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martes, junio 14, 2011

Apendice de Los vencedores de Negrin

Como complemento de esta segunda edición de Los Vencedores de Negrín se incluye este apén¬dice integrado por dos textos de Edmundo Domínguez, inédita hasta ahora y que examinan las cuestiones partidistas, obreras y del exilio. repu¬blicano a la pérdida de la República y la guerra civil.

Son das cartas: una enviada a Pedro. Muñoz, miembro. del Comité Nacional de la Federación del Transporte Marítima, fechada el 14 de junio. de 1963, y en la que Domínguez hace un valiente, sincero, honesta y autocrítico balance del Partido Socialista Obrera Español, y de sus dirigentes; asimismo, las peripecias de la interioridad de las mandas de la Unión General de Trabajadores y de sus más significativas líderes, y finalmente comenta la dejadez y el divisionismo múltiple en que incurrió la emigración española en México.

En la otra misiva, dirigida al escritor Celso Amieva, Domínguez abunda en el tema de las múltiples y profundas divisiones existentes entre los miembros de la diáspora republicana y par extensión dentro. Del Partido Socialista.

Aunque ya han fallecida la mayoría de las pro¬tagonistas de este jirón de la historia de España, la historia trágica española del siglo. veinte, sus acciones, pugnas, coincidencias, alianzas y divi¬siones expresadas can valentía y veracidad por una de ellas, han de auxiliar a los españoles en su lucha de hay y contribuir a que la verdad histórica sea más objetiva, veraz y completa.

Edmundo Domínguez Aragonés (hijo.).

14 de junio. de 1963. Camarada Pedro Muñoz. Vera cruz.
Aunque tarde, cumplo mi promesa de remitirle esta carta, en la que hago una somera historia y. fija además mi criterio. Sobre las actividades de las hombres que han dirigido el P.S.O.E. y la U.G.T..
.
Comprendo su enojo al con templar ahora las divisiones que existen entre las socialistas españoles en la emigración.

Para formar un juicio. (si no exacto, la mas aproximado posi¬ble) de las causas que han producido. estas divisiones, es preciso remontarse a fechas ya lejanas, pero que poderosamente influyeron en la situación actual.
.
En todos las partidos socialistas del mundo., incluso en el Partido Comunista y aun en la misma dirección del Gobierno Sovié¬tico, se han producido, de manera continua, discrepancias entre sus dirigentes, pero en la mayar parte de ellas hubo propósitos más nobles y más desinteresadas que las que ahora contempla¬mos en la dirección de la U.G.T. y el P.S.O.E.

En España, desgraciadamente, las divisiones que se iniciaron mucho antes de la guerra las produjo el afán de ejercer, un solo hombre, la hegemonía en el Partido Socialista y en la U.G.T. Para lograr este fin, incluso se formaron grupas adheridas a las perso¬nas de Julián Besteiro y Francisca Largo Caballero., pues Indalecio Prieto aún no. ofrecía importancia comparable a la de estos camaradas.
Estas diferencias eran inicialmente reflejo de la educación y del sentimiento político de los que las auspiciaban. Por ejemplo:

Julián Besteiro, por su educación, por sus relaciones sociales, por su estada económico, pera principalmente par su formación polí¬tica, tenía que diferenciarse hasta en los menares detalles con 'Largo Caballero., obrero manual, de escasa cultura y conocimiento teóricas, como nos sucede a todos las militantes obreros, cuya par¬quedad raya en la ignorancia; por tanto, no. es de extrañar que. surgieran diferencias can el tiempo y que la reiteración de estas diferencias terminase por producir una profunda división, En 1917, Julián Besteiroy Andrés Sabarit, de la misma ten¬dencia, fueron héroes de una jornada, par la que no hay que re¬gatearles ningún mérito; pero es evidente que, a partir de aquella fecha, como si aquel riesgo. les hubiera agotado toda su espíritu de sacrificio. y de lucha, se han mostrado prudentes y hasta enemigo de toda acción que representara riesgo para ellos oponiéndose a toda lucha de carácter revolucionaria.

Durante la dictadura de Prima de Rivera, Besteiro no sentía impulsos hostiles hacia ella, frenaba todo intento de compromiso con los republicanos o con otras fuerzas democráticas para derri¬bar la dictadura. En diciembre de 19'30, cuando se tenía acordado un levantamiento militar, al que ayudarían los trabajadores con una huelga general, Besteiro, y todos sus amigos y partidarios, boicotearon aquel movimiento.
. En el Congreso que se celebró en 1932, donde se trató este asunto, Besteiro fue acusado de haber boicoteado el movimiento en contra de la dictadura de Primo de Rivera, pero no se logró el esclarecimiento de aquel suceso, y por presiones e influencias de los Sindicatos de Ferroviarios y de Trabajadores de la Tierra, lograron éstos que Besteiro saliera elegido Presidente de la U.G.T.

Cuando la división se produjo más honda, fue en 1934, con mo¬tivo de la huelga decretada por la U.G.T. para evitar el ingreso de la C.E.D.A. en el gobierno que formó el señor Lerroux. Entonces el grupo Besteiro y su incondicional Andrés 8aborit editaron De¬mocracia, cuyo lenguaje y texto convirtieron en una enconada polémica condenando la desviación de la U.G.T. y acusando a Largo Caballero de ser responsable de los sacrificios y las penalidades que sufrían los trabajadores con motivo de la fracasada huelga. Contestando a este periódico, Caballero asociado con Luis Araquistain y Carlos Baráibar, editó Claridad, un periódico de lucha exageradamente combativo. Como el lenguaje de ambos periódicos era lo menos apropiado para esclarecer posiciones jus¬tas y de interés al Partido y a la Unión, sólo consiguieron ahondar más la lucha personal entre unos y otros.

, En aquel tiempo comienza a señalar Indalecio Prieto una ter¬cera posición. Nunca fue socialista, sino un moderado liberal o republicano, pero tan absurda como débil le parecía la posición de los besteiristas, que nunca se unió a ellos, adoptando una po¬sición ecléctica aunque en el fondo era tan de derecha como Bes¬teiro, si bien mantenía su posición con más gallardía e inteligencia.

