“Quien tenga un concepto tradicional de la política podrá sentirse pesimista ante este cuadro de verdades. Para los que tengan, en cambio, fe ciega en las masas, para los que crean en la fuerza irreductible de las grandes ideas, no será motivo de aflojamiento y desaliento la indecisión de los lideres, porque esos vacíos son ocupados bien pronto por los hombres enteros que salen de sus filas”
Fidel Castro 16 de agosto de 1952.
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En la cartografía de una ciudad, los nombres de sus calles, plazas y puentes no son simplemente un referente para los mapas, sino una declaración de valores y principios. Y Cádiz no es una excepción. Proponer el cambio del nombre del Puente José León de Carranza por Puente Rafael Alberti no es solo algo simbólico; es un acto de justicia histórica, cultural y democrática. Principalmente porque el puente al que me refiero es el que nos conectó,no solo al resto de España, sino a la realidad de la lucha obrera de la bahía de Cádiz.
Monumento a Rafael Alberti en El Puerto de Santa María, obra del escultor andaluz Javier Tejada Prieto.
El reciente decreto que revoca la Medalla al Mérito en el Trabajo a José León de Carranza por su participación activa en el aparato represivo de la dictadura franquista subraya lo inadecuado de perpetuar su homenaje en una infraestructura tan emblemática. José León de Carranza no apoyó, sino que colaboró con las fuerzas sublevadas en 1936 y ocupó cargos públicos durante la dictadura, actuando de forma contraria a cualquier valordemocrático. Continuar llamando así a nuestro puente no solo incumple la Ley de Memoria Democrática, sino que también ignora los principios que una sociedad moderna y plural no puede dejar de lado: verdad, justicia y reparación. En otras palabras, representa un recordatorio innecesario del pasado autoritario que Cádiz, junto al resto de España, está dejando atrás.
En contraposición, Rafael Alberti representa lo mejor de la cultura gaditana y española. Poeta universal, su compromiso con la democracia, la libertad y la justicia le valió reconocimiento dentro y fuera de nuestras fronteras. Su poema “Al pueblo gaditano” no solo rinde homenaje a los trabajadores de Cádiz, sino que reafirma su conexión eterna con la tierra que lo vio nacer.
Cambiar el nombre del puente a “Puente Rafael Alberti” sería un gesto para honrar la memoria de un hombre que llevó a Cádiz en su corazón y en sus versos. Alberti simboliza la lucha por la libertad frente a la opresión, una historia que merece estar inscrita en el paisaje de la bahía de Cádiz.
Este cambio no es una cuestión trivial. Renombrar el puente es una cuestión de principios: Cádiz elige celebrar a sus hijos más ilustres y desligarse de un pasado que no representa los valores actuales que imperan en nuestra sociedad. Es una oportunidad para construir una narrativa colectiva más inclusiva y digna.
Por otro lado, la sustitución del nombre también invita a reflexionar sobre el impacto cultural del franquismo en los símbolos públicos y cómo estos afectan a la memoria colectiva. No se trata de borrar la historia, sino de reinterpretarla a través de la lente de los derechos humanos y los valores democráticos.
La ciudadanía gaditana, heredera de una historia de resistencia, tiene la oportunidad de abogar por un cambio que refuerce su identidad democrática y cultural. Al contemplar el Puente Rafael Alberti, los gaditanos y gaditanas podrían recordar no solo la belleza de su tierra, sino también el poder transformador de la cultura y la memoria.
En palabras del propio Alberti: “Aquí estoy y aquí os saludo, en paz con la misma lengua, el mismo corazón puro”. Que este puente sea, entonces, un símbolo de esa paz, ese corazón puro y ese Cádiz que avanza hacia un futuro más justo y consciente de su pasado.
Cádiz no olvida y también sabe elegir a quién celebrar. El Puente Rafael Alberti sería un puente no solo sobre aguas, sino sobre el tiempo, uniendo pasado, presente y futuro, en un homenaje digno y necesario.
Cuando echamos la vista atrás para observar la patética maniobra de “salvamento de la monarquía, puesta en marcha en el convulso año 2014, tras décadas de degradación de su imagen pública, es fácil caer en la idealización y la simplificación de los hechos. Sin embargo, es fundamental no perder la perspectiva real de los acontecimientos, pues ahora, a la vuelta de estos 11 años, hay fuerzas políticas especialmente interesadas en construir una versión de la historia —el famoso “relato” tan de moda—, orientada a salvar su propia imagen y presentarse como lo que nunca han sido ni son.
Hay que comenzar recordando la relación de algunos partidos de la izquierda institucional del Régimen del 78 con la monarquía. De ellos destaca, por razones propias, el P “C” E, elevado oficialmente al nivel de «fiel oposición» desde la izquierda, el cual asumió desde el primer momento —antes incluso de la muerte del dictador— que la monarquía había llegado para quedarse. La gran traición de su propuesta de «reconciliación nacional» llevaba implícita —y explícita desde 1977— la complicidad con la monarquía, y el ataque furibundo contra quienes, como nuestro partido, manteníamos en alto la bandera tricolor y exigíamos, ayer como hoy, la ruptura total con los protagonistas e instituciones de una dictadura fascista que comenzó y terminó asesinando, torturando y violando a nuestro pueblo.
Los restos de aquel P “C” E se visten últimamente con descoloridas galas republicanas mientras se esconden entre la maleza de SUMAR, la coalición de coaliciones en la que cabe todo; desde el ecologismo socialdemócrata hasta el reformismo más tibio, y se reivindican como «republicanos de toda la vida», aunque el suyo sea un republicanismo cosmético y burocrático, con el que las estructuras del Régimen del 78 seguirán tan impunes por sus crímenes e injusticias como lo fueron las de la dictadura con la llegada de esta monarquía parlamentaria. Cambiarlo todo para que nada cambie, ese es el objetivo, una vez más.
Por su parte, la otra pata de la izquierda institucional del país, PODEMOS, trata ahora de reinventarse como partido radical —casi antisistema— llenándose la boca de la palabra república, como si su papel como bombero de la monarquía antes y durante su etapa de gobierno nunca hubiera existido. Como si en 2014 —cuando la influencia del entonces «movimiento» morado sobre las amplias masas estaba en máximos históricos—, no hubieran saboteado las movilizaciones republicanas que se multiplicaban por todo el país tras el anuncio de la abdicación, dos meses después de que la manifestación del 14 de abril reuniera a más de 30.000 personas en Madrid. O como si pudiéramos olvidar su papel de cómplices necesarios en la preparación y encubrimiento de la huida del crápula Juan Carlos en agosto de 2020, siendo Pablo Iglesias vicepresidente del Gobierno. Estos son los que hoy quieren dar lecciones de republicanismo a quienes nunca han vendido sus principios republicanos por un puñado de votos. Tanto afán de republicanismo por parte de oportunistas, reformistas y revisionistas de todo pelaje tiene su fundamento en la evidente e innegable descomposición de la monarquía. Una decadencia tan difícilmente disimulable que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), lleva sin preguntar la valoración de los españoles a la jefatura del Estado desde que en el año 2015, ya con Felipe en el trono, ésta no llegase ni al aprobado raspado. Pero esa degradación, evidente y palpable para todos, no será nunca suficiente para que la corrompida familia Borbón entregue voluntariamente la institución que ocupa ilegítima y antidemocráticamente. Para lograr una verdadera democratización del país es inevitable un movimiento republicano fuerte, organizado y de carácter popular.
Pero semejante movimiento republicano no puede nacer de unas izquierdas institucionalizadas, cuyo interés fundamental es la estabilidad del régimen para legitimar su entrada en los puestos de mando, y que han decidido aferrarse al salvavidas republicano para atenuar su imparable caída en la intrascendencia, sino del movimiento popular; es decir, de quienes cada día vivimos la cruda realidad de un régimen irreformable, diseñado de arriba abajo para el saqueo y la explotación de los trabajadores en beneficio de la minúscula oligarquía empresarial, política y eclesiástica.
Por tanto, estamos ante dos visiones del republicanismo totalmente enfrentadas; una se fundamenta en el maquillaje republicano para el miso régimen, lo justo para hacerlo «soportable» para los explotados y ninguneados, mientras que la otra, la nuestra, se basa en la ruptura necesaria para sanear y construir un modelo completamente distinto. No hay opción intermedia, como nos han enseñado las amargas experiencias de las dos repúblicas precedentes.
Quien proponga que un puñado de reformas, empezando por la titularidad de la jefatura del Estado, son suficientes para convertir el Régimen del 78 en una república, se equivoca o nos quiere engañar. La república que urge construir en España no puede ser otra cosa que un modelo de plena democracia, donde las clases trabajadoras participan continua y organizadamente en la vida pública, con voz y voto, controlando el sentido de las decisiones políticas del gobierno. Sin ese cambio estructural, la corrupción, la explotación y el saqueo de la mayor parte del pueblo a manos de una pequeña minoría seguirán siendo la norma general, tenga la titularidad que tenga la jefatura del Estado. Plantear semejante giro de 180 grados mediante reformas parciales, o a través de un referéndum constitucional con un mínimo de garantías, también es engañarse o querer engañarnos.
