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jueves, enero 12, 2012

Solidaridad con Eritrea-IV


Todo lo que usted no debería saber sobre Eritrea (3/3)
Grégoire Lalieu y Michel Collon Michelcollon.info

Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos

Todo el Cuerno de África está ocupado por las potencias neocoloniales. ¿Todo? ¡No! Un país habitado por irreductibles revolucionarios resiste todavía y siempre al invasor. En este tercera y última parte de nuestro capítulo consagrado a Eritrea Mohamed Hassan nos desvela la receta de la revolución eritrea.¿Puede desarrollarse un país africano dejando al margen a las multinacionales? ¿Por qué siguen siendo tensas las relaciones entre Eritrea y su vecino etíope? ¿El presidente Isaias Afwerki es un héroe de la revolución o un dictador que censura a los medios de comunicación? Todas las respuestas en este nuevo capítulo de nuestra serie «Comprender el mundo musulmán».

Después de treinta años de lucha Eritrea es independiente y el Frente de Liberación del Pueblo Eritreo (FPLE) asciende al poder en 1993. ¿Cómo va a asumir la transición en FPLE entre la resistencia armada y la gobernanza política?

Desde un principio el FPLE no se contentó con llevar a cabo una lucha armada contra el ocupante etíope sino que también desarrolló un verdadero proyecto político: reforma agraria, emancipación de la mujer, instauración de consejos democráticos en los pueblos... El FPLE establecía en todas las zonas que controlaba unas estructuras para cubrir las necesidades elementales en materia de salud, educación y alimentación. Cuando Eritrea fue independiente el FPLE continuó con el proyecto político iniciado durante la lucha por la independencia y que tenía una filosofía muy particular: «No necesitamos a Occidente para desarrollarnos».

En efecto, para ganar su independencia Eritrea tuvo que luchar prácticamente sola contra todas las grandes potencias: Estados Unidos, la Unión Soviética, Europa, Israel… Todos estos países apoyaban al ocupante etíope. Saben por experiencia que las potencias neocoloniales dividen a los africanos para apropiarse mejor de las riquezas del continente. Por lo tanto, Eritrea eligió llevar a cabo una política de desarrollo que no deja sitio para las injerencias de las potencias extranjeras.

¿Y funciona?¿Puede un país africano desarrollarse sin ayuda de Occidente?

¡Evidentemente! Por toda África se festejan en este momento los cincuentenarios de la independencia. Pero en realidad el continente nunca se ha liberado del colonialismo que simplemente ha adoptado otra forma. Hoy, gracias a instituciones como la Organización Mundial de Comercio (OMC) Occidente impone unas reglas de comercio que permiten a sus multinacionales saquear las riquezas de África y someter a las poblaciones. Estas multinacionales inundan el continente de productos subvencionados que impiden desarrollarse a los productores locales. Y todo ello es posible porque a la cabeza de la mayoría de los Estados africanos unas minorías pro occidentales se benefician de este sistema mientras que la inmensa mayoría de la población está condenada a la miseria. Por consiguiente, sí, un país africano puede desarrollarse sin la ayuda de Occidente, porque mientras no se quite su casco colonial Occidente seguirá siendo un freno para el desarrollo de África.

¿Se puede hablar de «revolución eritrea»?

Exactamente. El gobierno ha establecido un modelo de desarrollo que se basa en cinco pilares. En primer lugar, la seguridad alimentaria: Eritrea no puede defender su soberanía nacional si su población muere de hambre. Para ello el país puede contar con dos herencias del colonialismo italiano: la agricultura pluvial y la economía de plantaciones que se basa en un sistema mecanizado. Además, una reforma agraria ha concedido a cada agricultor su propio trozo de terreno. El gobierno también ha instalado unas estaciones de tractores a disposición de los agricultores e incluso propone ayudarles en su trabajo. El trabajo de la agricultura es muy duro, sobre todo cuando sólo se dispone de equipamientos rudimentarios, pero con la ayuda del gobierno, los campesinos pueden tener tiempo para aprender a leer y formarse en otros oficios.

El acceso al agua potable es el segundo pilar. Muchas de las enfermedades en África están unidas a la insalubridad del agua, pero esto se puede remediar poniendo agua potable a disposición de todos los pueblos.

Llegamos así al tercer pilar: la sanidad. Eritrea posee una red competente de clínicas diseminadas por todo el país y conectadas a hospitales. La sanidad es, además, gratuita. Podemos compararlo con Etiopía: ahí, si no se tiene mucho dinero ¡uno está muerto! E incluso teniéndolo... Un famoso cantante, el Johnny Halliday etíope, padecía una grave diabetes. Las autoridades lo llevaron de un hospital a otro, pero no tenían el material necesario para curarlo. Resultado, la estrella etíope murió.

El cuarto pilar se basa en la educación, una prioridad del gobierno que quiere desarrollar sus recursos humanos. En África muchos han perdido de vista que los recursos materiales no bastan para desarrollar un país. Evidentemente, esto les viene bien a las potencias imperialistas que siempre han sabido hacer creer que ellas les resultaban indispensables a los africanos para ayudarles a sacar beneficios de sus recursos materiales. Pero el factor humano es primordial para desarrollarse y, por lo tanto, Eritrea quiere tener su propio personal competente para explotar sus materias primas.