Durante la guerra, estas posiciones antípodas y de lucha que¬daron disimuladas, Besteiro se oscureció, estaba verdaderamente aterrado y no participó en ningún momento en acciones positivas durante la guerra civil. Era natural que, dada su idiosincrasia, es¬tuviera asustado por los excesos y la confusión de los primeros momentos, cuando el pueblo madrileño se levantó en contra de los militares: Controles, "paseos", incautaciones, que reflejaban un sentimiento de protesta y hasta si se quiere vengativo de las masas, imposibles de frenar. Recluido, no dio señales de vida po¬lítica hasta el final de la República, cuando al coronel Casado, es¬cribió la página más vergonzosa de su vida, inspirado, más que por otra cosa, por el despecho y el rencor.

Basteiro es el primero de todos ellos que queda anulado. El siguiente es Largo Caballero.

Indalecio Prieto, desde 1924, comienza a revelar su oposición a las Comisiones Ejecutivas de la U.G.T., y del P.S.O.E., pues se¬gún él, éstas se ocuparían en establecer relaciones con elementos militares y civiles para derribar la dictadura de Primo de Rivera, y las acusaba de colaboración y de tolerancia para con la dictadura. En el congreso que se celebró el año 28,' Prieto fue repren¬dido y quedó en una situación poco airosa, derrota que no olvidó en su vida.

Durante la dictadura de Primo de Rivera, la U.G.T. y el P.S.O.E., adoptaron una posición oportunista, que dio como resultado que ambos organismos no fueron perseguidos ni disueltos.

En 1925, y estando Primo Rivera en el poder aún, falleció Pablo Iglesias que, aunque viejo, aún inspiraba respeto. Nadie se atre¬vía entonces a extremas divisiones y discrepancias de bulto, salvo la indisciplina característica de Prieto. Esta unidad más o menos sincera dio como resultado que Besteiro recogiera como herencia la Presidencia del Partido Socialista y la. U.G.T., Y Largo Caba¬llero y Andrés Saborit las Secretarías de ambos organismos.

Hasta 19'30, Largo Caballero no acepta responsabilidades con los presuntos conspiradores que se proponían derribar a Primo de Rivera, pero en esta fecha se pone en relación con personas y organismos que le inspiraron confianza. El fracaso de aquellas jor¬nadas no es imputable a Caballero; creo más, que ni siquiera la huelga general prometida y no cumplida, boicoteada por Besteiro, hubiera dado buen resultado, y sólo quedó como saldo trágico de aquellas jornadas la muerte de los valientes capitanes Galán y García Hernández, que fueron fusilados:




En 1931, se proclama la República y en esta ocasión los "Tres Lobitos", Besteiro, Caballero y Prieto, aparecen unidos. Besteiro acepta la Presidencia de las Cortes, considerando que, al fin, sus grandes méritos han sido reconocidos y premiados. Yo sé cómo se sentía en aquella fecha, pues al mismo tiempo que era Presidente de las Cortes, era también Presidente del Comité de la Agrupación Socialista Madrileña, de cuyo comité formaba yo parte. También he podido observarle cuando su prestigio declinaba; al tener que dejar la presidencia de la Fundación Cesáreo del Cerro, Besteironunca creyó que podía ser sustituido. Pero, contra su opinión, los tres cargos tuvo que dejar y, aunque disimuló el despecho, su soberbia le impidió colaborar con nadie. Como complemento el aquellos primeros momentos en que el P.S.O.E. participó en el gobierno de la República, recuerdo a otro dirigente aunque no ha tenido como los mencionados una influencia decisiva, sin embargo, formó parte unas veces al lado de unos y al lado de otros; es decir, no tuvo una posición firme; se trata de don Fernando de los Ríos.

Largo Caballero, como ministro del Trabajo, no alcanzo a des¬empeñar su cargo con la competencia que Se le suponía y tuvo que entregar al señor Relique, viejo o y astuto funcionario del Minis¬terio, la redacción del famoso Contrato de Trabajo, cuyo estatuto no le acreditó como hombre de grandes conocimientos en materia social. Ni siquiera abordó audaces reformas, que otras naciones ya tenían establecidas' en defensa de los trabajadores.

Indalecio Prieto es el "diletante" que asombró a todos con de¬claraciones. ¡UN GENIO! Lo más sorprendente es que, siendo minis¬tro de Fomento,' lanzó un reto al Sindicato de Ferroviarios, opo¬niéndose a las aspiraciones de éstos a conseguir mejores salarios y condiciones de trabajo. Prieto, socialista perteneciente a la U.G.T., con insultante desprecio para su propia representación, alardeó de que no estaba dispuesto a satisfacer las aspiraciones de los ferro¬viarios. Los anarcosindicalistas, airadamente, nos echaron en cara esta conducta, con la que prieto .fortaleció a la C.N.T.

Los "Tres Lobitos" dejan de estar unidos. Al cesar en las res¬pectivas carteras ministeriales y en la Presidencia de las Cortes, se sitúa cada uno en su discrepancia anterior.

Largo Caballero, en un acto organizado por la U.G.T., (es de¬cir, que él mismo organizó) en el teatro Pardiñas, se declara ene¬migo de los Comités Paritarios, organismos tan definidos por él, tanto siendo ministro como durante la dictadura de Primo de Ri¬vera, y declara ante el asombro de las masas, que su paso por el Ministerio del Trabajo le ha demostrado que es imposible que la emancipación de los trabajadores pueda lograrse por una cola¬boración con gobiernos burgueses. Llega a más, se declara parti¬dario de la dictadura del proletariado y, como rutilante botón de muestra, desafía a sus opositores y dice que la clase trabajadora debe saltar por encima de las consignas de los reformistas y lanzarse decididamente a la lucha revolucionaria.

Las divisiones en el P.S.O.E. y en la •U.G.T., promovidas por Largo Caballero, despiertan inusitada actividad en las derechas, que se agradan formando alianzas hostiles a la República, y el resultado más inmediato de estas divisiones producidas por el ra¬dicalismo de Largo Caballero es que las elecciones de 1933 las gana la reacción.

