desconocer por completo los mecanismos de adquisición de la conciencia revolucionaria, y lo que es peor, las labores fundamentales de los comunistas en momentos de crisis económica y repliegue político e ideológico del proletariado.
Porque lo que no parece tan evidente para algunos comunistas es que la lucha por conquistar el poder y fundar las bases de un nuevo orden social, no necesariamente pasa por un agravamiento de la crisis del sistema, ni tampoco por un ascenso en las luchas espontáneas de la clase obrera. Ni la crisis asegura la victoria de la clase obrera y su proyecto comunista, ni la lucha de clases en su fase espontánea allana inevitablemente el camino para la hegemonía política de la clase explotada.
El objetivo de este breve documento es doble. Por un lado queremos refutar las distintas posiciones que sostienen que el derrumbe del sistema capitalista está próximo, y por otro lado queremos mostrar cuál es a nuestro juicio la auténtica visión revolucionaria sobre los acontecimientos actuales y la defensa del proyecto transformador del proletariado.
El sistema y la crisis económica, breve cuadro clínico del enfermo
La coyuntura actual se explica, en primer lugar, porque la masa de capital acumulado en el mundo ha llegado a cifrarse en magnitudes de valor hasta hace bien poco inimaginables, proceso al cual han contribuido sensiblemente los asalariados del antiguo “bloque” de países “socialistas” reconvertidos al capitalismo. Sabido es que, el crédito —bancario y bursátil—, es la más formidable palanca para (que ) la acumulación de capital (prosiga) más allá de sus propios límites naturales (fijados por la base material o económica del sistema), lo cual permite alejar el horizonte de las grandes crisis de superproducción (de capital), aunque no hace más que retardar, agravadas, las contradicciones que las provocan, trasladando
su necesario e inevitable crack a un futuro de consecuencias políticas y humanas catastróficas, sin duda de proporciones gigantescas; tanto más, cuanto mayor sea el tiempo en que la burguesía consiga prolongar la acumulación (mediante el crédito) y mayor sea, por tanto, la magnitud de los capitales disponibles comprometidos en el momento inevitable del estallido. Esto (las consecuencias de prolongar contra natura la acumulación) es lo que está pasando ahora mismo, situación que combina la enorme masa de capital sobrante —a una tasa de ganancia vigente que no compensa su reinversión productiva— con los efectos políticos del lógico agravamiento de la competencia intercapitalista, todo ello en el marco de la clara tendencia del capitalismo norteamericano a perder su condición de primera potencia económica mundial, hasta hace pocos años indiscutida>>. (GPM http://www.nodo50.org/gpm/11s/00.htm. Lo entre paréntesis agregado ahora)
La última gran crisis capitalista está dibujando un paisaje desolador por todo el globo de despidos, cierres en cadena de empresas, hambre, intensificación de las tensiones imperialistas, devastación de ecosistemas, desahucios de viviendas, descomposición de unas relaciones humanas cada vez más cosificadas e irracionalmente violentas, incremento de toda clase de patologías físicas y psíquicas, y un sinfín de lacras que están golpeando a gran parte de la humanidad.
Son muchas las explicaciones que desde la llamada izquierda se están dando sobre la crisis. Aunque no es nuestro propósito hacer un estudio pormenorizado de cada una de ellas, sí vemos prioritario deslindar campos entre las explicaciones que verdaderamente responden a un proyecto emancipador de la clase trabajadora, y las que consciente o inconscientemente (¿existe la ingenuidad en política?) tratan de marear la perdiz y de confundir los efectos con las causas.
Por todos es sabido que la crisis no es ningún fenómeno nuevo en el capitalismo. Desde principios del siglo XIX hasta principios del XXI se han sucedido unas 20 crisis de mayor y menor envergadura, todas ellas con una periodicidad de entre 5 y 12 años. Hay que partir por tanto de ese hecho: la crisis es históricamente recurrente en el capitalismo.
Las causas de las crisis del capital tienen una doble causa que no muchos están sabiendo o queriendo explicar. Estudiar la economía política puede estar al alcance de cualquier trabajador interesado en ello, pero requiere entender la complejidad y la interrelación de fenómenos diversos que surgen en el seno del sistema de producción.
La primera causa reside en la misma organización de la producción. El capital invierte en medios de producción y fuerza de trabajo para poder obtener una ganancia, la cual procede de la explotación de la fuerza de trabajo en combinación con el capital constante (maquinaria, materias primas, terrenos, etc.).
Esta ganancia procede de la plusvalía, que es la cantidad no pagada al trabajador por el empresario. Si un trabajador recibe 5 €/h de salario y lo que produce tiene un valor de 8 €, esa diferencia de 3 €, producida pero no cobrada por el obrero, es la plusvalía (plusvalor o “valor de más”) que el patrón se embolsa para continuar con el ciclo de acumulación.