El último pilar está constituido por los eritreos expatriados, los cuales envían dinero a sus familiares que han permanecido en el país y de paso pagan un porcentaje al gobierno, lo que constituye una fuente considerable de ingresos. La CIA ha tratado de romper esta red de financiación, pero no lo ha logrado.

Así pues, ¿estos expatriados pagan dos veces impuestos, una en los países donde residen y otra al gobierno eritreo?

Sí, pero saben que este dinero servirá sobre todo para construir escuelas, carreteras y hospitales, y no una villa para el presidente Isaias Afwerki, cuyo tren de vida es modesto. Además, estos expatriados están muy unidos a su país y saben a quién deben la liberación de Eritrea. La movilización del país, tanto en el interior como en el exterior del país, es un factor esencial de la revolución eritrea. Es el cemento que sostiene los pilares del modelo de desarrollo.

Un ejemplo: cuando los italianos colonizaron Eritrea construyeron una línea de tren que unía el puerto de Massawa con la capital, Asmara. Pero durante la guerra de Independencia los etíopes recuperaron una parte del acero de esta línea de tren y la dañaron al construir trincheras. Cuando Eritrea fue independiente el gobierno quiso reconstruir este eje estratégico. Unas sociedades occidentales propusieron ocuparse de las obras a cambio de unas cantidades colosales que ascendían ¡a los 400 millones de dólares! Eritrea respondió: «No gracias, lo haremos nosotros mismos». Todo el pueblo se movilizó, jóvenes, mujeres, ancianos… Y reconstruyeron está línea. ¿El precio de estas obras? 70 millones de dólares. La idea es hacer todo lo que se puede por ellos mismos para no depender de las potencias extranjeras. Además, Eritrea es quizá el único país del mundo en el que no hay especialistas extranjeros.

Por consiguiente, ¿Eritrea sería la prueba de que un país africano puede liberarse del neocolonialismo para desarrollarse?

De hecho, todo depende de dónde estén las prioridades. Si la sanidad, la educación o la seguridad alimentaria son objetivos prioritarios, es posible desarrollarse. Si, como en muchos países africanos la preocupación fundamental es, en cambio, conformarse a las normas del comercio mundial, ¡se está perdido!

John Perkins, un respetado ex-miembro del mundo bancario, escribió una obra apasionante, Confesiones de un gánster económico*. Perkins describe cómo su trabajo consistía en ayudar a Estados Unidos a extorsionar miles de millones de dólares a los países pobres prestándoles más dinero del que podían devolver. Si se dirige un país del sur y se aceptan estos proyectos de instituciones como el Banco Mundial o el FMI, la economía se desestabilizará completamente, se desarrollará la corrupción y los imperialistas lo tendrán acogotado. Por eso hoy, antes de enviar a la CIA a desestabilizar a un gobierno que se considera que es demasiado independiente se moviliza primero a estos gánsteres económicos. El imperialismo ha triunfado ahí donde existe corrupción y el gobierno eritreo lucha activamente contra esto.

Eritrea está compuesta de diferentes etnias. ¿Cómo logra el gobierno movilizar a la población superando esta diversidad cuando es la causa de fracturas en muchos países africanos?

La igualdad entre las nacionalidades es un principio fundamental de la revolución eritrea. Si se respeta la diversidad y se pone en pie de igualdad a todas las etnias y confesiones, se puede contar con el apoyo de la población. En Eritrea hay tantos cristianos como musulmanes y al menos nueve etnias diferentes: tigre, afar, kunama, saho, etc. Pero todos se sienten ante todo eritreos. La cultura también desempeña un papel muy importante. Los dirigentes eritreos siempre han hecho mucho caso a la diversidad cultural y han animado a cada etnia a valorar sus tradiciones y a compartirlas. En toda África las personas de etnias o religiones diferentes se matan entre sí, pero en Eritrea, ¡organizan espectáculos de danza!

Desgraciadamente, la armonía no es tan buena con los vecinos etíopes. ¿Por qué persisten las tensiones?

Etiopía está dirigida hoy por la minoría tigre que en la década de 1970 había formado un movimiento separatista, el Frente Popular de Liberación del Tigre (FPLT) y había luchado contra la dictadura militar de Mengistu al lado de los eritreos. Sin embargo, a diferencia de Eritrea que era una ex-colonia italiana, la región de Tigre siempre ha sido parte integrante de Etiopía. Los resistentes eritreos aconsejaron a sus compañeros de lucha no combatir únicamente por la liberación de su comunidad sino por la de todos sus conciudadanos, fuera cual fuera su nacionalidad. Además, el FPLE era consciente de que una independencia del Tigre no habría provocado necesariamente la liberación de Eritrea. Era necesario un cambio de régimen en Addis Abeba y los resistentes tenían que unir sus esfuerzos en este sentido.

En 1991 se derrocó la dictadura militar. Gracias a la ayuda y consejos de los eritreos los tigres tomaron el poder. Hasta entonces Etiopía siempre había estado dirigida por unas minorías étnicas que obraban por sus propios intereses. Todo el mundo pensaba que el nuevo gobierno iba a romper esta tradición y aplicar el principio de igualdad entre las diferentes nacionalidades, condición esencial para traer la paz y el desarrollo al país. Pero el primer ministro, Meles Zenawi, que dirige ahora el país desde 1991 y acaba de ser reelegido en una elecciones fraudulentas, se inscribe en el mismo linaje que sus predecesores: Menelik II, Selassie o Mengistu. No tiene ninguna visión política y gobierna según sus propios intereses. Se mantiene en el poder sólo gracias al apoyo de Estados Unidos.

