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sábado, mayo 19, 2007

II Republica:Los vencedores de Negrin-I

Editorial Roca
Introducción


Unos de los acontecimientos mas interesantes y dignos de conocerse de la guerra civil española de 1936-1939 es como se produjo el vertiginoso derrumbe de la resistencia republicana en la Zona Centro-Sur. Ni las previsiones mas optimistas del Estado Mayor adversario podían imaginar que en apenas quince días el Grupo de Ejércitos que defendía dicha zona se convirtiera en una masa humana derrotada que abandono sus posiciones sin el máximo acoso del enemigo.
Informaciones de fuentes autorizadas afirman que el ejercito vencedor necesitaba de un cierto tiempo para reorganizar sus fuerzas victoriosas en el frente catalana e iniciar el despliegue necesario para derrotar a las fuerzas que, aun con un alto espíritu de resistencia, se disponían a combatir con la esperanza de que, ganando tiempo al tiempo, la guerra civil española se enlazara con el ataque nazi a los aliados y España entrara como un frente mas de la inminente Segunda Guerra Mundial.




Edmundo Domínguez Aragonés, comisario del Ejercito del Centro de las fuerzas republicanas nos ayuda con este libro, publicado en los primeros meses que siguieron al derrumbe del ejercito republicano y cuando aun tenia muy frescas sus experiencias personales, a conocer los factores que determinaron dicha capitulación. Según la tesis del autor, defendida por las fuerzas mas combativas de la Republica, el desastre no se produjo ni por un desmayo de la moral del ejercito republicano ni por la ausencia de elementos materiales que hicieran posible una resistencia relativamente duradera en espera de acontecimientos que hubieran representado, tal vez, la victoria misma en los frentes de guerra. El derrumbe militar se produjo, pues, por la desmoralización de determinadas fuerzas políticas y por la traición de altos jefes militares tal vez inducidos al defección por el lamentable espectáculo que ante la población española daban esas fuerzas.


No cabe duda de que en la derrota del ejercito republicando intervinieron factores tan diversos y de tan distinto orden, tanto internos como externos, que se hace difícil, si no imposible, determinar cuantitativamente y cualitativamente el peso especifico de cada uno de ellos. Pero lo que si parece indudable es que, en la capitulación, si influyo, como factor determinante del vertiginoso desastre, la traición de quienes carecieron de fe y de valor político y personal para prolongar la resistencia hasta el fin de la capacidad humana.

Llegamos a Oran Numerosos Republicanos españoles huyendo de la represión franquista.
Llueve.
Sobre cubierta chapotea el agua y ensucia las bodegas.
Desde el barco contemplamos los primeros edificios de la ciudad de Oran, blanca y moderna.
El saliente que forma su bahía nos ofrece una bella perspectiva.
El verdor de los campos mojados por la lluvia es mas oscuro y en la parte mas alta de la montaña, un poco oculto entre macizos de verdura, divisamos el castillo de la ciudad, que nuestros antepasados construyeron y que hoy, presentimos, puede convertirse en nuestra prisión.


El vientre vació del Lezardrieux que nos ha traído de Valencia, se ha llenado de seres humanos, que hacinados y apretados por las noches, tendidos sobre el piso de madera de las bodegas, guardamos la misma línea geométrica de la planta del barco.
De los costados, penden gabanes y prendas de vestir, colgados sobre improvisados perchas, hechas con estacas y trozos de madera.
El buen sentido de la mayor parte de los refugiados se ha impuesto al abandono y a la desidia, obligando a todos a su limpieza personal y al aseo del barco.
Este cuidado no basta.


Los muchos días que llevamos encerrados, producen un olor acre y pesado, haciendo nuestra estancia intolerable y expuesta a enfermedades.
Es nuestra primera dificultad y a la certidumbre de nuestra penosa situación y de las amarguras y sufrimientos que la emigración nos ha de producir.