Pues bien, debido a que el objetivo del capital es aumentar cada vez más la productividad (más productos por la misma unidad de tiempo), y que esto se consigue fundamentalmente introduciendo innovaciones tecnológicas en el campo de la producción, esto trae como consecuencia fatal e inevitable una cantidad excesiva de trabajadores que se ven abocados al paro. El capital, sistema de grandes contradicciones, aumenta la productividad pero al mismo tiempo expulsa a los únicos elementos que pueden generarle valor añadido: los trabajadores. Esto trae como consecuencia una bajada progresiva de la tasa de ganancia, lo que se traduce a nivel general en desinversiones y por tanto en aumento del paro. Esto es lo que uno de los economistas más polémicos de la burguesía en España, Santiago
Niño Becerra, quiere caracterizar tan claramente cuando dice que "hay una cantidad de factor trabajo que no es necesario" (http://www.eleconomista.es/espana/noticias/1344711/06/09/Nino-Becerra-augura-la-desaparicion-de-la-clase-media-tal-y-como-la-conocemos-con-la-recuperacion-seran-sustuidos-por-los-insiders.html).
La segunda causa anida en las dificultades que tiene el capital para vender sus mercancías. Ya hemos visto que el capital produce plusvalía para obtener una ganancia y acumular más capital. Pues bien, ya en la primera fase del ciclo de acumulación la producción se centra en la producción misma (el capital necesita producir cada vez más en cada vez menos tiempo), lo que no significa que se “olvide” del consumo, pero sí que el objetivo principal de la acumulación, y el origen de todo lo demás, sea la producción misma, lo que conlleva la sobreproducción de capital, de medios de producción y de bienes de consumo que abarrotan un mercado saturado de mercancías y con una demanda solvente en verdad desconocida y en franca disminución por el desempleo. Son las famosas crisis de sobreproducción.
En este sentido decimos que el capital encuentra dificultades para valorizarse, puesto que no se realiza al modo en que desearía. Además, una de las características del modo de producción capitalista es la desconexión sistemática entre lo que se produce y lo que luego se puede vender, de tal forma que cada empresario produce sin saber de qué manera lo van a hacer los demás, provocando excesos constantes de mercancías.
Recapitulando, tenemos por un lado que el capital invierte mucho más en maquinaria que en asalariados por imperativo del desarrollo tecnológico (menos trabajadores que generan menos plusvalía global), y por otro lado que la producción se desconecta del consumo (abarrotando el mercado de bienes productivos y de consumo que no se sabe si serán vendidos).
<>. [Ver en: K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. 14-III)]
El otro polo de la economía capitalista, el crediticio o financiero, agudiza las contradicciones existentes en el sistema productivo. Permite expandir las fuerzas productivas con el crédito, pero exacerba las dificultades de valorización del capital al volver a desconectar la producción con el consumo (créditos a diestro y siniestro, obligaciones que nadie, ni empresario ni trabajador, asegura poder rembolsar después). Sin embargo, es falso que la actual crisis capitalista sea una crisis genuinamente financiera. La banca ha sido el detonante pero en ningún caso su “exceso” (¿por qué para los socialdemócratas de nuevo pelaje está bien explotar trabajo ajeno y mal capitalizar interés a través de la usura?, ¿es que acaso hay capitalistas “buenos” y capitalistas “malos”?) ha provocado esta crisis. De hecho, históricamente las mayores masas de dinero se refugian en las finanzas cuando ya no es tan rentable hacerlo en la producción de bienes y servicios. La crisis financiera, como ya señaló Karl Marx, se convierte en un explosivo catalizador de la ya anteriormente existente crisis productiva.
“Las causas de la crisis serán motivo de análisis durante mucho tiempo. Actualmente los medios de comunicación, reflejo de la ideología dominante, están difundiendo la tesis de una crisis dentro del mundo financiero, propiciada por la mala gestión de unos banqueros muy egoístas y codiciosos que no han tenido en cuenta los riesgos que tomaban. Mantienen que dado que el sistema financiero estaba mal regulado es esto lo que ha producido una excesiva expansión financiera que ahora ha estallado.” seminaritaifa
Ni la teoría “subconsumista” (que pretende hacer pasar por causa fundamental la escasez de demanda solvente) ni la teoría “productivista” (que concibe única y exclusivamente la crisis como “fallo” sistemático de la producción) profundizan en las verdaderas causas de la crisis. La primera porque olvida que la crisis proviene de la producción misma, además de que deja sin explicar por qué la crisis no es
perpetua en el capitalismo teniendo en cuenta que siempre se produce más de lo que se puede vender; y la segunda porque no tiene en cuenta la relación dialéctica entre producción y consumo, porque no contempla que el capital no se puede valorizar si no se realiza y viceversa.
