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jueves, junio 25, 2009

Cuba 1958:una revolución inevitable

texto de René V ázquez Díaz
Durante los años veinte se produjo en Cuba una efervescencia revolucionaria que asustó al gobierno de EEUU. En 1925 se fundaron la Confederación Nacional Obrera de Cuba y el Partido Comunista. Feroces huelgas azucareras y ferroviarias pusieron en juego los intereses norteamericanos y de los magnates cubanos. Cuba estaba en constante peligro de intervención estadounidense.

El historiador Portell-Vilá lo resumió así:
"El pueblo cubano comprendía que había una nación extraña que vigilaba todo lo que ocurría en Cuba, que se per­mitía opinar sobre todo, y que hacía recomendaciones y daba órdenes".
Para mantenerse en el poder, el dictador Machado entroni­zó el terror y el crimen. En 1929 fue asesinado, por órdenes suyas, el joven revolucionario Julio Antonio Mella. En agosto de 1933 prácticamente todo el pueblo estaba en pie de guerra. Después de haber sido su fiel servidor, Machado se convirtió en un peligroso estorbo para EEUU. El embajador Sumner Welles maquinaba frenéticamente para que Machado entre­garse el poder a algún político tradicional sobornable que fre­nase el movimiento revolucionario. Machado huyó a Nassau y se estableció en Miami, donde murió en 1939. Mr Welles fabri­có al fin un gobierno provisional que fue reconocido en el acto por EEUU, pero que sólo duró 22 días.





El entonces sargento Fulgencio Batista se convirtió en "el hombre en La Habana" de los intereses de Washington. Cuan­do el 10 de diciembre de 1933 se disolvió la llamada Pen­tarquía o "gobierno de los Cinco", Ramón Grau San Martín fue designado presidente. Mr Welles, temeroso de perder el con­trol sobre la Isla con un gobierno en el que se encontraba An­tonio Guiteras, un hombre de gran prestigio y de ideas izquierdistas, tachó a "los cinco" de "francamente comunistas" y "en extremo radicales" e informó al Departamento de Estado de que el Presidente Grau era "en extremo radical". El embaja­dor aconsejó que EEUU no reconociese su gobierno: "Ningún gobierno puede mantenerse aquí sin el reconocimiento de EEUU", escribió MrWelles a sus superiores. EE UU no reconoció a Grau, cuyo gobierno rechazó la En­mienda Platt, introdujo algunas medidas progresistas y no du­ró más que 136 días.




Con el fin de analizar la urgente situación revolucionaria que se vivía en Cuba, EEUU creó una "Comisión de Asuntos Cubanos" en la que no participó ningún cubano más que en forma de "cooperación privada y no oficial". Esta Comisión llegó a la siguiente conclusión: "La palabra revolución, a la caída de Machado, resumió en sí misma el anhelo general de drásticas reformas en la vida política, social y económica de la Nación cubana". Y advertía proféticamente que existía "una demanda universal y profunda, en todas partes de la Isla, por semejante cambio social; y el rechazar esta demanda es equi­valente a lanzar a la República de Cuba a un crónico caos".




Eso fue escrito en 1934. Dieciocho años más tarde las drás­ticas reformas que Cuba necesitaba seguían sin implementar­se, el caos y la corrupción se recrudecían y EEUU se oponía por todos los medios al necesario cambio social. Fulgencio Batista, basado en unas fuerzas armadas cuya tarea principal era actuar bestialmente contra su propio pueblo, se dedicó a fabricar en la sombra, siempre en contubernio con los diplo­máticos estadounidenses y los inversionistas que "lo tocaban" con un 30 % de todos los contratos, una serie de gobiernos títe­res y figuras políticas decorativas que institucionalizaron la . corrupción, profundizaron la miseria y cimentaron la depen­dencia de Cuba. Batista era una fiera, pero era la fiera de EEUU.