La victoria de la reacción y de los republicanos enemigos del proletariado decidió a la UGT. y el P.S.O.E. a ir a la huelga revolucionaria en 1934, para intentar oponerse a la toma del poder por Gil Robles y sus partidarios.
Besteiro, sin disimulo, siempre se opuso a este movimiento que consideró erróneo, pero Prieto, que no se atrevió a oponerse pú¬blicamente a la huelga, en la intimidad, a sus amigos y personas de confianza formulaba este deprimente juicio; "Mi opinión de Largo Caballero es que es un imbécil que quiere dárselas de as¬tuto. Con su impulso inconsciente de repentino revolucionario, nos va a llevar a todos a la ruina".

Indalecio Prieto indudablemente tenía cierta razón. No era fácil asimilar la conducta de Largo Caballero, que tantas muestras de conservadurismo habían dado y se transformara de pronto en extrema izquierda del Partido Socialista y de la U.G.T. Durante años se formaron grupos de cada una de las tendencias, es decir, de cada influencia personalista. Esos grupos se combatían y riva¬lizaban entre sí, en su afán de aparecer victoriosos en cada de¬talle, en cada expresión o actividad por insignificante que fuera, y estas acciones produjeron rencores y enojos.
Como consecuencia del fracaso de la huelga general del año 34, 'aunque Caballero estaba encarcelado, esta deplorable situa¬ción no le privaba de actuar desde la prisión, e intervenía lo mismo en los precandidatos a diputados a Cortes como en la orientación de la lucha; sobre todo, propugnando la eliminación de sus oposi¬tores. Esta conducta, pese al gran prestigio que tenía, dio como consecuencia que fuera eliminado de la Comisión Ejecutiva del Partido Socialista y sólo conservara el cargo de Secretario General de la U.G.T.

Con la experiencia adquirida por la derrota en las elecciones del año 33, en 1936 los partidos de izquierda formaron un frente común y el resultado de aquellas elecciones fue obtener una ma¬yoría parlamentaria que permitió derrocar al Presidente de la Re¬pública Alcalá Zamora, al que sucedió en la presidencia de la República Don Manuel Azaña. Como el Partido Socialista formaba la minoría más numerosa, fue requerido para que formara gobierno.

Largo Caballero opinaba que debían ser sólo los republicanos los que formaran gobierno, siguiendo su reciente criterio de no aceptar carteras ministeriales. Esto parecía ser la razón de su opo¬sición a que formara gobierno el Partido Socialista. Pero por mu¬cho que Caballero disimulara que el P.S.O.E. no, debía formar gobierno, ocultaba su desagrado porque de haber aceptado la invi¬tación que Azaña hizo al Partido, el indicado para presidir el fu¬turo gobierno hubiera sido Indalecio Prieto yeso sí que no, antes Moro.

En sus memorias, Largo Caballero asegura que en aquella fe¬cha conocía que los militares se iban a sublevar. Con lo que, de l ser cierto, demostraba que sus pasiones oscurecían su razón, pues era indudable que de conocer la amenaza de una sublevación mi¬litar, era mucho 'mejor que al frente del gobierno estuviera un socialista y no un republicano.

Aunque Caballero posteriormente haya querido aparecer Como conocedor de las intenciones de los militares, no lo Creo, pues de ser verdad no hubiera procedido como procedió. El supuesto lo fundo en que, unos días antes del 18 de junio, se celebro una reu¬nión en el local de la Comisión Ejecutiva del PSOE, eN la calle de Carranza número 20 y a cuya reunión asistimos por la UGT.,

él compañero Lois por el Partido Comunista, José Díaz, y yo como Presidente de la Casa del Pueblo de Madrid. A esta reunión, sin saber por qué, no asistió ningún republicano ni los anarquis¬tas o Indalecio Prieto hizo un relato de los propósitos homicidas de los militares, manifestando que estaban dispuestos a fusilar a to¬dos los dirigentes que allí estábamos representados, como también a los ausentes, ya fueran republicanos o anarquistas. Al terminar esta reunión, Lois y yo salimos juntos, y Lois con tono humo¬rístico' me dijo que aquel informe de Prieto era un "cuento de miedo". Como este representante de la U.G.T. formulara tal cri¬terio y desconfianza, era fácil comprender que reflejaba no sólo su criterio, sino el que había oído, sin excluir a Caballero.

Los cargos que se hacen a los republicanos, y principalmente a Casares Quiroga, por su optimismo y confianza de que la su¬blevación militar no había de producirse, estos cargos hay que di¬luirlos también entre el P.S.O.E., pues no es justo cargarlos todos a la cuenta de los republicanos. El Partido Socialista y la U.G.T. en la reunión que anteriormente cito, acordaron publicar un. ma¬nifiesto en el que manifestábamos nuestra adhesión al gobierno de Casares Quiroga. Esta pueril manifestación nunca podría bas¬tar para detener el golpe militar, cuyos preliminares eran visibles. Lo más indicado hubiera sido, como que los propósitos de los mi¬litares ya se conocían, preparar en los pueblos y en las ciudades y en todas partes donde teníamos organizaciones obreras y polí¬ticas, grupos de choque. Aunque con escasos medios combativo s, gracias a esta previsión los militares hubieran encontrado una re¬sistencia como la de Madrid y Barcelona. Por lo tanto, la respon¬sabilidad dé aquellos días incumbe a todos. Como prueba de lo di¬cho, recuerdo la indiferencia que existía en todas partes y hasta en nuestros medios políticos y sindicales.

La sublevación se produce. Los republicanos se resisten a en¬tregar las armas a la clase trabajadora, pues dudan entre el ries¬go de la guerra civil y la revolución. Los primeros momentos fueron de una gran confusión y los excesos que se cometieron en¬tonces obligaron a los republicanos, que no podían controlar la situación, a aceptar que fuera Largo Caballero designado Presi¬dente del gobierno, pues era la única persona con prestigio sufi¬ciente para intentar canalizarla y contener los excesos y las acciones incontroladas. Indudablemente que fue un acierto el que se designara a Largo Caballero, pues si no se pudo evitar el des¬orden, al menos lo' aminoró e hizo posible un fortalecimiento de la autoridad y del poder del gobierno que los republicanos habían dejado en plena calle.

