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sábado, junio 24, 2006

Historia del PCE(IV)

APROXIMACIÓN A LA HISTORIA DEL PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA

4. Octubre de 1934: un giro en la situación

4.1 La unidad por la base y la táctica de frente único

4.2 La insurrección de Octubre de 1934

4.3 El Pacto del Bloque Popular

4.Octubre de 1934:un giro en la situación

Al mismo tiempo que se decide el conflicto con el "grupo de Bullejos" dentro del Partido, la oleada de la lucha revolucionaria de las masas no cesa de crecer en toda España y entra en una nueva fase. Esta oleada culminará en la huelga general campesina de junio y, sobre todo, con el movimiento insurreccional de octubre, en 1934.

La decepción de los trabajadores ante la labor contrarrevolucionaria del Gobierno republicano-socialista, los numerosos asesinatos que bajo su mandato estaban cometiendo las fuerzas represivas, el incremento del paro, del hambre y la miseria, empujan a los obreros y, sobre todo, a los jornaleros y campesinos pobres a una lucha espontánea cada vez más radical por el pan, la tierra y la libertad.Entre finales de 1932 y comienzos de 1933, ni una sola región del país queda al margen de esta oleada revolucionaria que en muchos casos desemboca en acciones insurreccionales.

Con estas luchas los trabajadores ponen de manifiesto que no están dispuestos a soportar por mucho tiempo las condiciones a las que eran sometidos. Esto confirmaba plenamente la apreciación hecha por el XII Pleno del CE de la IC de que "en España se estaba produciendo un impetuoso avance del movimiento de masas con tendencia a desarrollarse en insurrección popular" (88).

Imagen de la huelga general de 1932.

Tanto los líderes socialistas y ugetistas como anarcosindicalistas se veían cada vez más desbordados por sus bases. Por todas partes, especialmente en las zonas obreras más combativas, se iba haciendo realidad la unidad de acción entre los obreros de diversas tendencias.A este fenómeno de radicalización y polarización de fuerzas no era tampoco ajena la pequeña burguesía urbana. Amplios sectores de la misma, afectados por la crisis económica y desengañados de los partidos republicanos por su política de contemporización con las fuerzas más reaccionarias, se radicalizaban y, aunque con vacilaciones, tendían a pasarse al campo revolucionario arrastrados por el proletariado. Como señalaba el Partido, la profundización de la crisis revolucionaria estaba produciendo una delimitación más nítida del campo de la revolución y el de la contrarrevolución.

En el desarrollo de esta situación incidían también, aparte de la crisis económica mundial, otros factores internacionales como el ascenso del fascismo tras la subida de Hitler al poder en Alemania y la agudización de los antagonismos interimperialistas.El hecho de que la crisis interna del PCE coincidiese con el curso ascendente de la revolución no era una casualidad, sino que respondía a los propios requerimientos de la lucha de clases, que hacían inaplazable la construcción de un verdadero partido comunista que dirigiese el movimiento revolucionario. Alcanzar este objetivo resultaba vital en un momento en que la reacción más extrema se organizaba y ganaba posiciones, amenazando con tomar en sus manos el poder antes de que la mayoría de la clase obrera asumiera por completo el programa comunista.

Según el B.P., para situar al Partido en condiciones de encabezar y dirigir el movimiento revolucionario era preciso un "viraje del Partido hacia las masas, resuelto por el IV Congreso (Sevilla), pero no realizado hasta hoy en todos los terrenos, sin excepción" (89). Pero, ¿cómo llevar a cabo la transformación del PCE en "un partido bolchevique de masas", que venía siendo el caballo de batalla de los dirigentes de la IC? ¿Cómo dar ese "viraje" que los comunistas españoles a duras penas comenzaban a comprender? ¿Bastaba simplemente para realizarlo la conciencia de su necesidad y la voluntad de acometerlo?Como el mismo B.P. reconocía a comienzos de 1933, la gran simpatía con que ya contaba el Partido entre los trabajadores no se traducía en un reforzamiento de sus organizaciones. Incluso algunas de las más importantes, como la de Vizcaya, estaban retrocediendo (90). Era claro, pues, que no todo se podía atribuir al "sectarismo".

¿A qué atribuirlo entonces? : ¿al "sabotaje", a la ausencia de autocrítica o a la pervivencia de la influencia de los expulsados, como se decía? ¿No sería, más bien, independientemente de los errores de Bullejos y de los dirigentes de la IC, que ni antes ni ahora se daban las condiciones generales para que el PCE se convirtiese en un gran partido comunista de masas?Pero este aspecto, con ser importante, no era lo principal. Ante todo seguía planteado el problema de la elaboración de una línea política justa, y para ello se requería, además de acumular experiencias, aplicar una línea de masas. Es decir, que había que fundir el elemento consciente, el Partido, con el movimiento revolucionario de las masas obreras y campesinas, lo cual exigía, a la vez que el estudio sistemático y la asimilación del marxismo-leninismo, partir de un conocimiento profundo de las condiciones reales del país, de la situación de las masas, de su estado de ánimo y de sus experiencias de lucha, etc., a fin de elaborar la línea justa y poder dirigir el movimiento revolucionario.

