Viejo Topo
Acaba de aparecer (Los ejércitos secretos de la OTAN. La Operación Gladio y el terrorismo en Europa Occidental, El Viejo Topo 2010) la exhaustiva investigación que Daniele Ganser ha efectuado sobre las organizaciones creadas por la CIA y el MI6 en toda Europa -España incluida- cuyo objetivo fundamental consistía en impedir que los comunistas pudieran alcanzar el poder ya fuera por las armas o bien democrática¬mente. Aquí reproducimos un breve fragmento.
Cuando John F. Kennedy fue nombrado presidente en enero de 1961, la política de los Estados Unidos hacia Italia cambió

El día de las elecciones, en abril de 1963, la pesadilla de la CIA se materializó: los comunistas ganaban fuerza mientras el resto de partidos perdía escaños. La DCI caía hasta el 38 por ciento, el peor resultado desde su fundación. El PCI alcanzó el 25 por ciento Y junto con el14 por ciento del triunfante PSI, se aseguraba una victoria arrolladora. Por primera vez en la Primera República, la izquierda dominaba el Parlamento. Los simpatizantes de la izquierda italiana celebraron en las calles la novedad de que los socialistas obtuvieran también puestos de gobierno bajo el liderazgo del primer ministro, el democristiano Aldo Moro, representante del ala izquierda de la DCI. El Presidente Kennedy estaba realmente complacido y en junio de 1963 decidió visitar Roma, para regocijo de muchos italianos. El aeropuerto estaba abarrotado y una vez más los americanos fueron recibidos con banderas y vítores. "Es una persona maravillosa. Parece mucho más joven de lo que su edad indica. Me ha invitado a visitar los Estados Unidos", de¬claró un entusiasmado Pietro Nenni, líder del PSI.
Kennedy había permitido a Italia un giro hacia la izquierda.
Puesto que los socialistas habían obtenido puestos de gobierno, los comunistas italianos también exigieron que su resultado en las urnas fuese premiado con cargos, y en mayo de 1963 el sindicato de trabajadores de la construcción se manifestó en Roma. La CIA estaba en estado de alerta y miembros de Gladio vestidos de policía y de civil aplastaron la manifestación, dejando más de 200 manifestantes heridos.
Pero para Italia lo peor estaba aún por llegar. En noviembre de 1963, en DalIas, Kennedy era asesinado en extrañas cir¬cunstancias. Y cinco meses más tarde la CIA, junto con SIFAR [Servicio de información de las Fuerzas Armadas italianas], Gladio y los carabinieri, llevó a cabo un golpe de Estado que forzó a los socialistas italianos a abandonar sus puestos de gobierno, en los que llevaban muy poco tiempo.
Con el nombre en código de Piano solo, el golpe de Estado fue dirigido por el general Giovanni De Lorenzo, al que el ministro de defensa de la DCI, Giulio Andreotti, había ascen¬dido de jefe de la SIFAR hasta la Jefatura de la policía militarizada italiana, los carabinieri. De Lorenzo, en estrecha coope¬ración con Vernon Walters, experto en guerra secreta de la CIA, William Harvey, jefe del centro de la CIA en Roma, y Renzo Rocca, jefe de las unidades de Gladio dentro del servicio secre¬to militar SID, aumentó la intensidad de la guerra secreta. Rocca utilizó a su ejército secreto Gladio para bombardear las oficinas de la DCI y las oficinas de unos pocos periódicos, y después culpó del atentado a la izquierda, para desacreditar tanto a comunistas como socialistas. Al no tambalearse el gobierno, De Lorenzo dio instrucciones a sus soldados secretos, el 25 de marzo de 1964, para que a su señal ocuparan ofi¬cinas gubernamentales, los centros de comunicación más importantes, las sedes de los partidos de izquierdas y las direcciones de los periódicos más cercanos a la izquierda, así como las centrales de radio y televisión. Las agencias de prensa debían ser ocupadas durante el tiempo exacto que tomara destruir las máquinas de imprenta y hacer imposible la publi¬cación de los periódicos. De Lorenzo insistió en que la opera¬ción debía ser llevada a cabo con la máxima energía y decisión, "libres de toda duda o indecisión" y, como se afirma en los informes de la investigación parlamentaria sobre Gladio, sus hombres estaban "enfervorecidos y ansiosos".
