Cuando nos adentramos en su pensamiento, nos damos cuenta de que su núcleo central está constituido por la concepción del hombre nuevo y de su correspondiente formación.
Si bien es verdad que el Che no fue el primero en hablar del hombre nuevo, es el pensador contemporáneo al que se le vincula con más fuerza a esa concepción y desde una perspectiva Marxista; con una visión dialéctica parte del criterio de que el hombre nuevo se forja en el crisol de la práctica revolucionaria, a partir de la transformación del hombre que genera la vieja sociedad.
Para él, el hombre nuevo no es un estado que se alcanza, no es una estación a la que se arriba, no es tampoco una graduación que se concreta: “El hombre nuevo es un camino, un movimiento, un proceso que implica validar la condición de hombre nuevo de manera cotidiana”.
Nadie se gradúa definitivamente de hombre nuevo; se participa de ese
proceso; se está en ese camino, en la medida en que el ser humano responde a los problemas golpeantes de su tiempo con una actitud participativa, crítica y comprometida.
No se trata de establecer un signo de igualdad entre el hombre nuevo y el hombre perfecto. El hombre perfecto no ha existido ni existirá jamás; este, según el Che, está presente en todas aquellas individualidades de carne y hueso que trabajan, luchan y mueren día a día por lograr un mundo de justicia y equidad, y para avanzar hacia la última y más importante ambición revolucionaria, que es ver al hombre liberado de su enajenación.
Hasta la Victoria Siempre. Venceremos!!!
#CheVive
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