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sábado, septiembre 29, 2007

Andalucía la lucha por la autonomia-XI

1570 La guerra de los moriscos granadinos habían tomados grandes dimensiones cuando Felipe II ordena que su hermano Juan de Austria marche hacia la zona de Las Alpujarra para sofocar la rebelión. La primera actuación del joven príncipe fue prometer a los rebeldes que “si se mostraban leales a Dios y al Rey se les aseguraban sus libertades, de los contrario serian castigados con rigor, aparte de hacer justicia por los agravios recibidos”, pero el enfrentamiento entre las opiniones del inquisidor Deza-partidario del escarmiento- y del Marques de Mondejar-conciliador y prudente- retrasaron la respuesta tan esperada por los moriscos de Granada. Esto causo la entrada en acción de las tropas de Ben Humeya, que comenzaron cobrando clamorosos éxitos. Hasta Junio de 1569 no se dio la respuesta del rey, ordenando por Real Cedula “que todos los moriscos de Granada y sus barrios del Albaicin y la Alkazaba, desde la edad de diez años a la de sesenta, fuesen sacados del reino y llevados allende las fronteras de Andalucía”.

En cumplimiento del mandato real, Juan de Austria expulsa en un solo día a mas de 3.500 moriscos; los que consiguieron burlar los registros domiciliarios escaparon a las sierras. Mientras esto sucede Ben Humeya, optimista por los crecientes éxitos de sus tropas, se comunica con Juan de Austria para negociar la libertad de su padre y hermano-cautivos de los cristianos-. Al no recibir contestación vuelve a contestar, esta vez en carta dirigida al Alcalde de Guejar, documento que cae en manos de ciertos detractores de su labor y sirve como prueba para ser considerado sospechoso de traición y defensor únicamente de su provecho personal; siendo también considerado de este modo por los gobiernos aliados. A esta circunstancia se sumo el fracaso de Ben Humeya frente al ejercito del Marques de Vélez, que en el mes de Julio penetro en Las Alpujarra y asesto un duro golpe a los sublevados. Por otra parte, la orden real dictada en el mes de Octubre pregonaba en toda Andalucía la expulsión de todos los moriscos y la proclamación de una guerra que exterminara CON EL HIERRO Y CON EL FUEGO A TODOS LOS ENEMIGOS DE DIOS Y DEL REY.

Lo cierto es que todas estas circunstancias afirmaron las sospechas que un grupo de moriscos principales tenían acerca de la lealtad de Ben Humeya- quienes, desconcertados, organizan una confabulación para dar muerte a su “desleal caudillo”. Un tal Alguacil, Ben Aboo –su primo-, Husseyn –caudillo de los turcos- y Diego de Arcos-su secretario-, aprovechando que una noche se encontraba solo e indefenso, lo estrangulan. Los traidores se hicieron dueños de la situación, y con el permiso del gobierno de Argel nombraron nuevo rey a Diego López Ben Aboo, que se hizo llamar Muley Abadía Ben Aboo “REY DE LOS ANDALUCES” y ordenos bordar en su estandarte verde “NO PUEDO DESEAR MAS, NI CONTENTARME CON MENOS”.

Ben Aboo reorganizo el ejercito, contrato nuevas tropas de Argel y Constantinopla y adquirió mayor cantidad de material bélico.
La organización militar del nuevo rey andaluz cubría la fortaleza de Serón, Purchena, Jergal, Tijola, Tahalí y otras tantas. Sus guarniciones –algunas de hasta 10.000 hombres- recorrían constantemente los territorios leales a la causa rebelde. La guerra pues tomaba con el nuevo rey una mayor dimensión, por lo que Juan de Austria pidió ayuda al monarca castellano; la fiebre del triunfalismo que inspiraba Ben Aboo amenazaba con propagarse por Valencia y Murcia. Ante esto, dos grandes ejércitos organizo el monarca cristiano, uno al mando del propio Juan de Austria y otro a los ordenes del Duque de Sessa, ambos bien pertrechados de víveres, artillería y armas en grandes cantidades.