En la foto se ve a Fulgencio Batista rodeado de soldados que pronto se convertirán en torturadores yase­sinos. El 10 de marzo de 1952 Batista usurpó el poder siendo presidente Carlos Prío, que no ofreció resistencia, se asiló en una embajada y se dió a la fuga a Miami. A las dos semanas del golpe, EEUU reconoció generosamente a la dictadura de Ba­tista, cuya policía brindó protección, hasta el primero de ene­ro de 1959, a los delincuentes estadounidenses que se dedica­ban, en gran escala, a la prostitución, el tráfico de drogas y los juegos de azar en territorio cubano. Además del dictador y sus amigos personales, toda una caterva de políticos, sargentos, tenientes y policías se beneficiaban con la recogida de comi­siones. El robo al erario desangraba al país. Los cómplices cu­banos de Batista eran grandes hacendados, banqueros, sena­dores, jefes militares, magistrados, abogados y fiscales. Sus compinches extranjeros eran ante todo los diplomáticos esta­dounidenses, los inversores y los magnates, así como los oscu­ros jefes del imperio de la mafia en La Habana, como Meyer Lansky y Lucky Luciano.





Aborrecido por el pueblo y al frente de un régimen san­griento que sólo se mantenía en pie gracias a la represión y al apoyo norteamericano, Batista huyó de Cuba el31 de diciem­bre de 1958. El ex esbirro José Suárez Núñez, íntimo colabora­dor de Batista que se fugó con él a la República Dominicana, donde trabajó como su secretario personal, describió al dicta­dor como "el gran culpable" en un libro que lleva ese nombre y en el que revela el sistema de sobornos y de robo con el que Batista se enriqueció a costa del sufrimiento de los cubanos.







"Ya en Santo Domingo -cuenta Suárez Núñez en una entre­vista realizada por Luis Báez en 1989- más de una vez Batista me comentó, amargado, adolorido, que después de haber sido toda una vida aliado incondicional de los norteamericanos és­tos lo habían abandonado en los momentos difíciles. ( ... ) En­seguida comenzó a hacer gestiones para marcharse, ya que el dictador Trujillo le estaba sacando mucho dinero. El problema era que nadie le quería otorgar visa. Él insistía en ir a Daytona Beach, en la Florida, donde tenía una residencia l. .. ) Después de soltar miles de dólares, consiguió que los portugueses lo admitieran en la isla de Madeira. Exactamente a los 8 meses y 22 días pudo salir de República Dominicana. Solamente lo acompañamos 22 de sus amigos. La aventura con Trujillo le costó unos cinco millones de dólares". Así describe Suárez Núnez, el antiguo colaborador del tirano a la Cuba prerrevolucionaria: "Éramos sólo una prolongaciór territorial de la Florida. No se nos tenía en cuenta para nada".




En junio de 1957, ante la inquietante situación revolucionaria que se apoderaba Cuba, el Presidente Eisenbower sustituyó al embajador Gardner por Earl T. Smith





Durante medio siglo de tutelaje, Washington se acostumt a fabricar regímenes cubanos sometidos a sus intereses. brutal régimen de Batista fue el último bastión de Washing1 en la Isla de Cuba. Earl T. Smith (corredor de bolsa y connc do hombre de negocios adscrito al Partido Republicano) ~ sentó las cartas credenciales ante el dictador Fulgencio Bat el 25 de julio de 1957. Smith se congració con el dictador: esforzó por "mantener a Cuba quieta y resignada".




Smith logró que Batista dictara exenciones tributarias Moa Bay Mining Company además de las numerosas medi mercenarias que ya el dictador había tomado en prove propio y en contra de los intereses del pueblo de Cuba. ejemplo el monopolio que le concedió a la Cuban Teleph Company. Batista poseía un teléfono de oro macizo rega por el representante en Cuba de esa compañía estadouni( se, intensamente odiada en Cuba.






