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lunes, agosto 06, 2007

II Republica:Los vencedores de Negrin-IV





Como encontré a los dirigentes de los partidos políticos.

Mi ayudante me comunico que el Comité de la Agrupación Socialista deseaba hablar conmigo.
Su nuevo local de la Castellana, era esplendido.
Yo recordaba los días en que había pertenecido el Comité, cuando nos reuníamos en una estrecha habitación de la Casa del Pueblo, en donde apenas cabíamos.
Comedores, garage, diversos salones lujosamente amueblados, distaban mucho de nuestros años de penuria.

Sola, el ayudante que había tenido Piñuela, en el antedespacho del Comité, atendía ahora a los compañeros que iban a evacuar consultas y a recibir instrucciones.
Mi presencia parece impulsarles a recordar sucedidos y cosas que me contrariasen o aludir a los “libeláticos” y socialistas sovietizados.
Ninguna de estas alusiones, me movió a la replica.

Sola despechada por haber seguido la suerte de Piñuela, forzó una sonrisa para atenderme, pero deshilaba su malhumor, en sostenida conversación con otros compañeros, que seguían la línea caballerista1.
1 “línea caballerista”. Desde 1933 Francisco Largo Caballero había mantenido una posición política muy extrema, ayudado por las Juventudes Socialistas y por el Partido Comunista con el que estableció un gran contacto. Este hecho dio motivo a las fuertes criticas que le dirigieron sus correligionarios que no mantenían su misma posición. Se clasifico en tres grupos a los militantes del Partido Socialista: Reformistas, a los que seguían la línea marcada por don Julián Besteiro.
Centristas, los que seguían a Indalecio Prieto, y extrema izquierda la seguida por Largo Caballero. Se mantuvo en estrecha relación con el Partido Comunista hasta 1937, en cuya fecha, los comunistas le atacaron por sus transigencias con la Confederación Nacional del Trabajo, y por su política de guerra, con lo que no estaban conformes. A partir de este tiempo, Largo Caballero y sus partidarios se declararon enemigos de los comunistas y de las juventudes, en cuyas fuerzas políticas se habían apoyado para combatir dentro de su partido a las fracciones reformistas y centrista.

Mi ayudante estaba presente y como si recobrase una libertada que yo no le había negado, participaba de aquellas distintas, sin dejar de mirarme.
En representación del Comité, me recibieron Gómez Ejido, Hilario de la Cruz2 y otro camarada-
Me había convocado el Comité de la Agrupación Socialista madrileña para conocer mi actitud frente a los problemas políticos.

Y los expuse con claridad.
Sentía, al hacer mis declaraciones, que se trataba de conocer a fondo mi posición acerca del Gobierno y no quise conservar la ventaja de mi silencio.
Francamente expuse mi criterio.
La gravedad de lo que ocurría en Cataluña obligaba mas que nunca a ser prudente y a manifestarse unidos todos los partidos y compenetrados con el ejercito y el Gobierno.

La consigna de resistir no era una consigna falsa para mantener la moral de los combatientes había que sentirla.
2 Juan Gómez Ejido. De significación socialista, primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid. Desempeñaba el cargo de Secretario de la Agrupación Socialista Madrileña en ausencia de Largo Caballero.
Hilario de la Cruz Socialista que representaba en el Comité el cargo de presidente de la Agrupación Socialista Madrileña ante los diferentes círculos socialistas establecidos en Madrid.

Si el final de la guerra y la posibilidad de nuestra derrota se veían próximos, ellos obligaba aun mas a mantener esta resistencia. Solo con ella podíamos esperar que la derrota fuera menor, y la única posibilidad de un triunfo, si esta se hacia ilimitada.
Les informe de los recursos con que contábamos, muchos mas que al principio de la guerra, pero con menos fe, con mas cansancio; pero eso era preciso y urgente hacer revivir el espíritu de la retaguardia.

En los frentes aun con todas las penalidades y riesgos en donde había buenos comisarios y jefes, la moral no podía ser mas elevada.
Cierto que existían algunos flojos, pero estos eran pocos. Hice una referencia de mis impresiones, como había encontrado al Ejercito del Centro, hablando con oficiales y soldados por lo que estaba seguro de su espíritu y de su abnegación.

Lo que se notaba era la descomposición de la retaguardia, pero este obedecía, mas que a las causas físicas de la guerra, a una falta de entusiasmo y de fe en los representantes de los partidos que rencorosos unos, apasionados otros, contribuyan a que la desmoralización tomase cuerpo.
Reitere mi deseo de que el Frente Popular se vigorizase.
-Estamos en la hora mas decisiva y mas difícil.
-Si, pero los errores son tan enormes que será muy difícil salvarlos-me contesto Egido.