La capacidad de predicción del movimiento revolucionario y lo imprevisible de algunos acontecimientos
"La recesión va a llevar a los ciudadanos a unos niveles de desesperación desconocidos. Habrá una crisis de empleo en toda Europa y una fuerte inestabilidad social”
(Jean-Claude Juncker, Primer Ministro de Luxemburgo)
La realidad, ese espejo donde los seres humanos podemos vernos a nosotros mismos en movimiento, está refutando los planteamientos que algunos elementos autoproclamados defensores de la causa revolucionaria expusieron en relación a la crisis capitalista y las posibilidades de éxito del movimiento comunista.
A nivel internacional, ni el derrumbe del sistema capitalista se ha producido ni el comunismo como fuerza política organizada ha entrado en escena. Lo que sí existe indiscutiblemente es un agotamiento cada vez mayor del sistema capitalista y, al mismo tiempo, un incremento histórico de la miseria y la angustia de la mayoría de la población mundial.
Sin embargo, pretender elevar a dogma la ecuación crisis = revolución es desconocer por completo los mecanismos de adquisición de la conciencia revolucionaria, y lo que es peor, las labores fundamentales de los comunistas en momentos de crisis económica y repliegue político e ideológico del proletariado.
Porque lo que no parece tan evidente para algunos comunistas es que la lucha por conquistar el poder y fundar las bases de un nuevo orden social, no necesariamente pasa por un agravamiento de la crisis del sistema, ni tampoco por un ascenso en las luchas espontáneas de la clase obrera. Ni la crisis asegura la victoria de la clase obrera y su proyecto comunista, ni la lucha de clases en su fase espontánea allana inevitablemente el camino para la hegemonía política de la clase explotada.
El objetivo de este breve documento es doble. Por un lado queremos refutar las distintas posiciones que sostienen que el derrumbe del sistema capitalista está próximo, y por otro lado queremos mostrar cuál es a nuestro juicio la auténtica visión revolucionaria sobre los acontecimientos actuales y la defensa del proyecto transformador del proletariado.
El sistema y la crisis económica, breve cuadro clínico del enfermo
La coyuntura actual se explica, en primer lugar, porque la masa de capital acumulado en el mundo ha llegado a cifrarse en magnitudes de valor hasta hace bien poco inimaginables, proceso al cual han contribuido sensiblemente los asalariados del antiguo “bloque” de países “socialistas” reconvertidos al capitalismo. Sabido es que, el crédito —bancario y bursátil—, es la más formidable palanca para (que ) la acumulación de capital (prosiga) más allá de sus propios límites naturales (fijados por la base material o económica del sistema), lo cual permite alejar el horizonte de las grandes crisis de superproducción (de capital), aunque no hace más que retardar, agravadas, las contradicciones que las provocan, trasladando
su necesario e inevitable crack a un futuro de consecuencias políticas y humanas catastróficas, sin duda de proporciones gigantescas; tanto más, cuanto mayor sea el tiempo en que la burguesía consiga prolongar la acumulación (mediante el crédito) y mayor sea, por tanto, la magnitud de los capitales disponibles comprometidos en el momento inevitable del estallido. Esto (las consecuencias de prolongar contra natura la acumulación) es lo que está pasando ahora mismo, situación que combina la enorme masa de capital sobrante —a una tasa de ganancia vigente que no compensa su reinversión productiva— con los efectos políticos del lógico agravamiento de la competencia intercapitalista, todo ello en el marco de la clara tendencia del capitalismo norteamericano a perder su condición de primera potencia económica mundial, hasta hace pocos años indiscutida>>. (GPM http://www.nodo50.org/gpm/11s/00.htm. Lo entre paréntesis agregado ahora)
La última gran crisis capitalista está dibujando un paisaje desolador por todo el globo de despidos, cierres en cadena de empresas, hambre, intensificación de las tensiones imperialistas, devastación de ecosistemas, desahucios de viviendas, descomposición de unas relaciones humanas cada vez más cosificadas e irracionalmente violentas, incremento de toda clase de patologías físicas y psíquicas, y un sinfín de lacras que están golpeando a gran parte de la humanidad.
Son muchas las explicaciones que desde la llamada izquierda se están dando sobre la crisis. Aunque no es nuestro propósito hacer un estudio pormenorizado de cada una de ellas, sí vemos prioritario deslindar campos entre las explicaciones que verdaderamente responden a un proyecto emancipador de la clase trabajadora, y las que consciente o inconscientemente (¿existe la ingenuidad en política?) tratan de marear la perdiz y de confundir los efectos con las causas.
Por todos es sabido que la crisis no es ningún fenómeno nuevo en el capitalismo. Desde principios del siglo XIX hasta principios del XXI se han sucedido unas 20 crisis de mayor y menor envergadura, todas ellas con una periodicidad de entre 5 y 12 años. Hay que partir por tanto de ese hecho: la crisis es históricamente recurrente en el capitalismo.
Las causas de las crisis del capital tienen una doble causa que no muchos están sabiendo o queriendo explicar. Estudiar la economía política puede estar al alcance de cualquier trabajador interesado en ello, pero requiere entender la complejidad y la interrelación de fenómenos diversos que surgen en el seno del sistema de producción.