Señalo una circunstancia que revela que aun en aquellos mo¬mentos Largo Caballero, muy apegado a sus rencores, atendía más a sus inclinaciones personales que a la conveniencia de su

función. Lo prueba el hecho de que cuando es elegido Presidente, no llama a colaborar en su Ministerio a ningún hombre del grupo de los besteiristas •ni de los contrarios a él. Y en cambio, sí designó como ministro a Anastasio de Gracia. Lo hizo en su muy merecida fama de tacaño, confundiendo Caballero este defecto con la com¬petencia que se necesitaba para ser ministro de Economía.

Este ejemplo de elegir colaboradores afines a él se repite en la elección para distintos cargos de hombres que sumisamente le obedecían. El más descarado de estos ejemplos fue el de nombrar coroneles a cinco miembros que con él formaban la Comisión Eje¬cutiva de la U.G.T. Salta a la vista que este favor no benefició a Caballero, y mucho menos a la guerra, y que a los nombrados les hizo correr un gran ridículo, pero todo ello probaba que Ca¬ballero no estaba a la altura que exigía la dirección de la guerra, y que obraba más por capricho que con medidas prudentes y dis¬cretas.

Como Caballero era un hombre incapaz de rectificar sus erro¬res, fue hundiéndose cada vez más al demostrar que era necesario que la cartera de Guerra estuviera desempeñada por personas de más capacidad que él. Fueron muchos los incidentes y quejas por su manera de actuar. No había diferencia entre su limitado cri¬terio como Secretario de la U.G.T. y el que exigía en aquellos mo¬mentos su actividad como ministro de la Guerra. No niego que aumentasen sus dificultades los asesores rusos y los comunistas al señalarle constantemente que podía proceder de otra manera; pero, en vez de examinar Caballero si era conveniente o no seguir aquellas sugerencias, el solo hecho de manifestárselas desataba su cólera y se rechazaba toda sugestión.
Indalecio Prieto, que tenía una espina clavada en lo más ínti¬mo de sus sentimientos, envidioso hasta más no poder, esperaba el momento de la declinación del prestigio de Caballero para atacar.

y aquí se muestra de manera clarividente la conducta que to¬dos han seguido, lo mismo Caballero que Prieto. Cada vez que así lo han creído conveniente, se aprovechaban de la fuerza del Partido Comunista, el cual ha sido como un comodín, unas veces a favor de Caballero y otras a favor de Prieto. Y en 1938, lo paga caro Caballero, que se confabuló con los comunistas cuando quería bolchevizar al Partido Socialista, para derrotar tanto a Prieto C0mo a Besteiro•. Ahora, con la misma arma, Prieto derribó a Caballero. Así eran de sinceros y lógicos sus actos.

Cuando se consiguió que dimitiera la Presidencia y El Minis¬terio de la Guerra, no obstante Indalecio Prieto tenía que rcsig¬narse a no ser Presidente del Consejo de Ministro, a cuyo cargo aspiraba toda la vida, conformándose con que lo fuera. Juan Ne¬grín y él con la cartera de Guerra. El resultado que produjo esta función. Lo prueba el hecho de que cuando es elegido Presidente, no llama a colaborar en su Ministerio a ningún hombre del grupo de los besteiristas ni de los contrarios a él. Y en cambio, sí designó como ministro a Anastasio de Gracia. Lo hizo en su muy merecida fama de tacaño, confundiendo Caballero este defecto con la com¬petencia que se necesitaba para ser ministro de Economía.

Este ejemplo de elegir colaboradores afines a él se repite en la elección para distintos cargos de hombres que sumisamente le obedecían. El más descarado de estos ejemplos fue el de nombrar coroneles a cinco miembros que con él formaban la Comisión Eje¬cutiva de la U.G.T. Salta a la vista que este favor no benefició a Caballero, y mucho menos a la guerra, y que a los nombrados les hizo correr un gran ridículo, pero todo ello probaba que Ca¬ballero no estaba a la altura que exigía la dirección de la guerra, y que obraba más por capricho que con medidas prudentes y dis¬cretas.

Como Caballero era un hombre incapaz de rectificar sus erro¬res, fue hundiéndose cada vez más al demostrar que era necesario que la cartera de Guerra estuviera desempeñada por personas de más capacidad que él. Fueron muchos los incidentes y quejas por su manera de actuar. No había diferencia entre su limitado cri¬terio como Secretario de la U.G.T. y el que exigía en aquellos mo¬mentos su actividad como ministro de la Guerra. No niego que aumentasen sus dificultades los asesores rusos y los comunistas al señalarle constantemente que podía proceder de otra manera; pero, en vez de examinar Caballero si era conveniente o no seguir aquellas sugerencias, el solo hecho de manifestárselas desataba su cólera y se rechazaba toda sugestión.

Indalecio Prieto, que tenía una espina clavada en lo más ínti¬mo de sus sentimientos, envidioso hasta más no poder, esperaba el momento de la declinación del prestigio de Caballero para ata¬car.

y aquí se muestra de manera clarividente la conducta que to¬dos han seguido, lo mismo Caballero que Prieto. Cada vez que así lo han creído conveniente, se aprovechaban de la fuerza del Partido Comunista, el cual ha sido como un comodín, unas veces a favor de Caballero y otras a favor de Prieto. Y en 1938, lo paga caro Caballero, que se confabuló con los comunistas cuando quería bolchevizar al Partido Socialista, para derrotar tanto a Prieto C0mo a Besteiro•. Ahora, con la misma arma, Prieto derribó a Caballero. Así eran de sinceros y lógicos sus actos.