-Por eso se necesita mas cohesión entre todos; una debilidad, una desviación en los sectores políticos nos conduce vertiginosamente a la derrota-añadí.
-Pero ¿Cuándo hemos ganado?-pregunto de la Cruz.
-Pues hemos ganado desde el comienzo de la sublevación hasta la fecha. No hemos de olvidar que nuestros enemigos lo tenían todo. Pudieron triunfar fácilmente sobre las milicias abigarradas e indisciplinadas, que sin dirección impidieron que en los primeros momentos nos acogotasen a todos.

-Si, pero una por una vamos perdiendo provincias y regiones.
-Eso no es imputable ni a este Gobierno, ni a nadie.Luchamos, no solo contra fuerzas superiores, sino mejor armadas y mejor dirigidas.
-Entonces, si es así, nadie impedirá nuestro fracaso.
-No, el tiempo obra a nuestro favor, y el hacer ilimitado este tiempo es nuestra política.
-La gente se cansa y solo desea terminar. Siempre se dice lo mismo, y ya nadie cree en palabras.
-Por eso se necesita una política inteligente y de fuerza; es preciso, o nos hundimos sin remedio.
-¡Que lo haga el Gobierno!
-El Gobierno lo intenta….Quienes le contrarían somos nosotros. He sido testigo de tantas polémicas y tantas actitudes, que tengo una gran experiencia muy dolorosa.
-El pueblo en general ya esta harto de ser manejado como lo esta.
-Bueno. ¿Quién es el pueblo? ¿La masa? Colectivamente es manejable, pero no se utiliza. La acción de desgaste es natural en todo poder. Si, los partidos y organizaciones tienen que olvidar sus resquemores. Si no todo gobierno se desprestigia.
-Negrin y sus corifeos eso hicieron con otros.
-No me importa Negrin. Cualquiera que sea el afecto personal que por él sienta, queda superado por mi interés por España y nuestra causa. ¡Que importa Negrin! Pero repasad en vuestra memoria los hombres disponibles para ejercer esa función. No importa que sea republicano o socialista, y decidme ¿Quién esta en condiciones de superarle? No podemos inventarle, Martínez Barrio, Besteiro, Prieto, Caballero, quien queráis. Haced abstracción de vuestra simpática personal y decidme: “¿Quién puede gobernar con el espíritu de sacrificio que es indispensable para continuar la guerra? ¿Quién? Examinaba la labor critica de estos hombres contra el Gobierno todos coinciden en una misma posición y en la inutilidad de nuestros esfuerzos.

-Y así es-dijo Egido.
-No, inútil no. Esta afirmación esta constatada por mas de treinta meses de lucha. Este tiempo ha servido para defender nuestros principios populares y nuestra vida.
Su termino traerá mas sacrificios. Y será nuestra muerte política y física. Este es el dilema.
-Aunque así sea, será terrible, pero si es verdad, aunque tarde, se pueden buscar otras soluciones.

-No se trata de buscar responsables para catigarles.Hagase. Pero el remedio no esta solo en eso, sino en mejorar la situación y en enmendar nuestros yerros sirviendonos de provechosa lección para hacer mas eficaz nuestra resistencia. Todo lo demás será satisfacción de descontentos o de justicia si queréis, pero sin utilidad para la continuidad de nuestra lucha.
-Todo esta desquiciado, pospuestas las personas inteligentes y honradas que hubieran conducido mejor la guerra.

-No contesto a estos reproches. Acepto a los fines polémicos, vuestros cargos. Negrin lo hace mal. Se entrega a los comunistas, posterga a otras fuerzas políticas. Sustituyamosle pero ¿por quien? ¿Azaña aceptara otra política mas fuerte de guerra? ¿Encontraremos al hombre que la desarrolle? Contestadme.
-¿Qué culpa tenemos nosotros de que se haya llegado a lo irremediable?.
-Bien le juzgara la historia. Nosotros. Pero ¿es que nos queda otra salida?
Una. Nuevos jefes militares. Están postergados.
-Que se les rehabilite. ¿Quién gobernara? No habrá nadie. No hay mas solución que Negrin o la derrota fulminante y aunque esto sea malo, peor seria la sucesión.
-Nosotros acatamos al Gobierno por principio, pero no ocultamos nuestra desconfianza.