O dicho en palabras de Mao, era preciso "recoger las ideas (dispersas y no sistematizadas) de las masas y sintetizarlas [...] para luego llevarlas a las masas, difundirlas y explicarlas, de modo que las masas las hagan suyas, perseveren en ellas y las traduzcan en acción y comprobar en la acción de las masas la justeza de esas ideas [...] y así indefinidamente, de modo que las ideas se tornan cada vez más justas, más vivas y ricas de contenido" (91). Esta era la única forma de ligar el Partido a las masas y de no caer en la concepción seguidista o espontaneísta ni en los errores de subjetivismo. Lo que sí conducía al aislamiento de los comunistas eran precisamente los reiterados llamamientos del Partido a la participación electoral y las críticas constantes al "putchismo" y al "terror individual" cada vez que los obreros y campesinos pobres se lanzaban espontáneamente a la insurrección, siguiendo muchas veces las consignas anarquistas, como en Casas Viejas (92). De esta forma, los comunistas mal podían arrancar a los trabajadores de la influencia anarquista. En todo caso, lo que había que hacer era llamar al boicot, fomentar el espíritu de revuelta y crear organizaciones de combate, preparándose así para encabezar y dirigir el movimiento insurreccional, y no limitarse a hacer llamamientos a la formación de milicias obreras y campesinas que luego quedaban en el papel.

4.1 La unidad por la base y la táctica de frente único

Era indudable que, al instaurarse la República, la mayoría de la clase obrera se hallaba aún bajo la influencia socialdemócrata y anarquista o anarcosindicalista. Pero ésta se erosionaba cada vez más a medida que se desarrollaba la crisis revolucionaria, sobre todo en el caso del PSOE. En ello influían diversos factores, entre otros, el hundimiento de la socialdemocracia alemana con el ascenso del nazismo, el papel contrarrevolucionario desempeñado por los dirigentes socialdemócratas desde el Gobierno, que tuvo como colofón su corresponsabilidad en la masacre de Casas Viejas, el empeoramiento de las condiciones de vida y trabajo de las masas y, muy especialmente, la labor de denuncia y desenmascaramiento del Partido Socialista llevada a cabo por el PCE y su política de unidad por la base, la cual tendía a generalizarse.

Un índice claro del declive socialdemócrata era la pérdida de afiliados por parte del PSOE y de la UGT. En tan sólo un año (desde 1932 a 1933) el primero había perdido la cuarta parte de su militancia, pasando de 80.000 a 60.000, mientras que en la UGT la afiliación se redujo, durante el mismo período, a la mitad (de 800.000 a 400.000). Y algo parecido estaba sucediendo en las Juventudes Socialistas (93).Como consecuencia de esta pérdida de influencia de la socialdemocracia entre la clase obrera se produjo la ruptura de la coalición republicano-socialista y la salida del PSOE del Gobierno, así como su división interna en diversas corrientes, una de las cuales, la encabezada por Largo Caballero, se "radicalizará" bajo la presión de la base siguiendo el camino iniciado por las Juventudes Socialistas. En todo ello el Partido Comunista venía influyendo decisivamente.

Por esas mismas fechas (el 3 de marzo de 1933), días después de que los nazis subieran al poder en Alemania, la IC hizo público su primer llamamiento a la Internacional Obrera Socialista (IOS), emplazándola a formar un frente único. En el citado documento, la Dirección de la IC aconsejaba a sus secciones nacionales cambiar la orientación, de unidad de acción por la base, que venían siguiendo desde poco antes del VI Congreso (agosto/septiembre 1929), por la del frente único con las masas obreras socialistas por "intermedio de los partidos socialistas", a fin de impulsar "el programa de lucha contra la ofensiva del capital y del fascismo"(94).

¿Era justa esta táctica? ¿En qué condiciones debería aplicarse?A comienzos de los años veinte, en las condiciones de reflujo de la revolución, de debilidad de los partidos comunistas y división de la clase obrera, Lenin sostenía, como hemos visto, que para atraer a la lucha contra el capital a una masa cada día mayor de obreros no había que vacilar en hacer llamamientos incluso a los líderes socialdemócratas con la propuesta de sostener conjuntamente la lucha. Pero Lenin no condicionaba la realización del frente único con los obreros socialistas a un acuerdo con sus dirigentes ni establecía ningún compromiso que conllevase la renuncia a la lucha ideológica contra la socialdemocracia. Por eso dejaba bien sentado con respecto al frente único que se trataba de una fórmula intermedia, supeditada a una situación de reflujo del movimiento revolucionario y de división de la clase obrera.