La primera causa reside en la misma organización de la producción. El capital invierte en medios de producción y fuerza de trabajo para poder obtener una ganancia, la cual procede de la explotación de la fuerza de trabajo en combinación con el capital constante (maquinaria, materias primas, terrenos, etc.).
Esta ganancia procede de la plusvalía, que es la cantidad no pagada al trabajador por el empresario. Si un trabajador recibe 5 €/h de salario y lo que produce tiene un valor de 8 €, esa diferencia de 3 €, producida pero no cobrada por el obrero, es la plusvalía (plusvalor o “valor de más”) que el patrón se embolsa para continuar con el ciclo de acumulación.
Pues bien, debido a que el objetivo del capital es aumentar cada vez más la productividad (más productos por la misma unidad de tiempo), y que esto se consigue fundamentalmente introduciendo innovaciones tecnológicas en el campo de la producción, esto trae como consecuencia fatal e inevitable una cantidad excesiva de trabajadores que se ven abocados al paro. El capital, sistema de grandes contradicciones, aumenta la productividad pero al mismo tiempo expulsa a los únicos elementos que pueden generarle valor añadido: los trabajadores. Esto trae como consecuencia una bajada progresiva de la tasa de ganancia, lo que se traduce a nivel general en desinversiones y por tanto en aumento del paro. Esto es lo que uno de los economistas más polémicos de la burguesía en España, Santiago
Niño Becerra, quiere caracterizar tan claramente cuando dice que "hay una cantidad de factor trabajo que no es necesario" (http://www.eleconomista.es/espana/noticias/1344711/06/09/Nino-Becerra-augura-la-desaparicion-de-la-clase-media-tal-y-como-la-conocemos-con-la-recuperacion-seran-sustuidos-por-los-insiders.html).
La segunda causa anida en las dificultades que tiene el capital para vender sus mercancías. Ya hemos visto que el capital produce plusvalía para obtener una ganancia y acumular más capital. Pues bien, ya en la primera fase del ciclo de acumulación la producción se centra en la producción misma (el capital necesita producir cada vez más en cada vez menos tiempo), lo que no significa que se “olvide” del consumo, pero sí que el objetivo principal de la acumulación, y el origen de todo lo demás, sea la producción misma, lo que conlleva la sobreproducción de capital, de medios de producción y de bienes de consumo que abarrotan un mercado saturado de mercancías y con una demanda solvente en verdad desconocida y en franca disminución por el desempleo. Son las famosas crisis de sobreproducción.
En este sentido decimos que el capital encuentra dificultades para valorizarse, puesto que no se realiza al modo en que desearía. Además, una de las características del modo de producción capitalista es la desconexión sistemática entre lo que se produce y lo que luego se puede vender, de tal forma que cada empresario produce sin saber de qué manera lo van a hacer los demás, provocando excesos constantes de mercancías.
Recapitulando, tenemos por un lado que el capital invierte mucho más en maquinaria que en asalariados por imperativo del desarrollo tecnológico (menos trabajadores que generan menos plusvalía global), y por otro lado que la producción se desconecta del consumo (abarrotando el mercado de bienes productivos y de consumo que no se sabe si serán vendidos).
<>. [Ver en: K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. 14-III)]
El otro polo de la economía capitalista, el crediticio o financiero, agudiza las contradicciones existentes en el sistema productivo. Permite expandir las fuerzas productivas con el crédito, pero exacerba las dificultades de valorización del capital al volver a desconectar la producción con el consumo (créditos a diestro y siniestro, obligaciones que nadie, ni empresario ni trabajador, asegura poder rembolsar después). Sin embargo, es falso que la actual crisis capitalista sea una crisis genuinamente financiera. La banca ha sido el detonante pero en ningún caso su “exceso” (¿por qué para los socialdemócratas de nuevo pelaje está bien explotar trabajo ajeno y mal capitalizar interés a través de la usura?, ¿es que acaso hay capitalistas “buenos” y capitalistas “malos”?) ha provocado esta crisis. De hecho, históricamente las mayores masas de dinero se refugian en las finanzas cuando ya no es tan rentable hacerlo en la producción de bienes y servicios. La crisis financiera, como ya señaló Karl Marx, se convierte en un explosivo catalizador de la ya anteriormente existente crisis productiva.
