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miércoles, mayo 22, 2019

El fascismo lleva a Brasil al precipicio

Es difícil sumar tantos puntos negativos que se acentúan en solo cuatro meses de gobierno, en la economía, en franco declive, o en la política,  el presidente Jair Mesias Bolsonaro logró reunir a la gran mayoría de la nación contra su incapacidad para gestionar a 208 millones de brasileños, hoy en total turbulencia.

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El fascismo lleva a Brasil al precipicio
Las puertas se abrieron al fascismo brasileño desde que en 2016 las fuerzas políticas y económicas golpearon al gobierno electo de la Presidenta Rousseff por una gran farsa, un verdadero golpe que abrió el camino para irracionalidad y una aversión al conocimiento científico. Especialistas en nada y con capacidad para destruir casi todo, asumieron el poder llevando a Brasil al límite del abismo.
Destruyen el aire que respiramos, el agua que bebemos, o el suelo que atravesamos, Bolsonaro y sus políticas, o falta de ellas, representan una amenaza al mundo, con el poder de exterminar la Amazonia y quitar el acuífero Guaraní. Al poner en riesgo el equilibrio del planeta, él lanza momentos tenebrosos no sólo a los brasileños, sino los miles de millones de vidas humanas que respiran el aire generado por la Amazonia y de una de las más importantes reservas de agua del planeta, ubicada entre Brasil, Paraguay y Argentina.
Es un proyecto de tierra arrasada. Brasil es uno de los países más desiguales e injustos del mundo, nuestros indicadores sociales son espeluznantes, pero el grupo incapaz y agresivo que ha tomado el poder, no
está satisfecho: es necesario para matar a los jóvenes negros, es necesario destruir el poco de los pueblos originarios dejados en las poblaciones indígenas.
A pesar de Brasil poseer el triste índice de una mujer muerta cada hora y media, ser campeón de asesinatos de homosexuales, lesbianas y transexuales, vivimos una realidad aun más cruel, por tener un presidente que se destaca por sus prejuicios y por ser defensor de los "ruralistas" que destruyen al medio ambiente, siembran con pesticidas y evaden impuestos. Bolsonaro destruye la economía y con ello la rentabilidad de los adinerados que le financiaron.
Cuando comenzó el 2019 y el gobierno Bolsonaro, la expectativa del mercado financiero era que el Producto Interno Bruto (PIB) iba a crecer más del 2.5% en el año. En mayo, sin embargo, la previsión cayó al 1.24%, como muestra el boletín Focus de mayo, del Banco Central.

Los consumidores también están menos animados, según datos del índice de confianza divulgado por la Fundación Getúlio Vargas, que retrocedió en abril por tercer mes consecutivo y alcanzó el nivel más bajo desde octubre de 2018.
La confianza de los empresarios del área industrial también cayó en abril por tercera vez seguida, de acuerdo con la Confederación Nacional de la Industria (CNI), y quedó en el peor nivel registrado en 2019. Es consenso
entre los empresarios que no es posible invertir en un gobierno sin proyecto, que no logra aprobar nada en el congreso y que perdió tanto soporte en apenas cuatro meses.

El Gobierno Bolsonaro que recibió el país con un desempleo de 11.6% ( datos de los últimos 3 meses de 2018) elevó al 12.7% (3 primeros meses de su gobierno) llevando a más 1.1 millón de personas para este triste campo. El subempleo alcanzó 28.3 millones de personas (25%, el mayor de la historia), sin registro, sin derechos y sin futuro.

Números muy distintos de la época de Lula y Dilma cuando registramos intervalos de pleno empleo (por debajo del 5%). El resultado oficial del crecimiento de la economía en el primer trimestre del año será divulgado el 30 de mayo, pero la previsión del PIB (IBC-Br) indica una retracción del 0.68%. 

