Por: Silvana Sale. Intelectual y
revolucionaria.
19 de Agosto de 2025.
Bolivia, tierra de luchas indígenas y revoluciones populares, está hoy plagada de un conflicto interno sin precedentes, protagonizado por dos aliados que alguna vez lo fueron: Evo Morales y Luis Arce.
Una comparación que para Evo no es política, sino moral, histórica y patriótica. Es un intento desesperado y necesario de salvar un proceso revolucionario traicionado, vaciado y doblado a la lógica del poder personal.
Todo comienza a finales de Junio de 2024 cuando el país es testigo de un presunto golpe de estado liderado por el Comandante militar Juan José Zúñiga. Durante horas televisores y redes sociales exhibieron vehículos blindados en la Plaza Murillo y en los alrededores del Palacio Presidencial. En un primer momento hasta Morales, siempre atento al destino de la patria, condenó la insurrección.
Pero algo no se siente bien. Los detalles suman, el momento parece sospechoso, y unos días después del evento Evo cambia de rumbo; no fue un golpe de estado, sino un autogolpe orquestado por el presidente Arce para consolidar su imagen y desacreditar a la oposición interna.
“...Arce engañó al pueblo boliviano y al mundo entero...”, dice Morales. Y acusa: "...Lucho fue atacado por su propia gente por llorar frente a las cámaras y aumentar su popularidad. Todo es un espectáculo bien organizado con el Comandante Zúñiga..."
La queja es descarada. No se trata sólo de diferencias políticas, según Evo, se ha abierto un frente de manipulación institucional en el que el Estado se utiliza con fines personales en una regresión autoritaria enmascarada por la democracia.
La respuesta de Morales no tarda. Septiembre de 2024 marca una nueva etapa de movilización. Una gigantesca "Marcha para salvar a Bolivia" cruza el país y llega a La Paz. Evo está en primera línea, como siempre, entre el pueblo y con el pueblo. Pero esta vez sus palabras son más duras que nunca: "...Arce tiene 24 horas para reemplazar a los ministros corruptos, racistas, narcos y drogadictos. Si no lo hace, la movilización continuará y será el pueblo quien decida el futuro del gobierno..."
No es solo una advertencia, sino un acto de amor hacia un proyecto político que el mismo Morales construyó con décadas de lucha. Arce, según Evo, se rodeó de figuras ambiguas, lejos de los valores originales del MAS, gente que piensa en lucro, poder y represión. No en la gente.
La tensión está explotando en los próximos meses. Las plazas se dividen: "evistas" y "arcistas" se enfrentan entre sí. Registro de lesiones, agresiones en la sede del Partido, amenazas e información errónea. Morales, fiel al principio de no violencia, denuncia el regreso del "fascismo" en Bolivia, alimentado en sus palabras por el mismo Arce.
En Octubre el episodio más grave: disparos a su vehículo en Villa Tunari. Es una prueba. Nadie resultó herido, afortunadamente, pero el mensaje es claro. Alguien quiere callar a Evo, pero él no se rinde. Denuncia públicamente la intención de eliminarlo física y políticamente, y acusa al gobierno de crear un clima en el que "...pandillas armadas y grupos paramilitares actúan impunemente contra quienes no están de acuerdo..."
El 2025 comienza con nuevas acusaciones. Morales apunta con el dedo contra la alianza implícita entre Arce e intereses extranjeros, en particular el imperialismo estadounidense y sus satélites en la región. En un discurso acalorado, afirma, "...Arce se ha convertido en el gran aliado de Trump. Trajo de vuelta el estado colonial a Bolivia, borrando las conquistas del plurinacionalismo..."
Para Evo cada paso del gobierno actual es un paso atrás en la economía, en la identidad, en la soberanía. Los recursos naturales se gestionan de acuerdo con prestamistas externos, los préstamos son "paquetes de limusina" y el pueblo ya no es el protagonista.
