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Barbarroja 2.0

BARBARROJA 2.0: LA GUERRA COMO CONTINUIDAD DE LA POLÍTICA POR de la guerra en Ucrania OTROS MEDIOS
Barbarroja 2.0 Es una expresión crítica para describir una estrategia actual de cerco y agresión indirecta contra Rusia. A diferencia de la invasión nazi de 1941, hoy se emplean medios como sanciones, propaganda, operaciones encubiertas y apoyo militar indirecto. Bajo un discurso de defensa de la democracia y los derechos humanos, se desarrolla una campaña que persigue debilitar y desmembrar a Rusia para someterla a intereses geopolíticos occidentales. La diferencia estriba en la metodología y la sofisticación comunicativa.
La narrativa oficial de la guerra en Ucrania
Ha sido moldeada por los grandes medios de comunicación occidentales bajo una lógica que oscila entre la justificación moral y la omisión estratégica. El reciente reportaje del New York Times (NYT), publicado a finales de marzo de 2025, marca un punto de inflexión en la retórica estadounidense: por primera vez, se reconoce implícitamente que el conflicto ha dejado de ser una guerra por delegación para convertirse en un enfrentamiento abierto entre Estados Unidos y Rusia.
El artículo del NYT, que pretende analizar las causas del fracaso de la contraofensiva ucraniana de 2023, no sólo busca deslindar responsabilidades en el bando occidental, sino que construye una narrativa que absuelve a la administración Biden de toda culpa. Según el diario, la CIA y el ejército estadounidense proporcionaron inteligencia y apoyo logístico que supuestamente permitieron avances estratégicos. La responsabilidad del fracaso, en cambio, recae sobre el presidente Zelenski y sus generales, acusados de priorizar las apariencias y desobedecer las directrices norteamericanas. Esta interpretación sesgada omite los factores estructurales del conflicto y el papel provocador de Washington desde el colapso soviético.
La larga marcha hacia la confrontación
El conflicto no comienza en 2022, ni siquiera en 2014. La expansión de la OTAN hacia el Este, en contra de las promesas hechas a Gorbachov tras la reunificación alemana, puso en marcha una dinámica de cerco y provocación que no ha cesado. Desde los años noventa, Estados Unidos financió y promovió ONG con fines desestabilizadores en el espacio postsoviético. Las guerras en Chechenia y Georgia fueron interpretadas en Moscú como ensayos generales de una estrategia más amplia. El desprecio racista hacia Rusia y los rusos, tratados como subhumanos por buena parte del liderazgo occidental, funcionó como catalizador ideológico de esta política agresiva.
Estados Unidos: del guion a la acción
La base estadounidense en Wiesbaden, en Alemania, ha funcionado como centro neurálgico de las operaciones militares ucranianas. Desde allí, la inteligencia norteamericana proporciona coordenadas de ataques en suelo ruso. Esta implicación directa coloca a Washington en una situación de cobeligerancia que va mucho más allá de la ayuda militar tradicional. Las líneas rojas, tantas veces enunciadas por la administración Biden, han sido desplazadas una tras otra, hasta permitir que la CIA y el Pentágono participen activamente en los ataques contra objetivos rusos. El diario neoyorkino afirma que el ataque y posterior hundimiento del Moskvá, el buque insignia de la flota del Mar Negro, en abril de 2022 fue una operación planificada por la CIA. Este intervencionismo se explica por la necesidad política interna de Biden de obtener resultados tangibles antes de las elecciones presidenciales. Ucrania ha sido instrumentalizada como teatro de operaciones para una política exterior que busca consolidar la hegemonía estadounidense en un mundo cada vez más multipolar.
Ruptura entre Kiev y Washington
La confianza entre Kiev y Washington se ha deteriorado. La presión para mostrar «victorias» ha llevado al gobierno ucraniano a emprender operaciones costosas e infructuosas. La contraofensiva de 2023, anunciada con bombos y platillos, resultó ser un desastre militar que quebró la narrativa triunfalista de Occidente. Según el NYT, esto fue culpa del ego de Zelenski y de la insubordinación de sus generales. La realidad, sin embargo, muestra un país agotado, desangrado por una guerra que se ha convertido en una guerra por poderes entre superpotencias.