En el capítulo anterior vimos que la Etiopía del emperador Selassie era un aliado privilegiado de Estados Unidos, pero que con la dictadura militar de Mengistu el país había basculado hacia la URSS. ¿Cómo volvió a la esfera de influencia estadounidense?

La Unión Soviética había cometido un error al apoyar al regimen llamado socialista de Mengistu. Estados Unidos, en cambio, tenía una visión mejor de la situación. Sabía que el régimen etíope no tenía base social y que por ello era muy frágil. De hecho, las potencias imperialistas no pueden soñar con una configuración mejor, porque un gobierno que no representa la diversidad de su pueblo y que sólo actúa en interés de una minoría no podrá mantenerse en el poder sin el apoyo de potencias extranjeras.

Washington conocía bien la naturaleza del régimen de Mengistu y, por consiguiente, alimentaba la esperanza de que Etiopía volviera a su círculo de influencia. Evidentemente, con la llegada al poder de Meles Zenawi estas esperanzas se vieron ampliamente superadas. El nuevo gobierno no sólo actúa por sus propios intereses y carece de base social alguna, sino que además ha destruido todas las instituciones heredadas de Mengistu, con lo que ha vaciado el cuerpo del Estado de su esencia. Así pues, hoy Zenawi depende completamente del apoyo financiero, militar y diplomático de Estados Unidos y, por lo tanto, no puede negarle nada: ¿Washington quiere instalar una base militar? ¡OK, de acuerdo! ¿Washington quiere que el ejército etíope invada Somalia? ¡OK, de acuerdo! Ni siguiera hay negociaciones, Washington pide y Zenawi ejecuta. Es todo lo contrario de lo que Eritrea desea para el Cuerno de África: el fin de las injerencias extranjeras. Por eso Eritrea se niega hoy a formalizar relaciones con su vecino etíope. Es cierto que predica el diálogo entre los actores regionales para resolver los conflictos y establecer las bases de una cooperación, pero este proyecto no será realizable mientras uno de estos actores siga siendo una marioneta movida por Washington.

Sin embargo, tras la caída de Mengistu en 1991 hubo unos acuerdos de cooperación entre Eritrea y Etiopía, ¿por qué no funcionó eso?

Sí, ambos países llegaron a unos acuerdos de libre comercio: eliminación gradual de las barreras económicas, cooperación en los sectores financiero y monetario, libre circulación de personas, etc., Etiopía se había visto privada de un acceso al mar Rojo con la independencia de Eritrea. Pero estos acuerdos permitían a los etíopes disponer libremente de los puertos de Eritrea. En Assab, por ejemplo, la tasa de empleo era muy alta entre los etíopes. Etiopía pudo incluso abrir en esta ciudad cuatro escuelas que respondían a su propio programa escolar.

Los dirigentes eritreos pensaban verdaderamente poder construir una colaboración fructífera con sus homólogos etíopes. Se conocían bien, habían luchado juntos, pero no contaban con la falta de visión política de Meles Zenawi y su sumisión al imperialismo estadounidense.

En poco tiempo Eritrea y Etiopía pasan de la cooperación a la guerra. Un conflicto fronterizo opone a los hermanos enemigos en 1998. ¿Cuáles eran los retos de esta guerra?

La cuestión de la frontera no era más que un pretexto invocado por Zenawi para trata de derrocar al gobierno eritreo. Esta frontera era una de las mejor delimitadas de África. Fue trazada y confirmada varias veces por unos acuerdos establecidos entre los colonos italianos y el imperio etíope a principios del siglo XX. A continuación sirvió también para demarcar el territorio eritreo, primero como entidad federada y después como provincia de Etiopía. Era reconocida internacionalmente.

Pero a finales de la década de 1990 Meles Zenawi cuestionó su validez. Hasta entonces el presidente eritreo Isaias Afwerki no había prestado mucha atención a esta cuestión y creía que lo mismo le ocurría a su homólogo etíope. Afwerki sabía que la frontera estaba claramente definida y que además su importancia era muy relativa en relación a los acuerdos entre ambos países que establecían sobre todo la libre circulación de las personas. También consideraba que los desafíos socio-económicos a los que había que enfrentarse en la región eran más importantes.

Las cosas se deterioraron cuando Etiopía trató de anexionarse las zonas en disputa y de imponer una legitimidad de hecho: Addis-Abeba elaboró un mapa del Estado etíope que incluía amplias extensiones del territorio eritreo e intensificó sus incursiones militares a las regiones discutidas, y expulsó o encarceló a sus habitantes. En mayo de 1998 unas escaramuzas entre las patrullas a lo largo de la frontera acabaron en un conflicto abierto. Eritrea ganó las primeras batallas y muy rápido recuperó el control de los territorios discutidos. Y ahí es donde se ve muy bien lo diferente que Asmara y Addis Abeba interpretaban el conflicto. Para Eritrea se trataba claramente de un conflicto fronterizo: una vez que recuperaron sus territorios, mantuvo sus posiciones esperando que las instancias internacionales vinieran a confirmar que ella tenía derecho. Esto sucederá en 2002 cuando el Tribunal Internacional de Arbitraje de La Haya dé la razón a Eritrea sobre el trazado de la frontera. Para Etiopía, en cambio, las motivaciones de esta guerra eran completamente diferentes. Según declaraciones de los dirigentes etíopes, se trataba de «acabar con la arrogancia eritrea», «de infligir un castigo» y de «castigar para siempre» al FPLE.