Con el nombre en código de Piano solo, el golpe de Estado fue dirigido por el general Giovanni De Lorenzo, al que el ministro de defensa de la DCI, Giulio Andreotti, había ascendido de jefe de la SIFAR hasta la Jefatura de la policía militari¬zada italiana, los carabinieri. De Lorenzo, en estrecha coope¬ración con Vernon Walters, experto en guerra secreta de la CIA, William Harvey, jefe del centro de la CIA en Roma, y Renzo Rocca, jefe de las unidades de Gladio dentro del servicio secre¬to militar SID, aumentó la intensidad de la guerra secreta. Rocca utilizó a su ejército secreto Gladio para bombardear las oficinas de la DCI y las oficinas de unos pocos periódicos, y después culpó del atentado a la izquierda, para desacreditar tanto a comunistas como socialistas. Al no tambalearse el gobierno, De Lorenzo dio instrucciones a sus soldados secre¬tos, el 25 de marzo de 1964, para que a su señal ocuparan ofi¬cinas gubernamentales, los centros de comunicación más im¬portantes, las sedes de los partidos de izquierdas y las direcciones de los periódicos más cercanos a la izquierda, así como las centrales de radio y televisión. Las agencias de prensa debían ser ocupadas durante el tiempo exacto que tomara destruir las máquinas de imprenta y hacer imposible la publi¬cación de los periódicos. De Lorenzo insistió en que la opera¬ción debía ser llevada a cabo con la máxima energía y deci¬sión, "libres de toda duda o indecisión" y, como se afirma en los informes de la investigación parlamentaria sobre Gladio, sus hombres estaban "enfervorecidos y ansiosos".
Los gladiadores, equipados con listas de cientos de perso¬nas sospechosas, debían localizar a socialistas y comunistas, arrestados y deportarlos a la isla de Cerdeña, donde el centro secreto de Gladio serviría como prisión. El documento sobre "Las Fuerzas Especiales de SIFAR y la Operación Gladio" espe¬cifica que "en lo que respecta al cuartel general, el Centro de Entrenamiento de Saboteadores CAG, está protegido por un sistema de seguridad especialmente sensible y está equipado con instalaciones y equipamiento diseñados para ser útiles en caso de emergencia." En una atmósfera de gran tensión, el ejército secreto estaba listo para comenzar el golpe. Entonces, el 14 de junio de 1964, De Lorenzo dio el disparo de salida, y entró con sus tropas en Roma con tanques, transportes blin¬dados, jeeps y lanzadores de granadas para participar en un desfile, mientras las fuerzas de la OTAN realizaban una gran maniobra militar en el área para intimidar al gobierno italia¬no. Astutamente el general planeó que la demostración de fuerza tuviera lugar en la víspera del 1500 aniversario de la fundación del cuerpo de Carabinieri y, junto al presidente ita¬liano Antonio Segni, ferviente anticomunista del ala derecha de la DCI, saludó a las tropas desde el palco con una sonrisa. Los socialistas italianos advirtieron que era poco habitual para un desfile que los tanques y lanzagranadas no se retiraran tras el espectáculo, sino que permaneciesen en la ciudad durante mayo y la mayor parte de junio de 1964.
El primer ministro Aldo Moro estaba alarmado y se reunió en secreto con el general De Lorenzo en Roma. Era por su¬puesto una reunión extremadamente inusual, entre un primer ministro en medio de una crisis política y un general planean¬do reemplazarlo por un régimen más severo. Tras el encuen¬tro, los socialistas abandonaron silenciosamente sus cargos ministeriales y enviaron a sus socialistas más moderados para un segundo gobierno con Moro. "Repentinamente los partidos políticos se dieron cuenta de que podían ser reemplazados. En caso de un vacío de poder como resultado del fracaso de la izquierda, la única alternativa habría sido un gobierno de emergencia" y "en este país eso habría significado un gobierno de derechas", recordaba años después el

Tras llevar a cabo el golpe, el general De Lorenzo, bajo órde¬nes del COS Thomas Karamessines controló en secreto a toda la élite italiana. Sobre todo reunió datos sobre "comporta¬mientos irregulares", como relaciones extramatrimoniales, re¬laciones homosexuales, y el consumo de prostitución femeni¬na y masculina. En la jerga de Langley esto permitió a la CIA y al SIFAR tener a la élite italiana "cogida por las pelotas", y la amenaza de sacar a la luz los detalles comprometedores ayu¬dó en los años siguientes a controlar a políticos, sacerdotes, hombres de negocios, sindicalistas, perio¬distas y jueces; De Lorenzo llegó incluso a instalar micrófonos en el Vaticano y en el palacio del primer ministro, permitiendo a la CIA controlar y grabar toda conversación de alto nivel en Italia. El descubrimiento de la operación secreta supuso una conmo¬ción para la población italiana, cuando una investigación parlamentaria en el SIFAR reveló que se habían acumulado archivos que contenían textos y fotos sobre las vidas de más de 157.000 personas. Algunos fiche¬ros eran enormes. El dossier sobre el profe¬sor Amintore Fanfani, un senador de la DCI que había ocupado numerosos puestos mi¬nisteriales, incluyendo el de primer minis¬tro, consistía en cuatro volúmenes, cada uno tan grueso como un diccionario.