Es un trío de muerte que rige todas las acciones de ese desgobierno, es un mal perverso, es el culto a la locura, el limbo económico y social. En este camino se glorifica de la ignorancia con la consiguiente criminalización de todos los que puedan alzar la diversidad de pensamiento, conceptos de libertad. No hay espacio para el debate sano de ideas, políticas inclusivas con amparo en el conocimiento, arte, cultura y ciencia.

El 15 de mayo, 2 millones de personas salieron a las calles del país para protestar contra recortes de recursos para educación, contra el descalabro en la salud y oscuridad administrativa que asolan el país. ¡Fue el día del basta! Un despertar que "él no" es un presidente y estamos acéfalos .

Al estilo militar de elegir a un enemigo, Bolsonaro lo hizo! El presidente de la República, afirmó que el país sería "ingobernable", se vislumbra un auto golpe de Estado como la única salida para los impases del país,
solución inevitable para derrotar lo que llama fuerza de las "corporaciones" que estarían dominando las varias esferas de la República desde siempre le impidió gobernar. Brasil no es ingobernable, Lula
administró, Dilma también y hasta el liberal Fernando Henrique Cardoso que quebró el país tres veces, gobernó.

La cuestión es que ver "riesgos imaginarios", repercutir ideas de terrorismo no es algo nuevo en su vida. Fue en esta línea que amenazó explotar los cuarteles y el sistema de abastecimiento de agua de Río de
Janeiro si no obtuviera aumento en los sueldos cuando era un teniente.
Volvió al tema cuando declaró a una revista masculina internacional (Playboy) que el entonces presidente Fernando Henrique Cardoso debería ser fusilado. Como también en la oportunidad en que dijo que la solución para Brasil sería una guerra civil, en la que “tenían que morir unos 30 mil”.
Al llamar al enemigo de terrorista, repite y da voz al el estilo de su aliado, Netanyahu, que al asesinar a palestinos, justifica como combate a terroristas. Se comportan como una amenaza a Brasil y al mundo,
precisamente por su población de no seguir sus ideas extremistas. Ahora culpa los demás por lo que no tiene capacidad de realizar. Es recurrente en sus grupos de partidarios, ideas como cerrar el Congreso Nacional y el Supremo Tribunal Federal.

Mismo con su victoria, gracias a la persecución judicial al ex-presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, Bolsonaro no deja de atacar la mayoría para beneficiar a una minoría fascista, donde reina el odio. En
este sentido se olvida de gobernar por no ser capaz de gestionar. Ataca militares, sociedad civil, afrodescendientes, LGBTS, parlamentarios, medio educativo y de salud. Odia lo que no puede comprender, enemigo de la izquierda, aleja el centro democrático y hasta la derecha liberal.

Después de compartir un texto que decía que Brasil es "ingobernable", ya que el Congreso estaría al servicio de corporaciones que se oponen a cambios. Algunos de sus seguidores pasaron a difundir una petición sincronizada de que el mandatario "liderara la masa contra el enemigo".
En la Firjan (Federación de la Industria de Río de Janeiro) se disparó otra vez en contra las instituciones: "Brasil es un país maravilloso, que tiene todo para salir bien, pero el gran problema es nuestra clase política (...) cada vez, que pongo el dedo en una herida, un ejército de personas influyentes se vuelve contra mí”. El presidente se olvida que en los últimos 30 años fue exactamente un parlamentario y hizo parte de un partido (PP) con más casos de corrupción.
Y siguió convocando a los presentes a presionar a sus parlamentarios a seguir su gobierno. "Tenemos una oportunidad impar de cambiar Brasil, pero no voy a ser yo solo – no es por mi nombre "Mesías"- que voy a conseguir".
En el fascismo de Mussolini y en el nazismo de Hitler, había un fuerte componente nacionalista, ya Bolsonaro que pestó el saludo militar a la bandera estadounidense repitió tal subordinación al decir hace unos días en
Dallas que "Estados Unidos y Brasil están en primer lugar", una práctica de subordinación que asesina el sentido de cualquier nación y quita la importancia histórica de los pueblos latinos en nuestra formación.