La Tercera República va a ser el resultado tanto de la descomposición de la monarquía como de la descomposición de la izquierda revisionista, reformista y colaboracionista, pues ambas son distintas caras del mismo Régimen del 78 y ambas están notando en sus propias carnes el rechazo y el abandono de las amplias masas populares.
Ni podemos ni queremos salir a las calles periódicamente a pedir a la familia Borbón «que se vayan», apelando a una decencia y un respeto democrático que ya han demostrado históricamente que ni tienen ni han tenido nunca —no en vano los españoles han expulsado a los Borbones hasta en 3 ocasiones a lo largo de los siglos XIX y XX—, ni queremos ni podemos seguir esperando que las izquierdas institucionales abandonen su condición de colaboradoras necesarias del Régimen y empiecen a poner los intereses de la mayoría social —trabajadora— en el centro de su acción política.
Lo que queremos y necesitamos es echar a la familia Borbón y sus cómplices parlamentarios de forma clara y contundente, demostrando la fuerza colectiva de nuestra clase y de nuestros pueblos. Una fuerza colectiva capaz de construir un estado que, por republicano, federal y popular, pueda llamarse verdaderamente democrático.
¡Abajo el ICE, abajo la Guardia Nacional, abajo los marines, abajo el poder capitalista!*
11-06-25.- A continuación reproducimos la declaración del Comité Central de la Plataforma Comunista de Trabajadores de Estados Unidos (CWPUSA) sobre las protestas que se han registrado en California contra la actuación del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE. UU. (ICE):
Impulsados por profundas convicciones sobre la seguridad de sus compañeros de la clase trabajadora, cientos de manifestantes tomaron la valiente decisión de enfrentarse directamente a los agentes del ICE. El ICE ha sido un arma de terror esgrimida por la clase dominante contra los trabajadores de este país. Brutalizando a los trabajadores migrantes y separando familias, tanto los gobiernos demócratas como los republicanos han lanzado a estos perros contra los trabajadores migrantes. La ira de amplios sectores de la población con las políticas de los diferentes gestores del capital va en aumento.
La segunda administración de Trump ha intensificado las redadas del ICE en todo el país desde que asumió el cargo en enero. Al servicio de sus amos capitalistas, han aplicado con entusiasmo sus directivas para detener y deportar a miles de trabajadores migrantes.
Los trabajadores de este país están indignados por estas medidas terroristas. Empujados a la acción, como lo fueron en las protestas de 2006-2007 para derrotar el «Proyecto de Ley Sensenbrenner», miles de personas han tomado la iniciativa de resistir las redadas del ICE en Los Ángeles, Nueva York, Minneapolis y Chicago bloqueando a los agentes del ICE, obstruyendo sus vehículos, rodeando a los agentes en masa y otras tácticas. En respuesta, la policía y las fuerzas estatales han realizado detenciones indiscriminadas, lanzado gases lacrimógenos e incluso desplegado a la Guardia Nacional. Las afirmaciones y pretextos inventados por Trump, sobre saqueos y miembros de bandas, carecen de pruebas. Los verdaderos objetivos han sido los trabajadores: costureras, techadores de la construcción y otros. Esto no solo pone de manifiesto el carácter antimigrante de estos ataques, sino también su agenda antiobrera, que queda más clara con la detención del líder sindical David Huerta.
Los Estados Unidos, un país con un alto grado de desarrollo capitalista, se ve cada vez más envuelto en contradicciones cada vez más profundas, que a veces encuentran su punto focal en California, un estado que se encuentra entre las principales economías capitalistas del mundo, según el PIB. El sistema económico, reforzado por las políticas antimigrantes de las administraciones republicanas y demócratas, está alimentando la creciente indignación de las personas que exigen la eliminación del ICE de sus comunidades. Los barrios obreros, solidarios con sus hermanos y hermanas migrantes, se están movilizando para resistir la ofensiva del gobierno de Trump, lo que ofrece un atisbo del potencial del poder obrero.
Pero para acabar de una vez por todas con las condiciones que dan lugar a los aparatos represivos y militaristas del poder imperialista, la Guardia Nacional, el ICE y los marines, que el Estado burgués dirige contra su propia población, es necesario responder a la escalada de fuerza de la administración Trump con el único camino posible: el derrocamiento del capitalismo. La Plataforma Comunista de los Trabajadores de EE. UU. saluda a todas las personas valientes que arriesgan su seguridad personal por el bien de sus hermanos y hermanas migrantes de la clase trabajadora. Sus acciones son una forma concreta de solidaridad de clase.
Instamos a todos los trabajadores y personas dispuestas a luchar por los migrantes y toda la clase trabajadora a que continúen su lucha y eleven la lucha para dirigir esta energía contra el sistema capitalista que crea el sufrimiento de todos los trabajadores y desata el terror del ICE sobre nuestra clase.
Estas protestas apuntan a la urgente necesidad de crear una organización revolucionaria en nuestro país, el Partido Comunista, que dé una dirección a todas las luchas que surgen de los trabajadores, los estudiantes y los sectores populares. Es la única organización capaz de unificar las luchas y orientarlas hacia la revolución socialista.
¡Resistamos el terror del ICE
¡Solidaridad con los trabajadores migrantes!
¡Abajo el ICE, abajo la Guardia Nacional, abajo los marines, abajo el poder capitalista!
En un contexto de incertidumbre global y crisis climática, la población refugiada saharaui sobrevive en uno de los entornos más hostiles
Tal vez el mundo pueda aprender del modelo de soberanía alimentaria y agricultura de oasis de las mujeres saharauis.
Esta pequeña revolución verde se produce en los campamentos de refugiados de personas saharauis en Argelia. Y es que la mitad del pueblo saharaui vive en sus tierras tradicionales junto al Atlántico, territorio hoy bajo dominio del dictador de Marruecos. La otra mitad vive bajo el autogobierno saharaui en la república de Argelia.
Lo que llega al Sáhara no es solo armamento, sino métodos de dominación, mecanismos de silenciamiento e ingeniería demográfica, todo con financiación de las potencias occidentales.
En 2025 se cumplen 50 años de la ocupación ilegal del Sáhara Occidental por parte de Marruecos, una ocupación colonial sostenida por un aparato militar represivo, una política deliberada de sustitución demográfica y, sobre todo, una red de complicidad internacional. Es una colonia según el concepto marxista del término: un territorio explotado, dominado y manipulado para servir a los intereses económicos y geopolíticos de una metrópolis alineada con el imperialismo.
La característica esencial del colonialismo es la negación del derecho de los pueblos a la autodeterminación y el uso de la fuerza para mantener una relación asimétrica que beneficia a la potencia ocupante. En el caso del Sáhara Occidental, cumple plenamente esta definición. La dictadura de Marruecos actúa como una extensión de los intereses imperialistas, particularmente los de Francia, España y EEUU, a cambio de reconocimiento, armas, apoyo diplomático y protección económica. Su presencia en el territorio es una extensión de la lógica capitalista, que requiere territorios y recursos subyugados para alimentar la acumulación en las metrópolis.
La complicidad de estos poderes es total. Francia sigue siendo el principal aliado diplomático de Marruecos, que utiliza el hecho de pertenecer al Consejo de Seguridad de la ONU para bloquear cualquier progreso significativo hacia la autodeterminación saharaui. EEUU, además de suministrar armas (incluidos misiles Stinger y tecnologías de vigilancia) reconoció unilateralmente que la ocupación era legítima, en flagrante desacato de las resoluciones de la ONU. España, la antigua potencia administradora, mantiene una postura de claudicación activa al ceder a los intereses comerciales y energéticos con Marruecos y abandonar sus responsabilidades legales y morales hacia el pueblo saharaui.
La ocupación del Sáhara Occidental no es solo militar y política, es profundamente económica. Marruecos utiliza los territorios ocupados como medio para gestionar su excedente de mano de obra doméstica reubicando a trabajadores marroquíes en sectores como la administración, la minería y la pesca, mientras que la población saharaui es excluida sistemáticamente del empleo público, está sometida al desempleo estructura, y perseguida cuando intentan organizarse. El objetivo es claro: desplazar, borrar y sustituir. No se trata de la explotación clásica de la mano de obra nativa, sino de su eliminación como sujeto económico y político.
Desde que Marruecos violó el cese al fuego en 2020, el territorio ha vuelto a entrar en guerra. El ejército marroquí ha utilizado drones armados para atacar a población civil saharaui, incluidos menores, en las zonas liberadas y cerca de los campamentos de personas refugiadas. Estos crímenes de guerra son ignorados, o incluso encubiertos, por los aliados occidentales de Rabat que siguen proporcionando apoyo político y militar al régimen.
