Pese a que el PIB se ha incrementado casi un 15% en cuatro años, su aumento se ha basado más en la creación de empleo que en la mejora de los sueldos y no se traduce en mejores niveles de bienestar.
"No hemos llegado a donde queremos estar, pero sabemos a dónde vamos", afirma Carlos Cuerpo, ministro de Economía, Comercio y Empresa.

Hace tiempo que la economía española pisó el acelerador Con una tasa de crecimiento rondando el 3% en este año 2025, el PIB español crece tres veces más rápido que la media de la Eurozona..Las previsiones afirman que esta situación favorable se mantendrá como mínimo hasta 2027 El escenario no es nuevo: según el Instituto Nacional de Estadística (INE), entre finales del año 2020 y finales del año 2024 el PIB acumula un crecimiento del 14,4%, y eso sin contar el año 2025. Todos los analistas y las instituciones a nivel global destacan el buen comportamiento de España. El Gobierno saca pecho por ello cada vez que tiene ocasión.
Sin embargo, todavía hay zonas de sombra que oscurecen el crecimiento español. El pasado martes, Eurostat, el servicio estadístico de la Unión Europea (UE), aportó un dato muy revelador: España es el tercer país de la UE con una mayor tasa de trabajadores en riesgo de pobreza, en concreto el 11,2%. La media de la Unión Europea está en el 8,2%.
Un día después, el pasado miércoles, Cáritas publicó un informe en el que señalaba que 4,3 millones de personas se encuentran en situación de exclusión social severa en España, el doble de las que había en 2007. "Aun con crecimiento económico España tiene una de las tasas más altas de desigualdad de la Unión Europea, lo que perpetúa la pobreza y la exclusión", señaló uno de los autores del informe durante la presentación del mismo.
informe de Cáritas pone el acento en una "vivienda inaccesible" y el "empleo precario" como factores distorsionadores del crecimiento económico y generadores de desigualdad. En este sentido, Carlos Cuerpo, ministro de Economía, Comercio y Empresa, reconoció este pasado jueves que es "indispensable" que la economía crezca para reducir esa desigualdad. "Vamos avanzando en la dirección correcta; no hemos llegado a donde queremos estar, pero sabemos a dónde vamos", dijo el ministro.
Los datos sobre desigualdad y pobreza extienden la sensación de que la mejora económica no se traslada del todo al bolsillo de los trabajadores y de los ciudadanos. No son pocos los economistas que aseguran que el crecimiento español, aunque sólido y robusto, no es del todo equitativo y que el capital y las rentas empresariales se llevan más de lo que aportan. De acuerdo con esta opinión, las rentas salariales salen perjudicadas en el reparto del PIB. Pero en este punto, tampoco los expertos se ponen del todo acuerdo.
"En España nunca hemos tenido un crecimiento ni inclusivo ni equitativo", afirma con seguridad el economista Alejandro Inurrieta, profesor del Instituto Cardenal Cisneros adscrito a la Universidad Complutense de Madrid. "España es un país extremadamente desigual desde hace décadas, no solo ahora que crecemos mucho. Tenemos una estructura productiva con empleos de baja cualificación y mal pagados, y por lo tanto la dispersión salarial es enorme", matiza Inurrieta.
"Por un lado tenemos sectores tecnológicos e industriales muy punteros, e incluso el sector público paga bien en la rama más alta de la administración; pero luego tenemos una gran masa de trabajadores que están en sectores menos competitivos: los cuidados, el turismo, la hostelería, el comercio, la agricultura, etcétera, que, efectivamente, no se corresponden con el nivel económico y el nivel de desarrollo deseados", abunda Inurrieta.
Los datos sobre desigualdad y pobreza extienden la sensación de que la mejora económica no se traslada del todo al bolsillo de los trabajadores y de los ciudadanos. No son pocos los economistas que aseguran que el crecimiento español, aunque sólido y robusto, no es del todo equitativo y que el capital y las rentas empresariales se llevan más de lo que aportan. De acuerdo con esta opinión, las rentas salariales salen perjudicadas en el reparto del PIB. Pero en este punto, tampoco los expertos se ponen del todo acuerdo.
"En España nunca hemos tenido un crecimiento ni inclusivo ni equitativo", afirma con seguridad el economista Alejandro Inurrieta, profesor del Instituto Cardenal Cisneros adscrito a la Universidad Complutense de Madrid. "España es un país extremadamente desigual desde hace décadas, no solo ahora que crecemos mucho. Tenemos una estructura productiva con empleos de baja cualificación y mal pagados, y por lo tanto la dispersión salarial es enorme", matiza Inurrieta.
"Por un lado tenemos sectores tecnológicos e industriales muy punteros, e incluso el sector público paga bien en la rama más alta de la administración; pero luego tenemos una gran masa de trabajadores que están en sectores menos competitivos: los cuidados, el turismo, la hostelería, el comercio, la agricultura, etcétera, que, efectivamente, no se corresponden con el nivel económico y el nivel de desarrollo deseados", abunda Inurrieta.
