¡Lecciones que deben aprenderse para las experiencias soberanistas actualmente en curso en África!
Diagne Fodé Roland
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África vuelve a despertar entre la esperanza y el dolor. Esperanza en su parte occidental con el soberanismo de la AES [Alianza de los Estados del Sahel] y Senegal, dolor en el centro con la agresión genocida de Ruanda en la RDC.
Un país africano, Ruanda, se apodera militarmente de una región de otro país africano, la República Democrática del Congo, en nombre de multinacionales imperialistas. Esto es lo contrario de lo que hacen Mali, Burkina Faso y Níger, que crearon la AES contra la agresión de Françafrique, Eurafrique, USafrique y sus lacayos de la CEDEAO (Confederación de Estados de África Occidental).
En protesta, los jóvenes congoleños queman las embajadas de Ruanda, Uganda, Bélgica, Francia y Estados Unidos porque las cifras se acumulan en millones de víctimas que los futbolistas de la RDC denunciaron con la mano sobre la boca y los dedos en forma de revólver en la sien. Dedos acusadores de sur a norte, de este a oeste del continente apuntan al “geno-costo” asociando “genocidio y costo”.
Kagame, el Frente Patriótico Ruandés (FPR) y el Estado ruandés se han convertido en mercenarios proxy, «subcontratistas negros» de la apropiación imperialista de la República Democrática del Congo, de la misma manera que lo son en África Occidental los terroristas yihadistas proteiformes de Al Qaeda o Daesh y de la CEDEAO neocolonial.
Y sin embargo, a mediados de los años 90 en África Central, la derrota de los genocidas etnofascistas pro imperialistas del poder hutu en Ruanda vio establecerse una alianza panafricana de los nueve (9) estados fronterizos del gran país, la República Democrática del Congo, del que Franz Fanon decía que «África tiene la forma de un revólver cuyo gatillo está en el Congo» y una alianza nacional congoleña, la AFDLC, liderada por Laurent Kabila para liberar al país y a África de los genocidas étnicos del poder hutu y del régimen fascista de Mobutu, ese gran servidor de los intereses colonialistas contra los movimientos de liberación nacional de Angola, Namibia y los movimientos antiapartheid de Sudáfrica.
Esta alianza panafricana de la época se transformó en su opuesto con la agresión en 1998 de Ruanda contra el poder soberanista congoleño y el asesinato de Mzee Laurent Kabila, sucesor de Patrice Emery Lumumba y Pierre Mulélé.
Esta guerra depredadora de Ruanda dirigida por el Frente Patriótico Ruandés (FPR) nunca ha cesado realmente desde entonces, pero se camufla tras las milicias étnicas tutsis en Kivu para saquear allí las inmensas riquezas de acuerdo con las empresas multinacionales de los EE.UU. y la UE.
Hemos sido testigos de la transformación del FPR ruandés, de un movimiento antifascista contra el poder hutu genocida, a un movimiento sionista tutsi genocida contra la República Democrática del Congo.
¿Cómo se ha llegado a esta terrible mutación antisoberanista y antipanafricana pro imperialista? Esto es lo que analizamos en nuestro texto de 1999/2000 titulado «CONTRIBUCIÓN A LA REFLEXIÓN SOBRE LA EXPERIENCIA REVOLUCIONARIA Y LA CRISIS EN LOS GRANDES LAGOS – Ruanda y Congo -«.
Escribíamos entonces: «A finales de julio de 1998, la implosión de la AFDLC desembocó en una guerra que opone a los exaliados congoleños y africanos que habían unido sus fuerzas para librar al país de Lumumba y Mulélé del mayor asesino de congoleños desde la colonización belga. Las tremendas esperanzas nacidas de la caída de esta tiranía y, antes de ella, de la derrota militar del poder hutu en Ruanda, acaban de verse destrozadas. El fascismo, la dictadura terrorista del capital financiero, también encuentra una prolongación en los países semicoloniales bajo dominación imperialista.