La primera ciudad en ser tomada por las armas cristianas será Guejar, y seguidamente, con la aportación de la artillería de Cartagena, las guarniciones de Guadix, Baza y Huescar, se compuso un cuerpo de ejercito de mas de 12.000 hombre con el que marcho Juan de Austria sobre la importante plaza de Galera. Ya que los primeros asaltos fueron valientemente resistidos por la población, habiéndose producido numerosas bajas en las filas cristianas, el irritado Don Juan llego a sentenciar:”Yo hundiré a Galera, la asolares y la sembrare de sal; y por el filo de la espada pasaran chicos y grandes, cuantos están dentro, en castigo de su pertinencia y en venganza de la sangre que han derramado”.

El día 10 de Febrero de 1570, la villa de Galera fue asolada y sembrada de sal. Aparte de las innumerables bajas durante el asedio, cerca de tres mil personas fueron cercadas al final del asalto y pasadas a cuchillo sin que se salvara una sola. Pero la fortaleza de Serón cobraría tal triunfo frente a las tropas castellanas que se recompensaron del desastre de Galera.

En la primavera es reorganizado de nuevo el ejercito de Juan de Austria, y con refuerzos de Jaén, Baeza y Úbeda, marcha sobre el castillo de Serón con la intención de resarcirse, encontrándolo totalmente evacuado, al igual que los de Purchena, Tahalí y Cantora. El abandono de estas importantes fortalezas estuvo motivado por un acuerdo secreto entre Fernando El Habaqui- caudillo morisco de aquella zona- y el capital Francisco de Molina, que había prometido al cobarde morisco grandes favores si abandonaba las fortalezas que estaban bajo el mando.

Ante esta primera “capitulación”, Juan de Austria publico un comunicado por todo el reino, en el que se decía entre otras cosas:
“Todos los moriscos, hombres o mujeres, de cualquier calidad y condición que fuesen, que en el termino de veinte días pusieron sus personas en manos de sus majestades o de Don Juan Austria, tendrían merced de la vida, y se mandaría oír en justicia a los que probara las violencias e injusticias que los habían provocado a levantarse.
Todos los moriscos de 15 a 50 años que en dicho plazo se rindiesen, y trajera además una escopeta o ballesta, harían libres a dos de sus parientes mas allegado.
Lo que en dicho plazo no se redujesen sufrirán el rigor de la muerte sin piedad ni misericordia.

Mientras tanto, Ben Aboo, que había enviado emisarios a Argel y Turquía en solicitud de refuerzos, solo obtiene promesas, y por ello la guerra tomaría a partir de ahora otros aires menos vigorosos y con menos derramamiento de sangre. Por parte cristiana se recurrió a la estrategia de enviar por todos los lugares de Las Alpujarra una carta firmada por un morisco principal en la que se invitaba a la población a “la obediencia al rey de los cristianos en habitación de la total ruina”. La verdad es que aquella carta era falsa, pues fue escrita por el licenciado Castillo, quien dominaba el idioma árabe y obedecía las ordenes del Gobierno de su Majestad.

Al mismo tiempo que esto sucedía, el rey encargo al inquisidor Deza que sacara del reino granadino a todos los “moros de paz”, o sea, a todos los que no habían participado en la rebelión, y fueran trasladados al interior de Castilla. Pero como todavía quedaban Adra, Verja, Ujijar, Terque, parte de la sierra de Andarax y el rió de Almería por “pacificar”, se convino una negociación por parte de representantes autorizados de ambos bandos.

El día 13 de Mayo los comisarios cristianos reunidos con el traídos Habaqui, cinco caudillos moriscos y doce capitanes turcos, expusieron las primeras condiciones.