“Las causas de la crisis serán motivo de análisis durante mucho tiempo. Actualmente los medios de comunicación, reflejo de la ideología dominante, están difundiendo la tesis de una crisis dentro del mundo financiero, propiciada por la mala gestión de unos banqueros muy egoístas y codiciosos que no han tenido en cuenta los riesgos que tomaban. Mantienen que dado que el sistema financiero estaba mal regulado es esto lo que ha producido una excesiva expansión financiera que ahora ha estallado.” seminaritaifa
Ni la teoría “subconsumista” (que pretende hacer pasar por causa fundamental la escasez de demanda solvente) ni la teoría “productivista” (que concibe única y exclusivamente la crisis como “fallo” sistemático de la producción) profundizan en las verdaderas causas de la crisis. La primera porque olvida que la crisis proviene de la producción misma, además de que deja sin explicar por qué la crisis no es
perpetua en el capitalismo teniendo en cuenta que siempre se produce más de lo que se puede vender; y la segunda porque no tiene en cuenta la relación dialéctica entre producción y consumo, porque no contempla que el capital no se puede valorizar si no se realiza y viceversa.
La capacidad de predicción del movimiento revolucionario y lo imprevisible de algunos acontecimientos
"La recesión va a llevar a los ciudadanos a unos niveles de desesperación desconocidos. Habrá una crisis de empleo en toda Europa y una fuerte inestabilidad social”
A nuestro juicio, una de las consecuencias más graves del agotamiento del ciclo que inauguró la Revolución Proletaria de 1917 ha sido la pérdida de hegemonía ideológica y política de la clase explotada, lo que en parte ha conducido a que los comunistas hayamos perdido la capacidad de predicción que antaño tuvieron los grandes militantes y teóricos del Movimiento Comunista Internacional.
Lo cierto es que, en términos generales y hasta donde nosotros sabemos, ninguna organización comunista es capaz de pronosticar a ciencia cierta los derroteros económicos, sociales y políticos que el actual sistema va a seguir, y por tanto de esto surge en gran parte la incapacidad para elaborar una estrategia y una táctica acertadas para, no solamente evitar en la medida de lo posible el embite del capital, sino sobre todo para plantear una alternativa revolucionaria y verdaderamente transformadora.
Nosotros pensamos que para entender la complejidad y gravedad de la situación actual es necesario un ejercicio profundo de análisis teórico, de aprovechamiento y actualización de lo mejor de la teoría histórica de los más destacados revolucionarios del mundo, aprovechando esta simiente preciosa para superar la derrota que actualmente sufre el movimiento revolucionario internacional. En definitiva, un balance colectivo que configure un Espacio Político de Reagrupamiento de minorías revolucionarias que desemboque en el nuevo y necesario Partido Comunista que unifique a todos los elementos dispersos.
Ahora bien, predecir la evolución del sistema no significa hacer futurología, el otro extremo erróneo que intentando superar la carencia orgánica actual del comunismo confunde el tocino con la velocidad. En este sentido la crisis está dejando en entredicho a todos aquellos que pronosticaban en el Estado español y en gran parte de Europa un ascenso en la combatividad de la clase obrera. Ni España está ardiendo por decenas de luchas de trabajadores y parados, ni siquiera se vislumbra un aumento de la conflictividad entre clases. Ningún dato, ningún análisis objetivo aseguran que la gran masa de trabajadores y desheredados vaya a levantarse en este país en un periodo corto de tiempo (tampoco, por supuesto, que no lo vayan a hacer a medio plazo).
Nosotros sostenemos que a nivel estatal, en general, la clase obrera se halla en una fase de repliegue y debilidad muy potentes, estado que por supuesto en cualquier momento, fruto de las luchas espontáneas, puede y deber cambiar para que una gran parte de la clase, gracias a la mentalidad que adquiere con sus luchas, sea verdaderamente permeable al proyecto comunista (sobre el asunto de la relación entre el Partido Comunista y las luchas de la clase obrera nos centraremos al final de este trabajo). Al igual que nos negamos a pensar que la clase obrera esté derrotada definitivamente (planteamiento defendido por los nuevos liquidacionistas del movimiento obrero), no tiene sentido para nosotros pronosticar la seguridad de que el proletariado vaya a resurgir en pocos meses como el Fénix de sus cenizas por la maldita crisis capitalista (planteamiento absolutamente determinista por su economicismo y su mecanicismo), por mucho que nos pudramos en la miseria más atroz. Los factores psicológico, moral e ideológico, con su insoportable simiente material de miseria, de nuevo van a ser determinantes para cambiar el curso de los acontecimientos, y es aquí donde los comunistas tenemos que estar a la altura de las circunstancias.
Lo único que la crisis asegura es una angustia progresiva para amplias capas de la clase trabajadora y, por supuesto, un “caldo de cultivo” mucho mayor que en periodos de relativa estabilidad económica. Pero actualmente, dada la psicología de nuestra clase y la poca conciencia que en general exhibe (nos referimos lógicamente al Estado español), es tan probable esperar un levantamiento generalizado contra las imposiciones de la patronal como la extensión de razzias contra ese gran chivo expiatorio que la burguesía usa inteligentemente en las crisis más que nunca: los trabajadores inmigrantes.