Cuando se consiguió que dimitiera la Presidencia y El Minis¬terio de la Guerra, no obstante Indalecio Prieto tenía que rcsig¬narse a no ser Presidente del Consejo de Ministro, a cuyo cargo aspiraba toda la vida, conformándose con que lo fuera. Juan Ne¬grín y él con la cartera de Guerra. El resultado que produjo esta nueva lucha despiadada y feroz entre las Comisiones Ejecutivas, del P.S.O.E., y de la U.G.T., de la que aún era Largo Caballero Secretario, fue que Caballero' perdió la batalla. El señor Azaña se mantuvo firme, ofreciéndole como premio a su prestigio la Pre¬sidencia del Consejo de Ministros, pero no así la cartera de Gue¬rra. Caballero se negó rotundamente, apoyado por los cinco fla¬mantes coroneles que él había designado de la propia Comisión Ejecutiva, pues no estaban dispuestos a que Caballero dejara de ser ministro ya que ello significaba la pérdida de sus ostentosos e inútiles cargos.

Esto produjo otra nueva lucha dentro de la U.G.T. Las Fede¬raciones Nacionales influenciadas por el P.S.O.E., y con la ayuda de los comunistas, consiguieron que Largo Caballero dejase el cargo de secretario de la U.G.T. Aunque sus amigos y él mismo hayan tratado de ridicularizar a la Comisión Ejecutiva que se constituyó al ser él destituido, llamada la Comisión de la Es¬calera, esta ironía no sirvió para nada. El asunto llegó hasta in¬tervenir la Federación Internacional, cuya resolución fue contra¬ria a Caballero, el cual por su intransigencia dio lugar a que an¬ticipara su fin político y sindical, sin gloria y sin provecho para él. Después de esta pugna quedaron eliminados dos contendientes, Besteiro y Caballero, y surgen en la palestra dos amigos cuya amis¬tad 'fue poco duradera; una nueva lucha y antagonismo surgió en¬tre Prieto y Negrín.

El deceso político de Largo Caballero era previsible, pues no tenía capacidad para ser ministro de la Guerra, aunque tenía a su favor que siempre fue un hombre con fe, nunca fue derrotista. En cambio, Prieto, que le sucede en el Ministerio de la Guerra, sin ser mucho más capaz que Caballero, era un hombre falto de condiciones, derrotado interiormente y, como consecuencia de es¬tos defectos, fatalmente su gestión cama ministro tenía que ser efímera.
"
Contrariamente a lo que les había pasado a Caballero y a Bes¬teiro, Prieto, a pesar de haber cesado como ministro de la Guerra, sigue en la Comisión Ejecutiva del P.S.O.E., y aparentemente dis¬ciplinado Por ello su estrella no quedó borrada como la de sus antecesores, perseguidos por él.

Juan Negrín sustituyó a Prieto en el Ministerio de la Guerra.
No era un técnico ni un experto en, cuestiones militares ni tác¬ticas, pero se apoyó en los únicos que demostraron serlo durante la guerra: los comunistas. Esta afirmación, aunque duela, es tan verdad que bastará un juicio imparcial de todos los acontecimien¬tos de nuestra lucha, para probar que la guerra duró cerca de tres años por la participación activa y generosa de los comunistas.

Después de la separación del Ministerio, de Indalecio Prieto, todo parecía indicar que éste llevaría una vida tranquila y sin relieves en el exilio, pero un golpe de suerte cambió la situación para 61, cuando una defección de Enrique Puente puso en manos de Prieto el tesoro del Vita.

La escisión del P.S.O.E. y de la U.G.T., se hace más profunda por la conducta de Indalecio Prieto y Juan Negrín, los cuales, para obtene1' posiciones ventajosas de carácter personal y econó¬mico, hicieron un gran daño no sólo al P.S.O.E. y a la U.G.T., sino a toda la emigración.

Prieto en París y en contra del criterio de la Comisión Ejecutiva del P.S.O.E., sobornando diputados y ofreciendo al señor Sacristán la Presidencial del Organismo llamado "Jare", en abierta indisciplina se adueñó de los fondos de la República.
Lo malo no estuvo en quién con más derechos podía reclamar la administración de aquellos fondos lo importante y decente era sólo garantizar el uso que iba a hacerse con ellos.

Ninguna inclinación amistosa hacia Negrín me obliga a decir que el uso de los fondos que éste pudo rescatar fue más liberal y los repartió sin discriminación. No digo que lo hiciera bien, yo digo que fue más generoso y no excluyó a nadie.
Indalecio Prieto, por el contrario, el dinero apropiado del Vita fue en sus manos una arma innoble con la que dividió a los socia¬listas, al Comité Nacional de la U.G.T. y por contera a la mayor parte de la emigración.

Un ejemplo de muestra de qué manera convencía a sus oposi¬tores, lo ofrece la conducta de Lucio Martínez, Manuel Albar y Anastasio de Grecia. Los tres, con Prieto, formabarian parte de la Comisión Ejecutiva del P.S OE., los tres en París votaron en con¬tra de Prieto y en. cambio aquí en México buscaron su favor y se hicieron sus incondicionales y domésticos.

Lo mismo sucedió en el Comité Nacional de la U.G.T. Llegados a México, se mantuvieron más o menos unidos, aceptando' el au¬xilio que nos proporcionaba el Comité Técnico, organismo forma¬do por Negrín; pero cuando se inicia la reducción de los subsi¬dios, la unidad del Comité Nacional se resquebraja y una parte de éste se pone a disposición de Indalecio Prieto, él cual, sosteniendo su interés can dádivas, les ordena que procedan a designar una nueva Comisión de la U.G.T., presidida por Belarmino Tomás, incondicional servidor, Tanto González Peña, Presidente del Partido Socialista y de la U.G.T., como Rodríguez Vega, Ramón La¬moneda y los que formamos parte de la Comisión Ejecutiva de la U.G.T., no hicimos una lucha tenaz para reivindicar la legitimidad de nuestra representación, ni actuamos conforme exigían las cir¬cunstancias, facilitando con ello que Prieto haya' sido hasta su muerte el líder absoluto de la U.G.T. y del P.S.O.E.


