Translate,translator,traducteur,Übersetzer, traduttore,tradutor,переводчик

jueves, noviembre 26, 2009

Vencedores del Negrin-XVI

Capítulo XVI
MI SALIDA DE MADRID. ¡POBRES CAMPESINOS!
MANTECON, EL COMISARIADO DE LEVANTE.
Yo vivía en las afueras de Madrid, cerca de la Ciudal Lineal, en una colonia de casas baratas, ocupando Un hotelito modesto, rodeado de un pequeño jardín, que las manos cuidadosas de mis familiares hacían agradable.
No había nada en él que no me perteneciera. Mueble sencillos, adquiridos con el pequeño sueldo que cobran como Secretario de la Federación de la Edificación.
Era el remanso de mis nervios.
Desde sus ventanales, muchas noches divisaba los re~ plandores de los morteros y fogonazos de las baterías, e el cinturón de Madrid, cercado por las fuerzas de Franco (y recordaba los días en que la aviación, buscando sus víctimas, pasaba por encima de la colonia, estremeciendo le frágiles muros de los hoteles.
La quietud de aquella noche, en que por última vez dormía en mi casa, contrastaba con los ruidos de otros día Mis tíos me explicaban el sobresalto que habían pasad durante mi ausencia a causa de las luchas entabladas e Madrid, entre el Consejo y los comunistas.
-¡Qué días hemos pasado, hijito! -me decía mi tía a ver las mañana, las balas han llegado hasta aquí. E tu cuarto, tienes los cristales rotos y las paredes están marcadas por los proyectiles.
-¿Habéis pasado mucho miedo, eh? -les preguntaba riendo.
-Fíjate, aquí mismo se parapetaron algunos soldados, y desde la pradera les tiraban. No nos dio tiempo de mar¬charnos, vimos caer a varios y se los llevaron muertos o
Heridos.
-¿Muchos?
-No, seis o siete, pero lo peor fue la aviación.
-Sí, ya sé que vino, pero suponía que no había descargado por aquí. •
-'-¡Ay! ya lo creo. ¡Qué horror! Como has venido de
Noche, no lo has visto. En la carretera y en las otras calles han deshecho algunos hoteles.
_¿Cuáles?
-El de Isabel de Palencia lo han medio derrumbado
Y otros que no sé de quiénes son.

-¿Era la aviación enemiga? -volví a preguntar.
-Sí, y esto es 10 que más nos ha extrañado, porque
Sólo tiraba por aquí, que es donde estaban los que se de¬fendían. Los pobres huyeron, pero han sido días muy malos. -En fin, ya pasó -le dije animándola.
-¡Y que lo digas!, ganas tenía que así fuera; es una
Pena el ver que os estáis matando entre vosotros mismos.
Callé para apreciar el alcance de estos hechos, que eran .una prueba más del método empleado por el Consejo, para derrotar a los que le combatieron.
Faltándole fuerzas adictas, había aceptado la intervención de la aviación enemiga, para que contribuyese a la rendición de sus adversarios.

217 -Mañana me voy, tía. _¿ Te vas para siempre?
-Casi seguro, ya no soy comisario, he recobrado mi personalidad civil, y me voy a Valencia.
_¿ Qué harás?
-No lo sé. Desde luego, haré cuanto pueda para marcharme fuera de España.
Mi tía lloraba.
--Lo siento y me alegro. Esto 'lo veo muy mal; a nosotras no creo que nos pase nada. Unas pobres mujeres, que no hemos hecho ninguna cosa mala.
-Eso creo también, tía.
-La radio, todos los días dice cosas terribles, que si
No os entregáis avanzarán sobre Madrid dentro de poco. No quiero que te cojan.
-Por eso me voy -le dije riendo.
-Sí, sí, hazte el valiente. Esto se acaba. Todos estamos
Enterados, pero como no sabemos dónde ir; qué le vamos a hacer. Aquí estaremos pase lo que pase.
-¿Se ha marchado gente de la colonia?
-No, los que se fueron por esos días de tiros y. bombardeos han vuelto y no piensan salir. Todos dicen lo mis¬mo, que a dónde van. No sé cómo podrás salir tú. -Algún medio habrá. •
-¿Pero si ha marchado la Escuadra? ¿Si no hay barcos y los de Franco han bloqueado el poco litoral que nos queda?
-Entonces, ustedes en caso de peligro, ¿se resignarían a morir? -le pregunté.
-No, no sabemos lo que pueda pasarnos. Todos pien¬san así. Ya no hay remedio, se ha perdido la guerra, y ahora parece que al que no haya hecho ningún crimen na¬da le pasará. Por eso estoy tranquila y si ha de pasar que pase, yo de' Madrid' no me muevo.
Generalmente así opinaban la mayor parte de los ma¬drileños. Los puertos de Levante, lejanos, no era fácil al¬canzarlos, y aun así se tenía la convicción de la inutilidad de este intento, porque no había barcos.
La actitud estoica de mi tía era la que se adoptaba en estos días, infundida por un fondo de optimismo en la generosidad del vencedor.