¿Esto es lo que explica las importantes ofensivas que el ejército etíope lanzó a continuación?

Absolutamente. Los combates continuaron episódicamente después de que Eritrea retomara el control sobre sus territorios. Pero el 12 de mayo de 2000 el ejército etíope lanzó una nueva ofensiva y aumentó sus efectivos de 50.000 a 300.000 hombres. Addis Abeba también había reorganizado su mando y gastado casí mil millones de dólares en armamento. En ese momento el campo de batalla se extendía mucho más allá de las zonas discutidas en la frontera. El conflicto fronterizo se convertía de hecho en una verdadera guerra de invasión. Etiopía no deseaba retomar el control de los territorios en discusión, sino derrocar al gobierno. También había elegido cuidadosamente el momento para atacar: el periodo en el que los campesinos empezaban a sembrar los campos. Al penetrar en la región más fértil de Eritrea el ejército etíope pretendía hacer que los campesinos huyeran y que el país pasara hambre.

Efectivamente, esta guerra fue una catástrofe pero Etiopía no consiguió que cayera la capital, Asmara. Los combatientes eritreos, inferiores en armas y número, retomaron sus tácticas de guerrilla y resistieron al invasor.

¿Por qué Meles Zenawi quería derrocar al gobierno eritreo?

Zenawi quería convertir a Etiopía en la potencia dominante del Cuerno de África y construirse una base social. En Etiopía el poder está concentrado en manos de la minoría tigre que sólo representa el 6% de la población. Además, los dirigentes destinados en Addis Abeba están muy lejos de sus regiones originarias. En la capital no tienen ni el apoyo de la población ni el de las elites. Con esta guerra contra Eritrea Zenawi quería reencarnar el sueño del imperio etíope y captar a las masas. Esto funcionó un tiempo: las contradicciones que emergían en el seno de la sociedad etíope dieron paso al patriotismo. Pero la derrota del ejército etíope y sus métodos de combate hicieron resurgir muy rápido las desigualdades.

En efecto, mientras que los oficiales son tigres, la mayoría de los soldados proceden de las etnias oromo y amhara, que son las principales desde el punto de vista demográfico. Durante la gran ofensiva lanzada contra Eritrea los oficiales etíopes utilizaron la táctica de la oleada humana heredada de la Primera Guerra Mundial. Esta técnica consiste en enviar contra unas posiciones defendidas una cantidad tan grande de soldados que el enemigo se encuentra invadido. Evidentemente, las pérdidas humanas son enormes y la historia ha demostrado que esta táctica tenía sus límites. Pero los oficiales tigres del ejército etíope no lo tuvieron en cuenta y enviaron estúpidamente a la guerra a miles de oromos y de amharas sin poder acabar con su enemigo. Para Zenawi, la derrota ante Eritrea y las contradicciones en el seno del ejército rompieron sus esperanzas de construirse una base social. Sólo puede contar con el apoyo de una parte de la comunidad tigre, lo que no es gran cosa. Su reelección es más bien sorprendente. Los fraudes han sido manifiestos y la oposición al régimen es cada vez mayor. Quién sabe cuánto tiempo podrá seguir reprimiéndola Zenawi.

El último escrutinio etíope ha estado marcado por las irregularidades, pero en Eritrea no ha habido elecciones presidenciales desde la independencia en 1993. Tampoco hay oposición política, un partido único gobierna el país. ¿Eritrea es una dictadura?

En África no existen los partidos políticos y la democracia multipartita no funciona. En primer lugar porque el modelo político crea divisiones. En Congo, por ejemplo, hay casi tantos partidos políticos como habitantes. El objetivo de todo ello es dividir a la gente no ya según las tribus como antes, sino según los partidos políticos. Se trata de democracia de baja intensidad.

A continuación, el multipartidismo no funciona en África porque este modelo de democracia es un caballo de Troya para los imperialistas. Las potencias neocoloniales falsean el juego democrático financiando a los candidatos que responderán mejor a sus exigencias: acceso a las materias primas para las multinacionales, alineamiento sobre la política extranjera, etc. Con el multipartidismo en África los imperialistas dicen cada cuatro o cinco años: «Vayan ustedes a votar a los candidatos que hemos seleccionado para ustedes. Ellos les empobrecerán y matarán. ¡Vótenles!»

La cuestión es saber: ¿la democracia multipartita es un ideal al que todo país debe llegar imperativamente o bien un Estado es libre de elegir el sistema político que le conviene más según sus especificidades, su historia y su cultura? Teniendo en cuenta la disparidad étnica y religiosa en Eritrea y el hecho de que la movilización es un componente esencial del modelo de desarrollo, hay que favorecer un sistema que refuerce la unidad del pueblo. Por consiguiente, un sistema de partido único corresponde mejor a las especificidades de Eritrea que el multipartidismo.

