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sábado, septiembre 29, 2007

Andalucia: la lucha por la autonomia-XII

1644-1652:
A las miserias del sistema impuesto se les unía el comportamiento irresponsable de Felipe IV- penúltimo rey de la familia de los Austria-, mandatario que llega a consumar la decadencia política del Estado. La sublevación de Cataluña y Portugal (1640), la derrota de Rocroi (1643), la sublevación de Sicilia y Nápoles (1647), la independencia de Holanda y los movimientos revolucionarios de Aragón (1648), la disminución de los envíos de plata de América y el centralismo y sentido imperialista del Conde-duque de Olivares, a quien había confiado el rey todo el poder,... sumieron al país en general en la bancarrota y a Andalucía en particular en un insoportable estado de asfixia. Las cargas producidas por las distintas guerras internas y externas, los crecientes tributos, abusos de autoridad, falta de víveres debido a los malos años de cosecha y peores planteamientos agrícolas, agudizaron aún más la carestía en tierras andaluzas. Por eso los hechos acaecidos en Andalucía entre los años que van del 1644 al 1652, como respuesta a tanto desatino y codicia, llenan toda una página en la historia de la lucha de los pueblos por su liberación.


En el puerto de Sevilla eran recibidos los envíos de plata americana, cada vez más pequeños, y desde esta ciudad fuertemente custodiados hasta Madrid, capital del Imperio. Durante los años 44 y 45 fueron muchas las veces que estas conducciones fueron asaltadas en Ecija y el botín repartido entre los lugareños. En el 1647, en plena crisis se producen diversos disturbios en Alhama, Lucena y Ardales, y al año siguiente los gravísimos motines populares de Granada, culminando toda esta general insurrección con la subida de la moneda en uso —el vellón— cuyo valor fue cuatriplicado por estimación del Gobierno, según Decreto de 1651, como medida para paliar el quebranto económico que atravesaba el Estado. En el año 1652 se desatan nuevamente los deseos de liberación de los andaluces, impulsados durante estos últimos años contra el feudalismo y la corrupción política.


Fue el 6 de Mayo cuando tuvo lugar un violento motín popular en Córdoba, encendido por la indignación de las mujeres del barrio de San Lorenzo ante el desagradable espectáculo que ofrecía una mujer con su hijo en brazos recién fallecidos por el hambre. Ante esto, montaron en cólera, y emplazaron a los hombres a que participaran en aquella protesta contra la injusticia y la iniquidad. Los hombres, provistos de cuchillos, hachas y todo cuanto se les venía a las manos, formaron un frené tico ejército con el que asaltaron varias casas de, gente principal, recorrieron las calles, profiriendo injurias contra los nobles y prebendados y requisando todo el trigo que encontraban. Fue tan potente y arrolladora la acción de los amotinados que los caballeros cordobeses huían despavoridos refugiándose en los conventos.


Al cabo de dos días, el motín tomaba enormes proporciones y la motivación ya no era sólo el trigo o el hambre, sino el ir contra los ricos. Serían asaltados palacios y casas importantes; se robó dinero, armas, objetos de valor,.., la ciudad de Córdoba estaba en manos de los amotinados, y una singular Asamblea —compuesta por gente del pueblo— eligió nuevo. Corregidor a Diego Fernández de Córdoba, que gozaba de gran prestigio, siendo depuesto el anterior Pedro Alonso Flores de Montenegro.


Lo que no se había logrado por as vías de la legalidad vigente, con tantísimas gestiones como hizo el pueblo de Córdoba, se consiguió por la fuerza de la justicia:
“El Gobierno envío a Córdoba 100.000 ducados para comprar trigo. Se ordenó a varios terratenientes que compraran todo el trigo que pudieran encontrar y lo enviaran a Córdoba. Los labradores con mayores posibilidades emplearon en sus fincas a los parados. Se ordenó llevar a Córdoba un cargamento de 6.000 fanegas de grano destinado a la propia Corte del Rey”.
Fue tanta la cantidad de trigo conseguida por los amotinados que una Hogaza de pan —por ejemplo— bajó a la sexta parte de su valor.