Asediado por la rebelión popular, en marzo de 1958 Ba elevó a un nivel espantoso el terror en toda la isla. Ciente cubanos fueron torturados, mutilados, asesinados y mu desaparecieron sin dejar huellas. Mientras tanto, Mr S prohibía que los periodistas buscasen información en la bajada norteamericana. Compárese con la situación de cuando la embajada de EEUU está abierta las 24 horas .




Frío y despiadado, a Esteban Ventura Nava le decían "La Fiera del Traje Blanco",

El coronel batistiano Esteban Ventura Nava, jefe de la Quin­ta Estación de Policía de La Habana, era un hombre elegante y un torturador profesional. De sus medallas se decía que cho­rreaban sangre. En la Cuba de 1958, tan solo mentar a Ventura escalofriaba incluso a sus secuaces.




Mientras una parte de La Habana se divertía con sus for­midables clubs nocturnos, sus lavados de dinero, sus prostí­bulos y sus melodías guaracheras, los hombres de Ventura recorrían sus calles haciendo registros y detenciones y ase­sinando a mansalva. Ventura consiguió convertirse en el esbirro batistiano de los actos represivos más sangrientos y las torturas más bárbaras. El20 de abril de 1957 asesinó a los jóvenes revolucionarios Fructuoso Rodríguez, Juan Pedro Carbó, Joe Westbrook y José Machado. ba masacre fue en el número 7 de la calle Humboldt en La Habana. El 9 de abril de 1958 ordenó el asesinato del joven Marcelo Salado, cuyo cadáver tenía 33 impactos de bala. El 13 de junio de 1958 Ventura asesinó a las hermanas Cristina y Lourdes Giralt.

Cristina recibió nueve balazos y Lourdes trece. El 1 de agosto de 1958 Ventura participó en la masacre de la prisión del Castillo del Príncipe y el doce de septiembre en la ma­tanza conocida en la Historia de Cuba como "la masacre del Reparto Juanelo", en la que fueron asesinados cuatro jóve­nes y apresadas dos mujeres, a las que Ventura y sus hom­bres torturaron hasta la muerte. Por sus macabros méritos, en dos años Ventura fue ascendido de capitán a comandan­te y enseguida a coronel de la Policía Nacional batistiana.




Esteban Ventura Nava huyó a tiempo para salvarse de la justicia revolucionaria y fue acogido amablemente por las autoridades estadounidenses. Ventura se estableció con toda comodidad en Miami, donde fundó una agencia de se­guridad, la Preventive Security Service and Investigation, que estaba situada en la Calle Primera del South West y la avenida Bacon Boulevard. Durante mucho tiempo se corrió en Miami el rumor de que las víctimas de Ventura aparecían ensangrentadas en ese local, y hubo que emplear a un baba­lao para ahuyentar a los aparecidos. Durante 42 años Ventura se paseó tranquilamente por las calles soleadas del exilio his­tórico, donde jamás se le hizo un solo reproche por sus salva­jes crímenes de lesa humanidad. En enero de 1959 Cuba soli­citó su extradición acusado de crímenes de guerra. EEUU no respondió jamás. Ventura falleció sin sobresaltos a los 87 años de edad, sin que nadie lo llevara al Tribunal de La Haya.