En Occidente se suele tener tendencia a creer que nuestro modelo de democracia es el más logrado, ¿es esto erróneo, en su opinión?

La democracia que promocionan los occidentales es una democracia de minorías. El poder no está en el parlamento o en los partidos politicos. Se encuentra detrás concentrado en las manos de quienes poseen el dinero, hacen mover la economía y financian a los partidos. Pero esta elite económica nunca ha sido sometida al sufragio universal. Sin embargo, ella es quien detenta el mayor poder. ¿Es esto democrático?

Un ejemplo muy simple: la publicidad para los niños. Estudios científicos establecieron que la publicidad destinada a los niños tenía un efecto negativo en el desarrollo de los más pequeños. Si la población estuviera correctamente informada sobre este tema y se le pidiera que se pronunciara sobre ello, sin duda elegiría prohibir este tipo de publicidad. Sin embargo, la mayoría de los gobiernos occidentales siempre lo han rechazado presionados por los lobbies. Por consiguiente, y se ve claramente aquí, los intereses de la elite económica priman sobre la voluntad popular

En su libro Estados fallidos** Noam Chomsky se preocupa por el déficit democrático de Estados Unidos. No vamos a volver sobre la reelección cuando menos extraña de Georges W. Bush frente a Al Gore en 2000. Probablemente Meles Zenawi no lo habría hecho mejor. Chomsky informa de otro hecho esclarecedor. Cuando el gobierno Bush presentó su presupuesto en febrero de 2005 un estudio reveló que las posturas populares eran las opuestas a las políticas que se llevaban a cabo. Ahí donde aumentaba el presupuesto, la opinión pública deseaba que disminuyera (defensa, guerras de Iraq y Afganistán, dependencia respecto al petróleo, etc.). En cambio, ahí donde la opinión pública deseaba que el presupuesto aumentara, éste disminuía (educación, reducción del déficit, apoyo a los veteranos, etc.).

Sería demasiado largo analizar aquí todas las lagunas de las democracias occidentales. Pero creer que este modelo es la panacea es muy pretencioso además de estar lejos de la realidad. La vice-ministra de Cultura de Bolivia proponía recientemente una definición personal de la democracia: «Un país es democrático cuando las necesidades fundamentales de todos sus ciudadanos están satisfechas». Si nos adherimos a esta concepción, Occidente tiene mucho que aprender de Eritrea en materia de democracia.

El presidente Isaias Afwerki llevó a cabo la resistencia contra Etiopía y preside el país desde su independencia. ¿No había prometido elecciones?

Dice que el país necesita democracia, pero que para satisfacer esta necesidad hay que establecer primero unas estructuras de base. Eritrea es un país joven, marcado todavía por la guerra con Etiopía. No todo es perfecto, queda camino por recorrer. En mi opinión, Eritrea es una democracia popular en la que las personas tienen acceso al sanidad, no arriesgan la vida al beber un vaso de agua, tienen trabajo, comida, electricidad… Prefiero vivir en un país así antes que en una llamada democracia como Congo o Etiopía. Y si a pesar de todo se considera a Eritrea una dictadura, prefiero vivir sobre una dictadura así, por mí y por mis hijos, porque sé que no les faltará nada y que podrán ir a la escuela.

Con frecuencia se critica al gobierno eritreo por la cuestión de los derechos humanos y sobre todo de la libertad de culto. Fuera de las cuatro religiones reconocidas por el Estado (la Iglesia ortodoxa de Eritrea, la Iglesia católica, la Iglesia evangélica luterana de Eritrea y el Islam) están prohibidos los demás grupos religiosos. ¿Cómo explica usted esta postura del gobierno?

Las demás religiones no están prohibidas, pero si uno se quiere adherir a un culto que no sea uno de los autorizados por el gobierno, tiene que hacer una demanda específica y presentar un expediente en el que se mencione sobre todo las fuentes de financiación extranjera. De hecho se trata de una medida de protección del gobierno contra las religiones exportadas que sirven a los intereses políticos, principalmente la religión protestante y la corriente pentecostalista.

El pentecostalismo vino directamente de Estados Unidos y esta muy vinculado a la extrema derecha estadounidense que rodeaba al presidente Georges W. Bush. En nombre de la libertad de culto este virus ataca a la juventud africana para destruirla promoviendo el éxito material y exacerbando el materialismo.

Estas religiones exportadas a Africa y muy próximas a los valores anglosajones siempre han servido a unos intereses políticos y permitido a Gran Bretaña y principalmente a Estados Unidos infiltrarse en la sociedad africana. Ya en 1946 el cónsul general de Francia en el Congo se preocupaba: «El gobierno estadounidense no temía alejar a los misioneros de su verdadero apostolado, servirse de ellos para extender su influencia a los países del centro oeste africano […] No hay duda de que [los misioneros] disponen de fondos considerables y que los los autóctonos serán atraídos así a la órbita estadounidense».