Con la muerte de Prieto, parece que ha cesado toda lucha par¬tidistas entre caballeristas, besteiristas, y prietistas, pero ésta unidad circunstancial disimula que el único propósito que les anima es lograr, en la posible vuelta a España, la lucha por los cargos de concejales y diputados, pues otro contenido no puede tener esa organización que la discrepancia que siempre ha separado a estos hombres, cuyo recuerdo, aunque muy someramente expuesto, en sus defectos y detalles es muy conocido. Pero es necesario recor¬darlos, pues la actual y aparente unidad de todos ellos, en el fu¬turo será una continuidad de las diferencias pasadas, que volverán a repetirse y otras tantas veces serán suspendidas y otras 'cantas veces reanudadas.
Un ejemplo de lo que puede ser esa futura unidad nos da los fundamentos pueriles y absurdos de algunos motivos de queja de unos y otros. Ya conocemos el juicio deprimente que a Prieto le merecía Caballero.

Pues bien, Caballero en un Congreso, como si fuera un chiquillo, se quejaba de que
Besteiro no hubiera ido a visitarle estando en la cárcel, Tamaño agravio fue persistentemente recordado por Caballero. Otro agravio de Caballero es que Prieto, al asistir a una reunión oficial de los ministros, no le avisó que tenía que ir de frac y él inocentemente se presentó de chaqueta esto, Caballero también lo consideró una falta de compañerismo, que no ha olvidado, hasta el punto de que en sus memorias lo re¬fleja sin ocultar su rencor. Estas pequeñas cosas tan insignifican¬tes demuestran una falta de superioridad, de comprensión y de grandeza, que' es el nervio, la espina dorsal de todos los bajos y reducidos procedimientos que se han utilizado entre unos y otros, y que revelan su incapacidad para hacer cosas notables.

Ahora, amigo Pedro, es cuando hay que considerar lo que son los partidos socialistas del mundo, no sólo porque en todos ellos existen los mismos síntomas de descomposición que en el nuestro, sino porque no se vislumbra en un futuro próximo una modificación de sus procedimientos y de sus compromisos con la burguesía ni de sus ambiciones de dirigentes de masas con fines electo¬rales, pero no de lucha en contra del capitalismo y de la burguesía. Aunque ahora aparezcan sinceros en sus propósitos, empecinados como están en mantener una línea política de espaldas a la rea¬lidad, olvidando el paso del tiempo, y aunque los más puros, sencillos e ingenuos socialistas crean en la 'combatividad del P.S.O.E., éste desde hace tiempo ha dejado de ser un partido revoluciona¬rio, convirtiéndose en un partido social-demócrata, enemigo de las teorías marxistas de la dictadura del proletariado y de la desapa¬rición de la propiedad privada.

Los partidos socialistas hoy sólo son partidos de la clase media, sin profundidad revolucionaria, limitados a ejercer una tibia opo¬sición a los gobiernos burgueses; pero sin enfoques ni actividades en contra del capitalismo, al que apunta y le sirven. Y si no: fíjese en esta muestra: lo social-demócratas alemanes de abolengo, so ciaIistas, rivalizan con los• social-cristianos y, hasta si me apura, creo llegan hasta a coincidir con la política social de Hitler y Musso¬lini.


Este Partido Socialista se ha reunido hace poco y ha aprobado mí. nuevo programa, del cual entresaco la herejía política y so¬cialista que transcribo al pie de la letra:
"LA LIBRE ELECCION DEL CONSUMO Y LA LIBRE ELEC¬CION DEL PUESTO DE TRABAJO SON FUNDAMENTOS DECI¬SIVOS, LA LIBRE, COMPETENCIA Y LA LIBRE INICIATIVA DEL EMPRESARIO SON IMPORTANTES ELEMENTOS DE LA POLITICA ECONOMICA SOCIALDEMOCRATA. LA AUTONO¬MIA DE LAS FEDERACIONES DE OBREROS Y PATRONES PARA CONCERTAR CONTRATOS DE TARIFAS ES UNA PAR¬TE ESENCIAL DE UN ORDEN LIBRE". ¿A qué llamarán éstos "libre"?

¡Eh, que tal! Por mi parte ya nada tengo que ver con el par¬tido Socialista Obrero Español, al que deben suprimir la O. Y, aun cuando sus actuales dirigentes contesten diciendo que ya me habían excluido, esto no hace más que confirmar nuestro mutuo antagonismo.

Lo que no podrán impedir, por mucho que se esfuercen, es que, en la medida que yo pueda, aleccionaré a los trabajadores y han quien sinceramente sostenga las ideas socialistas, para que los rechacen como sus representantes y sus guías.

como final a esta carta me queda añadir que en España los trabajadores volverán a agruparse en organismos nacionales, tanto 'los dc la Confederación Nacional de Trabajo' como los de la U.G.T.; lo' que sí afirmo es que la U.G.T. ya no volverá a ser un apéndice del P.S.O.E ..

En cuanto a nuestro anhelo de retorno a España, aunque sea Aceptando limitadas, libertades, creo que este sentimiento debería ser' el aglutinante que uniera a toda la emigración. Esto, al menos, seria algo que nos honrase. Desde fuera poco podemos hacer por el derrocamiento de Franco. La solución está en España" ahí, y solo ahí, y es difícil calcular el tiempo que se precisará para crear una conciencia y una organización capaz de transformar la polí¬tica reaccionaria y dictatorial en España. Las únicas posibles solu¬ciones inmediatas para derrocar a Franco son las de restablecimien¬to de la monarquía, o que el Ejército, por desgaste del prestigio de Franco, termine con él. Pero estas soluciones, como usted verá, distan mucho de' garantizarnos ni libertad ni democracia.

De todo lo expuesto hago este resumen:
1 Las luchas intestinas en el P.S.O.E. y la U.G.T. sin tomar en cuenta de los intereses de la clase trabajadora ni la fidelidad que sé 'debe a las ideas socialistas han desmoralizado a sus afiliados y destruido el inicial sentimiento revolucionario del P.S.O.E.


2.-Los socialistas que ahora se arrogan la representación de es¬tos organismos no son más que unos ambiciosos.

3,-Que por ningún motivo me siento ya ligado a ese Partida Socialista que como tal está representado en Toulouse.