Esta doble deriva no la podemos obviar, analizando siempre la correlación de fuerzas, estudiando la situación económica internacional y estatal, los acontecimientos políticos fundamentales y el ascenso o descenso de la conciencia de clase de los trabajadores. Sólo con este trabajo teórico-práctico (participando del debate con las minorías comunistas e, igualmente, tratando de crear discusiones en los espacios sindicales o territoriales donde los trabajadores con un mínimo de conciencia de clase confluyamos) podremos predecir a grandes rasgos la posible evolución de la sociedad de clases mundial y española.
¿Salir de la crisis?
“¡Crisis, crisis, crisis! En todos los lugares se habla de crisis; en la prensa burguesa, en la radio, en la TV, en los bares, en nuestros barrios, en el currelo y por supuesto en la prensa comunista. Se analizan causas y efectos de esta “nueva crisis” (como si el capitalismo no fuese una perenne crisis para las masas explotadas). Los análisis son generalmente buenos, el problema llega cuando intentamos dar una respuesta a nuestra clase que le permita salir de la crisis, aunque quizás el problema sea el que los comunistas hablemos, sin más, de “salir de la crisis” Ujcezamora
Uno de los mayores tópicos lanzados por los nuevos oportunistas es el de que la crisis “la paguen los ricos, los que la han creado”. Bien, el primer planteamiento de “los que la han creado” ya está mal gestado, por la sencilla razón de que la crisis no ha sido creada por voluntad de la burguesía, sino por las leyes inevitables del sistema capitalista. Lo que la patronal ha hecho, hace y hará (hasta que sustituyamos el capitalismo por el socialismo) en relación a la crisis es comandar el barco, un barco decorado y diseñado a su justa medida.
Desmontar esta mentira dañina para el proletariado por parte de la ciencia revolucionaria del proletariado no es un ejercicio absurdo de disquisición ideológica, sino la constatación de la necesidad fundamental de entender el actual orden social para poder demolerlo y construir sobre sus cenizas el comunismo a escala mundial. (Hoy más que nunca compartimos la absoluta vigencia del planteamiento del revolucionario Lenin de que “no puede haber movimiento revolucionario sin teoría revolucionaria”.)
Por eso es tan importante afirmar que “los ricos” no han creado ninguna crisis (aunque es una obviedad que se aprovechan de ella y salen incluso más fortalecidos si la correlación de fuerzas entre clases se lo permite), porque las crisis son un fenómeno inherente al sistema capitalista, objetivamente inevitables independientemente de la política económica y de la voluntad de los capitalistas.
El segundo gran error de planteamiento de los nuevos oportunistas es el famoso lema de que la crisis “la paguen los ricos”. Es totalmente lógico que el grueso de los proletarios, sin una conciencia revolucionaria y sin su teoría comunista como guía para la acción, pida que la crisis sea pagada por la gran burguesía. Pero el deber ineludible de los comunistas es hacerles ir más allá, explicarles que la burguesía jamás ha pagado ni pagará ninguna crisis económica, por la sencilla razón de que es ella quien dirige la economía y toda la organización social. La única forma de que la burguesía pague “su” crisis es que la clase obrera en lucha se fusione con su Partido Comunista y se prepare en la teoría y en la práctica para derrocar a la burguesía del poder.
Esta posición, la de que los trabajadores no seamos nunca más los “paganos” de la crisis, defendida por toda clase de organizaciones del campo del oportunismo, de las nuevas tendencias economicistas segregadas por el agotamiento transitorio del Movimiento Comunista Internacional, puede ser bienintencionada si parte de honestos militantes proletarios que desconocen la naturaleza real del capitalismo y su decadencia actual, pero en cualquier caso no deja de ser nociva y debe ser superada progresivamente gracias al estudio del materialismo dialéctico, la ciencia social revolucionaria de los trabajadores.
“Este olvido en que se deja las grandes, las fundamentales consideraciones en aras de los intereses momentáneos del día, esto de perseguir éxitos pasajeros y de luchar por ellos sin fijarse en las consecuencias ulteriores, esto de sacrificar el porvenir del movimiento por su presente, podrá hacerse por motivos ‘honrados’, pero es y seguirá siendo oportunismo, y el oportunismo ‘honrado’ es quizá el más peligroso de todos…” (Engels)
Efectivamente, en el Estado español una de las grandes dificultades con que las minorías revolucionarias se están encontrando es la de ofrecer “alternativas inmediatas a la crisis” que puedan ser defendidas por los trabajadores. Pero es que justamente aquí está, en parte, el problema que atenaza el proyecto revolucionario de nuestra clase al seguidismo economicista. Vayamos por partes.
Sería un absurdo irreal negar o infravalorar la necesaria lucha espontánea de las masas trabajadoras por mejorar sus condiciones de subsistencia (los militantes comunistas y conscientes del proletariado, en mayor o menor medida, también sufrimos el deterioro de nuestras condiciones de vida y de trabajo, por lo que también es para nosotros un imperativo de supervivencia la lucha inmediata).