Pero uno de los asesinos a sus órdenes, un cabo de apelli­do Caro, fue capturado a tiempo por el Ejército Rebelde de modo que dejó este escalofriante testimonio sobre la repre­sión en Cuba y el destino de dos mujeres capturadas por Ventura: Lidia Doce y Clodomira Acosta Ferrals, mensajeras del Ejército Rebelde:
" ... del Reparto Juanelo fueron conducidas a la II na Es­tación ... el día 13 [de septiembre de 1958] Ventura las man­dÓ a buscar conmigo y las trasladé a la 9na Estación. Al bajar­las al sótano que hay allí, Ariel Lima las empujó y Lidia cayó de bruces, casi no podía levantarse, y entonces él le dio un palo por la cabeza saltáridoseles casi los ojos al darse contra el contén ( ... ) la mulatica flaquita [Clodomira] se me soltó y le fue arriba arrancándole la camisa mientras le clavaba las uñas en el rostro. Traté de quitársela de arriba y se viró sal­tando sobre mí en forma de horqueta sobre mi cintura y él tuvo que quitármela a palo limpio hasta noquearla ... " ( ... ) "La más vieja, Lidia, ya no hablaba, solo se quejaba. Estaba muy mal, toda desmadejada. El 14 por la noche Laurent llamó a Ventura y le preguntó si ya habían hablado y éste le dijo:
"-Los animales estos les han pegado tanto para que ha­blaran que la mayor está sin conocimiento y la más joven tiene la boca hinchada y rota por los golpes, sólo se le en­tienden malas palabras.
"Laurent terminó solicitando que se las enviara y Ventura se las mandó conmigo 'prestadas', pues eran sus prisioneras; fui­mos en el carro de leche, vehículo utilizado para disimular el traslado de presos o muertos que guardaban en la lOma esta­ción."
(oo.) "Después de fracasar Laurent en sus torturas sin lograr sacarles una palabra (en la madrugada del 15), ya moribundas las metieron en una lancha, en la Puntilla, al fondo del Castillo de la Chorrera y en sacos llenos de piedras las hundían en el agua y las sacaban, hasta que al fin, al no obtener tampoco resultado alguno, las dejaron caer en el mar".

Pilar García
De este monstruo batistiano se decía que tenía "nombre de mujer y alma de hiena". Instauró el llamado "Método García":

asesinar a los prisioneros por la espalda. Como Jefe de la Policía Nacional exigía que, sin consultárselo, matasen a los prisioneros que los carros perseguidores recogían a diario por los barrios habaneros. Huyó a EEUU en diciembre de 1958. El Gobierno Revolucionario solicitó su extradición. Las Auto­ridades estadounidenses nunca contestaron. El primero de abril de 1959 la agencia AP reportó desde Miami que las Au­toridades de Inmigración y Naturalización le habían concedi­do el permiso de permanencia en EEUU.









Francisco "Pancho" Tabernilla. Después de huir de Cuba a la caída de Batista, Carlos M. Tabernilla fue miembro de Hermanos al Rescate. En la foto, su padre, "el Viejo Pancho", que repartió los altos cargos del ejército entre sus hijos.
Tabernilla





El ejército batistiano estaba lleno de "Tabernillas": los había en las divisiones de tanques, la Jefatura y en la aviación. Carlos M. Tabernilla fue piloto y Jefe de la Fuerza Aérea. Cometió crí- menes de guerra al bombardear a los campesinos de la Sierra y a las ciudades de Cinfuegos y Santa Clara, cuando Batista ya no podía mantener su poder.





Fue culpable de varias masacres de civiles. Como Jefe del Ejército, su padre popularizó una frase que estremecía a sus propios soldados: "Darle candela al jarro hasta que suelte el fondo": o sea, reprimir salvajemente reventando a los prisio­neros y llevando la represión al grado máximo. Huyó a EEUU, donde prestó sus servicios a su nuevo país testimoniando cor tra Cuba en el Subcomité del Senado de Seguridad Intern¡ Carlos M. Tabernilla fue miembro de la organización Hermanos al Rescate.






Camada Carratalá, uno de los esbirros más sanguinarios de Batista.
Camado Carratalá
Participó, junto con Ventura y otros, en la masacre de pre­sos políticos en la prisión del Castillo del Príncipe el primero de agosto de 1958. Ventura y Carratalá irrumpieron en las cel­das y ametrallaron a los presos a mansalva. El motivo: los pri sioneros políticos decidieron cantar juntos el himno nacional a determinadas horas. En la masacre murieron once hom­bres. Hubo ventiún heridos.