Pero como Mussolini, el fascismo brasileño elige enemigos sin necesariamente nombrarles, por qué puede ser cualquiera que defienda la democracia y luego haga oposición a sus ideas. En otros tiempos y en otras
tierras, la intolerancia extremista renace, y necesita ser impedida indiferente de la ideología de quien mire.

viernes, mayo 17, 2019

"A mi hijo lo quemaron vivo por ser chavista"


Orlando Figuera murió en 2017 tras ser apuñalado y quemado por manifestantes opositores durante las protestas antigubernamentales. Dos años después del crimen, su madre recuerda el caso y pide justicia y paz en su país, donde se registraron varios casos similares que llevaron al Gobierno a legislar contra los crímenes de odio.
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Inés Esparragoza, madre de Orlando Figuera, el joven apuñalado y quemado vivo en Caracas durante las protestas opositoras de 2017. JAIRO VARGAS
A Inés Esparragoza le duele cerrar los ojos. “No es fácil porque lo primero que veo al cerrarlos es a mi hijo así”, se desahoga. Le gustaría recordarlo de otra forma, y lo consigue casi siempre, pero hay dos escenas agarradas con fuerza a su retina. La primera es la de su hijo en la unidad de cuidados intensivos del hospital. “Cuando abrí la puerta… Trágame tierra, pensé. Estaba allí, desnudo. Me dijo: Bendiciones, mami. Puso la boca para que lo besara pero yo no encontraba por dónde. Estaba todo golpeado, con un ojo morado, la cara hinchada y el cuerpo lleno de quemaduras”, describe la mujer entre largos silencios durante los que aguanta el llanto pero no las lágrimas. La segunda imagen que muerde sus ojos cerrados la vio por televisión, justo después del funeral, después de “aquellos 15 días de pura agonía”, los peores que ha pasado en sus 44 años de vida. “Muere Orlando Figuera”, rotulaba el noticiario del 4 de junio de 2017 mientras mostraba un cuerpo envuelto en llamas que corría sin rumbo ni esperanza, buscando ayuda a tientas entre la multitud que le había prendido fuego. “Fue la única vez que vi esas imágenes. Me avisó mi nieta. Mira, el tío Orlando está en la televisión, me dijo”. Otra vez silencio y lágrimas.
Seguramente el nombre de Orlando Figuera no signifique nada fuera de Venezuela. Seguramente ocurra lo propio con el de Víctor Salazar. Sin embargo, la imagen del segundo, también cubierto de fuego durante una protesta antichavista, fue la portada con la que los medios de comunicación internacionales cerraron filas (aún más) en su condena a la represión del Gobierno de Nicolás Maduro contra la movilización opositora de 2017. La fotografía de Salazar, captada por el fotógrafo venezolano residente en México Ronaldo Schemidt, fue distribuida en todo el mundo por la agencia AFP. Le valió el prestigioso galardón World Press Photo en 2018 y ha sido un potente símbolo de la inestabilidad política y social que atraviesa el país, aunque el joven estudiante Salazar no fue víctima de la violencia gubernamental. Acabó con quemaduras en el 70% de su cuerpo después de que ardiera la moto de un guardia nacional venezolano que los manifestantes habían afanado durante su protesta y zarandeaban —Salazar incluido— como si fuera un trofeo.
La imagen ganadora del World Press Photo 2017, del venezolano Ronaldo Schemidt. AFP
A Figuera, en cambio, sólo se le recuerda en Venezuela. Su atroz historia apenas cruzó el Atlántico. Tenía 22 años cuando falleció en el Hospital Domingo Luciani, en El Llanito, Caracas. En el mismo hospital por el que pocas semanas después pasaría Salazar antes de ser trasladado a la clínica privada que le salvó la vida. Figuera no pudo salir de allí, “no somos pobres pero sí gente de bajos recursos”, lamenta su madre en la puerta de su casa, un pequeño bajo de uno de los bloques de viviendas en medio de ninguna parte, cerca de la ciudad de Cúa, en Los Valles del Tui, estado de Miranda. Esparragoza no entiende por qué el calvario de su hijo no dio la vuelta al mundo cuando Venezuela era el centro del foco mediático. Quizás sea —piensa la mujer— porque a Figuera lo mató la misma oposición que llama asesino a Maduro.