Además, Lenin no perdía de vista, como le va a suceder a partir de ahora a la Dirección de la IC, que un frente se establece con una o varias clases, no dentro de la propia clase por mucho que se limite a realizarse por la base.Bien es verdad que en 1933 la situación se presentaba algo distinta. Los partidos comunistas eran, en general, más fuertes que entonces, mientras que, por otra parte, el movimiento de masas no se encontraba en una fase de reflujo sino de ascenso. No obstante, en algunos países capitalistas como Alemania, la instauración del régimen nazi había interrumpido el desarrollo del movimiento revolucionario de masas y se mantenía una clara división de la clase obrera. Además, había que tener en cuenta otro factor nuevo: la socialdemocracia, después de favorecer la implantación del fascismo, se estaba convirtiendo también en una de sus víctimas. Indudablemente todo esto aconsejaba la adopción de la táctica de frente único, siempre que no se perdiera de vista la necesidad de mantener dentro de él la lucha contra las concepciones y prácticas reformistas, ni su carácter transitorio. Había que tener presente, en función del objetivo de impulsar la revolución y de conseguir la unidad de la clase obrera, que la socialdemocracia, dada su naturaleza y los intereses de clase que defiende, no era ni podía ser en el futuro un aliado seguro ni duradero, y que esperaría la ocasión para pasarse a las filas enemigas y traicionar de nuevo la revolución.

De ahí el peligro de relajamiento de la lucha ideológica que suponía la recomendación de las instancias dirigentes de la IC a los partidos comunistas de establecer el frente único "por intermedio" de los líderes socialdemócratas y de "renunciar a los ataques contra las organizaciones socialistas durante la acción común" (95). No por casualidad advertirá posteriormente Dimitrov, en su informe al VII Congreso de la IC, contra las "tendencias que aspiran a disminuir el papel del partido comunista en el seno del frente único y a reconciliarse con la ideología socialdemócrata" (96).En la situación de crisis revolucionaria por la que atravesaba España en 1933, la unidad de acción entre los obreros socialistas y comunistas acabaría imponiéndose, por lo que la aplicación de la táctica de frente único, en los términos propuestos por la IC en su llamamiento del 3 de Marzo, resultaba más que discutible.

Por ese motivo cabe considerar que el Partido cometió un error al adoptarla, ya que le llevaba a enredarse en el juego oportunista y, a la postre, a atarse las manos para desarrollar un trabajo independiente entre las masas. Esto es lo que habría de suceder poco tiempo después con el efímero engendro de la Alianza Obrera, creada a iniciativa de socialdemócratas y trotskistas, en la que el PCE se verá obligado a ingresar (97). Por lo demás, suponer que los líderes reformistas se prestarían a facilitar ese frente único sólo podía confundir a los obreros y rehabilitarles ante sus ojos, cosa que hasta cierto punto va a suceder.Esta concepción errónea de la unidad va a traer consecuencias muy negativas a la hora de orientar correctamente la táctica de Frente Popular, de tal manera que la ampliación de ese frente único (sin lucha y por arriba) de la socialdemocracia a la burguesía republicana habrá de llevar al Partido a cometer serios y graves errores en su aplicación.

A la vez que el trabajo destinado a lograr la unidad y organización independiente de la clase obrera, ya por entonces el Partido desplegó una labor encaminada a desarrollar la lucha política y a despertar la conciencia de los trabajadores sobre el peligro que representaba el ascenso del fascismo. Desde su primer llamamiento a las organizaciones obreras a un frente único, el Partido situó la lucha contra el fascismo en un primer plano en todas las luchas y movilizaciones de masas por él promovidas. Paralelamente impulsó la creación de un embrión de frente unitario popular en el que, junto al PCE, Unión de Juventudes Comunistas (UJCE) y sindicatos afines, figuraban la Juventud de Izquierda Radical-Socialista y destacados intelectuales y artistas (98).

El mismo hecho de que esa iniciativa no se limitase a la clase obrera y que estuviese alentada y respaldada por la IC, revelaba que ya desde ese momento se estaba comenzando a perfilar la táctica del Frente Popular a partir de la ampliación del frente único. No obstante este temprano intento y la intensa actividad desplegada por todo el país para crear comités antifascistas que agrupasen a la clase obrera y a otros sectores populares, su realización sería por el momento incipiente. Las condiciones todavía no estaban maduras para ello. Por un lado, tanto la IC como el PCE seguían aferrados a la vieja táctica y todavía no se tenía muy clara la formulación de la nueva, sobre todo porque se requería experiencia y que las masas la hiciesen suya. Además, aún faltaba una condición esencial: fortalecer en la lucha la unidad e independencia de la clase obrera. Esto sólo podría lograrse con la culminación, en lo fundamental, del período de construcción del Partido.Por otro lado, era necesario profundizar todavía más en el conocimiento y caracterización del fenómeno fascista.