-Esto es lo grave. Lo mismo dicen todos, pero esta actitud esconde un efecto negativo y estéril que conduce al desplome de la moral combativa. No basta con conformarse; hoy menos que nunca. Si la derrota nos ofreciera una salida que nos garantizase algo, estaría justificado este desprecio al porvenir.
-Así piensa los comunistas.
-Los comunistas solos no. Los hombres de sentido y que ven por anticipado los acontecimientos.
-Palabras-dijo de la Cruz, despectivamente- Tu eres, ya lo sabemos, un ferviente negrinista y no puedes negar tu simpática por los comunistas.
-No lo niego. La proclamo cuantas veces tengo ocasión de manifestarla. Soy socialista pero no creo que esto sea sinomino de anticomunista. Además, del mosaico político de nuestro país no creo que pueda prescindirse de ninguna pieza, y menos de esta.
-Nosotros no somos anticomunistas, solo con que determinadas personas no transigimos-exclamo Egido.
-Ese no es el problema. Yo señalo una posición. El detalle no me interesa.

La conversación y los giros de palabras que siguieron no fueron muy halagüeños. No compartían mi punto de vista e injuriaban a Negrin. No había confianza en la dirección del Partido, y se comenzaba desde el Comité, a preparar la escisión de la J.S.U3 En la Agrupación Socialista era tan fácil percibir el resultado de la desviación de nuestro partido, alimentada por cuestiones personales, y con olvido del papel histórico del mismo.

Cuando Salí del local del Comité de la Agrupación Socialista, vino a mi memoria el recuerdo de la sesión de Cortes de San Cugat del Valles, penúltima sesión de las celebradas por el Parlamento español.
3. Juventudes Socialistas Unificadas. En la fecha que Caballero con mas fervor seguía su línea extrema, se unificaron las Juventudes socialistas y comunistas.
Mi precipitación por salir de España me ha privado de poder conservar para reproducirlo ahora, el extracto oficial de esta sesión de Cortes en la que, a través de los discursos de los representantes de las minorías, minadas por la desgana y el cansancio de la lucha, asoma la protesta y la queja de quienes solo bajo el yugo de la necesidad imperiosa accedieron a confirmar la confianza en el Gobierno presidido por Negrin. Sin entusiasmo, sin fe y agotados interiormente por un proceso de relajamiento progresivo de la energía y del deber, otorgaron esta concesión, sintiéndose impotentes contra el destino. Hablaron Palomo, de Izquierda Republicana, Irujo por los nacionalistas vascos, Santaló por Ezquerra catalana, lanzando ataques contra quien encarnaba la única consigna que imponían aquellas circunstancias y que estaba en la conciencia de todos: Resistir.

Hablaron después “Pasionaria” por los comunistas y lamoneda, secretario del Partido Socialista, apoyando al Gobierno y ofreciendo de manera incondicional la ayuda de los partidos Comunistas y Socialista; pero esa intervención no evito el conflicto. Negrin rechazo todo apoyo condicionado, toda confianza recelosa.
La solución era sencilla: ¿inconformes con el Gobierno y con su política?, pues clara y francamente a revelarlo.
Nada de retención del poder, nada de secuestro de las prerrogativas parlamentarias. Y Negrin termino su discurso presentando al Parlamento su dimisión, pidiendo que la sustituyesen los que le combatían.

Esta arrogancia del jefe del Gobierno produjo gran consternación en quienes impremeditadamente creyeron fácil una critica, pero sin la valentía de arrostrar sus consecuencias. ¿Qué iba suceder? No había nadie con arrestos suficientes para asumir la responsabilidad del poder; pero después de hecha la critica hacia el Gobierno, tampoco era fácil desdecirse de las desenfadadas censuras que produjo la fricción. Fue Indalecio Prieto quien espontáneamente, con esa libertad que él toma sin sujeción a ninguna disciplina de partido, y obedeciendo exclusivamente a un impulso personal tercio en el debate y logro hacer girar en redondo a los atacantes y cambiar el sentido de los discursos. Trato de dejar en una situación airosa a los atacantes y arranco un acuerdo unánime del Parlamento de confianza hacia el Gobierno de Negrin.

Así continuo en el poder el hombre que ahorro a otro cualquiera paladear las dificultades ingentes de lucha de suyo difícil y mas difícil por estar saboteada y próximo a sufrir la amargura de la derrota. El gesto noble del Gobierno asumiendo esta responsabilidad, fue un alivio para tantos que habían hecho inevitable la catástrofe.

Muchas de las cosas que oí se vuelven contra quienes las propalaron. Si a juicio de estos el Gobierno de Negrin no respondía a la confianza del país, si su política de resistencia era falsa y contraria a nuestro interés ¿Por qué no haber aprovechado esta ocasión en que las Cortes reunidas podían haber liquidado la continuidad en el poder del Gobierno de Negrin?.