Pero el último punto de quiebre viene con la exclusión de Morales de la carrera electoral. Evo afirma que "...el sistema de justicia fue manipulado para evitar que se postulara para el cargo, y a cambio Arce habría garantizado la estancia ilegítima de los magistrados..."
Es el llamado "lawfare", el mismo método utilizado contra Lula, contra Correa y contra Cristina Kirchner. Un golpe judicial en pleno apogeo.
Morales, una vez más, sin rendirse. Pide a la gente que responda con un acto simbólico y político: el voto nulo. El objetivo es demostrar que sin Evo no hay elecciones reales. Y la gente responde, millones de votos cancelados, total descredito del MAS, y un desastroso resultado electoral para el gobierno.
Cuando Arce, ahora aislado, busca una aparente reconciliación y pide la "unidad de la izquierda", Evo responde con claridad: "...No es unidad, es una llamada de ayuda. Nadie puede salvar a un gobierno que ha traicionado al pueblo y perseguido a su fundador..." Arce, según Morales, "...construyó un castillo de arena basado en el silencio, el oportunismo y el consentimiento de los medios. Pero ahora que la arena se desmorona, hace un llamado a los que siempre han defendido al pueblo, al campo, a la Pachamama...'
Evo Morales, con su estilo directo, popular y a menudo polémico, se confirma no sólo como un ex presidente, sino el único referente moral, político e histórico del proceso boliviano de cambio. Lo suyo es una cruzada contra la falsedad, contra la venta del alma indígena de Bolivia, contra un aparato que dejó de escuchar a los pobres y comenzó a servir a los poderosos. En un continente donde la lucha es diaria y la verdad a menudo se silencia, Evo sigue hablando.
Y sigue caminando, como siempre, junto a su gente.
Y hoy 19 de agosto de 2025, Bolivia tocó fondo.
El proceso revolucionario, durante años un faro de América Latina, fue enterrado por las urnas.
El MAS sufrió la derrota más humillante de su historia, ganando sólo el 3% de los votos. No por falta de gente, sino por el abandono del pueblo por quienes usurparon la dirección del movimiento. No por las ideas, sino por la traición de quienes adoptaron un proyecto nacido en las calles, en los sindicatos, en los campos, y lo convirtieron en una máquina de poder personal, tecnocrático, corrupto y ciego.
Bolivia se prepara ahora para una votación entre dos candidatos de extrema derecha, ambos expresiones de las élites económicas, el mercado financiero y las agencias extranjeras.
Es el resultado perfecto para aquellos que desde dentro han trabajado para destruir el sueño de la gente. El gobierno saliente, incapaz de dar respuestas, pero tan hábil en reprimir y manipular, ha dejado libre al restaurante conservador.
Arce ni siquiera se postuló para candidato, entregó el país a la derecha después de excluir a Morales, de criminalizar la disidencia y traicionar el mandato que recibió de la gente en 2020.
Pero Bolivia no olvida. El 21% de los votos nulos y blancos es la prueba viviente de que Evo Morales no es solo un nombre, sino una identidad colectiva. El pueblo no votó por nadie, porque nadie representaba el verdadero cambio.
Ese silencio escrito en las cartas es un grito más fuerte que cualquier eslogan: "...Sin Evo, no hay futuro..."
Hoy Bolivia perdió, sí, pero solo ha perdido a aquellos que olvidaron de dónde venían.
Morales no se rinde, porque esta derrota no es el fin, sino el despertar. Se reanuda la lucha, más limpia, más fuerte, más cerca de las raíces.
Porque los pueblos pueden ser engañados una vez, pero no para siempre. Y tarde o temprano, la Pachamama, la justicia social y la dignidad volverán a hablar en nombre de la verdadera Bolivia. El que no vende. El que no se rinde.
¡Seguimos en combate!
¡La lucha continúa!
¡La victoria es cierta!
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