Casos como el de Sidi Abdallah Abbahah, encarcelado desde 2010 y en aislamiento desde 2018, u otros del grupo Gdeim Izik, como Abdeljalil Laaroussi y Mohamed Bourial, demuestran una política de represión sistemática, tortura prolongada y negación de atención médica, prácticas condenadas por los órganos de la ONU como el Comité contra la Tortura. Sin embargo, estas decisiones son sistemáticamente ignoradas por Marruecos, con el silencio cómplice de sus socios internacionales.
La lucha del pueblo saharaui encarna directamente lo que Lenin llamó el derecho de las naciones oprimidas a la liberación nacional. Según su opinión, una verdadera revolución proletaria no puede existir sin una posición firme en apoyo de las luchas anticoloniales. La revolución mundial exige solidaridad activa con todos los pueblos que luchan contra el colonialismo y el imperialismo. El Sáhara Occidental es hoy uno de estos centros de resistencia que se enfrenta a un sistema global de dominación sostenido por el capital y las alianzas entre las élites locales y las potencias extranjeras.
Denunciar lo que está sucediendo en el Sáhara Occidental no es solo un acto de solidaridad, es una obligación revolucionaria. Ignorar esta realidad es alinearse, por omisión, con el imperialismo y la violencia colonial que perpetúa. La liberación del pueblo saharaui no vendrá de concesiones diplomáticas entre las capitales, vendrá de la perseverancia en su lucha, del apoyo internacional consciente y del inevitable colapso de un sistema que niega la soberanía a los pueblos mientras sirve a los intereses del lucro. Es hora de romper el silencio, es hora de decirlo claramente: el Sáhara Occidental es una colonia y debe ser liberado.
Como escribió Karl Marx, "una nación que oprime a otra nunca puede ser libre". La opresión colonial no es simplemente una cuestión de poder político, es una estructura económica que niega la autodeterminación, y utiliza el territorio y a las personas como herramientas de acumulación para la metrópoli. En el Sáhara Occidental esta acumulación es compartida entre Marruecos y los centros imperialistas que la apoyan.
Un elemento fundamental de la ocupación es la cada vez mayor colaboración entre los regímenes de Marruecos e Israel, una alianza que ha existido desde el comienzo de la ocupación, pero se ha hecho pública e institucionalizado en los últimos años. La entrega de drones, tecnología de vigilancia, armas y asesores militares a los majzén (oligarquía o gobierno en la sombra) es solo un aspecto. Empresas israelíes como Ratio Petroleum participan ahora en la exploración de petróleo en aguas saharauis, lo que viola el derecho internacional y profundiza el saqueo colonial con total impunidad.
Es común en los círculos progresistas celebrar la liberación de los pueblos africanos y recordar las luchas anticoloniales del siglo XX. Sin embargo, el caso del Sáhara Occidental sigue siendo una herida abierta, uno de los pocos ejemplos de colonialismo heredado todavía activo en el mundo actual. Su especificidad es brutal: no se trata simplemente de una ocupación militar, sino de una cadena de colonialismo sostenido por nuevas formas de dominación transnacional, armada, energética, diplomática y simbólica.
En los últimos años hemos sido testigos de la expulsión de Francia de varios países del Sahel, como Malí, Burkina Faso y el Níger. Sin embargo, la sustitución de esa influencia por Marruecos supone continuar con el mismo yugo bajo una bandera diferente. El proyecto de acceso atlántico supuestamente ofrecido por Marruecos a estos países implica utilizar el puerto de Dakhla, situado en territorio saharaui ocupado. Esto no es soberanía africana: es colonialismo reciclado, en el que la dictadura marroquí actúa como brazo operativo del imperialismo francés en el continente.
Esta relación entre Marruecos e Israel es más que una alianza táctica: es una sinergia estratégica de intereses coloniales. Ambos regímenes practican una forma odiosa de colonialismo de asentamiento, uno en el Sáhara Occidental y el otro en Palestina; comparten conocimientos represivos, tecnología militar y prácticas de control de la población. Lo que se exporta al Sáhara Occidental no es solo armamento, sino métodos de dominación, mecanismos de silenciamiento e ingeniería demográfica, todo con el respaldo y la financiación de las potencias occidentales.
La presencia de empresas israelíes en los sectores de energía y seguridad de los territorios ocupados refuerza aún más la integración de Marruecos en una red de dominación imperialista que instrumentaliza las tierras saharauis para fines totalmente ajenos al desarrollo local. Es la continuación de una lógica en la que se trata a los pueblos colonizados como obstáculos logísticos o daños colaterales en el proceso de expansión capitalista y control geoestratégico.
Esta realidad muestra que el caso del Sáhara Occidental no es simplemente una cuestión de autodeterminación, es un problema estructural del orden mundial. La continuación de la ocupación sirve al sistema de dominación mundial. Francia asegura cobertura diplomática, EEUU suministra armas y el silencio de la ONU, Israel aplica modelos probados de represión, y Marruecos actúa como gestor local y cara pública de este esquema de colonialismo multinacional.
La izquierda internacional, particularmente la marxista-leninista, no puede seguir tratando la causa saharaui como algo periférico. Es una lucha que sintetiza las contradicciones del capitalismo global: expropiación de recursos, militarización, colonialismo, racismo y connivencia entre élites locales y poderes imperiales. Más que la victoria de un pueblo, la liberación del Sáhara Occidental representa el colapso de una cadena de explotación y la aparición de nuevas posibilidades históricas en el continente africano.
El papel de Marruecos en el norte y oeste de África encaja perfectamente con el concepto de subimperialismo, tal como lo formula el teórico marxista Ruy Mauro Marini. Según Marini, el subimperialismo ocurre cuando un país periférico o semiperiférico en el sistema capitalista global actúa como agente regional del imperialismo mientras mantiene la dependencia del capital extranjero. Estos países no solo internalizan la lógica de dominación imperialista, sino que también la reproducen en relación con los pueblos vecinos o más vulnerables, ya que funcionan como extensiones locales del orden capitalista global.
Marruecos cumple todos estos criterios. Está profundamente integrado en la estructura imperialista: es un socio privilegiado de la Unión Europea, un aliado estratégico de EEUU y un estrecho colaborador militar y tecnológico de Israel. Este trío garantiza el apoyo diplomático de Rabat, acceso a armamento avanzado, cobertura del foro internacional e inversión económica; a cambio de ello, Marruecos desempeña el papel de gendarme regional al controlar los flujos migratorios, reprimir movimientos políticos internos y externos, y garantizar de una estabilidad geoestratégica a beneficio de las potencias occidentales.
La ocupación del Sáhara Occidental es la expresión más clara de esta función subimperialista. Marruecos no solo coloniza un territorio en violación del derecho internacional, sino que también transforma la ocupación en una herramienta de proyección regional. El ejemplo más reciente de esto es el llamado proyecto "Atlantic Access" (acceso atlántico) ofrecido por Marruecos a los países del Sahel, incluidos Mali, Burkina Faso y Níger, a través del puerto de Dakhla, ubicado en territorio saharaui ocupado. Esta iniciativa, que se presenta como cooperación regional africana, no es más que una nueva forma de someter a los pueblos liberados de un yugo colonial (el francés) a otro (el marroquí) y reafirmar a Marruecos como brazo operativo del imperialismo francés en África.
La alianza con el régimen de Netanyahu refuerza esta lógica. Más allá del suministro de drones y tecnología de vigilancia, la presencia de asesores militares israelíes en el majzén y la adjudicación de contratos de exploración petrolera en aguas saharauis a Ratio Petroleum ponen de relieve la naturaleza colonial, de seguridad y extractivista de la ocupación. Es un claro caso de transferencia de métodos y estructuras coloniales entre regímenes que comparten una lógica común de represión y usurpación territorial, un verdadero "eje de ocupación". A cambio, Marruecos ofrece apoyo político y logístico al régimen sionista.
En este sentido, el caso del Sáhara Occidental no puede considerarse un conflicto aislado o regional. Representa una estructura subimperialista articulada con el imperialismo global. El subimperialismo marroquí no solo oprime al pueblo saharaui, sino que también sirve para preservar un sistema que niega la verdadera liberación a todos los pueblos explotados de la región. Combatirlo es una parte fundamental de la lucha antiimperialista de nuestro tiempo.
* Investigadora en el Centro de Estudios Africanos de la Universidad de Oporto, Portugal. thepanafrikanist.com. Traducido del inglés para Rebelión por Jesica Safa.
Lo que estamos haciendo hoy no es sólo una manifestación, es una fuerte demostración de determinación y confianza, es una declaración de disposición para luchar.
Estamos aquí hoy de la misma manera que estuvimos durante la campaña electoral, comprometidos y militantes por lo que importa, y lo que importa es la vida de cada persona.
Para el PCP no se habla de una campaña y otra a seguir.
El coraje que demostramos durante la campaña electoral es el mismo que demostramos aquí hoy.
A todos aquellos que se involucraron en la campaña de la CDU, a todos los militantes del Partido y del JCP, a todos los jóvenes que aportaron su energía y sus reivindicaciones a la campaña, a todos los amigos del Partido Ecologista “Os Verdes”, de Intervenção Democrática, a todos aquellos que, aunque no sean un partido, encontraron su espacio en la CDU, un gran saludo a todos.