Reiteradamente había sido invitado a cenar en el comité del Partido Comunista. Me resistía a aceptar esta invitación por temor a que este simple acto se comentase con una información de los supuestos y habladurías acerca de lo que se me atribuía en relación con este partido.
Una noche vencido este escrúpulo, fui a su local instalado en la calle de Velásquez.

Hable con Delicado y Checa4. Se mostraron muy disgustados conmigo porque, en mi afán de se imparcial había impedido la toma de posesión de algunos comisarios nombrados provisionalmente por Jesús Hernández, el comisario del Grupo de Ejércitos, y a causa de mi prohibición del funcionamiento de los clubes de jóvenes dentro del Ejercito.
-Tengo en cuanto a nombramientos ordenes concretas y nadie me apartara de cumplirlas-les manifieste.
-Pero es que Jesús tiene facultades para hacer estos nombramientos-me replicaron.
-Que obtenga estas atribuciones del ministro-conteste.
4 Pedro Checa. Secretario de Organizaciones del Partido Comunista.

-¿Y los clubes? ¿Para que te metes con ellos?
-Ninguna organización puede ni debe tener dentro del Ejercito una representación colectiva, que dificulte o disminuya el prestigio y mando de sus jefes.
-Pero ¡si no es eso!-me dijo Delicado- que estos grupos no tienen mas misión que ser los primeros en cada acción de peligro, el ser ejemplo de disciplina, el trabajar mas en la fortificación, el ser los primeros en todo, el dar mayor unidad en los esfuerzos y en la garantía del batallón.
-Esa es la misión del comisario, y este sin darle forma orgánica, puede seleccionar sus mejores colaboradores.
Nos perdimos en la definición de activistas y colaboradores.

Mantuve mi punto vista para conservar mi autoridad e independencia y para impedir el funcionamiento de otros grupos que ya comenzaban a actuar con carácter anarquista en el Cuarto Cuerpo de Ejercito, y cuya labor distaba mucho de la que desarrollaban los clubes de la J.S.U.
A estos les distingue su labor fuerte de propaganda manteniendo la línea de defensa marcada por el Gobierno, mientras los otros solo procuraban su desviación y su desprestigio. Era muy difícil sin parecer parcial, tolerar unos y prohibir otros.

Cuando la conversación se generalizo en los temas políticos y acerca de la situación de Cataluña, manifestaron su decidido propósito de seguir combatiendo.
Temían la defección de los militares profesionales, temían a Casado. Sabían que tenia personas afectas a él dentro del Estado Mayor, enemigos de la Republica o muy tibios defensores de la misma.
Notaban la falta de unidad de los partidos políticos, que escondían, tres de muchas protestas o quejas, el afán, por falta de fe y de valor, de no continuar la guerra.

-La guerra es posible ganarla-afirmaba Delicado-.No tenemos todo lo que precisamos pero si lo bastante para que, si se pone el mismo valor que hasta ahora se puso, la guerra dure muchos meses.
Cecea completo:
-Alguien nos juzga sin entrañas o cree que carecemos de esta fe que les pedimos a los demás. Se engañan. Nuestra resistencia puede conseguir muchas acciones que, aunque las presentimos, no las podemos puntualizar. Lo que algunos suponen se ahorraría en vidas malbaratando nuestra guerra o procurando una paz vergonzosa, lo pagaran con las vidas de los mejores hombres de la Republica, que serian sacrificados por Franco. Que sumen, que sumen lo que ahora se ahorraría y lo que se sacrificaría después sin provecho y sin honra.

Yo sentía que si al contagio de esta confianza renacía la fe en el deseo de resistir, los pequeños errores de los hombres del Gobierno podían ser compensados por aciertos de su políticas de resistencia, y con la exigencia de este deber ya que el pueblo antifascista no podía hacer traición a tantos hombres que habían ido a la muerte con la ilusión de vencer.
Me visitaron en mi despacho Del Val5 y otros camaradas de la C.N.T. También estaban quejosos de mi.
Su organización no estaba representada en el Comisariado como correspondía al volumen de su fuerza.

Me comunicaron que había brigadas y divisiones en las que apenas había comisarios anarquistas.
-Fíjate en esta relación-me dijo Del Val entregándome la que tenia preparada para fundar sus quejas-. En el cuerpo de Ingenieros, casi todos los comisarios son comunistas o socialistas. Dieguez persigue a nuestros compañeros y les suspende o sustituye.
5. Del Val. Militante destacado de la C.N.T. Al constituirse el Consejo de Defensa formo parte del mismo ocupando la Conserjería de Transporte.