Hoy la técnicas han mejorado aún más con el método de Pizza Land. Imagine: soy un misionero protestante estadounidense y desembarco en África. Localizo a jóvenes elocuentes y los recluto. Son muy pobres, me basta con un poco de dinero para convertirlos. En cierto modo los compro. A continuación los envío a Estados Unidos, a unas escuelas de marketing cercanas a la sociedad Pizza Land, una empresa agroalimentaria que practica unas técnicas de marketing muy agresivas. Una vez formados, mis jóvenes predicadores vuelven a África donde van a empezar su trabajo de conversión haciendo muchos discursos, creando grupos de música, montando programas de televisión… Estados Unidos ha diseñado este proyecto de influencia que va ganando importancia en todo el mundo.

Eritrea lucha contra esto porque esta religión está muy centrada en la riqueza material y en el individualismo. Algunos predicadores se pasean en 4x4 y lucen relojes de oro: ¡se supone que demuestran que están bendecidos por el Señor! Pero en Asmara se predica el bienestar general y la solidaridad. Por una parte el servicio militar es obligatorio en Eritrea. Va acompañado de un servicio civil durante el cual los jóvenes participan, por ejemplo, en la construcción de hospitales o ayudan a los agricultores. Pero el gobierno empezó a encontrarse con problemas cuando los jóvenes protestantes se negaron a hacer estas tareas con el pretexto de que se lo prohibía su religión. Ésa es la razón por la que hoy en Eritrea uno se puede unir a la religión que quiera, pero primero hay que dar garantías, “enseñar la patita”, como en el cuento. El gobierno no quiere que ese virus se infiltre en la juventud.

Aunque sea por el bienestar de la población y del país, ¿no debería el gobierno permitir que sus ciudadanos elijan libremente?

No se puede hablar de elección cuando unos misioneros proponen dinero a personas que no tienen gran cosa. Cuando se es desfavorecido uno no se puede permitir el lujo de elegir, se opta por la solución que a uno le parece más ventajosa. Es casi una cuestión de supervivencia. Visto desde Occidente, puede parecer extraño que un Estado imponga restricciones a la libertad de culto. Pero en África, en los países que conocen la miseria, no se puede hablar de elección libre cuando los misioneros protestantes compran a personas para convertirlas, infiltrarse en la sociedad e injerir en los asuntos públicos.

Otro punto sobre el que se critica regularmente a Eritrea, la libertad de prensa. ¿Por qué están prohibidos en el país los medios privados?

Los medios privados africanos no existen, Para lanzar un medio privado se necesita un capital importante y hay que competir con los medios occidentales en un mercado liberalizado. Para los pequeños Estados del sur esto es prácticamente imposible. En la década de 1970 muchos países del tercer mundo habían denunciado el imperialismo cultural del que eran víctimas, a saber, según el especialista de la comunicación Herbert Schiller, «el conjunto de procesos por medio de los cuales una sociedad es introducida en el seno de un sistema moderno mundial y la manera cómo por medio de la fascinación, la presión, la fuerza o la corrupción se lleva a su capa dirigente a modelar las instituciones sociales para que éstas correspondan a los valores y a las estructuras del centro dominante del sistema o a hacerse su promotor». La Unesco lanzó entonces un Nuevo Orden Mundial de la Información que tenía el objetivo de reequilibrar los flujos de información a través del planeta. Pero los países occidentales boicotearon esta empresa, e incluso Gran Bretaña y Estados Unidos abandonaron la Unesco.

Por consiguiente, los países occidentales ocupan una posición hegemónica en el mundo de la información y utilizan a los medios como arma de propaganda para servir a sus intereses en el tercer mundo y en África particularmente. Este tipo de práctica comenzó con los fascistas italianos de los años veinte. Y durante la Segunda Guerra Mundial el gran Mufti de Jerusalén fue invitado a expresarse en el programa árabe de Radio Roma para incitar a los pueblos colonizados a sublevarse contra el enemigo británico. Los países imperialistas aprendieron lecciones de esta propaganda de guerra y las tecnologías han mejorado. Aunque hoy la BBC tiene un programa internacional muy completo. Y Voice of America, le servicio de difusión internacional del gobierno estadounidense, está presente en África y emite en amharique, tigrinya, somalí, etc.

Ya dependan directamente de sus gobiernos o pertenezcan a ricos capitalistas estos grandes medios internacionales no van a arrojar flores, evidentemente, a los países del sur que tratan de resistir al imperialismo. Por ello, con la preocupación de protegerse de esta guerra mediática en la que no todos los países están en las mismas condiciones, Eritrea tomó la decisión de prohibir los medios privados.

¿No reequilibró un poco la creación de al-Jazeera las desigualdades Norte-Sur en el mundo de la información?

Absolutamente. Y han seguido muchos otros medios árabes. Pero recientemente el Congreso de Estados Unidos elaboró un informe muy instructivo sobre el peligro de estos medios árabes. Considera que estos medios que informan de la realidad sobre el terreno, sobre todo en Iraq, transmiten ideas antiestadounidenses e influyen en la opinión pública estadounidense. El Consejo considera que lo que hay que prohibir son estas televisiones terroristas. Por lo tanto, los imperialistas critican la falta de medios privados en Eritrea e inundan los países del tercer mundo con sus informaciones. Pero rechazan que en el otro sentido los medios del sur informen a los ciudadanos occidentales. ¿Por qué? ¿La libertad de expresión sólo sería buena cuando sirve a los intereses de las potencias imperialistas? ¿Los gobiernos occidentales tiene algo que ocultar a sus poblaciones acerca de lo que hacen en el sur?