4,--'-La lucha en España será muy difícil y sus soluciones no se vislumbran inmediatas. Pueden surgir imprevistos acontecimien¬tos, pero, desde luego" considero que ni siquiera por omisión de¬bemos comprometer el futura de nuestra" lucha revolucionaria, pues por la falta de este propósito y decisión perdimos la oportunidad, durante la República; de la consecución de nuestras ideas socialistas.
Les saluda afectuosamente su camarada y amiga.
EDMUNDO DOMÍNGUEZ ARAGONÉS

14 de 'junio de 1963,
Octubre 15 de 1963.
Sr, Celso Amieva México; D. F.
Estimada camarada y amigo:
Le adjunta copia dé la carta que mandé a nuestro mutuo ami¬go y camarada Pedro Muñoz, miembro, del Comité Nacional de la Federación del Transporte Marítima y que actualmente reside en Veracruz. Se la envío porque la considera complementa de la que a usted ahora le dirijo.

Cama verá, se trata de examinar los orígenes de las diferentes divisiones que existen en la emigración y coma antecedentes y las qué se manifestaron en el Partida Socialista Obrera Español.

Para examinar el problema de las divisiones que existen entre las emigradas españoles, es indispensable que recordemos la abrup¬ta terminación de la guerra civil en España y la sublevación del coronel Segismunda Casada, en 1939.

Aquel nefando acontecimiento no, se produjo de manera espon¬tánea, sino, que la hicieran posible las divisiones políticas que exis¬tían entre las partidas políticos y las sindicatos obreras, Por tan¬ta, las divisiones que ahora se observan en la emigración son aún refleja y consecuencia de las que en España se produjeran.
En la emigración Se ha seguido manteniendo, una conducta con¬tradictoria y torpe.

Más aún, desleal. En el cursa de las 24 añas que han transcurrido de exilio, muchas no, se han dada cuenta de cuál es el origen de estas divisiones, Dentro, de cada partido o, grupa, se han manifestada diferentes actitudes apoyándolas la descampasición de la unidad de los partidas. El relajamiento, de la privativa disciplina de republicanas, socialistas y anarquistas, han alcanzada a todos. Por- tanta, estas divisiones que nacieron en España, en la emigración se han agudizada y se manifiestan sin ninguna limitación. Durante la guerra, aún se conservaba una apariencia de unidad; mantenida par el instinto de conservación ante la necesidad de luchar y defenderse de un mismo enemigo, Estas divisiones, hay, se mantienen acrecentadas e intransi¬gentes parque no, hay recurso, para eludirlas' mediante apelación a las masas que integran cada partida a grupa. No, hay pasibilidades de llevar a cabo, asambleas o congresos.

Las reuniones que con este carácter' se han celebrada, no, sólo, han sido parciales, sino, que han sido amañadas y carecen de validez reglamentaria, dada la' imposibilidad material de reunir a todas' los que están en Es¬paña y a los que permanecemos en el exilio, Las intentas rea¬lizados para captar opiniones o conseguir acuerdas, no, san razonablemente válidas, En España, nadie puede reunirse con la am¬plitud y serenidad que se precisa para mantener un diálogo en el que se discutan las pros y los contras de las diferentes posi¬ciones divisoras, Además el problema aún resulta más confuso por el hecha de que en España se piensa y se siente de una manera diferente a cama se piensa y se siente en la emigración, sin que para señalar esta realidad recurramos a descubrir factores de egoísmo u atrás aspectos poca honorables, Es lo cierto que las restringidas, forzadas y amañadas reunio¬nes llevadas efecto, en la emigración, no, han podido reducir la indisciplina ni lograr acatamiento, unánime a una línea determi¬nada. Estas reuniones sólo, han servido para consolidar las divi¬sioncs con acuerdos que se no obliga a cumplir incluso a los oponentes y a los no convocados con usurpación de facultades y derechos que no han producido sino nuevos resquemores y antagonismos.

Las disputas por la legitimidad de las' representaciones políti¬cas .Y sindicales no las inspira un móvil noble ni desinteresado. El Pretexto de salvar las tradiciones de cada partido y sostener su significación ideológica, han sido la excusa que ha cubierta afa¬nes ideológicos, dentro de la creencia de un inmcd'iata e ilusorio retorno a España, para la prioridad representativa y retorno a España, para conservar la prioridad representativa y utilizarla en el futuro como ventaja personal que asegure obtener cargos públicos, lo que es en definitiva la ambición mas destacada.

Por ello, notoriamente las representaciones que en la emigración se autolegitiman han establecido relaciones con elementos no afines y hasta con los que ahora han dejado de ser amigos de Franco, o que se disfrazan de renegados del franquismo. Contactos y compromisos que no han sido autorizadas por la emigración en asambleas ni en congresos, sino establecidos por iniciativa de quie¬nes se abrogan una inmerecida representación.

La lucha en contra de Franco no se ha hecho con intransigen¬cias combativas, sino con rectificaciones cuyos móviles ya están des¬critos.

El descenso moral es tan evidente, que afecta hasta a las re¬laciones personales. En la emigración no se han establecido reglas de solidaridad ni fraternales, sino que se han formado grupos re¬cíprocamente hostiles. Como muestra de esta falta de cordialidad, se observa que antiguos camaradas o combatientes que estuvieron juntos muchos años o en común pasaron muchos riesgos, ahora al cruzarse en la calle o al encontrarse en algún local público pres¬cinden del saludo fraternal y amistoso.

Falta la convivencia espontánea, sentida y, a cambio de este valor fraterno, cada año se ofrece con limitaciones ofensivas un acto para conmemorar el 14 de abril de 1937, acto que debería ser el sincero recuerdo de tan memorable fecha y no un hipócrita pretexto con el que se intenta demostrar lealtad y consecuencia políticas.



