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lunes, abril 23, 2007

Andalucía:la lucha por la autonomía-VIII

1500-1502: Las alpujarras por su libertad

A partir de la toma del reino de Granada por los Reyes Católicos, la influencia castellana se dejaba sentir más en los grandes núcleos urbanos que en los rurales. El equilibrado reparto de tierras en la zona de las Alpujarras, que atrajo a muchos pequeños agricultores y evito por su estable situación económica la entrada de la industria, ambición política, competencia étnica o religiosa, que rompieran las costumbres y tradiciones de los mayores, dio como resultado el que aquellas altas tierras se mantuvieran ajenas a la colonización castellana, cultural y políticamente hablando. Esta es la razón por la que los andaluces alpujarreños consideraron la posibilidad de conspirar contra el dominador castellano y así no verse obligados a escoger entre el destierro o la conversión obligada al cristianismo, como ya les ocurriera a sus hermanos de la ciudad.Este fue el origen de los sucesos de la sierra granadina.

La campaña castellana contra los rebeldes comenzó en la ciudad serrana de Quejar, donde se había centralizado la sublevación. La defensa fue preparada originalmente.
Cuentan que los habitantes removieron y araron con profundidad los alrededores de la villa, y cuando la caballería castellana penetro en dichas tierras, marchando dificultosamente por entre los surcos, los alpujarreños abrieron las compuertas de la rede de canales con que regaban sus campos, convirtiendo la zona en un tremendo lodazal, por lo que los caballos imposibilitados ante el inesperado obstáculo, no pudieron maniobrar tal y como les ordenaba su jinete.

El ejercito castellano quedo a merced de una espesa lluvia de piedras, flechas y demás armas convenientemente dispuestas a tal efecto. Al cabo de unas horas consiguieron salir de la trampa y compuesto y ordenado nuevamente, el ejercito se abalanzo ferozmente contra los habitantes de la villa, pero esta vez con tal irritación por la estrategia realizada por los defensores, que llegaron a pasar a cuchillo a cuantos hombres encontraron a su paso, saqueando toda la ciudad y sometiendo a esclavitud a mujeres y niños. Ante tamaña carnicería, el resto de la población se entrego a la lucha desesperadamente, adquiriendo el encuentro grande proporciones, lo que obligo a intervenir personalmente al propio rey Fernando.

El nuevo ejercito montado por el monarca estaba compuesto por 80.000 soldados de infantería y 15.000 de caballería, y en el mes de Febrero, una vez organizado, ordeno el rey la marcha sobre Lanjaron, que en menos de una semana queda vencida, recibiendo su población el mismo tratamiento que tuvieron sus hermanos de Quejar. Pero la presión del rey Fernando no fue solo en esta parte de la sierra. Varias divisiones y cuerpos especiales del Ejercito Real atacaban, simultáneamente a la acción del monarca, en otras direcciones, ciudades y fortalezas de la zona alpujarreña. Los rebeldes depusieron las armas, y Fernando, por sugerencia del cordobés Gonzalo Fernández de Córdoba-el Gran Capitán-, que había intervenido destacadamente en la campaña, dicto las condiciones de rendición:
-Entrega de armas y fortalezas.
-Promesa de devolución de muebles y bienes aplicados al fisco, a los hijos de muertos o cautivos.
-Y a todo superviviente multa de 50.000 ducados.

Una vez organizada la ciudad, regresa Fernando a Granada, y no tranquilo con las disposiciones dictadas, envía a Las Alpujarra una expedición de misioneros católicos que se encargaran de la conversión de los infieles, a los que se les recompensarían con privilegios, franquicias y perdón de la multa impuesta si abrazaban la doctrina cristiana. Muchos habitantes de Almería, Guadix y Baza, ante la atractiva oferta, adoptaron la nueva fe.

En el mes de Diciembre de este mismo año los pobladores de la sierra de los Filabres, a la que no habían llegado aun las acciones del ejercito castellano, también se levantaron en esa constante búsqueda de su liberación, pero el gobernador de la comarca de Los Donceles, al frente de sus tropas, tomo con las mismas drásticas condiciones, que poco tiempo atrás, Baza, Guadix y Lanjaron, los alrededores y ciudad de Belefique. La derrota y el recuerdo de las condiciones impuestas con anterioridad hicieron que la población se apresuraba a pedir el bautismo, mientras que la zona occidental de la comarca granadina, con Ronda, Villaluenga y Arrabal también intentarían conseguir la libertad que sus hermanos no llegaron a alcanzar.
Fue en los comienzos del año 1501 cuando los andaluces de todas aquellas aldeas y pueblos serranos se lanzaron violentamente contra los cristianos que ocupaban el poder, llegando incluso a vender como esclavos a todas las personas que caían en sus manos.

La respuesta castellana no se hizo esperar: desde los lugares más cercanos se ordeno enviar todos tipos de medios bélico-solos desde Sevilla se suministraron 300 caballos y 2.000 soldados de infantería.

El primer paso fue la toma de Sierra Bermeja, centro de la sublevación, pero al llegar a la zona de Monardas, junto al Rió Verde, avistaron una partida de lugareños armados, y una porción de las fuerzas castellana se lanzo en su persecución, quedando el resto del ejército en la dirección acordada. Los perseguidores utilizaron una curiosa, aunque atrevida estrategia:
Sus ataques y retiradas fueron atrayendo a los castellanos hasta un pequeño valles rodeado de rocas, en el centro del cual habían colocado a sus familiares y todas sus riquezas y pertenencias. Los perseguidores deslumbrados por el rico botín que se le ofrecía a la vista, se desbandaron, y ansiosos de apoderarse de tan atractivas presas, solo escucharon la voz de la codicia.

Los perseguidores, aprovechando las jocosidades que rodeaban el terreno, se convirtieron en atacantes, favorecidos a la vez por las sombras de la noche, que ya cubría el valle. La indisciplina soldadesca castellana quedo diezmada con el ingenioso golpe de los andaluces.
El desastre sufrido en Sierra Bermeja estremeció a la Corona, por lo que el Rey Fernando convoco un nuevo ejercito en Ronda para compensarse del agravio recibido.

El propio rey católico preparo tan poderosa tropa que al llegar esto al oído de los alpujarreños enviaron delegados que negociaran la paz. El monarca prometió olvido y perdón general bajo la condición de bautismo para todos los sublevados o destierro, para lo cual se dispusieron los buques necesarios en el puerto de Estepota-Málaga-, que serian utilizados para transportar a tierras de Berbería a aquellos que no quisieran renunciar a su fe islámica.

Por el mencionado transporte se les cobraría diez doblas de oro por cabeza: las mezquitas fueron transformadas en iglesias católicas, y todo "infiel" quedo convertido, al menos aparentemente, en cristiano.

A partir de este año de 1502. Sierra Bermeja, Los Filabres, el valle de Lecrin y toda Las Alpujarra quedan sin sus pobladores de casi ocho siglos de antigüedad. No pudieron dirigirse a sus tierras de origen o identificación doctrinal ya que España estaba en guerra con Marruecos, y quedarse en el país que les vio nacer significaba la renuncia de sus ideas espirituales.
La lucha de los andaluces alpujarreños por su libertad y la despoblación que ello supuso para Andalucía serán huellas históricas imborrables.

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