Fue su fuerza, su compromiso y su militancia lo que dio lugar a una campaña ligada a la vida y a la realidad y aseguró que el resultado de la CDU tuviera un importante significado de resistencia, contradiciendo las múltiples predicciones de quienes insisten, año tras año, en confundir los deseos con la realidad.
Hicieron todo, invirtieron mucho, movilizaron todo durante sucesivos años para imponer valores reaccionarios y antidemocráticos, para incitar al odio y a la violencia, para hacer de la mentira, la falsedad y la calumnia la forma de ser, podemos decir de todos ellos que, si bien parte de sus deseos se cumplieron, su objetivo principal quedó, una vez más, por debajo de las expectativas.
El resultado de la CDU es fruto de una resistencia en el marco de unas líneas ofensivas ideológicas profundas que pretenden cambiar los valores y que empujan a la mayoría a mirar hacia los lados y hacia abajo en busca de la causa de sus propias dificultades.
Pueblo contra pueblo, obreros contra obreros, ésta es la máxima de esta ofensiva ideológica. Una vieja fórmula que no tiene nada de innovador, que incentiva y fomenta la guerra entre los trabajadores para favorecer a quienes se creen dueños de todo.
Poner a los de abajo en conflicto entre sí para que los de arriba puedan seguir explotando y aplastando las vidas de quienes nos rodean y las nuestras.
Sabemos muy bien que así funciona la política al servicio de los grupos económicos, sabemos muy bien quiénes son las fuerzas a su servicio y a quiénes financian.
Las fuerzas reaccionarias son instrumentos al servicio de grandes intereses, cada uno con un guión claramente definido por quienes están en el poder.
Fuerzas que se alimentan de la angustia, de las dificultades de la vida, de la incertidumbre, de la precariedad, de promesas y más promesas eternamente pospuestas y nunca cumplidas.
Fuerzas para las que todo vale, la mentira, la demagogia, los golpes de Estado, todo sirve para engañar y tratar de imponer su agenda reaccionaria.
De sus dueños, aquellos que concentran la riqueza a costa de todos nosotros, no se oye ni una palabra, ni un pío.
Son lo peor del sistema.
Es en este marco complejo, y con todo el proceso electoral aún no completado, que la composición de la futura Asamblea de la República ha conocido una evolución negativa marcada por el crecimiento del PSD, CDS, Chega e IL.
Independientemente de los arreglos que puedan darse entre estas u otras fuerzas, el nuevo marco institucional entraña de hecho el peligro real de intensificar la implementación de la agenda retrógrada, neoliberal y antipopular.
Las elecciones no sólo no resolvieron ninguno de los problemas que sentía la mayoría de la gente, sino que empeoraron las condiciones para acentuar la inestabilidad en la vida de todos. Los resultados electorales del pasado domingo crearon una situación con nuevas exigencias y nuevos desafíos.
Ante esta realidad, no son aceptables los entendimientos con la derecha y sus concepciones reaccionarias, retrógradas y antidemocráticas, ni tampoco el apoyo a sus políticas antipopulares.
Lo que se necesita en este momento es resistir y luchar de manera decidida contra la agenda actual, que buscarán intensificar.
No hay estabilidad con la inestabilidad de la vida de quienes trabajan.
Sentimos las consecuencias de las decisiones políticas, sabemos qué plan y agenda quieren intentar imponer.
Aquellos que votaron por la derecha serán en gran medida las primeras y principales víctimas de sus políticas.
La política de derecha es la causa fundamental de la inestabilidad en la vida; Los resultados electorales y su expresión institucional no legitiman una política que vaya en contra de las respuestas que se requieren a favor de la vida de las mayorías.
Es a esta confrontación a la que llamamos a todos los demócratas, a los patriotas y a todos los que viven y trabajan aquí.
Quieren tener acceso al dinero de la Seguridad Social y los jubilados necesitan más pensiones y beneficios;
Quieren que trabajemos más horas y más años, y los trabajadores reclaman una semana de 35 horas y que 40 años de trabajo y cotizaciones den derecho a una jubilación sin penalizaciones;
Quieren más beneficios para los grupos económicos y lo que necesitan los trabajadores es más salarios y ya;
Quieren destruir el NHS y los usuarios y profesionales sanitarios quieren salvarlo;
Quieren hacer negocio con todo y lo que necesitan los padres es una red pública de guarderías;
Quieren servir a los bancos y a los fondos inmobiliarios y todos, y los jóvenes en particular, necesitan casas donde vivir y que puedan permitirse;
Quieren llevarnos a la locura de la guerra y lo que la gente necesita es paz, cooperación y solidaridad.
Viven bien con su hipocresía y cinismo y todos realmente necesitamos poner fin al genocidio actual del pueblo palestino;
Quieren validar la confusión entre intereses privados y gestión pública y el país necesita urgentemente acabar con la promiscuidad entre grupos económicos y políticos, queremos acabar con la corrupción y el tráfico de influencias;
Quieren un país sumiso a las órdenes de la UE, la OTAN y los EE.UU. y lo que urge es un Portugal soberano que defina su propio camino de desarrollo;
Quieren dar un golpe de Estado y lo que necesita el pueblo es que cada artículo de la Constitución de la República se traduzca en la vida de cada persona;
Quieren ajustar cuentas con abril y lo que necesita el país es volver al camino de abril construido por las manos de nuestro pueblo;
Esta es la confrontación que está ahí y cada vez es más clara y evidente.
Rechazamos esta política y haremos todo lo posible para detenerla.
Y a los que dicen que es pronto para rechazar el programa del Gobierno, les decimos que sabemos muy bien lo que viene y ahora es el momento de aclarar quién apoya, quién es cómplice y quién se opone al rumbo actual y a la agenda que se está preparando.
Sí o no al desmantelamiento del NHS, sí o no al ataque a la Seguridad Social, sí o no a los cambios en las leyes laborales con más precariedad, sí o no a las privatizaciones.
Esto es lo que está en juego, esto es lo que cada persona tendrá que elegir y tendrá que hacerlo ahora, no para venir a quejarse después de que el daño esté hecho.
Rechazar un programa cuya política es conocida, independientemente de la composición del Gobierno, es una iniciativa que no deja sin respuesta una opción equivocada, que exige a todos clarificarse y constituye al mismo tiempo una señal de combate y una perspectiva para la lucha que deberá intensificarse.
Los resultados electorales crearon temores y preocupaciones justificadas entre amplios sectores democráticos.
A todos ustedes les decimos que este no es momento de esperar y ver, este no es momento de encogerse ni de hacer ilusiones.
Este es el momento de que cada uno de vosotros tome el camino de la resistencia y luche contra el retroceso, y abra el camino que Portugal necesita.
Hacemos un llamamiento a todos a comprometernos en esta lucha y en esta respuesta, para defender los derechos, la democracia, la Paz, un llamamiento en torno a la Constitución de la República, no sólo en su defensa sino sobre todo en su cumplimiento, todos los días y en la vida de cada uno.
Este es el momento de tomar la iniciativa.
Es el momento de resistir a la política actual al servicio de los grupos económicos, de las multinacionales y sumisas a los intereses y dictados de la UE, y afirmar una política alternativa basada no en proclamas o programas mínimos, sino en una política de ruptura al servicio de las mayorías, de los que trabajan, de los jubilados, de los jóvenes y por un país soberano.
Cuenten con el PCP para afirmar el proyecto alternativo que se necesita y ser el elemento fundamental de acción, iniciativa y convergencia con los demócratas y los patriotas.
No es momento de diluciones, al contrario, es momento de afirmar proyectos alternativos y de combatir la política de derecha con las fuerzas de todos.
Es aquí donde se requiere aclaración y convergencia.
El camino que se necesita es una declaración clara y valiente que dé perspectivas a los trabajadores, a las masas populares y a la juventud, a todos aquellos que tienen motivos legítimos para estar descontentos.
La lucha de los trabajadores, del pueblo y de la juventud no permitirá que sus derechos sean destruidos y el país retroceda por la imposición del neoliberalismo y la acción reaccionaria.
La situación exige tomar la iniciativa y es a lo que se ha comprometido el PCP.
Tomamos la iniciativa en torno a lo que realmente importa en la vida de todos: salarios, pensiones, salud, vivienda, educación, costo de vida, derechos de los niños y los padres, derechos de las mujeres, derechos de los jóvenes, el medio ambiente.
Tomamos la iniciativa en el trabajo y la acción con otros demócratas y patriotas.
Tomamos la iniciativa con la afirmación y ampliación del proyecto de gobierno local de la CDU, la gran fuerza unitaria y popular, de la libertad y la democracia, basado en el lema: trabajo, honestidad y competencia.
¡Tomamos la iniciativa y celebramos el Festival Avante! la gran fiesta popular, de la juventud, de los niños, la gran fiesta de abril y con sus valores en el horizonte.