En ese sentido, el XIII Pleno del CE de la IC (diciembre 1933), en el que se hizo la primera convocatoria para la celebración del VII Congreso, supuso un paso importante: definió al fascismo como la dictadura terrorista abierta de los elementos más reaccionarios, chovinistas e imperialistas del capital financiero; consideró que su crecimiento era un índice del desarrollo de la crisis revolucionaria y del descontento de las masas, al mismo tiempo que de la incapacidad de las viejas formas democrático-parlamentarias para luchar contra el proletariado y las masas trabajadoras y de su necesidad de preparar la guerra imperialista, y refutó la tesis socialdemócrata de la inevitabilidad del fascismo y del comienzo de una "época fascista". Por lo que se refiere a España, el Pleno señaló que "la revolución y la contrarrevolución se encontraban frente a frente, aprestándose para combates decisivos" (99), lo que se habrá de confirmar plenamente.

Bajo esta orientación y ante la convocatoria de elecciones generales para noviembre de 1933, con las que las clases dominantes pensaban preparar el terreno para instaurar un gobierno fascista, el PCE propuso al Partido Socialista y a otras organizaciones obreras la formación de un "frente único electoral", ampliable a algunos partidos republicanos de izquierda, con el fin de establecer "candidaturas antifascistas" e impedir el triunfo de los partidos reaccionarios (100). Pero tal propuesta, en contra del criterio de algunas federaciones socialistas, como la de Asturias, no obtuvo ninguna respuesta y encontró poco eco entre la clase obrera. Esta, desengañada de los líderes socialistas y sin ninguna confianza en que los problemas se pudiesen resolver mediante los votos, se decantó en su mayoría por la abstención. Las elecciones fueron ganadas por las fuerzas reaccionarias.

El PCE consiguió, según sus estimaciones, 400.000 votos (en las anteriores de junio de 1931 sólo había obtenido 60.000), logrando un diputado por Málaga con una candidatura apoyada por socialistas y radical-socialistas. Con estos resultados y la alta abstención habida se ponía de manifiesto, una vez más, que la única táctica justa para llevar a las masas a la unidad en la lucha contra el fascismo, en una situación de auge revolucionario, era el boicot. En esas condiciones, la participación electoral sólo podía favorecer a los partidos reaccionarios y desmoralizar a las masas populares.El triunfo electoral envalentonó a la reacción.

El Gobierno presidido por Lerroux con el apoyo parlamentario de la CEDA comenzó inmediatamente a eliminar las escasas conquistas económicas y democráticas arrancadas por las masas desde comienzos de la República.La clase obrera respondió a esta ofensiva reaccionaria con una oleada de huelgas económicas, políticas y luchas insurreccionales espontáneas. Todas estas acciones de masas culminarían el 14 de septiembre de 1934 en el gran mitin del Stadium de Madrid, organizado conjuntamente por primera vez por el PCE, la UJCE, las Juventudes Socialistas y el ala izquierda del PSOE.

A la concentración acudieron más de 70.000 trabajadores, en su mayoría jóvenes, para mostrar su repulsa a la ley que impedía el asociacionismo juvenil, abiertamente dirigida contra las organizaciones obreras, así como a los recientes asesinatos de varios militantes socialistas y comunistas perpetrados por las bandas falangistas. En este acto multitudinario, en el que por primera vez desfilaron juntas las milicias socialistas y comunistas, se pusieron de manifiesto los deseos de unidad de la clase obrera y su disposición a tomar el poder antes de que se impusiese impunemente un régimen de terror como en Alemania y en Austria.Paralelamente, bajo la presión popular, se agudizaban las contradicciones entre la oligarquía financiero-terrateniente y otros sectores de la burguesía y, en particular, con la burguesía nacionalista catalana y vasca. Las relaciones entre la Generalitat y el Gobierno central eran cada vez más tirantes, hasta el punto de que se preveía un levantamiento popular en Cataluña.

Estas divisiones en el campo de la burguesía, unidas al temor a que el proletariado alcanzara en breve una real y efectiva concentración de sus fuerzas bajo la dirección del Partido Comunista, empujaban a la reacción a agruparse en torno a la CEDA, formación declaradamente fascista. Desde los monárquicos a los partidos republicanos más entroncados con la gran burguesía financiera, como el Partido Radical, pasando por los clericales-fascistas de la CEDA y grupúsculos nazis como las JONS o la Falange, todos compartían un mismo objetivo inmediato: implantar un "gobierno de mano dura" para dar la batalla a las fuerzas revolucionarias antes de que fuera demasiado tarde.

4.2 La insurrección de Octubre de 1934

En el mes de octubre de 1934, ante la entrada de la CEDA en el gobierno lerrouxista, se producía un acontecimiento que habría de tener una enorme importancia en el desarrollo posterior de la revolución en España: la insurrección de las masas obreras en Asturias y en otros lugares. En el movimiento, lanzado por los líderes reformistas bajo la presión del proletariado y con el claro propósito de desviarlo de sus objetivos revolucionarios, los comunistas desempeñaron un destacado papel.La insurrección alcanzó en Asturias su punto culminante.