Nosotros apoyamos totalmente la existencia, la difusión y la unión de estas luchas estén o no controladas por los sindicatos, las “putas de lujo” de la patronal. Lo que no compartimos en absoluto es que el trabajo fundamental de los comunistas esté centrado en crear artificialmente un movimiento obrero (porque éste, mal que les pese a los fantasiosos obreristas, no existe actualmente en el Estado español) que sólo puede ser creado por la misma clase trabajadora. Aún menos entendemos cómo se asume la lógica burguesa de “salir de la crisis”, como si no supiéramos que el sistema ha entrado en su fase más terminal e irreversible; como si creyéramos que lanzando consignas izquierdistas de “huelga general” (¿cómo va a haberla si antes no existe un incipiente movimiento obrero que madure con sus luchas?) se fuera a solucionar algo.
“Las crisis demuestran que los obreros no se pueden limitar a luchar para obtener de los capitalistas concesiones parciales… pues, cuando se produzca el crack, los capitalistas no sólo arrebatan a los trabajadores los derechos conquistados. Y así continuará sucediendo inevitablemente hasta que los ejércitos del proletariado socialista echen abajo el dominio del capital y de la propiedad privada” (Lenin)
Entonces ¿qué hacer? ¿”Esperar” mientras llega la insurrección sin intervenir en las minoritarias luchas obreras, dedicándonos exclusivamente a armarnos teórica y políticamente? ¿O por el contrario debemos luchar por influir en los elementos más avanzados de la clase obrera, para que a través de ellos podamos llegar a gran parte de la clase buscando en la práctica revolucionaria la unificación de los militantes comunistas?
La crisis y la reconstitución del
Movimiento Comunista Internacional
“Hoy, por el contrario, la simbiosis entre la política comunista y las masas no puede realizarse tan directamente, pues el estado de ánimo de estas
últimas no es tan proclive a la agitación revolucionaria, antes al contrario, es de postración y calma y de un conservadurismo espantoso. La política comunista, en estas condiciones, debe trabajar de forma mediata, debe ir abriéndose paso, poco a poco, acercándose primero a los elementos más avanzados de las masas, para, después y a través de ellos, poder dirigirse al resto de la clase. Quienes creen que la constitución consiste sólo en un voluntarioso acto de organización y que, una vez cumplido éste, las masas tendrán abierto su corazón y su entendimiento a la dirección y a la política de la vanguardia comunista, están cometiendo el grave error de no comprender que de lo que se trata, realmente, es de activar el movimiento revolucionario que, décadas atrás, se daba casi por supuesto o que precedía o podía seguir a la acción de la vanguardia; están cometiendo el error de no ver que ese movimiento es producto y sólo puede serlo de una política de masas de la vanguardia (línea de masas) en su propio seno y que este movimiento sólo puede concebirse como PC, como condición previa a su transmisión al resto de la clase (Revolución Proletaria)”
Documento PCR
Todos los “masistas” que desconocen por completo la dialéctica de la crisis, la lucha de clases y la guerra por el comunismo, siguen sin entender que el movimiento espontáneo de la clase obrera no puede surgir artificialmente por el impulso de elementos comunistas necesariamente minoritarios. Partiendo de la irrefutable premisa de que a escala internacional el movimiento obrero y comunista se encuentra en una fase de absoluto repliegue, la actividad de los comunistas ha de acoplarse a esta correlación de fuerzas. La única manera de que las organizaciones y elementos comunistas no caigan en el oportunismo o en el sectarismo reside fundamentalmente en ser conscientes de la estrategia y la táctica revolucionarias en relación al momento actual. En el terreno de las condiciones subjetivas, no es lo mismo dirigirse al proletariado cuando éste cuestiona el orden social existente (aunque no haya aún alcanzado conciencia política) que cuando se encuentra en un estado de absoluta debilidad en que ni siquiera es capaz de defenderse de las embestidas del capital. En lo que respecta a las condiciones objetivas, tampoco será lo mismo la propaganda y agitación revolucionarias en un entorno de crisis brutal que en un periodo de relativa “paz social”.
Ciñéndonos al momento actual, en España (así como en gran parte de los países dominantes) las condiciones subjetivas de la clase trabajadora obligan a los comunistas a replantearse ciertas tácticas que la historia ha finiquitado, entre ellas el economicismo inmediatista. Si en las condiciones actuales la gran mayoría de los trabajadores ni siquiera podemos defendernos de los ataques de la patronal, siendo hasta incapaces de negociar convenios colectivos que mejoren mínimamente nuestras condiciones de trabajo (no estamos por tanto ni siquiera en una fase defensiva), ¿cómo podemos pretender que los proletarios en su gran mayoría sean receptivos al mensaje revolucionario? A nuestro juicio, la organización que, consciente o inconscientemente, pretenda rehuir esta realidad y trate de plasmar ilusorios “frentes” o “plataformas contra la crisis” estará supeditando la lucha política (la única que puede “sacarnos de la crisis”, es decir, que puede construir un orden social justo) a la lucha económica, obviando que la lucha de clases tiene sus tiempos propios, autónomos y discontinuos de la lucha revolucionaria, que es continua aunque dependa en última instancia del ritmo de la lucha de clases.