Al día siguiente, 12 de marzo, abandonaba Madrid entre los sollozos y abrazos de mi familia.
Nada me llevaba, mi equipaje había quedado en Barcelona y perdido para siempre.
En Olivares y otros pueblos de la ruta de Madrid- Valencia, entablé conversación con gentes conocidas.
En todos ellos los alcaldes hacían firmar a los vecinos en pliegos la adhesión al Consejo.
Con la misma rapidez que algunos de ellos en otros días se habían transformado en republicanos, comunistas, socialistas o cenetistas ahora se transformaban en fervien¬tes admiradores del Consejo.
Sólo comprobé un caso de gallarda rebeldía en uno d estos pueblos, en donde nos paramos a comer.
La dueña de la casa, a quien conocía, requería mi apo¬yo en contra de su hija.
-Pero ¿usted ve qué chiquilla? No quiere firmar lo que le ordena el alcalde.
-Según a lo que se comprometa con esa firma.
-Nada, señor, que aprueba al Consejo ése que se ha
Formado.
-Ah! ¿Ella no está conforme?
-Pues aunque así sea, madre -interrumpió la muchacha- yo no firmaré.
-¿No está usted conforme con el Consejo? -pregunté.
-No es eso, sé que quieren que diga que no soy comunista.
-¿Pero usted pertenece a ese partido?
-Sí señor, y por eso no firmo.
-Antes de la guerra, ¿había aquí Partido Comunista?
-¡Quia! Aquí ni ése, ni ninguno más que los del gobierno.
-¿y son muchos, los que no quieren firmar?
-Dos o tres, pero son hombres, y no esta chiquilla.
Este diálogo repetido con otras variantes me probaba que no en vano habían transcurrido, casi tres años' de gue¬rra, y que había prendido la inquietud de las ideas, que sería muy difícil destruir.
Por otra parte, comprobé que se buscaban partidarios del Consejo, por los mismos procedimientos que' los políti¬cos, a quienes más habíamos combatido, antes de la ins¬tauración de la República, reclutaban los suyos.
0)0)1)
Tampoco se temía el final de la guerra y el rescoldo de las propagandas antifascistas no se podía apagar, con risibles medidas, ni aun para aquellos cuyas ideas sólo te¬nían un sentido sentimental con el que se habían encariñado.
-¿Volverán los ricos? -tornó la mujer a preguntar.
-Claro, mujer -contestó el marido.
-¿y el tío Fanegas?
-Todos.
-¡Jesús bendito! ¡El tío Fanegas! -exclamó la mujer
Con verdadera amargura-o Entonces las tierras, ¿quién las trabajará?
-Nosotros a jornal, ya no habrá repartos.
-¿Vosotros? -repetía la mujer con señalada duda-o Si
'antes traían gente de otros pueblos cuando pedíais algo, ahora harán igual.
-¿Y qué hará Franco con nosotros? Y los ricos, ¿qué harán? -se preguntaba la mujer' con su profunda preocupación
-¿Qué van a hacer? Dejarnos. No nos matarán a todos, algunos quedaremos.
-¡Qué se yo! -aseguraba ella-o Se vengarán por ha¬berles cogido sus tierras y ocupado sus casas.
-Ellos se fueron. ¿Qué íbamos a hacer si no? Las tierras hoy las tienen mejoradas y todo.
-Pero ¿y habérselas quitado? Eso no lo perdonarán. Y si se perdía la guerra, ¿para qué se necesitaba que se lle¬vasen del pueblo hace poco tanta gente?
-Es que no hay armas, ni municiones ---'-aclaraba el marido...
-Pero si perdemos las tierras, si nos van a matar, ¿por qué no seguir luchando? Si hemos de morir ¿por qué no nos defendemos?
-Porque el Consejo hace las paces, para eso han ve¬nido.
-Pero ese no es el Gobierno. Este quiere luchar.
-Sí, pero no podemos. Por eso el Consejo lo arregla, y
no nos harán nada, todo se perdonará.
-No, no -decía la mujer enfurecida- los ricos ya veras,
, esos no perdonarán, y si vuelven, mucho malo pasaras en el pueblo.
Presencié esta disputa, recogía él ambiente pueblerino, lleno de confusiones por noticias truncadas y mal expresadas, pero no llevaban la zozobra al ánimo de los campesinos ¡lOS preocupados por lo que después iba a pasar.
Ellos habían trabajado las tierras abandonadas, que volverían a sus antiguos dueños y serían víctimas inmediata del odio acumulado durante su ausencia por éstos, que seguramente volverían con. Ansia de satisfacer su venganza.
En las capitales peligrarían los hombres destacados d los sindicatos y partidos, pero en los pueblos, quedaban expuestos a los riesgos brutales del rencor, todos.
y estas gentes, clavadas en sus pueblos, no manifestaban deseos de huir.
El destino les retenía allí, sin esforzarse por salir de él. ¿Dónde irían? ¿ Quién les/indicaba lo que tenían que hacer? Cuando la catástrofe se produjera, les cogería allí, aco¬bardados e indefensos.