Tras tomar por asalto en pocas horas más de medio centenar de cuarteles de la guardia civil, hacerse con el control de la fábrica de cañones de Trubia y algunos depósitos de armas, los insurrectos implantaron el poder obrero durante quince días. Al cabo de ese tiempo y tras cruentos combates el ejército, bajo la dirección del general Franco y de otros militares fascistas, se hizo de nuevo con la situación.Imágenes de Octubre de 1934Unos meses después de su aplastamiento, José Díaz reconocía en su intervención ante el VII Congreso de la IC que, en vísperas de la insurrección, el PCE estaba "muy poco preparado" desde el punto de vista técnico y orgánico para dirigir el movimiento insurreccional (101).

¿Cómo era posible --cabe preguntar-- que el Partido, que desde hacía dos años venía observando que el movimiento de masas tendía a desarrollarse en insurrección popular armada (y que había participado en numerosas revueltas campesinas y huelgas obreras de carácter insurreccional) no estuviera preparado para la insurrección y fuese a la zaga de las maniobras socialistas, esperando incluso a que los dirigentes socialdemócratas le proporcionasen las armas?Naturalmente, esa falta de previsión tenía mucho que ver con las concepciones que el Partido venía manteniendo sobre diferentes problemas tácticos, como la participación electoral o la unidad de la clase obrera y, en definitiva, con la nueva vía de desarrollo de la revolución que, de alguna manera, se estaba buscando.

A todo esto tampoco podían ser ajenos los métodos de lucha del proletariado y, más concretamente, la insurrección.En este terreno, también el subjetivismo estaba ejerciendo su influencia. De ello era un claro exponente el compendio elaborado en 1928 por la Dirección de la IC en colaboración con especialistas militares soviéticos, bajo el seudónimo de A. Neuberg, para que sirviese como guía de la organización y conducción de la insurrección armada. En el mismo no sólo se pasaba por encima de la experiencia bolchevique, sino que sus planteamientos, hechos al margen de cualquier análisis histórico concreto, suponían una vuelta atrás, a las posiciones putschistas, al golpe de mano de una minoría y al aventurerismo.

Con semejante "guía" se comprende que fracasasen todas las insurrecciones organizadas y dirigidas, después de Octubre de 1917, por diferentes partidos comunistas bajo el patrocinio de la IC (102).La causa principal de este retroceso en la teoría y práctica revolucionaria residía en que los dirigentes de la Internacional no comprendían que, en las condiciones del régimen político creado tras la revolución Soviética por la burguesía y el imperialismo para hacer frente a la lucha revolucionaria del proletariado, era imposible repetir otra insurrección como la de Octubre. Sin embargo, en vez de investigar en profundidad las causas de tantos fracasos insurreccionales y extraer enseñanzas para hacer avanzar la teoría y la práctica militar del proletariado, la IC tendía a evitar su repetición preconizando la marcha por caminos ya trillados como el parlamentarismo. Y es que, como señalaba Mao, el subjetivismo no podía más que conducir "inevitablemente o al oportunismo o al putschismo" (103).

A la vista de estas concepciones erróneas y debido, sobre todo, a que la estrategia insurreccional se daba por superada en la práctica sin que se viese otra alternativa que no fuese la "lucha parlamentaria", se explica que cuando estalle una insurrección espontánea de masas, como la de Asturias, el PCE no se encontrase preparado, fuese a remolque de los líderes socialistas y, al final, se viese forzado a intervenir en el movimiento insurreccional en las peores condiciones: sin preparación alguna, a la aventura, sabiendo que el Partido Socialista nada serio tenía preparado y que su propósito no era el de llevar a cabo una insurrección popular para la toma del poder, sino un movimiento limitado a provocar un cambio de Gobierno (104).

En estas circunstancias era claro que de no intervenir en la insurrección, "cuando los obreros estaban esperando el momento para alzarse a la batalla definitiva", hubiese supuesto no sólo la consolidación de un gobierno semifascista o fascista, sino también el tirar por los suelos en un sólo día y por mucho tiempo todo el prestigio político y moral del Partido y de la IC ante las masas obreras de nuestro país. Por eso pensamos que, ante semejante tesitura e independientemente de los errores y falta de experiencia que habían llevado al Partido a esa situación, fue justo -como señalaba José Díaz- participar en la lucha "dispuestos a corregir todas las faltas iniciales con las que se producía el movimiento en el propio curso de la batalla"; cosa que en parte se consiguió allí donde las fuerzas del Partido, como en Asturias, eran importantes o estaban niveladas con las del Partido Socialista.

De esta forma, si en Asturias pudo ondear victoriosa la bandera roja durante quince días, fue gracias a la iniciativa, valor y heroísmo de los comunistas, que supieron ganarse la confianza de las masas obreras. Fueron ellos los que asumieron toda la responsabilidad del movimiento de Octubre después de que los dirigentes socialistas, siguiendo su tradicional práctica oportunista de dejar a los obreros en la estacada, hubieran decidido desligarse de todo compromiso con la insurrección y las víctimas de la represión que le siguió. Con ello trataban, tras ser derrotado el movimiento insurreccional, de reemprender una vez más el camino de la política de chalaneo y colaboración con las clases dominantes.

