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lunes, febrero 13, 2012

15-M en la encrucijada-II

Fin de la hipnosis y estallido social.
La mañana del 15 de mayo era una mañana dominical como cualquier otra. Aunque el país contara con más de 4 millones de parados y un retraso inminente en la edad de jubilación, nadie preveía «rupturas» en la cohesión social. La misa dominical se producía como todos los domingos. Sin embargo, la manifestación del 15M, al lema de «¡Democracia Real Ya! No somos mercancías en manos de banqueros y políticos», puso sobre la mesa que existía un amplio descontento en la sociedad, particularmente entre los jóvenes.

El movimiento 15M irrumpía en escena de forma totalmente inesperada. Su antecedente más inmediato: el movimiento Juventud Sin Futuro, que había convocado una serie de protestas en abril de 2011, aunque estas sólo tuvieron trascendencia en los centros universitarios y en Madrid. De forma paralela, la plataforma Democracia Real Ya se organizaba en Internet con el objeto de convocar una manifestación unitaria en respuesta a la crisis. Junto a DRY empezaron a movilizarse distintas entidades que habían actuado contra la crisis anteriormente: Juventud Sin Futuro, ATTAC, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), Estado de Malestar, ADESORG (asociación de desempleados o la Coordinadora de Barrios y Pueblos Contra la Crisis de Madrid6. Numerosas asociaciones, entidades y foros virtuales se fueron sumando a la iniciativa lanzada por DRY.

DRY crece en Internet como la espuma: en las redes sociales virtuales se abren espacios de distintas ciudades, se crean grupos de acción en las capitales de provincia, se hacen pegadas de carteles y reparto de panfletos... La táctica del movimiento se inspiraba en las revueltas del Norte de África y sus lemas eran lo suficientemente amplios como para generar simpatías entre los diversos grupos sociales que padecen y luchan contra la crisis. En esa misma dinámica integradora, el discurso radical permitió que entidades que previamente habían movilizado contra los recortes sociales, se sumaran a la protesta. Y es que una de las claves del 15M, su inteligencia inicial, residió en haber aglutinado a las numerosas estrategias de resistencia frente a la crisis que actuaban de forma dispersa, a la vez que se sumaban nuevos activistas «indignad@s» ante la situación.

El mensaje de Democracia Real Ya! giraba en torno a dos ideas. Por un lado, la denuncia de las limitaciones de una democracia liberal sometida a los designios de los mercados y los poderes económicos. La realidad de clase del poder político se ha desvelado por completo en los años de la crisis. En segundo lugar, DRY presentaba una serie de reivindicaciones políticas, económicas y sociales, de corte reformista, que clamaban por una salida redistributiva a la crisis. Estas propuestas estaban estructuradas en torno a los famosos 8 puntos: eliminación de privilegios a la clase política, medidas contra el desempleo y por el reparto del trabajo, derecho a la vivienda, servicios públicos de calidad, control de las entidades financieras y banca pública, fiscalidad progresiva, ampliación de las libertades y de la participación ciudadana y, finalmente, reducción del gasto militar7. Por más que los medios de comunicación de masas se cebaran con la cuestión de la desafección política y la corrupción8, el movimiento nace con planteamientos de carácter económico y social.

Tras la exitosa manifestación del 15 de mayo, el día 17 se consolidaba la Acampada de Sol en Madrid y, acto seguido, se extendían las acampadas por todo el Estado. Este hito marca un punto importante en la evolución del movimiento: a partir de ahora, podemos hablar, por un lado, del 15M (que sería, con cierta ambigüedad, el movimiento en su conjunto), de las acampadas en las plazas y de la plataforma Democracia Real Ya. Aunque las fronteras entre un brazo y otro del movimiento son muy difusas y permeables –no había un reparto de tareas, claro-, las Asambleas y comisiones surgidas alrededor de las acampadas serán el esqueleto articulador del movimiento. Al principio, el panorama organizativo era enormemente confuso y conflictivo. Sin embargo, la estructura dio un salto cualitativo a través de las Comisiones y Asambleas de Barrio, soporte del movimiento en la actualidad (al menos en las grandes ciudades), una vez los campamentos han sido desmontados.
No nos detendremos aquí en analizar la evolución del 15M de manera detallada, los principales hitos mediáticos aparecen en la tabla-cronología anexada al final. Así, aunque el movimiento se ha desarrollado de un modo diferente en cada territorio, no podemos eludir el liderazgo de Barcelona y, especialmente, de Madrid en el cauce de los acontecimientos. Este liderazgo se deriva, entre otras razones, del seguimiento y la difusión que los medios de comunicación han realizado sobre esas ciudades, en detrimento de otros territorios. De este modo, el movimiento ha tendido a hacer seguidismo de las convocatoriasy propuestas emanadas de Madrid.