Tomamos la iniciativa y llevaremos a cabo la acción “Más salarios y pensiones, para una vida mejor”.
Que todos se concentren en esta acción vinculada a la vida y a los problemas concretos de los trabajadores, de los jubilados y de los jóvenes.
Recogamos tantas firmas como sea posible para que el acto se convierta en un gran momento de afirmación, no del PCP o de la CDU, sino del camino que hay que seguir hacia el futuro.
Hagamos de las elecciones locales una campaña ligada a la realidad, a los problemas concretos de nuestro pueblo.
Demostremos que cada voto a la CDU cuenta y es un factor de resistencia y esperanza.
Votar a la CDU no es una traición, no es un desperdicio, mereció y merecerá la pena, dar cuenta y dar a conocer la actividad que realizamos.
Abrimos la esperanza a nuevas personas y a nuevos hombres, hagamos de esta realidad instrumentos para fortalecer el Partido.
Fortalecer el Partido en todos los niveles, desde la rendición de cuentas de los cuadros hasta el fortalecimiento y dinamización de las organizaciones, el trabajo de propaganda y la difusión de ¡Avante! a la independencia financiera.
Saludamos la participación militante que hace de nuestro Partido una fuerza capaz de resistir, de profundizar su conexión con las masas populares, de tomar la iniciativa con confianza y decisión.
Damos la bienvenida a todos aquellos que nos han contactado y se están sumando al Partido, y desde aquí hacemos un llamamiento a muchos más a que unan sus voces a las nuestras por un PCP más fuerte al servicio de los trabajadores, el pueblo y el País.
El Partido que no espera y toma la iniciativa con la lucha valiente contra la derecha, contra las fuerzas reaccionarias y contra su proyecto.
El Partido que, ante una situación en la que la humanidad se enfrenta a la barbarie del capitalismo, a la guerra, a la depredación del medio ambiente, a la explotación, a las injusticias y desigualdades, afirma con valentía y confianza el camino del ideal comunista, el ideal de la libertad y de la democracia, de una nueva sociedad, del progreso social y de la Paz.
El gobierno adcheganizado abrazó la falsa retórica de la inseguridad generalizada, o incluso reforzó la mentira de que había una relación entre el crimen y la inmigración, con el objetivo de alimentar y propagar el afecto político del miedo.
CréditosJosé Sena Goulão / Agencia Lusa
El extracto que sigue se encuentra en la parte final y concluyente del libro Anatomía del fascismo (2004), del historiador estadounidense Robert Paxton. Uno de los estudiosos más prolíficos del fascismo en la segunda mitad del siglo XX, un intelectual que se declaraba del campo liberal (social-liberal), por lo tanto, insospechado de simpatías hacia las ideas marxistas o el proyecto social comunista. Introduzco esta contextualización para que los más ardientes liberales/conservadores, anticomunistas y antimarxistas, no empiecen a pensar o decir cosas inapropiadas. En este sentido, leamos con atención esta advertencia de Paxton, para reflexionar sobre la situación que estamos viviendo:
« Los fascistas se acercan al poder cuando los conservadores empiezan a tomar prestadas sus técnicas, apelan a las "pasiones movilizadoras" y tratan de cooptar a sus anfitriones. [...] en la forma de una alianza madura entre fascistas y conservadores .» (Robert O. Paxton)
La observación histórica del autor nos lleva a una cuestión central hoy, que hemos identificado en los estudios sobre movimientos y partidos reaccionarios, (neo)fascistas o de extrema derecha, el proceso de normalización e integración de estas fuerzas políticas en las contradicciones de la sociedad capitalista. Esta “naturalización” política es transversal a varios segmentos sociales, más especialmente a los partidos políticos de derecha moderada (liberales y conservadores) y también a los medios de comunicación (en sentido amplio). En este sentido, es importante destacar que gran parte de los dirigentes políticos y cuadros militantes de la extrema derecha surgieron desde el seno de los partidos de la llamada “derecha tradicional”. ¡No "cayeron" del cielo!
Cuando analizamos la realidad nacional, observamos que el "no es no" del actual primer ministro interino, Luís Montenegro, a Chega y André Ventura, no es más que un juego de charadas cuando se trata de la esfera de la gobernanza. Dado que, en materia política, el gobierno de la Alianza Democrática viene avanzando firmemente hacia un proceso de cheganización, es decir, de normalización y legitimación de la Chega y sus ideas reaccionarias con tintes neofascistas, tanto discursivas como en las prácticas político-gubernamentales.
Veamos algunos ejemplos. El gobierno AD-cheganizado abrazó la falsa retórica de la inseguridad generalizada, o incluso reforzó la mentira de que había una relación entre el crimen y la inmigración, con el objetivo de alimentar y propagar el afecto político del miedo (contrariamente a varios estudios y datos). Esta situación no se restringe al campo discursivo, sino que gana seguridad práctica en diversos aparatos del Estado. Frente a una multitud de crisis de alta intensidad, fundamentalmente económicas, el chivo expiatorio, la “causa” de los problemas, el supuesto peligro para la “civilización occidental” es el Otro (los inmigrantes). Esta retórica chovinista y racista se ha extendido por Europa y los Estados Unidos de América.
«El gobierno de la Alianza Democrática viene avanzando firmemente en un proceso de cheganización, es decir, de normalización y legitimación de la Chega y de sus ideas reaccionarias con tintes neofascistas, tanto discursivas como en las prácticas político-gubernamentales. »
Ese “enemigo” imaginario que Chega y sus secuaces propagan cada día, que también promueven el PSD y el CDS, no son los inmigrantes en abstracto, no son las personas blancas y ricas del norte de Europa o de los Estados Unidos. Pero son esos trabajadores inmigrantes en condiciones de vida y de trabajo altamente precarias y empobrecidas, marcados socialmente como subhumanos, es decir, personas racializadas (negras y no blancas). A pesar de todas las limitaciones y problemas de la "Encuesta sobre las condiciones de vida, orígenes y trayectorias de la población residente" del INE, este documento proporciona algunas pistas para comprender la realidad socioeconómica en Portugal, especialmente las condiciones de vida de este nuevo sujeto político que está emergiendo en el espacio público y en el entorno laboral portugués.
La inmigración nunca ha estado desregulada y no supone un problema para la sociedad portuguesa. La mano de obra inmigrante ha sido decisiva y fundamental para muchos sectores de la economía portuguesa (productiva y de servicios). Si seguimos la metodología del último informe de inmigración (2023, p. 150) y, teniendo en cuenta los datos recientes proporcionados por AIMA que apuntan a más de 1,5 millones de inmigrantes en Portugal, la tasa de actividad o fuerza de trabajo disponible para el mercado de trabajo podría alcanzar aproximadamente el 20% de los inmigrantes – trabajadores formales, autónomos, informales y similares. ¿Qué significa esta tendencia? Estamos viviendo y observando una importante transformación social y económica en el país, por lo tanto, la inmigración se ha convertido en un tema y la derecha quiere convertirlo en un problema para capitalizarlo políticamente.
Señalo una contradicción evidente. A efectos de comparación a largo plazo, en la historia moderna y contemporánea, Portugal ha contribuido con uno de los mayores participantes relativos en los movimientos migratorios en Europa (colonización y exilio político, etc.). Entre el comienzo de la Guerra Colonial y el fin de la dictadura fascista, de 1960 a 1974, emigraron 1,5 millones de portugueses, el mismo número de inmigrantes que hay hoy en el país. No faltan informes sobre emigrantes portugueses que sufren discriminación en otras “regiones más blancas” (¡contiene ironía!).
« Estamos viviendo y observando una importante transformación social y económica en el país, por lo tanto, la inmigración se ha convertido en un tema y la derecha quiere convertirlo en un problema para capitalizarlo políticamente. »
Volvamos a la llegada de la sociedad a Portugal, que es lo que la historiografía cataloga como proceso de fascistización. El ministro de la Presidencia, Leitão Amaro, es la figura pública gubernamental que más ha expresado el paso del gobierno de AD a la madurez, además de no decir la verdad en varios aspectos: mentiras y desinformación. Uno de los “discursos” más significativos ha sido la afirmación de que la inmigración estaba/está fuera de control, para justificar los inmensos problemas que el SEF trasladó a la AIMA, en materia de documentación de la población inmigrante. Otra mentira es que Portugal tiene el mayor porcentaje de inmigrantes de Europa, lo que refuerza la retórica neofascista del “gran reemplazo”. Una de las más graves, desde el punto de vista de la legitimación del discurso reaccionario y chovinista de Chega y del trumpismo, fue la pieza de propaganda electoral del sábado 3 de mayo, cuando se anunció que 4.500 inmigrantes ilegales habían recibido una notificación para abandonar Portugal o serían expulsados/deportados, siendo solo los primeros de los 18.000. ¿Cuál es la necesidad de este tipo de publicidad?