Sin embargo, posteriormente, ni el PCE ni la IC pudieron extraer de forma consecuente las lecciones que se desprendían de esta experiencia, tanto en el terreno político como en el de la lucha armada, a consecuencia de las concepciones que venían manteniendo, lo que hoy podemos ver con más claridad a la luz de la experiencia histórica. Esta es, en última instancia, la razón de su incapacidad para comprender el fondo del problema y de que atribuyesen la causa principal de la derrota del movimiento insurreccional de Octubre a que no se hubiese asegurado el frente único con el Partido Socialista y la CNT (105).En suma, este movimiento fue el último intento de llevar a cabo una insurrección obrera siguiendo las pautas de la revolución soviética. Su fracaso no sólo puso de manifiesto una vez más la inviabilidad de la estrategia insurreccional (la llamada "vía de Octubre"), sino también que la táctica del gobierno obrero y campesino y de los sóviets no era la fórmula adecuada para llevar a cabo la revolución en España.

Entre otras razones, porque las condiciones internas e internacionales no permitían una rápida transformación de la revolución democrático-burguesa de nuevo tipo en revolución proletaria, como realmente pretendían en ese momento el PCE y la IC. ¿Acaso, por mucho que el Partido insistiera en contar con el campesinado y en buscar el apoyo de la pequeña burguesía urbana, no había intentado implantar en Asturias y en otros lugares, como Vizcaya, un poder soviético? Luego ésta era la demostración más palpable de que Bullejos y compañía no habían hecho otra cosa que tratar de seguir el 14 de abril los consejos de la Dirección de la IC, sólo que de una forma esquemática y sin poderlos llevar hasta sus últimas consecuencias como en Asturias. Por ello, si algo se desprendía de esta momentánea derrota, era la necesidad de adoptar una nueva táctica y en parte ésta será la enseñanza que sacarán los dirigentes de la IC.

Imagen de la Insurreción

4.3 El Pacto del Bloque Popular

Una vez aplastada la insurrección de Octubre y con toda España bajo un estado de guerra declarado, la contrarrevolución aprovechó el momento para desatar una orgía represiva sin precedentes. Dio comienzo así el llamado con toda justeza "Bienio Negro", durante el cual las masas tendrán una visión anticipada de lo que habrá de ser el régimen fascista del 18 de julio. A los más de 3.000 muertos, 5.000 heridos y 30.000 trabajadores encarcelados como consecuencia de la represión del movimiento insurreccional, seguirá un largo rosario de víctimas de la "ley de fugas", de las condenas a muerte, de la tortura y de las demás tropelías de las bandas de pistoleros falangistas. Con la anulación de los derechos de asociación, expresión, manifestación y huelga, las organizaciones obreras quedaron de hecho ilegalizadas; fueron cerradas las Casas del Pueblo, sedes de partidos y sindicatos e incautadas sus cajas de resistencia.

Aquellos ayuntamientos y diputaciones en los que los partidos de izquierda eran mayoritarios o tenían alguna presencia fueron depuestos o sustituidos por comisiones gestoras formadas por los partidos reaccionarios. En el caso de Cataluña fue suspendido el Estatuto de Autonomía, clausurado el Parlamento catalán y puesto al frente de la Generalitat un coronel del ejército.En fábricas, minas y tajos se multiplicaron los despidos por razones políticas o económicas, produciéndose las primeras huelgas de solidaridad con los represaliados y despedidos. El ejército de parados se aproximó al millón. En todas partes los patronos prolongaron la jornada de trabajo y rebajaron considerablemente los salarios. Estos descendieron en las ciudades de 12 y 11 a 4 y 5 pesetas, siendo mayor la caída de los jornales en el campo, donde pasaron de 6 a 9 pesetas a 1,50 para los hombres y 0,60 céntimos para las mujeres por jornadas de sol a sol.La contrarrevolución se hizo presente en el campo con inaudito rigor. Los campesinos pobres que habían sido beneficiados por la Reforma Agraria de Azaña fueron desposeídos de la tierra para devolvérsela a los grandes terratenientes.

En otros casos, éstos dejaban yermas sus fincas y despedían a los jornaleros con frases como la de "¡Comed República!". Por otra parte, como consecuencia de la nueva ley de Arrendamientos rústicos, más de 100.000 arrendatarios quedaron condenados a ser desahuciados.Pero la reacción estaba muy lejos de consolidar su régimen de terror. La represión desatada agudizó aún más las contradicciones en su seno. La coalición gobernante del Partido Radical y de la CEDA se mostró incapaz de superar sus disensiones internas. Esta situación de crisis dio paso, en septiembre de 1935, a un nuevo gabinete radical, presidido por Chapaprieta, que comenzó a restablecer las garantías constitucionales. Este retroceso, que se venía a sumar a otros (como el del indulto arrancado para los veinte dirigentes de la insurrección de Asturias condenados a muerte), hizo aún más patente ante las masas populares la debilidad de la reacción y las animó a redoblar la lucha. A través de ella fue prendiendo en los trabajadores la idea de la necesidad de un amplio frente antifascista.Cartel propagandístico del Bloque Popular, que reza: "¡Hermanos! Comunistas y socialistas van a unirse".