La realidad está demostrándonos que la táctica justa de los comunistas en la etapa actual pasa por dos frentes:
En primer lugar, en lo que respecta a las minorías comunistas debemos romper el sectarismo, teniendo como base la lucha contra el capitalismo y el oportunismo en todas sus variantes, potenciando un debate que posibilite la más que necesaria construcción de un único Partido Comunista que aglutine a todos los militantes revolucionarios. Siendo honestos, y sin ánimo de ofender a ningún militante de las
diversas organizaciones comunistas del Estado, para esta tarea es crucial que ninguna organización ni ningún elemento no encuadrado se crea por encima de las demás, porque seguramente el fracaso actual del comunismo como movimiento debe ser asumido como una responsabilidad conjunta.
En segundo lugar, en relación a la clase obrera en su conjunto, tenemos que ser capaces de no renunciar ahora más que nunca a lo estratégico (la lucha por el comunismo, hoy más vigente que nunca), pero hemos de entender igualmente que este proceso requiere pasar por diversas etapas de maduración y crecimiento. En el terreno económico, hay que potenciar todas las formas posibles de solidaridad y unidad entre trabajadores, sobre todo trabando estrechos y profundos lazos con los elementos más avanzados de nuestra clase (es decir, los que más destacan en la lucha de clases contra la patronal en todas sus formas), para que una vez inyectada la teoría revolucionaria en estos compañeros, los comunistas podamos llegar a gran parte del proletariado a través de estos intérpretes. A nuestro modesto entender, más vale organizar grupos proletarios de discusión y acción en las distintas ciudades y pueblos donde se debata sobre la situación actual y la necesidad de un mundo radicalmente distinto, que tratar de presionar artificialmente sobre luchas sindicales en las que la lucha reivindicativa es cada vez más estrecha por la ofensiva patronal (¿cómo no trascender la lucha económica en un conflicto obrero en el que una empresa despide a cientos de obreros por haber reducido su cuota de mercado?). Evidentemente, en los conflictos obreros más contundentes tendremos que centrar todos nuestros esfuerzos propagandísticos, pero desde luego sin tratar de sustituir a la clase obrera en algo que sólo ella puede hacer: crear sus propios órganos de lucha de clases. Si la lucha contra el patrón surge de la conciencia de la necesidad de defenderse de los ataques de la burguesía, la lucha por el comunismo sólo puede surgir del estudio y la preparación conscientes de la lucha por conquistar el poder y sentar las bases de un nuevo orden social. Si “lo político” carece de fundamento sin “lo económico”, “lo económico” no garantiza el cambio social sin “lo político”. Esta es para el proletariado la auténtica dialéctica de la revolución.
Por tanto, no se trata de alejarse de las luchas reivindicativas de nuestra clase mientras “nos preparamos para la revolución”, sino de centrar los esfuerzos en los sectores más avanzados de la clase obrera (llegando como únicamente podemos hacerle “competencia” al ariete mediático de la burguesía, con la comunicación directa, mediante charlas, asambleas, grupos de trabajo y reunión, apoyando manifestaciones de protesta, etc.), de saber interpretar el ritmo de los tiempos en cuanto a la correlación de fuerzas.
A quien pueda parecerle que todo esto es “alejarse de la realidad”, “ser poco concretos” o caer en el “ideologicismo”, les responderemos que esta táctica es la única que puede asegurarnos el triunfo. No cabe duda de que para que los obreros entiendan la necesidad del comunismo, antes deben aprender a luchar por sus propios intereses. Pero igualmente es indiscutible que esta lucha por la supervivencia no se puede “exportar” por los comunistas a la clase, por mucho que se pretendan forzar los pistones de la historia. Quien desconozca esta premisa fundamental de la lucha revolucionaria, volverá a darse de bruces con la realidad.
Sólo la fusión orgánica del movimiento obrero con el Partido Comunista podrá garantizar el triunfo de la revolución proletaria internacional.
Hoy, en pleno siglo XXI, “aprovechándonos” de la crisis y al mismo tiempo superándola, debemos ser capaces de transmitirles a las amplias masas explotadas que la maldita crisis esta va a depararnos un auténtico horror, que vamos a salir de ella en peores condiciones aún, y sobre todo que la actual fase imperialista nos va a llevar con total seguridad a la barbarie de una nueva guerra mundial, a la devastación más terrible de todos los ecosistemas planetarios y a una represión política sin precedentes en todos los Estados capitalistas, lo cual certifica que si la humanidad no cambia de curso en pocas décadas pereceremos como especie en el más irracional exterminio de toda la evolución de nuestra Tierra.