III. Medios de comunicación: del fetichismo tecnológico a una comprensión equilibrada de las nuevas herramientas comunicativas.
La convocatoria del 15M se realizó, inicialmente, a través de Internet, las redes virtuales (Facebook o Twitter) y el boca a boca entre los movimientos sociales preexistentes. El uso de plataformas en Internet como medio de comunicación ha servido tanto para difundir masivamente las grandes convocatorias (manifestaciones y concentraciones) y distribuir la información de un territorio a otro, como para dar cauce a la participación. En este sentido, Internet ha facilitado un tipo de comunicación reticular que minimiza los costes (en tiempo y recursos) dela participación y de la difusión de información. Asimismo, la red ha posibilitado la comunicación entre los grupos locales y las estrategias más globales –estatales en nuestro caso-, y lo hace en un tiempo record9. Es innegable que el movimiento 15M ha absorbido estas ventajas tecnológicas.
Aproximadamente un mes antes del comienzo, los grupos Facebook pasaron de ser cámaras de eco cerradas en sí mismas, a cámaras expansivas con una alta resonancia. Además de las condiciones objetivas –la crisis económica, los constantes recortes sociales y la precariedad de las capas populares- que constituían un catalizador importante, hubo una serie de decisiones tácticas que activaron extraordinariamente la movilización. En primer lugar, los grupos locales de Facebook se fueron interconectando entre sí; se fueron abriendo blogs locales. En segundo lugar, se impulsó una línea de acción muy inteligente: desde los grupos organizadores de DRY se hizo un listado de entidades sociales y de medios de comunicación, y se difundieron las convocatorias a través de dichas vías «tradicionales». Como consecuencia, se multiplicó la resonancia de los foros virtuales y el alcance social de las convocatorias.
De un modo inesperado, los nuevos medios –Internet- facilitaron la apertura de un espacio dónde confluían los nuevos «indignad@s» fruto de la crisis, con movimientos sociales y políticos consolidados. La insistencia en el carácter unitario –incluyendo una excesiva censura de banderas y símbolos de organizaciones políticas- facilitó la convergencia en las calles. En definitiva, redes virtuales y redes activistas conformaron el círculo virtuoso de la movilización; las unas y las otras fueron necesarias para multiplicar la resonancia del 15M y provocar el éxito de la protesta.
No obstante, los medios de comunicación tradicionales (prensa escrita, TV y radio) han sido también cruciales para propagar la onda expansiva y la continuidad. En este sentido, la manifestación del 15M y, sobre todo, el intento de desalojo violento de la acampada de Sol (17/05/2011) fueron los acontecimientos que catapultaron al movimiento en los grandes medios. Después de esto, el movimiento no será una protesta aislada más. Los mass media le darán una extensa cobertura10 y esto retroalimenta al movimiento: las acampadas se propagan y la actividad se acelera. La cobertura de los grandes medios supuso que los actores de base reforzaran su percepción colectiva de éxito y de unidad a nivel estatal. El papel amplificador de los «viejos» medios es innegable.
Necesitamos aún tomar distancia y recopilar muchos más datos para formular un juicio equilibrado sobre el papel de los nuevos y viejos medios de comunicación en el 15M. No obstante, la primera tarea que tendrán que afrontar los comunicólogos será desprenderse del fetichismo de la tecnología que se ha instalado en la prensa oficial. Al igual que las hoces y los martillos no hicieron la revolución por sí solos, tampoco los ratones, cables y teclados han organizado este incipiente movimiento de protesta.
IV. La izquierda ante el 15M.