Pero como la voluntad de ser libres no es negociable, aquellas concesiones frenaron pero no acabaron con el malestar general. El 16 de Mayo el rey tuvo que indultar a nuevos cabecillas, y el 20 de Julio concedería nuevo perdón general. Pasarían muchos años antes de que los cordobeses sintieran de nuevo a ilusión de ser libres, porque aquella asonada fue reconocida como tal movimiento popular en la propia Real Cédula de Felipe IV, de 20 de Julio de 1652, en la que se decía entre otras cosas:
“porque después del dicho perdón, los mismos que intervinieron en el dicho alboroto continuaron las primeras Inquietudes faltando al respeto y obediencia que debían a la Justicia, juntándose en forma de pueblo para oponerse a ella tocando la campana de San Lorenzo… En este marco asfixiante, Sevilla también respondería con general indisciplina, animada a la vez por los sucesos de Córdoba: los campesinos de Alcalá de Guadaira ante la falta de agua para el regadío de sus tierras, recurren clandestinamente a los Caños de Carmona, y por medio de procedimientos rudimentarios roban grandes cantidades del preciado líquido.


El Municipio sevillano mandó cegar las tomas producidas y vigilar el trayecto de la conducción, lo que los campesinos alcalareños no volvieron a tener sus campos en satisfactorio estado de producción. Además de la carestía de los alimentos en general, el precio pan llegó a cotas inalcanzables para la clase trabajadora ----un oficial de albañil ganaba entre cuatro y cinco reales a día, mientras una hogaza de pan costaba cinco o seis reales. En la calle Feria, a la altura de la parroquia de Omnium Sanctorum, la gente barrio se congregó con gran indignación, porque aquel día, 22 Mayo, además del alto precio del pan enviado para el suministro, llegó en menor cantidad de lo acostumbrado. por lo que muchos quedarían sin tan básico alimento. Resultó que los panaderos no se atrevieron a venir desde Alcalá Guadaira a la ciudad porque varios días antes habían sido asaltados por los parados y mujeres del vecindario.


Aquel día 22, volvieron a arrebatarles el pan, pero esta vez los grupos habían aumentado en número y en rabia. Los maestros tejedores Isidro Torres Francisco Hurtado capitanearon el motín y condujeron a la enfervorizada masa a asaltar las casas de algunos nobles, en las que se había suministrado el pan en gran cantidad. De muchos barrios de Sevilla acudieron gentes de distinta condición para sumarse a la multitud hambrienta, que se apresuró coger al Asistente Marqués de Avilafuente; colocándolo en cabeza, procedieron a registrar algunas casas más, en busca de trigo y tocino.


El arzobispo y el regente de la Audiencia también fueron visitados, solicitándoseles libertad para los presos, destrucción de los documentos y fichas de los juzgados y eliminación de los impuestos que se gravaba el consumo de carne, vino, vinagre, aceite, jabón y velas de cebo. Continuaron los amotinados en sus treces de no deponer las armas hasta conseguir, al menos, la seguridad. de que los impuestos quedarían suprimidos. Aquella muchedumbre llena de rabia y dolor, recordando las propias palabras de Felipe IV, se hizo pueblo y reclamó sus derechos políticos y sociales.


El 30 de Mayo, los caballeros Alonso Pinto, Diego Caballero y el Maestre de Campo Francisco Tello, al mando de un escuadrón cada uno, ocuparon la totalidad del barrio de la Feria. Detenidos los principales responsables de la insurrección, cinco fueron condenados a muerte y ajusticiados el mismo día, mientras que a otros les fue aplicada la misma pena en días sucesivos o enviándoles a galeras. Las autoridades tuvieron la oportunidad de comprobar la rabia y la desesperación que produce el hambre, y la fuerza que proyecta la injusticia en el oprimido. Para evitar nuevos levantamientos se ordenó a la gente principal que hicieran donativos de grano a los campesinos, jornaleros y parados, con lo que se calmé ¡a indisciplina pero no el dolor por el castigo recibido.


A los 300 caballeros que colaboraron en la represión de tan famélica turba se les concedió un descuento del cincuenta por ciento en el impuesto sobre la renta. Con estos acontecimientos, una vez más, Andalucía pagaba con vidas y cárceles las culpas de un Gobierno sin gobierno... y todo por levantarse contra los abusos y el hambre.

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