-Traedme casos concretos-les invite-. En cuanto a los comisarios en general yo no los nombro. Solo doy destino a los que tengo dentro del cuadro eventual. No creo haber cometido injusticias ni practicar favores. Antes aquí, en el Comisario, no tenias ningún compañero de vuestra organización. Yo en cambio he nombrado jefe de sección a Caballero, militante vuestro.
Siguieron dándome quejas de hechos cometidos en brigadas y divisiones, sobre todo por jefes comunistas.
Nuestras entrevistas fueron así.
Los demás problemas no existían.

Su criterio sobre ellos, de manera oficial lo desconocía.
Y una vez que otra, la nota de inclemencia en la batalla o en la esterilidad de la lucha.
Su queja de no tener tanto comisarios como otros partido, o la U.G.T., era fundada.
Su criterio no siempre coincidía con la rigidez que imponían las circunstancias. Sus afiliados podían ser buenos anarquistas, hombres de lucha contra la clase patronal, pero en el Ejercito mantenían actitudes que no se podían conciliar con las exigencias de la disciplina y mucho menos aun con las que imponía el Comisariado.
Su fe estaba agotada.

Las limitaciones a sus propósitos de colectivización; lo exiguo de su representación en el Gobierno, les hacia desconfiar del resultado de su sacrificio, y esta creencia se reflejaba en todas sus intervenciones.
Su formación ideológica sufría una crisis que fluctuaba entre la adaptación al compromiso y la responsabilidad de la gobernación de la Republica, y sus ideas intransigentes hacia el medio democrático burgués que difundían.

Se habían malogrado sus esperanzas fundadas en el deseo de que los sindicatos lo fueran todo. Su recelo hacia el Partido Comunista se habían transformado en enemiga bajo el peso de una transigencia que consideraban rebajaba su influencia y el valor representativo de la C.N.T., y percibiendo que se le toleraba como una fuerza, cuya ayuda se estimaba negativo. Su participación en la guerra se aceptaba como único medio de evitar que los enemigos de la Republica fueran mas numerosos.

Los republicanos que al principio de la guerra habíamos sumado a la contienda, mas que por su impulso, arrastrados por la vorágine popular, y sobre todo por la fuerza de los partidos de clase y organizaciones obreras, carecían de formación para sostener una lucha prolongada de manera indefinida.
Su falta de influencia en el Ejercito descubría que estos partidos carecían de masas.

Los republicanos españoles, en su mayor parte pertenecientes a la clase media y al comercio, no formaban un conjunto de elementos capaces de sostener una lucha en la que por defender sus ideas hubieran se de sacrificar al mismo tiempo sus intereses.
El carácter de nuestra lucha, y los factores políticos que en ella intervenían, les conducía a la sospecha de que al final aun siendo este victorioso, quedarían desplazados.
Esto aminoraba su muy limitado espíritu de resistencia.

Azaña, Martínez Barrios, Marcelino Domingo y tantos otros no figuraban como caudillos vigorosos y fuertes en nuestra contienda.
El largo calvario de nuestras adversidades les infundían desaliento y pánico.
Hubiera sido mejor negociar y cada día poder ofrecer la coyuntura del final de un hecho que nunca debió tener para ellos principio.

San Andrés, el delegado de Propaganda y Prensa, elemento muy destacado de Izquierda Republicana, era un hombre muy dinámico e inteligente. Al principio estaba muy fuertemente unido al Gobierno-
Las disposiciones que este promulgaba, además de ser cumplidas, las comentaba y defendía.
Izquierda Republicana, como tal partido, no había tenido contacto conmigo mas que en contadas ocasiones.
Observaba que sus representantes asistían a las reuniones de Frente Popular conduciéndose de manera poco comunicativa.

desconocía que en el seno de su organismo político había discrepancias sobre la acción del Gobierno.
Pero la calidad de las personas de Osorio Tafall y San Andres6 impedían que estas discrepancias se exteriorizasen públicamente.
Yo al menos no las conocía hasta el día en que celebramos la reunión presidida por el general Miaja para exigir el cumplimiento de los decretos de movilización.
San Andrés, después se sumo a las discrepancias de su partido y la idea que forme de este cambio es que obedecía al desagrado que le produjo el ser sustituido por el diputado Montien, como jefe de Propaganda, con ocasión de tener que incorporarse al Ejercito.
Todo me hacia sospechar que este hecho no era ajeno a su mudanza de opinión con respecto al Gobierno.

6Miguel San Andrés. Miembro del Comité Nacional de Izquierda Republicana.

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