Además de la ausencia de medios privados se acusa a Eritrea de tener encarcelados a muchos periodistas. ¿El gobierno no es muy abierto a las críticas?

En primer lugar, habría que poder verificar las cifras A continuación hay que saber que muchas personas se hacen pasar por periodistas, pero en realidad están al servicio de las potencias imperialistas. Uno de ellos, por ejemplo, trabajaba directamente para la embajada estadounidense. Eritrea es un país soberano que trata de desarrollarse. Pero algunas personas, bajo la cobertura de hacer periodismo, tratan de manipular a la opinión pública y de desestabilizar al gobierno. Los servicios secretos estadounidenses lo apoyan. Tratan de infiltrarse en la sociedad eritrea e incitan a los jóvenes a huir del país. La idea que hay detrás de todo esto es que si la mayoría de los jóvenes abandona el país, el ejército se debilitará, la economía no se moverá y el gobierno será derrocado. Esta técnica no es nueva. Ya se ha aplicado a Cuba. También en Venezuela los servicios secretos estadounidenses financian a medios de comunicación contrarios a Chávez, partidos de la oposición, ONG críticas con el gobierno, etc. Estados Unidos siempre ha tratado de desestabilizar a los gobiernos que no se alineaban con su política.

¿No reacciona demasiado duramente el gobierno eritreo? Como periodista, puedo ir a Francia y criticar al gobierno y no se me detendrá por ello.

No se le detendrá, pero si sus críticas son verdaderamente pertinentes no gozará de una buena situación. Sus artículos se publicarán en páginas de información alternativa o en panfletos, por ejemplo. Y llegará a un público mínimo en comparación con el que se informa por medio de TF1, por ejemplo. Si quiere expresarse en estos grandes medios capitalistas hay que decir lo que ellos quieren oír. Por lo tanto, en cierto modo ya está en prisión.

Por supuesto, le puede preocupar la falta de libertad en Eritrea. Pero hágase la siguiente pregunta: ¿cómo reaccionaría Bélgica si Irán financiara grandes cadenas de televisión que llaman a derrocar al gobierno y amenazan constantemente con bombardear Bruselas? ¿Cómo reaccionaría Francia si Cuba apoyara a grupos terroristas que trataran de asesinar a Nicolas Sarkozy? ¿Cómo reaccionaría Washington si Venezuela financiara y formara grupos políticos y sindicatos de oposición a Estados Unidos? Apuesto a que los ciudadanos occidentales no gozarían tampoco de las mismas libertades. En Estados Unidos ni siguiera ha hecho falta llegar a esto para que el gobierno vote un conjunto de leyes liberticidas, la famosa Patriot Act que se supone lucha contra el terrorismo.

Finalmente, Eritrea se parece mucho a Cuba. ¿Isaias Afwerki y Fidel Castro, la misma lucha?

Es cierto que ambos han luchado por liberar a sus países antes de presidirlos. Lanzaron la revolución social a favor del pueblo. Y tanto Eritrea como Cuba son bastiones contra el imperialismo, lo cual les acarrea las iras de Estados Unidos.

Así pues, al igual que contra Cuba, Washington lleva a cabo una campaña contra Eritrea y critica, por ejemplo, su falta de democracia. Además, los sistemas políticos son muy parecidos en La Habana y Asmara. Pero, ¿son por ello fundadas las críticas de Washington? François Houtart formaba recientemente de esta anécdota: un diputado luxemburgués que visitaba La Habana le había confesado haber encontrado más democracia en Cuba ¡que en su propio partido! Porque más allá de la existencia de un partido único y de la longevidad de Fidel Castro en los asuntos políticos, a otras escalas existen muchas instancias democráticas. Esto es también válido para Eritrea donde tras la lucha por la independencia el FPLE estableció unos consejos democráticos en los pueblos, derrocó el orden feudal y favoreció la emancipación de las mujeres que podían implicarse en la gestión política.

Otro caballo de batalla estadounidense contra Cuba y Eritrea, los derechos humanos. ¿También esto se trata de una técnica de propaganda?

La preocupación que manifiesta Estados Unidos por la cuestión de los derechos humanos no se sostiene cuando se observa la política exterior de este país. Washington se preocupa por el respeto a los derechos humanos en Cuba o Eritrea, pero apoya a Arabia Saudí donde se condena a recibir latigazos y se encarcela a una mujer que ha sido violada; apoya a Colombia donde se asesina masivamente a los opositores políticos y a los sindicalistas; apoya al dictador Islom Karimov que ha hecho morir abrasados a los disidentes en Uzbekistán. Y la lista es larga.

Además, Estados Unidos tampoco está rezagado en materia de tortura. Lo que ocurre en Afganistán e Iraq, o en las prisiones secretas de la CIA, mancha un tanto la armadura del caballero blanco estadounidense.