Después de varios días anclados en el puerto, aun no hemos desembarcados. No nos explicamos la razón de ello.
El gobierno francés nos trata con excesivo rigor.
Ni las gestiones de los sindicatos obreros de Oran, ni de los particulares que se interesan por familiares y amigos, respondiendo de algunos refugiados, sirven para mejorar nuestra suerte.
La reflexión inmediata, y el comentario indignado de nuestras conversaciones rechazan este trato, porque no hemos cometidos ningún delito. No podemos creer se estime como tal el haber defendido nuestra Patria y nuestros derechos ciudadanos.


La policía, desde que llegamos, no hace mas que pedirnos relaciones, en las que se hace constar nuestras circunstancias personales.
Cada requerimiento, despierta en nosotros un sentimiento de esperanza y de consuelo en la proximidad de nuestro desembarque.
Descontamos que al desembarcar no quedaremos en libertad, sino que iremos a parar a un campo de concentración.
No obstante tan poco halagüeña esta mudanza, la preferimos a la estancia en el barco.
-¡No podemos mas!- exclamábamos con aire cansado a los gendarmes y a la policía.
-No solo es estar privado de libertad, es la comida-añadíamos.
-Todos los días "foiegras" para comer y cenar, es mucho "foiegras".
-Es lo que mandan-nos contestaban.
-Algún comerciante debe estar haciendo un gran negocio.
-Todas las latas atrasadas nos la van hacer tragar y envenenarlos.
-No será para tanto.
-¡Como! Yo tengo ya las tripas resecas.
-¿Tan bien comían ustedes en España, que esta comida les parece mala?- nos preguntan sorprendidos los gendarmes.
-¿Cómo mala? Pésima-contestábamos.
-Veinte días sin comer otra cosa, comprenderán ustedes que estamos de "foie gras" hasta la coronilla.
La cosa era intolerable.
Todos los días nos daban una lata y dos panes para cada diez personas.
Este régimen alimenticio solo era alterado por algún donativo.


La administración francesa para evitarse complicaciones, nos servia esta comida, que pudo tolerarse los primeros días, pero que al prolongarse amenazaba nuestra salud, y atacaba nuestros nervios.
Con ser mala y desagradable nuestra vida a bordo, quedaba superada en incomodidad rayana en la tragedia por la que soportaban los refugiados en otros barcos.


El Steambrooko había traído de Alicante 3,500 republicanos, que tenían que hacer la vida sobre cubierta. Generales, diputados, jefes del ejercito, comisarios, soldados y ciudadanos, todos soportaban la dureza que nosotros padecíamos aumentada por las malas condiciones del barco y excesivo numero de personas que estaban en el.
Las bodegas, llenas de agua, se habían hecho inhabitables.
La cubierta del Steambrook, vista desde nuestro barco, daba la sensación inquietante de su martirio.


La lluvia de tres días cae implacable sobre aquella masa humana, que duerme en pie y que no tiene siquiera un sitio donde sentarse.
Racimos de hombres escalan las techumbres de los camarotes. Todos los espacios, altos y bajos, están ocupados y producen una impresión viva y dura de estampa cinematográfica preparada y fingida.


Allí están los centenares de hombres condenadas a una dramática situación, por el solo delito, como todos nosotros, de haber querido demasiado a su patria y a sus Ideas.
La lentitud de las gestiones y las obras para organizar campos de concentración son desesperantes.
Después de muchos días, solo han logrado escapar de esta situación las mujeres y niños, a quienes también se les dio este trato.


En el puerto de Oran se encuentran en esta misma situación, además de los que hemos venido en el Lezardrieux y Steambrook, los del African Trader y varias chalupas y barcos pequeños, que salieron de Santa Pola, Benidorm, Villajoyosa, Almería y Cartagena, sin contar con otras pequeña embarcaciones que arribaron a otros puntos de la costa de Argelia.
A Oran hemos llegado unos 4.000 españoles, huyendo de la represión fascista, los días 28 y 29 de marzo.


Mientras corren los días, lentos y expectantes, y llega la contestación que he dirigido a camaradas y familiares, mil recuerdos martillean mis sentidos.
Con ser mala nuestra situación, superior a todo supuesta en incomodidad y fatiga del animo, hiere mi espíritu el recuerdo de los militares de compañeros que han quedado en España, prisioneros de Franco.