El etnofascismo de Habyarimana y el mobutismo son dictaduras fascistas tropicales subordinadas al imperialismo. «El mobutuismo es un régimen etnicista que enfrenta entre sí a las 250 nacionalidades del antiguo Zaire. Es un poder familiar, tribalista y regionalista. Es un Estado semicolonial, vasallo del imperialismo, que desestabiliza los Estados fronterizos africanos. Se trata de un gobierno que apoyó el apartheid, el fascismo portugués contra los movimientos de liberación de Angola, las bandas armadas genocidas ruandesas, los vendidos de la UNITA, los agentes de la CIA y los islamistas fundamentalistas ugandeses. El mobutismo también significa corrupción, saqueo, represión sistémica y asesinato erigido como modo de gobierno. Debido a la naturaleza fascista y a las prácticas políticas del mobutismo, el pueblo zairense de todas las nacionalidades, la Ruanda de después del genocidio, Uganda, Angola, pero también Zimbabwe, Sudáfrica, Namibia, Mozambique, Etiopía y Eritrea, tenían un interés claro y legítimo en la caída del autócrata Mobutu. Éstos son los factores objetivos que estuvieron en la base de la creación de la alianza nacional congoleña y panafricana que, el 17 de mayo de 1997, derrotó la tiranía de Mobutu. UNA REVOLUCIÓN POPULAR ANTIFASCISTA, tal es el sentido que dimos a este gran acontecimiento que abrió la perspectiva de un RETORNO al CONGO de LUMUMBA y MULELE…».
Hay que decirlo claramente: el asesinato de Laurent Kabila ordenado por los imperialistas estadounidenses y europeos impidió el proceso de liquidación del mobutismo.
La principal contradicción a resolver en la RDC es el regreso de Lumumba, Mulélé y Kabila para eliminar el mobutismo.
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El imperialismo codicia las riquezas de la patria de Lumumba, Mulélé y Kabila
«La «desgracia» del Congo, como se oye cada vez más entre los nativos de este gran país «corazón de África», es estar lleno de materias primas minerales y de tierras raras y muy fértiles. Conocido por sus diamantes, oro, plata, cobre, manganeso, bauxita, zinc, energía hidráulica y madera, el Congo posee enormes riquezas: petróleo, carbón, gas, uranio, torio, circonio, tantalio, niobio y coltán, que son metales y minerales raros utilizados en industrias punteras de alto valor añadido como son los semiconductores (telecomunicaciones, aeronáutica y aeroespacial, etc.). El coltán… es, por ejemplo, esencial para la producción de teléfonos móviles. Los buitres que son las multinacionales han agudizado así la codicia de la burguesía y de la pequeña burguesía ruandesa y ugandesa, empujándolas a la ocupación y al reparto militar de ese inmenso país para saquearlo…».
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La negación de Kagame del antifascismo panafricano de Fred Rygiema
Escribíamos: “La evolución política de Museveni y Kagame no es un fenómeno aislado. Éste es el camino seguido por la mayoría de los «ex guerrilleros» pequeñoburgueses que florecieron en el continente africano durante el período de existencia del campo socialista en Europa y del surgimiento de los movimientos de liberación nacional. Su legítima lucha por la independencia no desvirtúa en absoluto su naturaleza de clase pequeñoburguesa.
Las masas obreras y populares (campesinas) han sido las fuerzas sociales de apoyo, la base de masas de los movimientos anticoloniales. La dirección de estas luchas siguió siendo pequeñoburguesa y burguesa.
Es también una característica de las luchas antifascistas que tuvieron lugar en Ruanda y el Congo. De manera similar, en Etiopía, los «ex marxistas-leninistas» tigrayanos, etíopes y eritreos lucharon primero para derrocar al emperador Haile Selassie, vasallo de Occidente, y luego contra Mengistu, un golpista y militarista, aliado de los revisionistas de brezhnevianos de la URSS. Esta lucha también planteaba la cuestión del derecho de Eritrea a la independencia. Conseguida la independencia, los «hermanos en armas», en su mayoría proamericanos, demarcan hoy en día las fronteras mediante una guerra fratricida.
