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domingo, agosto 13, 2023

La clase obrera y la liberación nacional: lecciones de la experiencia venezolana


7 agosto, 2023

Tribuna Popular


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Por: Adrien WELSH, Secretario del Partido Comunista de Québec, Partido Comunista de Canadá*.- En 1999, cuando Hugo Chávez Frías accedió al poder en Venezuela, cuestionó la idea del imperialismo y del capitalismo triunfante, es decir, la idea del fin de la Historia. Cuba ya no estaba sola en la subregión, otros movimientos antiimperialistas que hasta entonces limitaban sus acciones al ámbito económico comprendieron la importancia de tomar el poder político. Esto ocurrió en Bolivia con «Tayta» Evo Morales, luego en Ecuador con «Mashi» Rafael Correa, seguidos por El Salvador, el retorno de los Sandinistas en Nicaragua, Pepe Mujica en Uruguay, entre otros.


Por supuesto, el imperialismo estadounidense, viendo que su influencia se desvanecía, no aceptó esta resistencia y desde 2002 intentó un golpe de Estado para derrocar a Chávez y restaurar una burguesía alineada con Washington. El pueblo y la clase obrera no se quedaron de brazos cruzados y se movilizaron para restablecer a su presidente legítimo. Los imperialistas intentaron otros trucos sucios, como el reconocimiento del golpe de Estado de Juan Guaidó (completamente desacreditado pero aún reconocido por Canadá) y desesperados intentos de golpes militares dirigidos por mercenarios contra Maduro.


El pueblo venezolano resistió y pagó un alto precio por las sanciones impuestas por los imperialistas, porque sabían que, si la derecha continental volvía al poder, la Ley Orgánica del Trabajo, los programas sociales (o «misiones»), los proyectos de infraestructura, las empresas nacionalizadas y, en definitiva, todos los proyectos orientados hacia el desarrollo económico y una cierta redistribución de la riqueza, estarían terminados.


Sin embargo, en lugar de buscar salir de la crisis profundizando el proceso bolivariano para que se convirtiera en una verdadera revolución socialista, el Partido Socialista Unificado de Venezuela hizo lo que cualquier partido socialdemócrata hiciera: se apresuró a dar garantías al imperialismo, comprendiendo que si no luchaba por el socialismo, debía aceptar, en una situación económica catastrófica, compartir el poder y permitir que la oposición derechista recuperara poder económico para mantener el control del Estado.


Así, las mineras (especialmente canadienses) que habían sido expulsadas durante el gobierno de Chávez volvieron a recibir tratamiento preferencial, mientras que las cooperativas y otras empresas agrícolas nacionalizadas pasaron a estar bajo el control de capitales privados. La Ley Orgánica del Trabajo también fue flagrantemente ignorada. A nivel político, el gobierno negociaba con la «oposición» proimperialista y fascistóide.


En este contexto, el Partido Comunista de Venezuela (PCV) no pudo más que constatar que las prioridades del gobierno ya no tenían nada que ver con la defensa de un país soberano y popular, sino con la complicidad con el imperialismo. Es por eso que desde 2020, el PCV formó la Alianza Patriótica Revolucionaria junto a otros partidos políticos fundamentalmente favorables al proceso bolivariano.


A partir de entonces, el gobierno intentó fomentar divisiones dentro de estos partidos. El PCV estaba en la mira, pero el centralismo democrático y la formación ideológica de sus militantes y líderes le impidieron seguir el mismo camino. El apoyo internacional al PCV, especialmente porque el movimiento comunista internacional fue uno de los pocos que ha sido coherente y ha luchado continuamente por la defensa de la soberanía de Venezuela, no es insignificante. Para el régimen en el poder, la única opción que queda es la ilegalización formal del PCV, habiendo fracasado en el intento de crear un partido paralelo, un PCV «patriótico».


El Partido Comunista de Venezuela fue el primer partido político en comprender la importancia histórica de Chávez y apoyarlo. Rápidamente, propuso la formación de un frente único antiimperialista, que luego fue transformado en un partido único (el Partido Socialista Unificado de Venezuela). Al negarse a disolverse en él, el PCV logró la formación del Gran Polo Patriótico Simón Bolívar, que agrupaba a todas las fuerzas progresistas, antimonopolistas y antiimperialistas del país. Sin embargo, a diferencia de lo que sucedía en el papel, este «polo» no tenía existencia propia, sino que se limitaba a mantener una alianza estrictamente electoral, a diferencia de la Unidad Popular en Chile, donde todas las componentes políticas y sociales se reunían periódicamente para establecer un programa político común.


Hasta el final, el Partido Comunista de Venezuela buscó ser diplomático con sus aliados y solidarizarse con el gobierno. En esta línea, en 2018 se firmó un acuerdo entre el PSUV y el PCV para apoyar un candidato único, Nicolás Maduro, en las elecciones presidenciales. Sin embargo, una vez que Maduro fue elegido, no se convocó ninguna reunión de seguimiento y ninguno de los elementos programáticos acordados se llevó a cabo, todo lo contrario.


Lecciones de la experiencia venezolana


1. Dos grandes contradicciones atraviesan el capitalismo contemporáneo: capital-trabajo y soberanía-imperialismo. La primera es la contradicción fundamental, mientras que la segunda puede ser, en ciertos casos, como en Venezuela, la contradicción principal. Sin embargo, estas dos contradicciones evolucionan en paralelo. Por lo tanto, no se puede exigir sacrificios a la clase obrera en nombre de la defensa de la soberanía nacional y permitir que la burguesía nacional se convierta en una burguesía monopolista.


2. Un frente único antiimperialista es deseable siempre y cuando el Partido Comunista (como destacamento vanguardista de la clase obrera) pueda organizarse de manera independiente y sea tomado en cuenta. Sin esta condición, el frente solo sería antiimperialista de nombre y terminaría convirtiéndose en una herramienta para la burguesía nacional.


3. Mientras los comunistas no estén en el poder, la lucha por la liberación nacional solo puede ser capitalista. Aproximadamente veinte años después, en el mejor de los casos, la emergente burguesía monopolista intenta imponer su autoridad y deshacerse, a menudo de manera brutal, de sus antiguos aliados. Así es como liquida las conquistas sociales para integrarse mejor al capitalismo globalizado.


Estas tres lecciones no solo se aplican a la experiencia venezolana. Lo hemos visto en Sudáfrica, donde los gobiernos del ANC no dudaron en traicionar la Carta de Libertades de 1955. También lo hemos visto con el MPLA de Angola, Frelimo de Mozambique, Guinea de Sékou Touré, así como con Egipto bajo Nasser y con la Argelia independiente.


Por lo tanto, presentamos dos textos provenientes de Argelia, donde situaciones similares han occurrido, y eso, no obstante una situación más violenta de la parte del imperialismo que permitió a la clase obrera y a las capas populares de ese país a conceder más logros por parte de la pequeña burguesía nacional que lideraba el proceso de liberación nacional. 


El primero es de Sadek Hadjerès, fallecido el pasado noviembre. Tanto bajo el régimen francés como bajo el de Argelia independiente, pasó un total de 30 años en la clandestinidad. Después de la independencia, organizó el Partido Comunista Argelino, que se convirtió en clandestino. En 1970, se convirtió en el Primer Secretario del Parti Algérien de l’Avant-Garde Socialiste (PAGS), es decir, del PCA reconstituido. El otro texto es de William Sportisse, quien ha experimentado un destino similar. 


En ambos casos, la enseñanza es clara: no puede haber liberación nacional sin liberación del proletariado.


*Originalmente publicado en People´s Voice,


PrensaPCV:



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