Por último, también hay que recordar que la Carta de Derechos Humanos comprende también los derechos socioeconómicos, por ejemplo, «toda persona tiene derecho a un nivel de vida suficiente para asegurar su bienestar y el de su familia, sobre todo en relación a la alimentación, el vestido, la vivienda, las atenciones médicas, así como los servicios sociales necesarios». Estos derechos socioeconómicos molestan a Estados Unidos que milita por eliminarlos de la Carta. Según Jeane Kirkpatrick, ex-embajadora estadounidense ante las Naciones Unidas, son una carta a los Reyes Magos. En efecto, podríamos preguntarnos quién respeta más los derechos humanos, si Eritrea, Cuba o Estados Unidos. Al llegar al aeropuerto de Cuba se puede leer este cartel: «Esta noche 200 millones de niños van a dormir en la calle, ninguno es cubano». En Estados Unidos, familias estadounidense han sido echadas de sus casas a causa de los bancos y del Estado que ha desregulado al sector financiero. En Francia, «país de los derechos humanos », habría unas 800.000 personas sin techo.

La cuestión de los derechos humanos es un argumento al que recurren con frecuencia las potencias imperialistas para tratar de quitar credibilidad a sus enemigos. Pero todo esto es muy hipócrita. Dicho esto, esta instrumentalización no debe impedir ninguna crítica al gobierno eritreo, que todavía tiene camino que recorrer. Simplemente, hay que desconfiar cuando un país como Estados Unidos utiliza la cuestión de los derechos humanos para llevar a cabo una política guerrera.

Estados Unidos siempre ha luchado contra Cuba para evitar que otros países de América Latina sigan el ejemplo. Hoy Washington tiene la misma inquietud respecto a Eritrea. ¿Cree usted que la revolución eritrea y su modelo de desarrollo podrían inspirar a otros países de África y liberar al continente del neocolonialismo?

Cada país tiene sus especificidades. Una revolución no se exporta tal cual más allá de sus fronteras. Sin embargo, esta voluntad de liberarse de las potencias extranjeras debería inspirar a otros gobiernos de África. El continente dispone de enormes riquezas.

También hay que indicar que la visión política de Eritrea es regional. No quiere dejar sitio a las injerencias de las potencias extranjeras pero es consciente de que no se puede desarrollar sola. Todos los países del Cuerno de África deben movilizarse y resolver sus contradicciones por medio del diálogo. La región es rica y está bien situada, podría convertirse en un polo económico muy importante. La crisis somalí también se podría resolver si se abordara el problema en esta perspectiva regional. Esto es lo que trata de hacer Eritrea, pero los imperialistas se esfuerzan por bloquear este proyecto que les asusta, así que Estados Unidos acusa a Asmara de apoyar a los terroristas y lanzan a Etiopía contra sus vecinos. Imagine usted si la zona de libre intercambio entre Eritrea y Etiopía se hubiera extendido a Sudán, a Djibuti, a Etiopía y después a Kenia e incluso a Uganda: habría ahí un gran mercado, con muchos recursos, sin intervención de las potencias occidentales y estaría conectado tanto a los países árabes como al mercado asiático.

Ya en la década de 1960 hubo una experiencia bastante parecida: Kenia, Uganda y Tanzania había creado un mercado común con unos acuerdos de libre intercambio. Pero los imperialistas, asustados, organizaron un golpe de Estado en Uganda y llevaron a poder a Idi Amin Dada en 1971. Un año después el proyecto de mercado común se desmoronaba y todos sus países miembros entraron en crisis. Uganda, por su parte, pasó por una guerra civil que duró muchos años.

El hecho es que el imperialismo y particularmente el imperialismo estadounidense es el peor enemigo de la region. Eritrea tendrá problemas mientras exista esta interferencia. Pero si los actores regionales logran ponerse de acuerdo con Eritrea, aunque sea al 50%, las cosas cambiarán completamente. ¡Habrá un enorme salto económico con unos efectos que irán más allá del Cuerno de África!

Mohamed Hassan es especialista en geopolítica y en el mundo árabe. Nacido en Addis Abeba (Etiopía), participó en los movimientos estudiantiles en el marco de la revolución socialista de 1974 en su país. Estudió ciencias políticas en Egipto antes de especializarse en administración pública en Bruselas. Diplomático de su país durante la década de 1990, trabajó en Washington, Pekín y Bruselas et Bruxelles. Co-autor de L’Irak sous l’occupation (EPO, 2003), también ha colaborado en obras sobre el nacionalismo árabe y los movimientos islámicos, y sobre el nacionalismo flamenco. Es uno de los mejores especialistas contemporáneos del mundo árabe y musulmán.

* N. de la t.: Existe traducción al castellano: Confesiones de un gánster económico, Barcelona, Tendencias, 2005; traducción de José Antonio Bravo Alfonso.

** N. de la t.: Existe traducción al castellano: Estados fallidos: el abuso de poder y el ataque a la democracia, Barcelona, Ediciones B, 2007; traducción de Gabriel Dols.

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Mohamed Hassan es especialista en geopolítica y en el mundo árabe. Nacido en Addis Abeba (Etiopía), participó en los movimientos estudiantiles en el marco de la revolución socialista de 1974 en su país. Estudió ciencias políticas en Egipto antes de especializarse en administración pública en Bruselas. Diplomático de su país durante la década de 1990, trabajó en Washington, Pekín y Bruselas et Bruxelles. Co-autor de L’Irak sous l’occupation (EPO, 2003), también ha colaborado en obras sobre el nacionalismo árabe y los movimientos islámicos, y sobre el nacionalismo flamenco. Es uno de los mejores especialistas contemporáneos del mundo árabe y musulmán. Traducido del francés por Beatriz Morales Bastos de Rebelion.org

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