La prensa de Oran, facilitada por obreros y particulares, que tratan de visitarnos, burlando la vigilancia de la policía, diariamente nos informa de los hechos mas salientes de lo que ocurre en España.
Las noticias de detenciones de amigos y conocidos, las comentamos en voz alta y con pesadumbre.
-Han detenido a Zabalza.
-Y a Egido.
-Rodríguez, del Comité de Valencia.
-En Madrid, a centenares….
Unos conocidos de casi todos, otros por aquellos que diariamente les trataban, paisanos, amigos, diputados, obreros, militares.
Todo ello nos daba la certeza terrible de redadas hechas en momentos de confusión, y les vaticinábamos un fin inmediato y trágico.


En Alicante, desde hace varios días, sabemos que unos millares de hombres que habían llegado al puerto con el ansia de escapar de una muerte cierta, están expuestos a que se realicen su temor, si Francia e Inglaterra no practican un rasgo generoso, rescatando a estos hombres, arrancándoles de las manos de los soldados italianos que han ocupado la ciudad y que les acechan para matarlos.


El final de nuestra heroica gesta he tenido un desenlace inesperado y absurdo.
Golpea mi conciencia el recuerdo de todo los hechos determinantes de este trágico final.
La presencia de todos estos barcos repletos de gentes angustiadas, detenidas contra todo derecho internacional y, sobre todo, contra todo sentimiento humanitario, aviva la imagen de los sucesos y de las cosas.
Los recuerdos se suceden.
Cada conversación los remueve.


Muchos de estos hombre, algunos de los cuales han participado y consentido en la realización que ha motivado el hundimiento ignominioso de la Republica, siguen centrando sus criticas y sus censuras en las personas y acciones engañadas y despistados. Pero todos se sienten avergonzados de este final inesperado y funesto, que ha empañado el brillo y el prestigio que alcanzamos, sosteniendo nuestra lucha contra enemigos poderosos, a los que pudimos vencer y derrotar, si la fe no nos hubiese faltado y la traición no hubiese sido tolerada.
He vivido los momentos dramáticos y decisivos de final de nuestra guerra.


Gana fuerza en mi la idea de que no queden inéditos y sirvan de experiencia y de lección.
El valor literario de su relato no cuenta en mis propósitos ni he de sacrificar a el ningún detalles, ningún elemento informativo útil y provechoso.Sera la verdad.Si acaso existiese alguna falla, seria de mi memoria.


No he conservado ni un papel, ni un recorte. Salí de Valencia en la mañana del 28 de marzo, día en que las fuerzas de Franco, italianos y moros, entraban en Madrid, y unas horas antes de que Valencia sucumbiera también.
Sobre la conciencia de muchos pesara el error, y en los que se salven de la represión de la Gestapo, de los rencorosos falangistas y de los crueles reaccionarios, en el curso de sus reflexiones, se asomara la reparación de su arrepentimiento.


¡Cuantos han sido engañados!
Al sufrir el perjuicio de la traición y del crimen contra la España democrática y contra la Republica, han quedado tan desorientados, que la misma pasión que hizo posible su participación en el daño, ha quedado intacta, como si la dolorosa realidad que padecemos y los que nos espera no fuera bastante elocuente para descubrirles el camino de la razón.
Creo que aun es pronto. Están cerca de su propia obra.


Su compromiso les hace dudar, porque se creen honrados en sus intenciones, y se asombran de que sus actos puedan haber sido causa de una traición y de un delito histórico. Esta perplejidad, producto de su natural sencillo, es sincera, y es la prueba de lo fácil que fue manejarles y de su falta de visión política.
Su confianza les ha sido fatal.


¡Para cuantos no tendrá remedios ya! Y otros, ante el piquete de ejecución, o en un campo de concentración fascista, en espera de la muerte, reflexionaran sobre sus errores y quizás reconozcan, transcurridos el tiempo, quienes fueron los verdaderos causantes de nuestras desventuras y del derrumbamiento catastrófico de nuestra defensa de la independencia de España y de nuestras libertades.