Al repetir que la inmigración no está regulada y necesita ser controlada para “humanizarla” (esto no es más que cinismo), los conservadores/liberales están recurriendo a una falacia como arma de lucha política, en la que los propagadores y movilizadores originales son los neofascistas o la extrema derecha (como les gusta llamarla a los politólogos). La alianza más peligrosa no es la gubernamental, sino la que pretende construir una hegemonía social sostenida en el racismo, el reaccionarismo, el chovinismo y con colores fascistas. El siglo XX en Europa está lleno de ejemplos que no debemos repetir.
Regreso a un pensador liberal (de muy raro linaje), además del trabajo consistente de sistematización de las prácticas fascistas y sus cinco fases, señala un punto central que los estudios marxistas han resaltado, desde el fascismo histórico hasta las posibilidades del neofascismo, que el régimen liberal-capitalista es el rostro de las clases dominantes cuando no tienen miedo y que el fascismo lo sería cuando tienen miedo, ante una crisis económico-social y política de alta intensidad. Por lo tanto, la fascistización (cheganización) de sectores de la derecha conservadora-liberal tiene base histórica, no es algo “anormal”.
Decir que se enfrentan al fascismo pero no luchan contra el capitalismo es como secar el agua, porque llegará un momento en que serán absorbidos o fusionados con el proyecto político fascista y sus sucesores.
Necesitamos volver a los clubes recreativos, a las asociaciones estudiantiles, a las actividades de los consejos parroquiales y a los sindicatos. Es necesario asumir responsabilidades en los partidos. Si no estamos involucrados en ninguna de estas esferas, ¿dónde creemos que podemos ir para competir en el mundo?
CréditosNuno Veiga / Agencia Lusa
Las elecciones legislativas del 18 de mayo de 2025 no representan, contrariamente a lo que pueda parecer, un punto de ruptura, sino más bien la profundización de un camino recorrido durante años, un camino en el que el gobierno del Partido Socialista, especialmente durante sus dos últimos años con mayoría absoluta, contribuyó decisivamente a agravar las desigualdades entre los que mucho tienen y los que apenas tienen lo suficiente, preparando el terreno fértil donde ahora florece el giro a la derecha. AD, Chega e Iniciativa Liberal registraron aumentos significativos, pese a que son precisamente las políticas que estos partidos defienden –austeridad disimulada, desregulación laboral y debilitamiento del Estado Social– las que están en el origen del descontento popular.
El ascenso de la derecha se produce, paradójicamente, en un momento en que el país todavía siente los efectos del empobrecimiento promovido por esas mismas orientaciones políticas en ciclos anteriores. Peor aún, el primer ministro Luís Montenegro regresa al cargo rodeado de sospechas de un conflicto de intereses entre su cargo público y sus vínculos empresariales, sin que esto parezca molestar a gran parte del electorado que, al mismo tiempo, clama contra la corrupción de los “políticos”.
¿Cómo se puede explicar esta contradicción? Quizás por la fuerza de una idea que la derecha supo vender bien: la ilusión del éxito individual, de la meritocracia como justicia, del emprendimiento como liberación. Una idea que promete ascenso social a través del esfuerzo personal, incluso cuando todo a su alrededor contradice esta promesa. Sin embargo, para muchas personas esta promesa suena más concreta y esperanzadora que el discurso sobre la solidaridad o la justicia social.
Aunque siguen viviendo en condiciones precarias, sin vivienda digna, sin tiempo para vivir ni ver crecer a sus hijos, explotados laboralmente, aislados en la soledad de una vida cotidiana atomizada, esta perspectiva de triunfar individualmente sigue dominando. Y es precisamente ahí donde debemos detenernos, mirar lo que nos rodea, pensar que, por mucho que nos digan que el camino es recto, hay veces que avanzar sin ver es caer en el mismo agujero en el que caímos ayer.
« El ascenso de la derecha se produce, paradójicamente, en un momento en que el país aún siente los efectos del empobrecimiento promovido por esas mismas orientaciones políticas en ciclos anteriores. »
La ira crece, sí, pero en lugar de dar paso a un grito colectivo, se transforma en un murmullo sospechoso, dirigido hacia los lados y nunca hacia arriba. Se dirige a los inmigrantes, a los pobres, a los más vulnerables. Es una rabia sin brújula, sin conciencia de quién se beneficia de la división.
Por otro lado, la izquierda perdió terreno. El PS perdió 400 mil votos, el BE 150 mil, quedando reducido a un diputado. La CDU perdió 20 mil votos, pero logró desafiar, una vez más, las sentencias que dictaban su desaparición. El pequeño crecimiento de Livre (50 mil votos) no es suficiente para compensar esta hemorragia. Y la abstención, aunque menor que en años anteriores, sigue siendo alta: votaron 200.000 personas menos que en 2024. La desmovilización es real. Y no es sólo electoral: es social, cultural y comunitario. Y la pregunta que surge, si queremos escuchar algo más que el ruido de fondo de los noticieros que alimentan la desorientación general, es sencilla: ¿dónde estamos cuando no estamos en ninguna parte?
La respuesta no está en fórmulas mágicas, sino en algo más exigente: asumir en serio el activismo. Suponiendo que es necesario sacrificar la aparente comodidad del individualismo para recuperar la fuerza de la vida comunitaria. Que quizás el mayor sacrificio sea dejar de ver el mundo como espejo de deseos, para verlo como es: desigual, injusto, pero transformable.
Necesitamos volver a los clubes recreativos, a las asociaciones deportivas, a los comités de festivales vecinales, a las asociaciones estudiantiles, a las actividades de los consejos parroquiales y a los sindicatos. Es necesario asumir responsabilidades en los partidos. Si no estamos involucrados en ninguna de estas esferas, ¿dónde creemos que podemos ir para competir en el mundo? Es urgente participar, construir, discutir, como nunca antes. Un primer paso es tomar en serio las próximas elecciones locales y pensar en el derecho a la ciudad, a la vivienda, a la movilidad, a la cultura, como campos de disputa y no como servicios que nos son –mal– prestados desde arriba.
Sabemos que es más fácil no hacer nada, y que hay días en los que incluso levantar la cabeza parece un esfuerzo inútil. Pero quizá valga la pena recordar que aquel 25 de abril, del que hoy se cumplen 51 años, no fue obra de quienes se quedaron esperando, ni de quienes dijeron que sólo quienes se metían en política hacían el mal. De lo contrario. Fue hecho por aquellos que creían que lo imposible era sólo aquello que aún no se había intentado con suficiente fuerza y organización efectiva. O, en otras palabras, para aquellos que se dieron cuenta de que las injusticias eran suficientes para hacerles incapaces de vivir de otra manera.
Tenemos que comprometernos, sí, aunque nos cueste tiempo, espacio, paz, incluso algo de paz doméstica que a veces confundimos con felicidad, aunque nos arruine los planes de quedarnos en el sofá viendo series sobre revoluciones que no hicimos. Tenemos que implicarnos, poner manos y cabeza en lo que se construye con otros, porque al final –y no hace falta ir muy lejos para darnos cuenta de ello– tendremos más que ganar en el compartir imperfecto de la vida cotidiana que en la ordenada soledad de la comodidad individual. Y si alguien nos pregunta si todavía vale la pena luchar, si todavía se justifica este esfuerzo, esta terquedad en querer cambiar el mundo cuando todo parece ya decidido y perdido, quizá podamos devolverle la pregunta, no como un desafío, sino como una invitación sencilla y sin pretensiones: ¿y si empezamos por intentarlo? Lo mínimo que cada uno puede dar debe ser más que nada, y entonces seguro que será suficiente.
El artículo de Gabriel Hetland, titulado “Capitalism and authoritarianism in Maduro’s Venezuela”, publicado en New Labor Forum y reproducido en LINKS International Journal of Socialist Renewal, presenta una visión sesgada y descontextualizada de Venezuela bajo el gobierno del presidente Nicolás Maduro. Según Hetland, el gobierno de Maduro carece prácticamente de cualquier rasgo favorable. Hetland cita con aprobación la afirmación de los críticos más duros de Maduro dentro de la izquierda, quienes sostienen que su gobierno y la oposición de derecha son “las dos caras de la misma moneda”.
Sin embargo, cualquier estudio serio sobre Venezuela bajo el gobierno de Maduro debe integrar en el análisis el impacto de las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos, y no limitarse a hacer menciones superficiales de las mismas. La guerra económica orquestada desde Washington socavó de manera significativa la eficacia de políticas potencialmente acertadas impulsadas por Maduro. Desestimar dichas políticas como prueba de incompetencia —o ignorarlas por completo, como hace Hetland— resulta engañoso.
Más bien, los efectos tóxicos de la relación entre la política gubernamental venezolana y los actos de agresión por parte de Washington deben ocupar un lugar central en el análisis. El enfoque de blanco y negro de Hetland le hace un flaco favor a la compleja y, en muchos aspectos, singular experiencia del chavismo. Un examen más matizado y crítico es esencial si queremos extraer las lecciones necesarias del proceso político en el país.