Es en estas condiciones, después de la heroica insurrección de Octubre, y como resultado de su consecuente actuación durante la misma, cuando el Partido Comunista pasó a ejercer la dirección del movimiento revolucionario del proletariado. El cada vez mayor eco que sus llamamientos encontraban entre las bases de otras organizaciones obreras y sindicales, como las del PSOE, UGT y CNT, obligaban a los dirigentes oportunistas a seguir a regañadientes las consignas que lanzaban los comunistas en pro del frente único, de la amnistía, etc. "Nuestro Partido Comunista de España --manifiesta José Díaz por esa época-- aunque se desarrolla y crece rápidamente, aún no es, numérica y orgánicamente, la fuerza decisiva del proletariado español, pero política e ideológicamente constituye la fuerza orientadora de todo el movimiento revolucionario de nuestro país"(106).

Recogiendo el sentir de las masas populares, y a fin de dotar al movimiento de unos objetivos de lucha claros, el PCE avanzó entonces un programa que resumía las principales reivindicaciones de la etapa democrática de la revolución: "

1.- Confiscación de la tierra de los latifundistas, de la Iglesia y del Estado, sin ninguna indemnización para entregarla inmediata y gratuitamente a los campesinos pobres y a los obreros agrícolas.

2. - Liberación de los pueblos oprimidos por el imperialismo español. Concesión del derecho de autodeterminación a Cataluña, Euskadi y a cuantas nacionalidades se sientan oprimidas.

3. - Mejoramiento general de las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera [...]

4. - Libertad para todos los presos revolucionarios. Amnistía total para los presos y perseguidos, de carácter político-social"(107).

El 2 de junio de 1935, por primera vez en un acto público, el Partido hizo un llamamiento a la formación de un amplio frente de todas las fuerzas obreras y antifascistas para luchar contra la reacción y exigir la disolución de las Cortes. En su intervención José Díaz definió con claridad cuáles eran los objetivos inmediatos y futuros del Partido: "Nosotros, Partido Comunista, luchamos y lucharemos siempre por la realización de nuestro programa máximo, por la implantación del Gobierno Obrero y Campesino en España, por la dictadura del proletariado en nuestro país.

Pero en estos momentos de grave peligro que amenaza a los trabajadores, con el fascismo dueño de los resortes principales del Estado, declaramos que estamos dispuestos a luchar unidos con todas las fuerzas antifascistas sobre la base de un programa mínimo de obligatorio cumplimiento para todos cuantos entren en la Concentración Popular Antifascista"(108).Estos planteamientos se vieron refrendados por las resoluciones del VII Congreso de la Internacional Comunista (celebrado finalmente en julio/agosto de 1935), en las que se sintetizaban las experiencias revolucionarias más avanzadas de las masas y de algunos partidos comunistas como el PCE.

El VII Congreso abogó por la necesidad de ampliar el frente único del proletariado a las masas campesinas y de la pequeña burguesía urbana a fin de aislar a los sectores reaccionarios, acabar con el fascismo y crear así las condiciones para la toma del poder por parte del proletariado. Se trataba, pues, de una táctica defensiva, de acumulación de fuerzas, a la espera de una situación interna e internacional más favorable que permitiese a las masas obreras tomar la iniciativa y pasar a la ofensiva. En el caso de los países coloniales y semicoloniales, la alianza del proletariado con otras fuerzas populares tomaba el carácter de un frente popular antiimperialista (109).

Dirigentes de la Comintern en Moscú, 1935. Sentados, de izda. A dcha. : J. Dimitrov, P. Togliatti, W. Florin, V. Min. De pie, de izda. A dcha. : O. Kuusinen, D. Manuilski, C. Gottwald y W. Pieck.

Con el respaldo del VII Congreso, la actividad del Partido recibió un fuerte impulso. Las masas hicieron suyas las consignas unitarias comunistas, obligando al Partido Socialista a estrechar relaciones con el PCE y a llegar a un acuerdo para realizar un pacto electoral antifascista con los partidos republicanos de izquierda.El anuncio de elecciones para el 16 de febrero de 1936 precipitó las gestiones que se venían realizando con los partidos burgueses de izquierda para llegar a una coalición electoral. Las negociaciones fueron laboriosas (110). Para facilitar su culminación el PCE tuvo que hacer importantes concesiones tanto en la asignación de las candidaturas como en cuanto al programa, pues lógicamente los partidos burgueses no iban a apoyar un programa que conducía a la hegemonía del proletariado en la revolución democrática. A ello también contribuyó la concepción errónea del frente único que había adoptado el Partido, que le llevaba a subestimar su propia fuerza e influencia.