El nuevo eje de las negociaciones
A principios de 2025, Estados Unidos trató de abrir un canal diplomático con Moscú. Las conversaciones, sin embargo, han llegado a un punto muerto. Según declaró Sergei Ryabkov, viceministro de Asuntos Exteriores de Rusia, las propuestas estadounidenses no abordan las causas profundas del conflicto: la expansión de la OTAN, el estatus de los territorios controlados por Rusia y la neutralidad de Ucrania. Moscú exige garantías legales, mientras que Washington sólo ofrece medidas transitorias.
En marzo, ambos presidentes acordaron una moratoria en los ataques a infraestructuras energéticas. Kiev, sin embargo, no respetó el alto el fuego, lo que derivó en nuevos bombardeos rusos. La parte estadounidense propuso una línea de frente congelada, pero no presentó ninguna iniciativa concreta que atendiera los reclamos estructurales del Kremlin (The Washington Post, 29 de marzo de 2025).
Arabia Saudita, nueva sede de las negociaciones
En este contexto, la visita de Donald Trump a Arabia Saudita, prevista para mayo, cobra especial importancia. Washington busca un interlocutor neutral que permita reactivar el diálogo con Moscú. Según Politico y The New York Times, se están preparando conversaciones trilaterales en Riad. La estrategia de Trump pasa por proponer una zona desmilitarizada y un alto el fuego temporal. No obstante, el escepticismo de Moscú y la negativa de Zelenski a aceptar cualquier acuerdo sin la retirada total de las tropas rusas hacen prever un escenario de difícil resolución.
Europa: Retórica belicista y cálculo político
Francia y el Reino Unido han intensificado su retórica bélica. París propone enviar instructores militares, mientras que Londres prepara contingentes para el despliegue en Ucrania. Alemania, sin embargo, se mantiene al margen. La división dentro de la OTAN refleja el temor a una confrontación directa con Rusia sin el respaldo explícito de Estados Unidos.
Kiev sigue lanzando ataques contra instalaciones civiles rusas, violando los acuerdos alcanzados. Zelenski, lejos de facilitar las negociaciones, ha optado por mantener la presión militar, perdiendo batallas estratégicas como la de Kursk. La insistencia en prolongar el conflicto sólo evidencia el carácter instrumental del gobierno ucraniano dentro de los intereses geopolíticos occidentales.
El componente racial de la guerra
La rusofobia, alimentada desde hace décadas, no es sólo un residuo de la Guerra Fría, Es un elemento constitutivo de la política exterior occidental hacia Rusia. La prensa, los medios culturales y los discursos oficiales han deshumanizado al pueblo ruso, presentándolo como bárbaro y atrasado. Durante la Segunda Guerra Mundial, Churchill y Roosevelt preferían una victoria nazi antes que el fortalecimiento de la URSS. El Día D fue más una carrera contra Moscú que una operación para liberar Europa.
El racismo funciona como un motor de legitimación de la violencia. Permite justificar asesinatos, bombardeos y sanciones. Se activa y se desactiva según los intereses estratégicos del momento. La política de identidades y el multiculturalismo institucionalizado no lo combaten, sino que lo reciclan con nuevos lenguajes.
Epílogo: Un bumerán estratégico
El desenlace de esta guerra aún está por escribirse. Pero ya hay certezas que emergen entre la niebla propagandística. Una de ellas es que Estados Unidos y el Reino Unido son autores materiales del conflicto, no simples apoyos. Otra es que Rusia, pese a las provocaciones y agresiones, ha evitado escalar hacia una guerra mundial, manteniendo una actitud de contención.
Pero la publicación del NYT ha desgarrado el «velo de ambigüedad». A partir de ahora, cualquier ataque a Rusia desde territorio ucraniano será considerado un acto de guerra directa por parte de los países de la OTAN. Moscú ha convocado una reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad, lo que indica que estamos entrando en una nueva fase del conflicto.
No se trata sólo de Ucrania. Se trata del orden mundial. Y el nuevo orden se está escribiendo con sangre, mentiras y desprecio colonial.
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