Guerra contra Venezuela
Para empezar, no se pueden utilizar los mismos criterios para evaluar gobiernos como los de Venezuela (o Cuba) que usan para analizar gobiernos progresistas como el de Brasil bajo Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff o el de Argentina durante los mandatos de los Kirchner (Néstor y Cristina). Las acciones ilegales y semi-legales emprendidas por Washington y por la oposición de derecha venezolana han sido numerosas e implacables casi desde el inicio de la presidencia de Hugo Chávez en 1999. De muchas maneras, estas se intensificaron durante el gobierno de Maduro.
Estas incluyen: golpes de Estado abortados; intentos de asesinato —uno de ellos con drones (1); el reconocimiento de gobiernos de facto; llamados públicos de altos funcionarios estadounidenses instando a los oficiales militares venezolanos a intervenir; invasiones por parte de fuerzas paramilitares provenientes de Colombia; campañas internacionales, tanto encubiertas como abiertas, para aislar a Venezuela; financiamiento extranjero a grupos opositores en una escala muy superior al que se otorgó a países vecinos; violencia callejera generalizada y prolongada con el objetivo de provocar un cambio de régimen; y sanciones secundarias de gran alcance destinadas a presionar a corporaciones y gobiernos de todo el mundo para que eviten relaciones comerciales con Venezuela, lo que equivale a un embargo de facto. Todas estas acciones han sido ampliamente documentadas. (2)
Es necesario incorporar plenamente el alcance total de la guerra contra Venezuela en el análisis. Sin embargo, los lectores de Hetland no llegan a comprender contra qué se está enfrentando Maduro. Los efectos de esta guerra van mucho más allá de ser un asunto de interés académico: constituyen un elemento esencial en el debate sobre si la presidencia de Maduro debe considerarse un fracaso absoluto, una postura defendida por la derecha y por sectores de la izquierda, incluyendo al propio Hetland. Lejos de reconocer la naturaleza multifacética de la agresión contra Venezuela, esta visión la reduce a la cuestión de las sanciones, las cuales son consideradas como no más — y en muchos casos mucho menos — responsables de las penurias económicas del país que los errores y la supuesta incompetencia de Maduro. Estos críticos subestiman el efecto devastador de la guerra contra Venezuela, especialmente si se considera que muchos de los errores de Maduro fueron, en realidad, sobrerreacciones ante provocaciones respaldadas o iniciadas por Washington.
Además, Washington ha contrarrestado sistemáticamente cada iniciativa emprendida por el gobierno de Maduro para hacer frente a las dificultades económicas del país. Por ejemplo, cuando el gobierno de Maduro intentó renegociar su deuda externa en respuesta a la fuerte caída de los precios del petróleo, en agosto de 2017, el presidente estadounidense Donald Trump prohibió la negociación de bonos venezolanos en los mercados de Estados Unidos. Ante las medidas de Washington contra la industria petrolera venezolana, (3) Maduro recurrió entonces a las exportaciones de oro, pero Trump emitió en 2018 una orden ejecutiva que prohibía la compra de oro venezolano. Paralelamente, el gobierno de Maduro lanzó una criptomoneda, el Petro, con el fin de eludir el sistema SWIFT controlado por Estados Unidos, que había llevado a numerosos bancos a evitar transacciones con Venezuela —lo que Maduro calificó de “bloqueo” financiero. Trump respondió con otra orden ejecutiva que prohibía el uso de Petros en la jurisdicción estadounidense.
Ahora, el segundo gobierno de Trump se ha negado a renovar las “licencias” que la administración Biden había concedido a Chevron y otras corporaciones para operar en Venezuela, justo cuando la industria petrolera del país comenzaba a experimentar una recuperación lenta pero sostenida en los niveles de producción. Maduro había reformulado la política petrolera para facilitar la concesión de estas licencias.
Estos son solo algunos ejemplos de cómo Washington frustró las iniciativas de Venezuela. Ilustran hasta qué punto estaban limitadas las opciones de Maduro y plantean la cuestión más amplia de cuáles eran las opciones disponibles.
Avances y concesiones
Sin duda, el acercamiento de Maduro al sector privado —lo que Hetland denomina un “pacto interburgués” que involucra a los intereses empresariales tradicionales (agrupados en Fedecámaras) y al sector empresarial emergente (denominado peyorativamente como la boliburguesía)— merece ser objeto de debate. A mi juicio, sin embargo, la discusión debería centrarse en los términos concretos de estas alianzas, y no en si dichas alianzas se justifican o no en las circunstancias actuales. Afirmar que Maduro se “vendió” no contribuye a un debate abierto y libre de dogmatismos sobre el tema. Hetland reconoce que las condiciones imperantes no permitían a Maduro avanzar hacia una “transformación socialista”, como lo proponían algunos sectores más a la izquierda. (4) Pero si se opone a las alianzas con el sector privado, queda por preguntarse: ¿qué curso de acción propone entonces?
La estrategia del “desarrollismo” —que en América Latina se ha basado en una alianza entre gobiernos de orientación progresista y sectores empresariales— puede representar una opción viable no socialista en una situación aguda como la que enfrenta el gobierno de Maduro. Hetland afirma que Maduro “no ha puesto en práctica ninguna forma de desarrollismo”, pero no ofrece evidencia que respalde dicha afirmación. Sin embargo, en su Discurso Anual a la Nación de 2025, Maduro anunció que el 85 % de los alimentos vendidos en los supermercados son ahora “Hechos en Venezuela”, lo que representa lo inverso de la situación de hace diez años. De ser cierto, este cambio se debe en gran medida a una “alianza estratégica” entre intereses agrícolas y el gobierno, actualmente coordinada a través del Ministerio de Agricultura y el Ministerio de Industria y Producción Nacional. Un análisis crítico riguroso debería reconocer las afirmaciones de Maduro y presentar evidencia empírica que demuestra lo contrario, o bien identificar fallas específicas en la implementación del desarrollismo. Pero Hetland omite gran parte del panorama y pasa por alto ciertas posiciones dentro de la izquierda que no coinciden con la suya.
Por ejemplo, Hetland no hace ninguna referencia a las comunas (unidades de producción comunitaria) promovidas por el gobierno, cuya existencia contradice la noción de que Maduro es en realidad un neoliberal disfrazado de izquierdista. Aunque durante varios años Maduro restó importancia a las comunas, más recientemente les ha dado un nuevo impulso, declarando 2023 como “el Año de las Comunas”. Chris Gilbert analiza esta revitalización en Commune or Nothing! Venezuela’s Communal Movement and its Socialist Project, basándose ampliamente en observaciones personales y entrevistas realizadas en todo el país. El trabajo de Gilbert arroja luz sobre la postura de apoyo crítico a Maduro, una perspectiva que se manifestó en el congreso fundacional de la Unión Comunera en marzo de 2022. Ese punto de vista fue expresado por Ángel Prado, líder de El Maizal, la comuna más exitosa del país, que fue la anfitriona del evento. (5)
Al año siguiente, Maduro nombró a Prado como ministro de las Comunas. A pesar de su historial de confrontaciones con el gobierno venezolano y el partido gobernante, Prado continúa viendo al Estado como un terreno en disputa, en el que los vestigios del “Estado burgués” se enfrentan a las comunas y otras fuerzas populares. La experiencia de Prado y del movimiento comunal contrasta claramente con la interpretación que Hetland ofrece del gobierno de Maduro. Hetland no menciona a los partidarios críticos —entre ellos escritores y activistas políticos, tanto venezolanos como extranjeros— y se centra, en cambio, en el grupo recientemente formado “Comunes”, compuesto por antiguos chavistas de izquierda que ahora demonizan a Maduro.
Represión y contextualización
De manera similar, en su análisis de las protestas que siguieron a las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024, Hetland pasa por alto un punto de vista de la izquierda que contradice el suyo. Escribe: “El gobierno respondió a las protestas, en su mayoría pacíficas, con una represión brutal, deteniendo a unos dos mil manifestantes”. Sin embargo, desde la izquierda se plantea otra versión de los hechos, aunque ambas perspectivas no necesariamente se excluyen mutuamente.
Tras las jornadas de protesta del 29 y 30 de julio, el fiscal general Tarek William Saab presentó abundantes pruebas en las que alegó que en esos dos días delincuentes, en connivencia con la derecha venezolana, perpetraron ataques contra símbolos del Estado: 11 instalaciones del Metro, 28 metrobuses, 27 vehículos policiales, 27 estatuas, 57 instituciones educativas, 10 sedes del Consejo Nacional Electoral y 10 sedes del partido de gobierno. Antes del ascenso de Chávez al poder, Saab fue un destacado defensor de los derechos humanos, y sus denuncias sobre la violencia instigada por la oposición merecen ser tomadas en serio, incluso si finalmente se refutan.