Los tiempos de las 'guarimbas' antichavistas

Todo ocurrió el 20 de mayo de 2017 en la Plaza de Altamira —en el municipio de Chacao, al este de Caracas—, punto neurálgico de las protestas opositoras más violentas que se recuerdan. Abarcaron desde abril hasta principios de agosto, más de 130 días de guarimbas, de jóvenes encapuchados, de barricadas en las calles y de cócteles molotov. Auténtica guerrilla urbana cada vez más organizada contra una crisis económica que había dado al traste con el más mínimo nivel de bienestar social. También fue el momento en el que chavismo perdió su mayoría en el Parlamento, cuando fabricó uno nuevo convocando unas cuestionadas elecciones constituyentes a las que la oposición ni siquiera quiso presentarse.
La hegemonía bolivariana estaba más en entredicho que nunca, y los sectores más radicales de la oposición decidieron tensar en las calles en vez de en las urnas una cuerda que todavía hoy —más de dos años y más de cien muertos después— no ha sido capaz de romper. La represión fue brutal. Parecía que los venezolanos sacaban la peor versión de sí mismos a medida que la polarización social, alimentada desde uno y otro bando, llegaba a un punto de no retorno.
Aquel día, como todos, Figuera había salido de su casa de madrugada para ganarse la vida ayudando a encontrar aparcamiento y cargando bolsas de la compra de los clientes de un mercado de Las Mercedes, en Caracas. Se le hizo tarde y avisó a su madre de que no volvería a casa. Eran casi dos horas de viaje en tren desde la capital y prefirió pasar la noche en casa de un tío suyo, en el barrio de Petare. Pero nunca llegó hasta allí. Dice su madre que por el camino se cruzó con el odio antichavista. El joven vestía camiseta color vino tinto y llevaba una mochila, recuerda la mujer. A la altura de Altamira, Figuera se topó con la turba.
Inés Esparragoza muestra un recorte de prensa sobre el asesinato de su hijo Olando Figuera en 2017.- JAIRO VARGAS
“Lo apuñalaron, lo lincharon, le echaron gasolina y le dieron candela. Lo quemaron vivo porque era negro y porque era chavista”, sentencia Esparragoza. Así se lo explicó su hijo con el hilo de voz que le quedaba cuando lo localizó en el hospital, al día siguiente de que la turba de encapuchados que pedía democracia se cebara con él de esta forma. “¿Tú eres chavista sí o no?”, le preguntó uno de los manifestantes. “Mami, respondiera lo que respondiera me iban a matar. Dije que sí. Soy chavista, qué pasa”, dice el hijo por la boca de la madre. Antes de eso, el joven ya había recibido varias puñaladas en el abdomen y las piernas. “Primero alguien le acusó de ser un ladrón y varios le empezaron a pegar. Echó a correr cuando sintió la primera puñalada, en la nalga. Después lo metieron en un corro de gente y uno de los que estaban allí le preguntó si era chavista. Lo quemaron y él corrió pidiendo ayuda pero decía que sólo le insultaban, que le golpeaban con los escudos que llevaban y que se burlaban de él. Le decían que era un maldito negro”, rememora Esparragoza.
El joven Orlando Figuera envuelto en llamas.- AFP
Pero Figuera nunca había militado en ningún partido político. “Era un muchacho que trabajaba en lo que podía, como yo he hecho toda mi vida para salir adelante”, deja claro su madre. “Estamos agradecidos al chavismo. Hizo mucho por la gente que menos tenía. Yo, por ejemplo, pude graduarme gracias a la misión educativa para adultos y gracias a eso pude encontrar trabajo ayudando a las personas de bajos recursos como yo a hacer sus solicitudes para vivienda y otros trámites”, defiende la mujer.