Desde el ámbito de la izquierda radical, el 15M ha suscitado diferentes interpretaciones, una vez superada la sorpresa inicial. Podemos hablar de tres grandes posturas (aún a riesgo de reducir la diversidad en los planteamientos). En primer lugar, nos topamos con un sector minoritario caracterizado por el inmovilismo: el 15M es un movimiento reformista y, por tanto, no merece nuestra implicación. El segundo sector, se encontraría en el extremo opuesto: el 15M es un proceso revolucionario en sus etapas primigenias; a esta hipótesis la llamaremos el optimismo ingenuo. Por último, habría un enfoque realista que sitúa al 15M en su contexto histórico, en la relación de fuerzas coyuntural y valora su oportunidad, sus causas y limitaciones. Si bien estas tres aproximaciones son «tipos ideales» sobre los que organizar el debate, con matices, representan los discursos y prácticas que la izquierda ha movilizado alrededor del 15M. De un modo u otro, todos nos movemos en este triángulo de hipótesis.
1. La hipótesis inmovilista.
La primera aproximación, como decíamos, es la hipótesis inmovilista. Según ésta, el movimiento de l@s indignad@s es una reacción desviada ante la coyuntura de la crisis económica. Esta reacción no atacaría a los fundamentos del sistema capitalista y, por tanto, ha de ser desechado. Por ejemplo: dado que «las movilizaciones iniciadas el 15M responden a una estrategia de bajar la presión a la olla social y evitar respuestas de contenido clasista», consecuentemente, el papel de la izquierda consiste en «ayudar a que este movimiento –de confusos orígenes- no distraiga a la clase obrera y evitar que actúe ayudando a bloquear el avance de una posición de confrontación con las raíces profundas de la crisis capitalista»11. Esta postura es errónea porque desconoce la dinámica y los ritmos –lentos- de los procesos de acumulación de fuerzas contestatarias. En segundo lugar, esta hipótesis es errónea por evolucionismo: porque parte de la premisa de que existe una única vía histórica hacia la transformación social. Cualquier proceso de cambio social que no siga los patrones establecidos (tipo revolución rusa) es defenestrado como desviación o distracción. Sin embargo, a pesar de idealizaciones posteriores, todas las revoluciones de la historia se han engendrado en el caldo de cultivo de estallidos sociales contradictorios. Sería un error abstraerse de los mismos por su carácter conflictivo, siendo más interesante la participación desde posturas de confrontación del orden social.
Además, y como veremos más adelante, el 15M tiene entre sus líneas centrales la lucha contra los desahucios, los ERE, el paro o los recortes sociales que afectan sobre todo a las capas populares. Estos objetivos cortoplacistas ponen de manifiesto que los planteamientos de tipo sindical tienen cabida en el movimiento 15M. El avance de una estrategia de confrontación con el orden político y social dependerá de la relación de fuerzas que haya dentro del propio 15M.
No obstante, como aspecto positivo del enfoque inmovilista, podemos destacar que nos advierte sobre un posible escenario futuro: que el movimiento quede en una explosión social coyuntural sin consecuencias para la relación de fuerzas sistémica (véase, por ejemplo, las protestas contra la guerra de Irak). También nos previene de que la diversidad social o el carácter interclasista del movimiento puede derivar en la imposición de una agenda de objetivos mínimos institucionalistas (reforma del sistema electoral,leyes anticorrupción o separación de poderes), en detrimento de una agenda social o una estrategia anticapitalista.
2. El optimismo ingenuo.
La segunda interpretación del 15M insiste en que se trata del comienzo de un proceso revolucionario: the Spanish Revolution. Esta perspectiva viene caracterizada por el optimismo: «el 15M está agrietando y abriendo brechas en el edificio institucional heredado del franquismo y apunta cada vez más, como lo hizo en su tiempo el mayo francés, al corazón del sistema»12. No faltan las comparativas con el mayo del 6813 o las alusiones a la profunda crisis de legitimidad que supuestamente denota el sistema.14