Carratalá participó también en la matanza de otros once jóvenes revolucionarios que habían recibido asilo en la emba­jada de Haití en La Habana. Huyó de Cuba el1 de enero de 1959 y fue acogido con los brazos abiertos en EEUU.



El 29 de octubre de 1956, Rafael Salas Cañizares, el coronel Camada Carratalá y el entonces capitán Esteban Ventura Nava penetraron en la Embajada Haití, sita en 7ma esquina a 20 en el lujoso barrio habanero de Miramar, aprovechando la ausencia de funcionarios diplomáticos en ese momento. Iban

al frente de un operativo de policías que habían recibido la orden de no dejar con vida a ninguno de los diez jóvenes revo­lucionarios que se habían asilado en la Embajada. Salas Cañizares avanzó por un pasillo lateral, encontrándose con uno de los revolucionarios, al que hirió mortalmente con una descarga de ametralladora. Ya moribundo, el joven disparó desde el suelo logrando herir de muerte a Salas. La matanza de la sede diplomática duró más de treinta minutos. Los diez jóvenes fueron asesinados.














Rolando Masferrer asesinó a más de dos mil cubanos entre 1953 y 1959. Era el cabecilla de una banda paramilitar de asesinos batistianos, "Los Tigres de Masferrer", que sembraron el terror en la pro­vincia de Oriente. Masferrer estrenó su banda criminal en 1956. Para organizarla, obtuvo la autorización personal de Batista para sacar de la cárcel a numerosos criminales, como el tristemente famoso René Feria, a quien Masferrer sacó de la Cárcel de Boniato convirtiéndolo en uno de sus principales lugartenientes.





Masferrer publicaba un periódico llamado Libertad. Todo el que apareciera señalado en Libertad como desafecto al régi­men de Batista era encontrado, al poco tiempo, mutilado y asesinado. A fines de 1958, después de la seis de la tarde la ciu­dad de Santiago de Cuba siempre estaba desierta. Bastaba con ser joven para que los hombres de Masferrer apresaran a los que estuvieran fuera. Y era harto conocido que los presos de "los tigres" siempre eran asesinados.
Masferrer Escapó a Miami en su barco particular el primero de enero de 1959. Ese mismo día, sus hombres mataron a 15 personas en Manzanilla, entre ellas a una familia de 9 miem­bros a quienes dieron candela dentro de su propia casa, oca­sionando la muerte de 3 niños, uno de ellos de 18 meses. El 7 de enero de 1959 el Gobierno Revolucionario pidió la extradi­ción de Masferrer al Fiscal de Distrito de EEUU en Miami, al Director de Distrito de los Servicios de Inmigración y Naturalización así como al Administrador de Aduanas de Key West. La respt¡.esta nunca se recibió por parte de esas Autoridades sino mediante un cable de la UPI del 26 de enero de 1959: "El Servicio de Inmigración de EE UU concedió hoy asilo político en este país al ex senador cubano batistiano Rolando Masferrer".


















Aunque Batista siempre lo trató como a un personaje mediocre y segundón, Rafael Díaz Balart fue un batistiano ser­vil desde muy joven. Tras haber sido asesor jurídico de la United Fruit Company en la provincia cubana de Oriente, Batista lo designó Subsecretario de Gobernación; a su padre lo hizo Ministro de Transporte, cargo en el que se enriqueció.





También sus hermanos disfrutaron de cargos lucrativos ofrecidos por el tirano. Díaz Balart se fue de Cuba en diciem­bre de 1958. En EEUU fundó la organización contrarrevolu­cionaria La Rosa Blanca, pero se las ingenió para no participar en la invasión de Bahía de Cochinos. Hoy en día sus hijos Lincoln y Mario Díaz Balart son los llamados "chicos de oro", unos políticos de extrema derecha cada vez más despreciados en Miami. Con un espíritu notablemente fratricida, los Balart han trabajado para EEUU recrudeciendo el embargo contra Cuba. La prole del batistiano Rafael está por la implementa­ción de la Ley Helms- Burton y en favor de las restricciones de los viajes a Cuba de los cubanos residentes en EEUU.