Otro ejemplo de la falta de objetividad de Hetland es su acusación de que yo justifico la represión política en Venezuela, una afirmación que no logra sustentar. Dada la gravedad del señalamiento, no hay justificación alguna para hacerlo sin un examen riguroso de los hechos. Hetland cita mi uso de la expresión “quitarse los guantes” en referencia a Maduro: “Aunque pueda ser lamentable que Maduro haya recurrido a la represión (‘quitarse los guantes’), esto [según Ellner] está más o menos justificado.” Sin embargo, mi afirmación fue algo muy distinto. Lo que en realidad escribí fue: “Algunos analistas de izquierda critican a Maduro por haberse quitado los guantes y no ajustarse a las normas de la democracia liberal. En algunos casos, las críticas son válidas, pero deben ser contextualizadas”.
Contextualizar no es lo mismo que justificar. Por ejemplo, se puede señalar que la expansión hacia el este de la OTAN ha sido durante mucho tiempo una fuente de gran preocupación para los líderes rusos. Dicha afirmación no implica necesariamente apoyo a la decisión de Vladimir Putin de invadir Ucrania.
De hecho, critiqué aspectos importantes de la estrategia de Maduro de “jugar duro” y “quitarse los guantes”. Califiqué el reconocimiento oficial por parte del gobierno a una pequeña facción escindida del Partido Comunista de Venezuela (PCV) —en lugar del partido principal que incluía a todos los líderes comunistas de peso— como “un punto en contra para el gobierno de Maduro”. También señalé que esa misma táctica había sido utilizada anteriormente contra otros partidos de oposición, los cuales, afirmé, “indudablemente… violaron la constitución”. (6)
Apoyo crítico
La manera en que Hetland retrata mis opiniones refleja una tendencia en ciertos sectores de la izquierda de polarizar el debate sobre el gobierno venezolano, caracterizando a Maduro como un villano o bien adoptando una postura acríticamente favorable. Este enfoque binario deja escaso margen para otras posiciones, como la del apoyo crítico a Maduro.
Al comienzo de su artículo, Hetland afirma que defiendo a Maduro, aunque con “salvedades”. A continuación plantea la pregunta: “¿Es Maduro un revolucionario antiimperialista con legitimidad democrática?” El mero planteamiento de la cuestión impide un análisis matizado. En lugar de identificar las “salvedades”, Hetland intenta refutar mis argumentos centrales calificando al gobierno de Maduro como antiobrero y corrupto. Las “salvedades” en mis escritos sobre Venezuela que él omite incluyen mi crítica a Maduro —y, en menor medida, a Chávez— por no haber aprovechado momentos favorables para profundizar el proceso de transformación y asestar golpes decisivos contra la corrupción. (7)
Hetland haría bien en quitarse las anteojeras y leer Sobre el tratamiento correcto de las contradicciones en el seno del pueblo de Mao Zedong para comprender la distinción entre “contradicciones secundarias” y “contradicciones antagónicas”. A mi juicio, las tensiones entre Maduro y el PCV fueron en un principio de carácter “secundario”, y el sectarismo de Maduro contribuyó a la ruptura final, que hoy resulta claramente irreparable. (8) La incapacidad de los analistas (y de los actores políticos, en el caso de Maduro y el PCV) para apreciar la importancia de los matices y asimilar el principio maoísta sobre enemigos y aliados dificulta el debate y la discusión serios. Esto, a su vez, conduce a errores y a la pérdida de una oportunidad invaluable para extraer lecciones de más de un cuarto de siglo de experiencia chavista.
En resumen, los errores y deficiencias del gobierno de Maduro no pueden ser ocultados ni justificados, pero sí deben ser comprendidos en su contexto. Existe una correlación directa entre la intensidad de la agresión imperialista y la capacidad de un gobierno comprometido con un cambio real para alcanzar sus objetivos sociales, políticos y económicos. Chávez reconoció desde los primeros años de su mandato que forjar alianzas con sectores empresariales era necesario para contrarrestar la agresión proveniente de adversarios tanto internos como externos. Lo que debería haber sido evidente para todos dentro del movimiento era que dichas alianzas eran propicias para la corrupción y generarían presiones por parte de los aliados para frenar o revertir el proceso de transformación.
Desde entonces, la crítica que identifica los aspectos negativos de las políticas del gobierno venezolano y define oportunidades políticas ha sido fundamental. Pero los críticos deben reconocer que los desafíos enfrentados por Maduro son en muchos sentidos mayores que los que tuvo que afrontar Chávez, al menos en los años posteriores a los intentos de cambio de régimen de 2002-2003. Entre esos desafíos se incluyen la abrupta caída de los precios del petróleo (a partir de 2015), la orden ejecutiva de Obama de ese mismo año (que marcó una escalada en la hostilidad por parte de Washington), y el desgaste del entusiasmo popular que inevitablemente ocurre tras largos períodos de sacrificios y dificultades.
Dentro de este contexto se cometieron errores graves. Pero, debido a la extrema polarización que ha caracterizado el período chavista, la lucha por rectificar esos errores tuvo que surgir desde dentro del propio movimiento; es decir, del partido de gobierno y sus aliados. Esto no habría sido necesariamente así en un entorno político menos tenso. Cualquier ataque frontal e incondicional al gobierno desde una perspectiva de izquierda —particularmente si no comprende la gravedad de los desafíos actuales provenientes de la derecha— será, en última instancia, contraproducente.
Este artículo originalmente fue publicado en inglés en Links: International Journal of Socialist Renewal
Notas
1. El asesor de seguridad nacional de Trump, John Bolton, en su libro The Room Where it Happened: A White House Memoir, insinuó que Estados Unidos estuvo detrás del ataque con drones. Bolton escribió que, tras el incidente, “Trump me dijo enfáticamente… ‘Hazlo… Esta es la quinta vez que lo pido.’” https://geopoliticaleconomy.com/2022/07/14/trump-john-bolton-coup-venezuela/
2. Entre los libros relativamente recientes que documentan la guerra contra Venezuela orquestada por Washington se encuentran: Joe Emersberger y Justin Podur, Extraordinary Threat: The U.S. Empire, the Media, and Twenty Years of Coup Attempts in Venezuela (New York: Monthly Review Press, 2021); Anya Parampil, Corporate Coup: Venezuela and the End of US Empire (New York: OR Books, 2024); Timothy M. Gill, Encountering US Empire in Socialist Venezuela: The Legacy of Race, Neocolonialism and Democracy Promotion (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2022); Alan MacLeod, Bad News from Venezuela: Twenty Years of Fake News and Misreporting (New York, Routledge: 2018).
3. Las publicaciones especializadas en comercio indicaron claramente que la orden ejecutiva de agosto de 2017 de Trump “apuntaba” a la industria petrolera venezolana. Ese mismo año, The Economist señaló que el sector petrolero había “sufrido una desinversión” y predijo que el gobierno de Maduro no permanecería en el poder más allá de 2019. En ese momento, el propio Hetland reconoció el impacto devastador de las medidas de Washington sobre la economía venezolana. Escribió: “Más allá de apoyar a la oposición más radical, las acciones de Estados Unidos han exacerbado directamente la crisis de Venezuela. Estados Unidos ha presionado a bancos estadounidenses y europeos para que eviten hacer negocios con Venezuela, privando al país de los fondos necesarios… Las sanciones estadounidenses (cada vez más respaldadas por otros países) también han exacerbado la crisis”.
La cuestión de los efectos adversos de las acciones de Washington contra Venezuela entre la fecha de la orden ejecutiva de Obama en 2015 —que declaró a Venezuela una “amenaza” para la seguridad nacional de EE. UU.— y la orden de agosto de 2017 es importante. La narrativa de la derecha venezolana, respaldada por analistas que incluyen a algunos de izquierda, sostiene que la crisis económica del país antecede a la principal sanción de EE. UU., emitida en enero de 2019 y diseñada para paralizar las exportaciones de petróleo venezolano. Esta afirmación exime a Estados Unidos de la responsabilidad por las penurias infligidas al pueblo venezolano y culpa exclusivamente a las políticas erradas de Maduro y a la corrupción. Sin embargo, incluso John Bolton admitió que las sanciones impuestas por EE. UU. bajo el gobierno de Trump tenían como objetivo “llevar la producción de la empresa petrolera estatal al nivel más bajo posible”, en un intento de “derribar el régimen de Maduro”.
4. Steve Ellner, “Objective Conditions in Venezuela: Maduro’s Defensive Strategy and Contradictions Among the People.” Science and Society, tomo 87, número 3, p. 389.
5. Chris Gilbert, Commune or Nothing! Venezuela’s Communal Movement and its Socialist Project (New York: Monthly Review Press, 2023), pp. 126-139.
6. Ellner, “Maduro and Machado Play Hardball.” NACLA: Report on the Americas, Spring, 2024, pp. 9, 11.
7. Ellner, “Class Strategies in Chavista Venezuela: Pragmatic and Populist Policies in a Broader Context”, en Ellner (ed.), Latin America’s Pink Tide: Breakthroughs and Shortcomings (Lanhan, MD: Rowman and Littlefield, 2020), pp. 180-184.
8. Ellner, “Objective Conditions in Venezuela,” pp. 401-402, 408, 410.