Sin embargo, todos estos aliados de ayer apoyaron con razón a la AFDLC contra Mobutu debido al carácter antifascista de esta lucha. Ruanda tenía un interés directo e inmediato en apoyar a la AFDLC, interés que surgía de la amenaza armada del poder asesino hutu retirado al este de la República Democrática del Congo en el marco de la «Operación Turquesa» francafricana. Pero es evidente que esto se quedó en preocupaciones de seguridad, ciertamente legítimas pero restrictivas. Kabila aclara la cuestión en estos términos: «La alianza entre Ruanda y los revolucionarios congoleños nació de una convergencia de intereses: por un lado, el imperativo para el régimen político ruandés de sobrevivir a las amenazas de extinción ejercidas por las fuerzas de destrucción concentradas en el Congo y, por otra parte, para los revolucionarios congoleños, la necesidad de encontrar los medios para adquirir armas y equipos que les permitieran luchar contra la dictadura. Con la ayuda de las fuerzas organizadas de Ruanda, la AFDLC pudo llevar a cabo el entrenamiento y luego la supervisión de los reclutas congoleños en el campo de batalla. Nunca se trató de ningún otro acuerdo aparte de éstos».
Lo que caracterizó fundamentalmente la implicación de los Estados de la subregión con la AFDLC fue el énfasis en estrechas preocupaciones nacionalistas burguesas y pequeñoburguesas. Una vez que la ecuación de Mobutu fue despejada por su huida, la alianza militar panafricana coyuntural anti-Mobutu se desintegró gradualmente en favor del surgimiento de preocupaciones y estrechas ambiciones nacionalistas de algunos y otros…».
Agreguemos al egoísmo nacional, el «etnicismo», manipulado por los imperialistas que se ha convertido en una verdadera rueda de repuesto para los regímenes semicoloniales, sometidos al imperialismo, cuya esencia es «divide y vencerás». Este proceso de etnización de la política ruandesa bajo Kagame se manifestó en la ocupación y el reparto depredador del Congo por las fuerzas de ocupación ruandesas y ugandesas, a lo que Mzee Kabila respondió con la «congolización» sobre la base de la igualdad entre todas las nacionalidades del país con el objetivo de restablecer la soberanía nacional.
El golpe de Estado pro-ruandés fue frustrado por Kabila gracias al espíritu patriótico del pueblo. La expulsión de los ruandeses por parte de Kabila y la división étnica de la AFDLC tienen su raíz en la negativa de los aliados panafricanos estatales regionales de la AFDLC a respetar la soberanía nacional del Congo, la inexistencia de un proyecto político panafricano antiimperialista y en la persistencia de la instrumentalización del etnicismo, del tribalismo y del regionalismo por las élites políticas burguesas y pequeñoburguesas contra la igualdad de derechos entre todas las nacionalidades sin la cual no hay verdadera unidad nacional ni unidad panafricana.
Kagame, formado en West Point (Estados Unidos), antiguo jefe de los servicios secretos ugandeses, es el prototipo de lo que tan acertadamente denunció Thomas Sankara: «un soldado sin conciencia política es un criminal en potencia». Kagame ha cambiado el panafricanismo de Fred Rygiema por una alianza con el sionismo israelí y las multinacionales de Estados Unidos, la Unión Europea y el G7.
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¿Qué podemos aprender del fracaso del experimento antifascista en los Grandes Lagos?
A mediados de la década de 1990, las fuerzas políticas progresistas y panafricanas de la democracia pequeñoburguesa, enfrentadas a regímenes fascistas, etnicistas y proimperialistas, iniciaron una nueva fase de democratización y descolonización al derrocar mediante la lucha armada de liberación a estos regímenes fascistas liderados por Mengistu, Milton Obote, Habyarimana, Mobutu, etc. Esta fase siguió a la de Angola y Mozambique y al fin del apartheid político en Sudáfrica.
En Ruanda, el Congo, Etiopía y Eritrea, los soberanistas progresistas han sabido utilizar tácticamente las contradicciones interimperialistas para neutralizar interferencias e intervenciones y allanar el camino hacia la victoria mediante la toma del poder.
Sin embargo, los límites de la dirección pequeñoburguesa de estas luchas se revelan en la tendencia a ceder a las presiones del imperialismo que hizo todo lo posible para dividir y arruinar las importantes conquistas de la lucha de liberación antifascista de la época, el aburguesamiento de la pequeña burguesía intelectual a través de la gestión del Estado heredado de la colonización, el chovinismo nacional, incluso el etnicismo, la primacía del militarismo sobre la política, la renuncia all compromiso panafricano inicial y el desconocimiento de la geopolítica global a partir de una lectura científica de la relación y correlación de fuerzas a escala global.