El enfoque del optimismo ingenuo desconoce que el movimiento de los indignad@s aún no ha alterado ninguna de las instituciones o procesos fundamentales del Estado (no ha caído el gobierno, no se han producido reformas de calado político, económico o social); ni siquiera podemos decir aún que hayamos desestabilizado seriamente las relaciones de poder (no olvidemos, por ejemplo, la abrumadora victoria electoral del PP en las elecciones municipales, las altas tasas de participación electoral o la especulación con la deuda y los recortes del gasto…). Por tanto, es demasiado ambicioso aventurar una situación revolucionaria en el conjunto de protestas a las que asistimos. Tampoco el programa del 15M apunta a ello. Como mucho, podemos afirmar, con Santiago Alba Rico, que «la repolitización es una revolución», que «lo que el 15M ha puesto en marcha es un gigantesco proceso de aprendizaje político y organizativo»15. Sin duda, este proceso, con estas dimensiones, es una novedad en nuestra historia reciente.
3. La alternativa: el 15M como proceso de acumulación de fuerzas, como construcción de una nueva fuerza social.
Como alternativa a los dos enfoques anteriores, disponemos de una interpretación más realista que toma en consideración tanto la coyuntura actual como las tendencias históricas a medio-largo plazo, las estructuras sociales, lo orgánico, que diría Gramsci16. Una lectura equilibrada del 15M se asentaría, pues, sobre un análisis del movimiento histórico coyuntural y del movimiento orgánico, sopesando ambos elementos. Sin estos equilibrios complejos, tendemos a dejarnos llevar por la coyuntura (la hipótesis optimista del 15M) o en el inmovilismo (exageración de las tendencias históricas o estructurales). Algunos artículos recientes han abordado el movimiento de los «indignad@s» desde esta perspectiva17; nuestra propuesta pretende, precisamente, profundizar en esa línea interpretativa.
V. Una propuesta de análisis.
1. Un estallido de coyuntura.
El 15M ha puesto de manifiesto, en primer lugar, que existe una bolsa importante de descontento social. Efectivamente, en los últimos dos años, se han producido reformas que han empeorado la situación de las clases populares y la clase trabajadora asiste al deterioro de sus condiciones de vida (la pérdida constante de capacidad adquisitiva, entre otros ya vistos en el apartado 218). También las clases medias ven peligrar su situación de estabilidad y protección; más aún en el caso de los jóvenes. Entre estos últimos, ha emergido la conciencia de ser una generación perdida: «Somos la primera generación que vamos a vivir peor que nuestros padres», se escucha a menudo. El movimiento de «l@s indignad@s» tiene un carácter interclasista –si bien dentro de las clases populares, es muy heterogéneo internamente, dada la propia heterogeneidad de los afectados por la crisis.
A la composición, se suma también la diversidad en los objetivos políticos: hay quienes hacen énfasis en los problemas económicos y sociales, en los fundamentos capitalistas de esta crisis, y quienes están más preocupados por la corrupción o el elitismo del sistema político. Esta diversidad dota al movimiento de una enorme capacidad integradora, pero también, de una laxitud que puede devenir talón de Aquiles. La inexistencia de un corpus programático o ideológico ampliamente compartido es un obstáculo al establecimiento de una táctica unitaria potente.
En este aspecto, el 15M se asemeja a los movimientos populistas, tal y como los define Ernesto Laclau:
la unificación de una pluralidad de demandas en una cadena equivalencial; la constitución de una frontera interna que divide a la sociedad en dos campos; la consolidación de la cadena equivalencial mediante la construcción de una identidad popular que es cualitativamente algo más que la simple suma de los lazos equivalenciales.19
Aquí, la identidad popular funciona como un significante que tiende al vacío y ello es así porque toda unificación populista acontece en un terreno social sumamente heterogéneo en el que el líder es la individualidad unificadora. En el caso del 15M, no hay una personificación de la unidad (no hay amado líder), sino que hay un conjunto de enemigos más o menos definidos que generan equivalencia e identidad (en negativo). Estamos, por ahora, ante un movimiento marcadamente defensivo y «conservador». Como argumenta Carlos Fernández Liria, nuestras reivindicaciones (vivienda, salud, trabajo, pensiones) se han vuelto conservadoras, reactivas y moderadas a la luz del revolucionismo de la propia clase capitalista.
Más allá de la coyuntura: ¿La emergencia de una brecha en la hegemonía neoliberal?