Otros supuestos crímenes de odio

El de Figuera fue el caso más sonado en Venezuela, pero no el único en el que el odio desbocado al otro bando acabó en linchamientos por parte de grupos opositores a personas que pasaban por el lugar equivocado en el peor clima de confrontación política y social de la historia reciente del país. La Fiscalía y el Gobierno recuerdan hasta cinco crímenes similares documentados, además de 23 agresiones de grupos de opositores en las que las víctimas resultaron heridas, algunas también quemadas, al ser tachadas de chavistas. El Ejecutivo siempre ha acusado a los dirigentes opositores de instigar a la violencia y ha legislado específicamente contra los crímenes de odio tras estos episodios, pero a Esparragoza todavía le falta justicia y no tiene mucha fe en conseguirla algún día.
"No hay nadie condenado por lo que le hicieron a mi hijo"
“Hubo investigaciones pero creo que no fueron suficientes. No hay nadie condenado por lo que le hicieron a mi hijo”, se lamenta. Según la Fiscalía, el caso sigue bajo investigación. “Se logró identificar a uno de sus agresores, a quien se le dictó orden de aprehensión por los delitos de instigación pública, homicidio intencional calificado y terrorismo, pero se encuentra evadido en Colombia”, confirma a Público la oficina del Ministerio Fiscal.
No obstante, Esparragoza apunta más alto. “En la guarimba que atacó a mi hijo había varios dirigentes de la oposición, creo sinceramente que ellos son los responsables políticos de las muertes como la de Orlando, por eso no quise ir cuando me invitaron recientemente a un acto de homenaje a los muertos de las protestas”, argumenta mientras levanta un dedo por cada nombre de los políticos opositores que pasaron por Altamira aquel doloroso 20 de mayo: María Corina Machado, Julio Borges, Lilian Tintori, Miguel Pizarro.
Desde entonces, Esparragoza está en tratamiento psiquiátrico, su estado depresivo la ha alejado de la pareja con la que había compartido 15 años y ha intentado acabar con su vida en varias ocasiones, confiesa. Sabe que ya se han cruzado demasiadas líneas rojas por parte de todos los actores y pide diálogo entre el chavismo y la oposición porque, a pesar de todo, quiere paz. “Creo que el país ha aprendido la lección después de tantas muertes. Creo que puede haber reconciliación entre las dos Venezuelas”, asegura. Aunque es difícil saber si sus palabras son realidad o sólo deseo, por eso tiene claro que no va a volver a pasar por Altamira. “Tengo mucha rabia dentro y, a veces, se me meten ideas malas en la cabeza y me entran ganas de tomarme la justicia por mi mano”, advierte. Prefiere quedarse en su piso, ese que le dio el Gobierno después de enterrar a su hijo. “Orlando siempre decía que iba a sacarme del ranchito en el campo en el que vivíamos, porque allí no teníamos agua corriente y el suelo era pura tierra”, recuerda. No pensó que tuviera que dar su vida para cumplir su promesa, lamenta.
La urbanización de viviendas sociales en la que el Gobierno de Venezuela alojó a la familia de Orlando Figuera tras su muerte.- JAIRO VARGAS
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domingo, mayo 12, 2019

Venezuela 1 de Mayo:Acto patriótico y clasista(Fotos)

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¡Por los derechos del pueblo trabajador, derrotemos la agresión imperialista!

Partido Comunista de Venezuela (PCV)

Frente Nacional de Lucha de la Clase Trabajadora (FNLCT)

Juventud Comunista de Venezuela (JCV)

Colectivo 2 de Junio de trabajadores de Barrio Adentro

Sintrainces – Caracas

Freedom Road Socialist Organization (EEUU)

Freedom Road Socialist Organization (EEUU)

Trabajadores cementeros

Trabajadores de Venevisión

Trabajadores de Alpina

Movimiento Gayones

Trabajadores eléctricos (Fetraelec)

Movimiento de Mujeres «Clara Zetkin»

Corriente Clasista Campesina «Nicomedes Abreu»








Fotos: JDG (Tribuna Popular