Manuel Hidalgo, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, no es tan categórico como Inurrieta y se muestra más cauto: "Buena parte del crecimiento se debe a que estamos creando mucho empleo. Los datos de la Contabilidad Nacional nos indican que el crecimiento se está repartiendo tanto en trabajo como en capital, pero no son lo suficientemente esclarecedores. Mi primera intuición es que no estamos metiendo mucha desigualdad [al crecimiento]. Yo creo que está bastante repartido, pero tampoco me atrevo a dar una respuesta clara".
Hidalgo explica a Público que el crecimiento de estos últimos años ha sido "extensivo", es decir, que se ha basado más en la creación de empleo que en la mejora de los salarios individuales. Pero el profesor de la Universidad Pablo de Olavide matiza que el avance del PIB sí ha servido al menos para reducir la desigualdad salarial que tanto creció entre 2008 y 2013, aunque aún queda camino por recorrer. .
El debate de la productividad
Ese camino para Hidalgo se llama productividad. "¿Por qué estamos creciendo? Fundamentalmente, aunque no solo, por la inmigración. La economía española necesitaba aire fresco y la inmigración nos está oxigenando. Pero los inmigrantes no se sitúan en la parte alta de la renta, aunque no dejan de ser familias que trabajan, que cobran sueldos, que se compran un coche, que salen a cenar, etcétera. Eso está impulsando la economía, sí, pero si queremos que los salarios mejoren y vivir cada vez mejor en términos macroeconómicos, lo que necesitamos es aumentar la productividad. Es verdad que los salarios en España son relativamente bajos, entre un 10% y un 15% inferiores a la media europea. Pero es que nuestra productividad es exactamente esa, también un 15% más baja. Los salarios que tenemos son los que nos toca tener. La realidad es muy tozuda".
"Hablar de la productividad de una economía es un poquito arriesgado porque ni siquiera los economistas somos capaces de medirla bien", advierte el economista Juan Torres, recientemente jubilado como catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla. Torres cree que es complicado incrementar la productividad en una economía como la española, con poca industria y muy volcada en los servicios. "En cualquier caso, es cierto que tenemos sectores de baja productividad basados en un uso muy intensivo de mano de obra con poco capital", admite.
"Yo no creo que haya un problema de productividad en España. Tenemos una productividad acorde a nuestra situación y a nuestros sectores productivos", tercia Inurrieta. Para este economista la cuestión es otra: "Además de la desigual distribución salarial, tenemos el problema añadido de que en España las ayudas públicas a las familias, que es lo que complementaría esta baja retribución salarial, son cada vez menores desde un punto de vista relativo. Esas ayudas públicas a la educación, a la vivienda y demás, van más a las rentas medias y medias altas que a las rentas más bajas. Hay un mal diseño de políticas públicas".
"Todo eso hace que la percepción de los asalariados, sobre todo de los que están en los percentiles de renta más bajos, no noten que, efectivamente, la economía va bien, a pesar de que el salario mínimo ha crecido un 60% los últimos cinco años y de que eso ha mejorado ligeramente su situación", concluye Inurrieta.
Torres también considera que el crecimiento económico es "sólido", pero reconoce "problemas en la retribución salarial" y asume que los mejores datos económicos "no se están traduciendo en mejores niveles de bienestar general para las familias ni tampoco en un mejor rendimiento de las pequeñas y medianas empresas". "El precio de la vivienda, el aumento de los costes fijos para las empresas como consecuencia de la falta de competencia en los mercados, la presión oligopólica y la mala práctica práctica financiera influyen negativamente", comenta Torres.
"Los datos macroeconómicos indican que mejora la situación de la gente y es cierto, pero eso no quiere decir que no haya elementos de profunda injusticia ligados, por ejemplo, al precio de la vivienda. Hay una sensación de precariedad, aunque es evidente que ha habido un crecimiento de los salarios, sobre todo en estos últimos años", analiza a su vez el economista Carlos Sánchez Mato.
"Ahora, la profunda injusticia está en que porcentualmente los ricos se han aprovechado más. Está claro que el capital se lleva bastante más de lo que aporta por la vía de los beneficios y del rentismo, en este caso ligado a la vivienda", abunda Sánchez Mato.
A guisa de resumen, Manuel Hidalgo dibuja una panorámica general del actual crecimiento a través de un ejemplo muy gráfico: "Nuestra economía, aunque esté incrementando su productividad, lo está haciendo muy poco y eso ya determina los salarios crezcan poco. Aún así, los ingresos en las familias están creciendo, no tanto porque quien traía un salario ahora gane más, sino porque ahora en las familias en vez de haber una sola persona con salario pues tenemos a dos".
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