En Valencia, se acordó que. Zabalza y yo nos encargá¬semos de ir preparando la manera de garantizar la posible salida de los cuadros sindicales de la U.G.T .
. Poco podíamos hacer. La C.A.M.P.S.A. y otros con¬signatarios habían terminado sus compromisos con el Go¬bierno.
Ya no había barcos, ni siquiera los pocos que estaban comprometidos y pagados con el dinero español.
Este compromiso se había cancelado, con la marcha del Gobierno, y por el reconocimiento de Franco por Fran¬cia e Inglaterra.
Las provincias que ocupábamos formaban un trián¬gulo en el mapa de España, desde Madrid a Almería y Va¬1encia, uno de cuyos lados era el mar.
Pero la terrible realidad llenaba de pavor el espíritu, revelándonos la impotencia insuperable para poder salir de nuestra dilatada prisión.

La nostalgia de mi cargo y el deseo de visitar a los ami¬gos me llevaron a la posición de mando del Comisariado del Ejército de Levante, del Mantecón.
Nos saludamos con sincera y entrañable alegría. Como, ¿tú por aquí? -me preguntó extrañado.
-El clima de Madrid me sienta mal -le contesté riendo.
-Mucho he pensado en ti, y te compadecía.
-En fin, ya hemos salido. ¿Y aquí, cómo estáis?
-Bien, a mí me extraña que continúe yo en este sitio,
pues ni una sola orden del Consejo publico en el periódico del Ejército de Levante.
-Pues ya es difícil.
-Sí, mira -y me ofreció un ejemplar que apenas leí.
En efecto, el periódico del Ejército 9,de Levante ha¬blaba como si esta transformación política no existiera, pero su gran esfuerzo consistía en un texto rebuscado y flojo, que le hacía inútil para el soldado.
-Ha venido un comisario, en nombre de Piñuela, a
hacer una información, Y le he echado de aquí.
_¿Puedes hacer esto?
-Ya lo ves. Menéndez no se atreve, sabe que aquí te¬nemos dos Cuerpos de Ejército completos, con los qué no cuenta, y que si no han intervenido ayudando a Madrid, es porque se les ha ordenado que no lo hicieran. En el 22 Cuerpo están Jesús Hernández, Checa y Montiel, y al¬gunos más. Allí están seguros.
-Me alegro que me des esta noticia, pues temía que
Prisioneros de Casado, llegase el momento de la rendición total y los fascistas los encontrasen en la cárcel -respondí.
_y tú ¿qué harás?
Le expliqué mi compromiso y el propósito de cumplirlo.
Iría a Alicante y a otros sitios para lograrlo.
-Pues yo, chico, si no me relevan, me considero ya
Un cadáver que anda.
-Supongo que tienes algo preparado para marchar de
Aquí, pues a esto no le doy más vida que ocho días.
1 José Ignacio Mantecón.-De Izquierda Republicana.

-Eso creo. A mí me sorprendería que no fuera ante, pero no sé lo que harán. Por mí han tenido los que las piden, todas las facilidades, pero a mí nada me han ofre¬cido.
-y el Ejército ¿cómo está?
-Ni él mismo lo sabe. Aún no se ha recobrado de su
sorpresa. En general, desprecian al Consejo y presienten un derrumbamiento inevitable. No se han producido sín¬tomas de desmoralización: todos están en sus puestos, pero así no se podrá seguir. Esta calma silenciosa encierra un gran desasosiego, cuya exteriorización no sé como se pro¬ducirá.
-¿y cómo se ha 'manifestado con respecto a las luchas de Madrid?
-Pues deseando intervenir en favor del Gobierno, pe¬ro comprendo que era una nueva complicación. -¿Hubieseis podido ayudarles? -pregunté.
-¡Cómo! Aquí todos, hasta el 19 Cuerpo de Ejército,
Que antes mandaba Romero. El Consejo vive porque nos¬otros queremos, porque sin Gobierno no vamos a nombrar •una nueva Junta. Y lo mismo ocurre en Andalucía y parte de Extremadura .. Moriones no se ha adherido .al Consejo, y le parece una indignidad lo que han hecho.
-Pero el mal ya no tiene remedio.
-Desgraciadamente así es. Por eso yo no tengo propósito ni siquiera de defender mi vida. No sé, nada haré por salir. Estoy avergonzado y deshecho.
-Eso no. Hay que reanimarse y darles las menos víc¬timas posibles a nuestros enemigos.
-Aquí me tienes desde luego para todo y cuenta con un lugar seguro si te persiguen. Porque aquí no vendrán, como no han venido por mí.

No hay comentarios :