Desde un punto de vista orgánico o estructural, hay que situar al 15M en el contexto de rearme de la clase capitalista posterior a la crisis de los 70. Este proceso se aceleró con la caída de la URSS y el bloque del Este, y la decadencia del Welfare State. En Europa, se consolida la hegemonía del neoliberalismo y la expansión de los procesos de acumulación de capital sobre nuevas áreas territoriales y sectoriales (los servicios a las personas, por ejemplo). La institucionalización y desactivación del movimiento obrero combativo (sindical y político) allanaban el camino hacia la victoria capitalista. Es el fin de la historia de Francis Fukuyama.
A finales de los años 90, surgen las primeras reacciones frente a este proceso: el movimiento antiglobalización21. La protesta de Seattle (1999) inaugurará un ciclo de encuentros y movilizaciones internacionales promovidos por ONG’s, los llamados «nuevos movimientos sociales» (feministas, ecologistas, etc.), el movimiento obrero (sindicatos y partidos) y redes de conocimiento crítico como ATTAC. Los caracteres más destacados del movimiento antiglobalización fueron su capacidad para aglutinar a distintos sectores del activismo, con una dimensión internacional. Sin embargo, en 2005, había entrado en clara fase de reflujo.22
El 15M abre un nuevo ciclo de protestas, por ahora circunscrito al Estado español; aunque no podemos negar la influencia simbólica de las movilizaciones en el Mundo Árabe. En este sentido, el 15M ha supuesto la rearticulación del espacio de resistencia contra la -no tan nueva- estrategia adoptada por el capital: el neoliberalismo. Frente a ello, estamos asistiendo a la construcción de un gran movimiento social contra-hegemónico, un proceso de acumulación de fuerzas extraordinario, con movilizaciones de masas no vistas desde la Transición. Este proceso evidencia dos cuestiones: en primer lugar, que la hegemonía capitalista y su discurso neoliberal dan muestras de ineficacia relativa en países de la periferia europea como España (o Grecia). En segundo lugar, que la paz social que se inaugurara con la «Transición española» denota algunos síntomas de agotamiento.
El movimiento 15M está suponiendo, como decía Santiago Alba Rico, una enorme maquinaria de politización de un sector importante de la población joven española. Son los supuestos «hijos de la democracia» los que están gritando «¡lo llaman democracia y no lo es!». Así, los mitos fundadores que se establecieran en la Transición basados en los Pactos de la Moncloa, la CE/1978 y la entrada de España en la UE denotan cierto desgaste. Aunque no podemos exagerar: aún siguen siendo eficaces entre la mayoría de la población (así lo denotan los procesos electorales, por ejemplo).
No obstante, el proceso de politización es uno de los vértices más interesantes del 15M. En palabras de Carlo Frabetti: «aunque es pronto para hacer un pronóstico político en sentido estricto, creo que ya podemos hablar de un gran triunfo social.

Decía Marx que el resultado más importante de una movilización es la manera en que transforma a quienes participan en ella. Y después del 15M, muchos jóvenes –y no tan jóvenes, ya no serán los mismos»23. Este tipo de acontecimientos «traumáticos» provocan la aparición de nuevas culturas políticas, de pautas de comportamiento político de larga duración. En este sentido, las prácticas asamblearias, las técnicas de racionalización de la participación, la horizontalidad, el trabajo de autoorganización en comisiones24, incluso los enfrentamientos esporádicos con la policía son aprendizajes y bagajes para una nueva subcultura política de carácter contestatario. La peculiaridad es que este proceso está abarcando a un grupo social enorme y muy heterogéneo (también en cuanto a clase social), sin que hubiéramos visto algo similar desde los 70.

Estamos, pues, ante un proceso de acumulación de fuerzas contestatarias con sus propias contradicciones y conflictos internos, pero con un potencial extraordinario de cara a la modificación del curso de los acontecimientos. Ello dependerá, en buena medida, de las decisiones y la responsabilidad de la propia izquierda.

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