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miércoles, noviembre 14, 2018

Trascedencia y vigencia de Karl Marx

Bicentenario del fundador de la ciencia de la revolución



FERNANDO ARRIBAS GARCÍA. Especial para TP

Miembro del Comité Central del PCV



La formulación por Karl Marx de los mecanismos objetivos que rigen la historia y la economía, condujo a un vuelco radical en las ideas y prácticas de los movimientos revolucionarios de todo el mundo. Desde tiempos inmemoriales los proyectos de transformación progresista de la sociedad habían estado en general signados por concepciones idealistas, y orientados por consideraciones subjetivas de carácter moral y apelaciones al amor, la hermandad o el sentido de justicia de los humanos. Así, las fronteras entre la religión, la filosofía y la prédica revolucionaria eran difusas.


Tales proyectos ancestrales encontraron su máxima expresión en las fantasías utópicas del siglo XIX, bajo cuya inspiración se llegó incluso a la organización según los principios de la «razón» y la «justicia» de comunas que debían servir como prototipos de la nueva sociedad. Para los utopistas, si se lograba difundir el «nuevo catecismo» socialista, y se convencía a los ricos de la inmoralidad de su riqueza, desaparecerían los conflictos sociales y reinaría la fraternidad, cuando, en realidad, incluso si se lograra convencer a algún empresario de que abandonara sus prácticas explotadoras, lo único que se obtendría entonces es la bancarrota de ese capitalista, devorado en la competencia económica por sus competidores menos escrupulosos.

Es en este contexto que irrumpen las concepciones materialistas de Marx. En la primavera de 1847 Marx se afilió, junto con su amigo y colaborador vitalicio Friedrich Engels, a una de las numerosas asociaciones revolucionarias que entonces bullían por toda Europa bajo la inspiración del utopismo, y casi de inmediato la pareja comenzó a dejar su impronta: apenas unos meses más tarde, por su iniciativa, la hasta entonces «Liga de los Justos» cambió su nombre y reemplazó con el Manifiesto del Partido Comunista su antiguo catecismo de igualdad y fraternidad.



«Leyes objetivas» de la historia

Uno de los fragmentos claves del Manifiesto señala que «Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de lucha de clases»; y la lucha de clases a su vez, repetirá con frecuencia Marx, está condicionada por el nivel de desarrollo y la forma de organización de las fuerzas productivas en cada etapa de la incesante procura de la satisfacción de las necesidades materiales de la humanidad. En otras palabras, toda la historia humana tiene su fundamento último en la historia de la economía.

Cada época está siempre marcada por las formas económicas dominantes, y en cada época las revoluciones han tenido siempre como eje y centro los conflictos derivados de esas formas. Pero hasta la formulación explícita de este principio por Marx, los revolucionarios del pasado habían actuado, o creído actuar, impulsados por «ideas» de naturaleza más o menos moral, aunque en realidad sólo hayan sido objetivamente fuerzas ciegas al servicio del desarrollo económico.

Con el establecimiento de la concepción marxista (es decir científica, materialista y dialéctica) de la historia, los movimientos revolucionarios, por primera vez, estuvieron en capacidad de comprender la verdadera naturaleza de las circunstancias en que se desenvuelven y de formular con precisión un programa y una línea política objetivamente ajustados a esas circunstancias.

Podemos comprender ahora, por ejemplo, que de no haber ocurrido el desarrollo de nuevas formas productivas más eficientes que las del esclavismo, ninguna prédica abolicionista hubiera logrado jamás acabar por sí sola con ese régimen: el esclavismo en realidad fue aplastado económicamente por un nuevo y más avanzado modo de producción, y las ideas abolicionistas sirvieron apenas para facilitar, acelerar y legitimar el tránsito de uno a otro. Y podemos comprender, asimismo, que ninguna prédica logrará instaurar el socialismo mientras no existan las condiciones materiales para ello.



La ciencia de la revolución

Pero si el socialismo es imposible en ausencia de tales condiciones objetivas, la existencia de éstas, agrega Marx, tampoco basta para garantizar la construcción de la nueva sociedad. Hace falta otro ingrediente: la acción consciente, organizada y eficaz de los movimientos revolucionarios. Y esto es especialmente cierto en vista de que, gracias al marxismo, también los explotadores tienen ahora una mejor comprensión de su propia posición, y están mejor preparados para maniobrar en su defensa y demorar su derrocamiento.

Por ello, Marx dedicó un gran esfuerzo a la formulación de los principios organizativos y programáticos de los movimientos revolucionarios, así como a su construcción práctica. En particular, destaca su contribución a la formación y desarrollo de la Asociación Internacional de Trabajadores, la llamada «Primera Internacional», de la que fue columna vertebral hasta su disolución en 1876. Asimismo, como resultado de la creciente influencia de Marx en la Internacional, en diversos países nacieron partidos revolucionarios orientados por las concepciones marxistas, con los que colaboró de diversas maneras.

El prestigio de Marx entre los revolucionarios se debió a que su análisis, basado en el estudio científico de las circunstancias económicas que conducen a la lucha de clases, expone rigurosamente la naturaleza explotadora del modo de producción capitalista, y da pie firme al planteamiento de la necesidad histórica de su superación. Ese examen además caracteriza objetivamente a la clase trabajadora como fuerza motriz del esfuerzo revolucionario: al comprender la posición central que ocupan los trabajadores en la actividad económica, y al desentrañar el mecanismo por medio del cual la clase explotadora se apropia de la riqueza producida por aquellos, se hacen visibles como nunca antes tanto la pertinencia de la revolución socialista como el papel principal que corresponde en ella a la clase trabajadora.

Asimismo, la aplicación de las herramientas del método dialéctico, perfeccionadas por Marx y Engels, al análisis de la sociedad y sus conflictos, permite comprender la vida política en términos de un sistema de contradicciones, identificar objetivos tácticos y estratégicos, reconocer la política de alianzas más conveniente para cada caso, y orientar en general la actividad revolucionaria sobre bases objetivas y rigurosas.



Marx en el siglo XXI

Bajo el signo de Marx, se desarrollaron las modernas ciencias económicas y sociales. Con su influencia, nacieron y crecieron los partidos comunistas y obreros, que hoy constituyen un poderoso movimiento mundial con presencia activa y organizada en todos los países del globo. En su nombre, se han llevado a cabo los más importantes experimentos de transformación social de toda la historia humana. Hoy son universalmente aceptados como nociones comunes algunos conceptos originalmente formulados por él.

Cuando la influencia de Marx parecía estar debilitándose desde fines del siglo pasado, la agudización de la inestabilidad cíclica intrínseca del capitalismo, el crecimiento de la desigualdad en la distribución de la riqueza, y la intensificación de los conflictos derivados de todo ello, le infundieron en años recientes nueva vida en todo el mundo. Muchos de los análisis y predicciones de Marx se muestran ahora tan vigentes como cuando fueron inicialmente presentados.

Recordamos en la anterior oportunidad que Marx fue reconocido en 1999 como el personaje más influyente del pasado milenio. Y cuando conmemoramos el bicentenario de su nacimiento (5 de mayo de 1818), según van las cosas, no hay razón alguna a la vista para que, de aquí a unos años, no resulte ser también el personaje más influyente del siglo actual.






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