Por parte de los representantes granadinos:
“No era posible tolerar las injusticias que los habían lanzado a la rebelión; que no se había cumplido con ellos nada de lo que ofrecían el Marques de Mondejar; que si con los “moros de paz” se cometía la injusticia de internarlos en Castilla, arrancándolos de sus hogares, ¿Qué podrían esperar los que se encontraban con las armas en las manos?; que Don Juan de Austria nombrara personas de quienes fiarse los que fueran a reducirse; que volvieran los desterrados en Castilla y que hubiera un perdón general, condiciones bajo las cuales se rendirían todos ellos y entregaría los cristianos cautivos que estaban en su poder”.
Por parte de los cristianos contesto Juan de Austria, una vez autorizado por el Consejo de Castilla:
“Que Ben Aboo enviase apoderados para hacer la sumisión al Rey en su nombre y un escrito de petición de solo lo que sabia que se le podía otorgar”.
Las capitulaciones fueron acordadas, y El Habaqui, en nombre de Ben Aboo, se sometió al príncipe, que prometió “darles seguro para que no fuesen molestados ni robados” y se les permitiría vivir con sus mujeres e hijos en todo el reino de Granada. La guerra parecía concluida y la paz negociada. Pero no fue así:

Felipe II, el Consejo, los inquisidores y sobre todo los partidarios de no conceder cuartel al enemigo religiosos, provocaron una reacción contra los “moros de paz”, los cuales sufrieron nuevos horrores y vandálicas persecuciones refuerzos turcos y berberiscos ante tamaña injusticia, se negó a firmar las capitulaciones. El Habaqui, viéndose engañado por Ben Aboo, acordó con Juan de Austria marchar contra el rey morisco, pero cae preso y es ahorcado secretamente. El príncipe cristiano envía nuevo emisario para entrevistarse con el rebelde, pero este se limito a contestar que
“Dios y el mundo sabían que los turcos y moros le habían elegido rey sin pretenderlo; que no se opondría a que se redujesen los que quisieran hacerlo de buena voluntad; pero que tuviera entendido Don Juan de Austria que para esta operación por el Consejo de Granada. El asesinato de Ben Aboo. Una carta del inquisidor Deza con destino a El Xenix, conteniendo datos sobre la traición, cae en manos de algunos leales de Ben Aboo, que con ello queda informado de la sucia trama. Monta en cólera y marcha en busca de El Xenix, a quien encuentra en la cueva del Huzum, situada entre Mecina de Bombaron y Berchules.

Cuando Ben Aboo, en un momento de la discusión, se volvió para avisar a sus leales, fue sorprendido por la espalda por el traidor El Xenix que le produjo la muerte allí mismo. El cadáver fue abierto por el vientre, sus vísceras sacadas, y para evitar la putrefacción lo rellenaron de sal. Así llego a la plaza granadina de Bibarrambla en Marzo de 1571, donde fue decapitado, arrastrado y posteriormente quemado por la multitud. Su cabeza, exhibida para mofa y escarmiento, fue colgada de la puerta que da salida al camino de Las Alpujarra.

El platero Francisco Barredo seria premiado por el rey con 6.000 ducados en bienes, propiedad de los moriscos expulsados, además de una casa en Granada. Un día fue acuchillado por unos “desconocidos” en una fiesta. El pueblo, ese gran desconocido”, siempre paga y siempre cobra.

Granada quedo destruida y despoblada hasta que de todos los rincones de la España cristiana fueron llegando los nuevos colonizadores que adquirían las ricas haciendas abandonadas por los moriscos, a cambio de un pequeño tributo anual. Granada acabo su ultima lucha por la independencia. Esta fue una guerra desigual entre un pueblo labriego, artesano, no belicoso, y el poder del mayor imperio del mundo; guerra en la que la desesperación de un pueblo suplió la falta de experiencia militar; guerra que pudo evitarse con un poco mas de prudencia por parte del poderoso y absolutista Felipe II.

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