Es muy poco que una vez cada año nos acordemos de la Repú¬blica, 'de sus luchas, de nuestros deberes hacia ella, para manifestar tan limitada adhesión, y no es que la emigración no responda, pues asiste con entusiasmo a los actos en donde con su presencia afir¬ma sus afanes, sus deseos y, hasta donde le sea posible, su voluntad de mantener constante la lucha en contra de Franco. Es evidente el entusiasmo de la emigración cuando se la convoca para algo que ofrece interés general. Recordemos, por ejemplo, aquel mag¬nífico acto que se 'celebró como homenaje de gratitud al general Lázaro Cárdenas.

En el tiempo transcurrido fuera de España, se han producido hechos fatídicos, terribles, que a todos obligaba a manifestar nues¬tra condenación y nuestra repulsa a romper un silencio que pu¬diera hacernos inculpar como indiferentes a alzar nuestra voz para que no sólo América, sino todo el mundo conociese nuestro indignado punto de vista.

Pero lo poco que en este sentido se ha hecho, ha sido parcial.
Cada quién (desde su particular posición, no de las masas ni del conjunto de la emigración) ha hecho, alguna vez que otra, tibias.

. Manifestaciones, pero no con el .brío, ni con la autoridad que se precisa para recordar a todo el mundo 'que existen millares de es¬pañoles que protestan contra los crímenes cometidos por Franco; y que anhelan volver a su país, restablecidas las libertades y los derechos inherentes a todos los ciudadanos.

Por tanto, no es de extrañar oír quejas y lamentaciones de que la emigración ha fracasado, de que nuestra mentalidad y conse¬cuencia política han sufrido una metamorfosis mezquina. Las censuras han envuelto a toda la emigración, cuando la responsabili¬dad de las fallas que en ella existen son principalmente debidas a quienes se obstinan en mantener ficticias representaciones que por falta de acción certera y constante la han desprestigiado.

En el exilio, la división se ha mantenido por dos motivos fun¬damentales: por la falta de capacidad para dirigir dignamente a la emigración y por negativa a establecer su unidad monolítica.

Los representantes de grupos y partidos, en la emigración, han envenenado especialmente las conciencias de las masas con arti¬ficios y sofismas, pues teniendo un solo enemigo no podríamos te¬ner más que una sola preocupación y una sola responsabilidad. . Pero torpe inútilmente se ha 'creído que haciendo resaltar una posición anticomunista se, podría lograr la ayuda de ciertas na¬ciones para resolver el problema de España. Como despreciable herencia se ha conservado la falaz conducta que hizo precipitar nuestra derrota en España, sin gloria y sin provecho. Los que otro¬ra hicieron tal daño, triunfaron de nuevo en sus propósitos, pues en aquella ocasión, para justificar su deslealtad a la República, fingieron un sentimiento humanitario que los empujaba a derro¬car al gobierno Negrín (quien sostenía nuestra resistencia hasta el agotamiento) y para conseguir la traición entregaron inermes a todos los defensores de la República, ofreciendo sacrificar a los comunistas para conseguir el favor de Franco. Hoy la trayectoria de aquella deslealtad todavía se mantiene en la emigración rencorosamente.
No sólo partidos. y grupos han cometido errores; no sólo ellos han eliminado a los comunistas de las reuniones, negándoles re¬presentación y validez de sus opiniones, sino que el precario go¬bierno que se constituyó en México también los ha eliminado para dar la sensación de moderatismo y hasta de rectificación izquier¬dista, sin sentir vergüenza por una acción tan fea y que a la pos¬tre resulta inútil, pues nadie ha tomado ni toma en serio a éste ínfimo gobierno. Y nadie, por su posición anticomunista, le ha ayudado en nada.

Esta discriminación se ha hecho a conciencia de que es Injusto, pues sabido es que fueron los comunistas en España, durante la guerra, quienes formaron las unidades combtivas y mejor organizadas, cuyo espíritu de sacrificio no fue superada por nadie. La masa de la emigración puede ser salvada, cuando menos disculpada, de semejante injusticia, para ello debe reunirse una rectificación por parte de todos los que hasta ahora han representado y dirigido a dichas masas, a fin que de que su moral y consecuencia política sean dignas expresión de los sacrificios realizados en España por defender a la Republica.

No se si podremos rectificar, pero si que debemos intentarlo.
Ahora, miembros del Comité Nacional de la U.G.T. tratamos de reorganizar este organismo', de darle una representación lo más. genuina pasible dentro de las dificultades que esto Ofrece. Ha de ser un ejemplo el que este organismo nO' discrimine a ninguna de sus representantes, cualquiera que sea su credo político. Si CDn¬seguimos este buen propósito, se atenuará nuestra responsabilidad por haber procedida hasta ahora de manera contraría. Su valar será el de haber encontrada por fin el camino de la unidad, eluni¬co camino que podemos adoptar bien diferente al que produjo 1a pérdida de la guerra sin haber apurado recursos y medias que aunque no nos hubiesen salvada de la derrota, sí hubiesen li¬brada a muchos de las persecuciones y fusilamientos que despia¬dadamente Franco llevó a cabo. NO' es que nuestra pasible unidad confíe 'en que derrotaremos a Franco ahora, pero sí será ella una orientación para los que están en España, para que ellas también practiquen sin limitación una política unitaria. Sobre todas las cosas" cualquiera que sea el resultado' de nuestra lucha, habre¬mos alcanzado siquiera reducir la justa censura que ahora merecemos.

Sin otra cosa de momento y anunciándole mi próxima visita a ésa, queda de usted fraternalmente.
Edmundo Domínguez Aragonés.

• En efecto, el año de 1963, y a petición expresa de los grupos obreros del interior de España, se intentó en la ciudad de México reorganizar la ejecutiva de la
UGT para efectuar una acción .política que auxiliara, por Su prestigio, a la masa trabajadora que luchaba en España. Muchos factores determinaron
que la reagrupación resultase fallida, el que algunos repre¬sentantes habían fallecido, que otros decidieron, por cuestiones de presión en sus trabajos, no prestar su apoyo a la reunión, etcétera. Entre otros asistieron a dichas reuniones: José Rodríguez Vega, presidente de la UGT; Edmundo Domínguez, vicepresidente; Amaro del Rosal, Ramón Lamoneda; (Nota de Celso Amieva.)

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