El 1 de enero se cumplirán cincuenta años de la estrepitosa derrota de la tiranía de Batista y del triunfo de la Revolución cubana. Ese triunfo constituyó el mayor descalabro de la po­lítica estadounidense en América Latina en el siglo XX. La siempre fiel Isla de Cuba, con su independencia de pacotilla desvirtuada por la Enmienda Platt y la Base Naval de Guan­tánamo, elegía de modo radical su propio camino. La reacción de EEUU es conocida, aunque los grandes medios de comuni­cación prefieran olvidada. En marzo de 1960 el Presidente Eisenhower aprobó un plan de acciones secretas y sabotajes contra Cuba, y en julio suspendió la compra de la cuota azu­carera aún antes de llegar a su término. En enero de 1961 EEUU rompió las relaciones diplomáticas con Cuba y en abril se produjo la invasión de Bahía de Cochinos, primera gran derrota de EE UU en el hemisferio. En septiembre de 1961 la ley Foreign Assistency Act autorizó al Presidente a mantener "un embargo total del comercio entre Cuba y EE UU".



En julio de 1964, gracias a las presiones de EEUU, la OEA aprobó una resolución que obligaba a todos sus miembros a mantener un embargo comercial colectivo contra Cuba. Después de la caída del Muro de Berlín la guerra contra Cuba se intensificó inauditamente: en octubre de 1992 el Presidente Bush (padre) firmó la "Ley para la Democracia Cubana" que prohibió el comercio subsidiario con Cuba, impuso rígidas restricciones a los buques extranjeros que hicie­ran escalas en Cuba si querían atracar después en puertos nortea­mericanos y otorgó al Departa­mento del Tesoro el derecho de multar a ciudadanos de cualquier país con multas de hasta 50.000 dólares por violar el embargo. El bloqueo perfeccionó su carácter genocida.



En 1996 entró en vigor la Ley Helms- Burton, que hizo trizas el derecho internacional, los dere­chos humanos y las regulaciones en organismos mundiales y regio­nales de los que EEUU forma par­te. Con esta ley ilegal y extraterrito­rial, el bloqueo quedó codificado como ley y cualquier modificación requiere ser legislada por el Con­greso. Con el Plan Bush de 2004, que restringe las visitas a Cuba de los cubanos residentes en EE UU, reparte dineros millonarios a quie­nes estén dispuestos a actuar o es­cribir contra Cuba y que nombra a un procónsul estadounidense pa­ra gobernar a Cuba cuando no exista la Revolución, se consumó la política por medio de la cual Cuba ha vivido y vive bajo una guerra constante.




Terroristas confesos como Or­lando Bosh y Luis Posada Carriles viven en EEUU sin que nadie los juzgue por sus crímenes, tal y como vivieron los asesinos batistianos antes mencionados. Desde las derrotas de Playa Girón y la Alianza para el Pro­greso, hasta la derrota del régimen racista de Suráfrica en Cuito Cuanavale y las victorias populares de la América La­tina de hoy, la Revolución cubana condicionó y sigue condi­cionando la política exterior de EEUU. Hace ahora 50 años Cuba pasó a ser una obsesión estadounidense y su expresión más descabellada es la mencionada Ley Helms-Burton. Jun­to al bloqueo y la Base Naval de Guantánamo, esa ley debe desaparecer. En este mes de enero de 2009 muchos cubanos abrigamos la esperanza, dentro y fuera de Cuba, de que el Presidente Obama tome al fin medidas que eliminen históri­camente el último reducto de la Guerra Fría en el Mar de las Antillas.

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