El chovinismo y el nacionalismo estrecho son consecuencias de la balcanización colonial que ha trazado fronteras estatales artificiales entre las nacionalidades africanas («etnias», como dicen los antropólogos) que solo pueden superarse mediante la libre unión de los pueblos africanos liberados del neocolonialismo.
Es también hoy una ecuación planteada y a resolver en el actual experimento soberanista impulsado por el AES y Senegal en África Occidental.
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¿Qué lecciones para hoy?
En la AES y en Senegal, se están produciendo nuevas experiencias soberanistas en un contexto de evolución favorable de la correlación de fuerzas a escala mundial entre el empuje multipolar y el conservadurismo imperialista unipolar.
La agresión de la OTAN, los EE.UU. y la UE contra Libia en 2011 y sus metástasis yihadistas-terroristas, junto con la captura del presidente legítimo y legal de Costa de Marfil, fueron el principal punto de inflexión que gradualmente dio lugar a la actual confrontación en curso entre el neocolonialismo y el soberanismo en África, particularmente en el Sahel.
Este importante punto de inflexión tiene también uno de sus orígenes en el profundo trauma causado por las emigraciones asesinas piragüistas y del Sahara y la sobreexplotación de los supervivientes indocumentados por los patronos defraudadores de impuestos de la UE y los EE.UU., cuya fascistización se manifiesta mediante leyes racistas para alimentar la economía sumergida del trabajo clandestino. La juventud africana está así condenada a huir de la miseria neocolonial resultante de la imposición de los planes de ajuste liberal del FMI/BM/OMC, tomando el mismo camino que las riquezas del suelo y del subsuelo saqueadas por las multinacionales de la UE/EE.UU./G7, cuyas migajas se embolsan las burguesías neocoloniales locales.
Este prolongado proceso opresivo se vio agravado por la devaluación del franco CFA colonial en 1994 que, al mismo tiempo, aceleró la venta a empresas privadas imperialistas de los sectores públicos y parapúblicos estratégicos de los países africanos, a saber, la tierra, el agua, la electricidad, las telecomunicaciones, los ferrocarriles, los puertos, los aeropuertos, las minas, etc., reduciendo el papel de los estados neocoloniales corruptos a confeccionar sus presupuestos esencialmente a través de impuestos, aduanas y deuda.
Estos factores principales han ido acabando poco a poco con las ilusiones sembradas entre la intelectualidad pequeñoburguesa por la dictadura de la «globalización liberal». De hecho, las «conferencias nacionales nacidas del viento este de la democracia» fueron impuestas por el imperialismo en África tras la derrota del campo socialista en Europa para desviar las luchas populares y las insurrecciones en el África negra en los años 89/90/91, en particular en Benín y Malí. Recientemente, los imperialistas desviaron los levantamientos populares antifascistas en Túnez y Egipto como “Primaveras Árabes”, antes de usarlos como pretexto para atacar a Libia y Siria.
Las élites gobernantes y las oposiciones neocoloniales, incluidos los principales líderes de la ex izquierda comunista, se habían convertido a la idea de que «no hay alternativa» al liberalismo, dejando un vacío que la actual rebelión soberanista de la juventud africana está en proceso de rellenar como prolongación con los golpes de Estado soberanistas en la AES y la victoria electoral soberanista en Senegal.
Fue, pues, a mediados de los años 90 cuando empezaron a ponerse en marcha todos los ingredientes para el resurgimiento de la actual soberanía panafricana contra el neocolonialismo en nuestra región de África Occidental, cuyos detonantes políticos fueron la destrucción de Libia en 2011 y el violento derrocamiento mediante captura del presidente marfileño en 2010.
Aprender las lecciones de las experiencias soberanistas fallidas se ha vuelto esencial para evitar los errores que causaron el fracaso de los intentos de independencia de la generación de 1945/1960, luego el de Sankara en 1984/87, los de las luchas antifascistas en los Grandes Lagos en 1994/97, los de las luchas que condujeron al multipartidismo de los años 90/91 y a las alternancias liberales en 2000 y luego en 2012 como en Senegal.
01/02/25
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