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lunes, agosto 18, 2025

Palestina. Nos hacemos a la mar: la Global Sumud Flotilla



 El pasado 9 de agosto, veintitrés países se movilizaron en un grito unánime de Basta ya, un grito que encerraba a la vez una exigencia de fin de un genocidio, que está desencadenando tantos sentimientos de impotencia, rabia, indignación y solidaridad en un cóctel de humanidad que marca la gran diferencia con la actuación de los gobiernos y una exigencia de actuación política directa y definitiva de dichos gobiernos. Actuación que solo puede pasar por la ruptura total de relaciones diplomáticas con Israel.

Hoy ya nadie llama guerra a ese ataque de uno de los mas poderosos países del planeta contra uno de los mas débiles. Un ataque que es un genocidio con meta clara de conquista y apropiación de una tierra que no les pertenece. La declaración de Balfour de 1917 establecía el asentamiento de judíos -grupo humano históricamente errante, porque su consideración como tal no proviene de un origen físico sino de una unidad de creencias religiosas- en territorio palestino. Sería el principio del fin. Como respuesta, comenzaron a entrar en Palestina oleadas de judíos que irían asentándose y extendiéndose en los territorios del pueblo palestino.  Los judíos no se conformarían con compartir la tierra Palestina. Lo querían todo. Basta ver un mapa actual comparativo del avance israelí sobre territorio palestino para darse cuenta de ello.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la ONU, que ya nació moribunda y con muy poca influencia en la toma de decisiones internacionales, dividía Palestina en dos territorios, uno palestino y otro judío. Corría el año 1947. En 1948 Israel atacaría Palestina, comenzando la Nakba, que supuso el despojo, la apropiación ilegal y por la fuerza de las armas de las tierras palestinas y el exilio de cientos de miles de palestinos a campos de refugiados, expulsados de las tierras en que nacieron ellos mismos o sus antepasados. Poco a poco, y ante los ojos del mundo, Israel iría cambiando el mapa, ampliando sus fronteras y acorralando a Palestina.

Hasta hoy, La fuerza de los aliados de Israel es muy superior a los apoyos que históricamente ha tenido Palestina. De Palestina apenas quedan ya algunos espacios dentro de Cisjordania, ahogados por Israel, y la Franja de Gaza. La injusticia internacional, el lenguaje diplomático que exige hacer encaje de bolillos, el miedo a perder posiciones en el concierto internacional está permitiendo que un genocida pueda culminar sus planes.

Pero no lo tiene fácil. La pérdida de apoyos, tanto fuera de Israel como dentro, y la oposición a sus planes puede lograr una vez más que el gigante sea derrotado por un David exhausto, hambriento, débil, pero con la dignidad intacta. Un David que tiene claro que no va a facilitar las cosas a quien está asfixiándole, a quien le está asesinando. Su arma es la resistencia, porque la libertad tiene siempre un precio alto. Un David que se fortalece con la sangre vertida por sus hijos y sus hijas.

Un David que no está solo, que tiene detrás a una población mundial que sale a las calles, que intenta con su grito unido resonando en el ágora pública parar este genocidio. Unir su voz a la del pueblo palestino, consciente de la fuerza internacional del pueblo, consciente de que un pueblo unido jamás será vencido, de que innumerables hechos acaecidos a lo largo de la historia así lo atestiguan.

Ayer, 9 de agosto, bajo un sol atorrante y temperaturas rondando los 40°, miles de personas salimos al ágora.  Porque no basta con lamentarse desde el sillón de casa, hay que tomar la calle porque la calle es nuestro hábitat social. Y solo desde la plaza pública la voz del pueblo resuena multiplicada. Nuestro espacio, el espacio donde se vive la fuerza de la fraternidad. Veintitrés países elevaron su voz en un cántico unido reclamando el final del asedio y exigiendo a las instituciones poner fin a este crimen de guerra que permite que el asesino ande suelto. Cada día que pasa crece exponencialmente el daño que está infligiendo a un pueblo. No solo son las bombas incansables destruyendo viviendas, sepultando bajo escombros cuerpos de mujeres, de niños y niñas, de adolescentes, de hombres; es el hambre, que a modo de un asedio medievalista provoca enfermedades, desnutrición; es la sed, la amputación de miembros, la falta de todo tipo de medicamento y material médico. Es la mentira. Es el sadismo de un individuo a quien su propia gente  exige, en las calles y en su Parlamento, el fin de esta demencia.

Cada día que pasa se acerca más un final que nos negamos a imaginar. Por eso, el 31 de agosto partirá hacia Gaza una flota de mil barcos: la GLOBAL SUMUD FLOTILLA. Desde la tierra, el mar y el aire diremos No. No queremos ser cómplices con nuestro silencio. Y porque frente a la caridad y la negociación, que ya no son posibles, desde la calle exigimos el fin inmediato del bloqueo como único acto de justicia fraternal y el fin de una guerra que no es sino un genocidio retransmitido desde las pantallas de los televisores.

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