Las personas fueron espiadas con cáma¬ras, realizando fotos muy próximas, con sistemas secretos que controlaban su co¬rrespondencia, registros de lo que habían dicho en sus llama¬das telefónicas, documentación con fotos de sus relaciones extramatrimoniales o hábitos sexuales. La comisión parla¬mentaria bajo el mando del general Aldo Beolchini no dejó de advertir que se guardaban "especialmente los datos que po¬dían ser utilizados como instrumentos de intimidación".
Frente a la comisión de investigación parlamentara, De Lorenzo se vio obligado a admitir que los Estados Unidos y la OTAN le habían ordenado organizar los archivos. Esta confe¬sión se encontró con la feroz crítica de la comisión parlamen¬taria. "El aspecto más grave de todo este asunto está en el hecho de que una parte significativa de la actividad secreta de SIFAR", aseveraban los parlamentarios, "consistió en la recogi¬da de información para los países de la OTAN y para el Vaticano". Los senadores estaban escandalizados. Dijeron, según publicó The Observer: "Esta situación es incompatible con la constitución. Es una violación abierta de la soberanía nacional, una violación de los principios de libertad e igual dad de los ciudadanos, y una amenaza constante para el equi¬librio democrático de nuestro país."
La guerra silenciosa de la CIA, sin embargo, estaba más allá del control de los parlamentarios italianos. En la medida en que el nombre del servicio secreto militar cambió tras el escándalo de SIFAR a SID, y el general Giovanni Allavena fue nombrado su nuevo director, los parlamenta¬rios ordenaron a De Lorenzo la destrucción de todos los archivos secretos. Lo hizo, pero des¬pués de dar una copia tanto a Thomas Kara messines como al director general del SID Giovanni Allavena. Fue un regalo destacable, que permitía a su poseedor controlar clandes¬tinamente Italia desde dentro. En 1966, el gene¬ral Allavena fue reemplazado como director del SID por el general Eugenio Henl
Años después se supo hasta qué punto la CIA y el director de P2 Licio Gelli habían manipulado la política italiana para mantener a los comunistas fuera del poder. Gelli nació en 1

En abril de 1981, los magistrados de Milán, en el marco de una investigación criminal, irrumpieron en la villa de Licio Gelli en Arezzo y descubrieron los archivos de la P2, cuya existencia era desconocida. Una investigación parla¬mentaria al mando de Tina Anselmi, para sorpresa de la ma¬yoría de italianos, revelaba que las secretas listas de miem¬bros de la anticomunista P2 confiscadas daban cuenta de al menos 962 miembros, con una cantidad total estimada en 2.500. La lista podía leerse como un "Quién es quién en Italia" e incluía no solamente a los más conservadores sino también a algunos de los más poderosos miembros de la sociedad italiana: 52 oficiales de la policía militarizada (Carabinieri), 50 eran oficiales de alto rango del ejército ita¬liano, 37 eran oficiales de alto rango de la policía de finan¬zas, 29 oficiales de alto rango de la marina italiana, 11 jefes de la policía, 70 industriales influyentes y ricos, 10 presi¬dentes de bancos, 3 ministros en activo, 2 ex ministros, 1 presidente de un partido político, 38 miembros del Parla¬mento y 14 jueces de altos tribunales. Otros miembros de la alta jerarquía socio económica eran alcaldes, directores de hospitales, abogados, notarios y periodistas. El miembro más conocido era Silvio Berlusconi, elegido primer ministro de Italia en mayo de 2001, por coincidencia exactamente 20 años después del descubrimiento del la P2.
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