Pese a todo, en el programa electoral se recogían algunas reivindicaciones muy sentidas por los trabajadores, como la amnistía. Finalmente, el 15 de enero de 1936, se firmaba oficialmente el "Pacto del Bloque Popular", que en Cataluña se haría unos días más tarde, adoptando el nombre de "Front d'Esquerres".Como señalaba José Díaz, dicho Pacto no era aún "un verdadero frente amplio de lucha antifascista [...] que tenga por fuerza-guía a la clase obrera y por garantía el frente único proletario [...] sino una especie de coalición electoral de las fuerzas obreras y republicanas de izquierda" (111). A excepción de los comunistas, los demás partidos no aspiraban a otra cosa por razones evidentes.

Pero, con el mismo se sentaban las bases para avanzar hacia dicho Frente. De ahí que el Partido Comunista insistiera en la trascendencia de las elecciones, manifestando que no se trataba como otras veces, de una simple contienda electoral, sino de un episodio clave en la lucha entre la reacción y las fuerzas revolucionarias en la perspectiva de la lucha por el poder. Por eso, justamente, en ese momento había que participar en las elecciones y no vacilar en establecer acuerdos o compromisos con los líderes socialistas y republicanos de izquierda.

El 16 de febrero las candidaturas del "Bloque Popular" se alzaron con el triunfo frente al "Bloque Nacional", asestándole un duro golpe a las fuerzas fascistas que vieron así cortado su acceso al poder por la vía parlamentaria. Esta victoria no hubiese sido posible sin la labor orientadora del Partido Comunista y sin la insurrección de Octubre de 1934 que debilitó a la reacción y forjó en la lucha la unidad e independencia de la clase obrera. Por eso el Partido fue el verdadero artífice de esta victoria popular con la que se abría un amplio cauce a la revolución.-------------------------------------------------------------

(88) "La situación internacional y las tareas de las Secciones de la Internacional Comunista".

"La Correspondencia Internacional", núm.42 (14-X-32). HMM(89)

"Resolución del BP del Comité Central del PCE". "Mundo Obrero" ná 57 (3-II-33). HMM.

(90) "En la vía de la bolchevización. La reunión del CC ampliado del PC de España" (Vicente Arroyo). "La Correspondencia Internacional", núm. 20 (12-V-33). HMM.

(91) Mao Zedong: "Algunas cuestiones sobre los métodos de dirección". Obras escogidas, tomo III. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín. 1976.

(92) "Mundo Obrero", núm.48 (24-I-33) y núm.65 (13-II-33). HMM.

(93) Dolores Ibarruri y otros: "Guerra y revolución en España (1936-39)". Editorial Progreso. Moscú. 1967. Amaro del Rosal: " Historia de la UGT (1901-1939)". Ed. Grijalbo. Barcelona. 1977.

(94) "Llamamiento de la IC para la organización de la lucha común de los trabajadores socialistas y comunistas". "Mundo Obrero", núm.87 (10-III-33). Ver también "Carta abierta del PCE al PSOE, UGT, FAI, CNT y al CC de Unidad Sindical" en "Mundo Obrero", núm.92 (16-III-33) HMM.

(95) Idem.

(96) "La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional Comunista en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo" (Informe de G. Dimitrov) en "Fascismo, democracia y frente popular. VII Congreso de la Internacional Comunista". Cuadernos de Pasado y Presente. México. 1984.

(97) "Resolución del CC extraordinario del PC de España (Sección de la IC) sobre la participación en las Alianzas Obreras". "Mundo Obrero", núm.48 (17-IX-34). HMM.

(98) "Mundo Obrero", núm.107 (3-IV-33) y siguientes. HMM.

(99) "El fascismo, el peligro de guerra y las tareas de los partidos comunistas (Tesis adoptadas sobre el informe del camarada Kusinen)". "La Correspondencia Internacional", núm.27. HMM.

(100) "El PCE y la lucha por el gobierno obrero y campesino" (Informe presentado al XIII Pleno del CE de la IC por Jesús Hernández). "La Internacional Comunista", núm.1-2 (enero-febrero 1934). HMM. "Programa del Gobierno Obrero y Campesino" (30-X-33). AHPCE.

(101) "Discurso del camarada Díaz sobre el informe del camarada Pieck en el VII Congreso de la IC" en "La lucha por la Victoria", s.f. Barcelona. BNM.

(102) Enrique Collazo: "La guerra revolucionaria" Trabajo elaborado por el PCE (reconstituido).

(103) Mao Zedong: "Una sola chispa puede incendiar la pradera". Obras escogidas, tomo I. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín. 1976.

(104) "Discurso del camarada Díaz...", ya citado.

(105) "Informe al Comité Central del Partido Comunista de España de los sucesos desarrollados en Asturias durante el movimiento revolucionario de Octubre de 1934" (21-XI-34). "Notas complementarias al Informe elevado al CC del PCE por..." 21-XI-34). "Informe sobre el desarrollo del movimiento de Octubre en Madrid" (diciembre 1934). "Resolución del Buró Político del Partido Comunista sobre las batallas de Octubre", s.f. "A los obreros socialistas, comunistas, anarquistas y sindicalistas de España, de Cataluña, del País Vasco, de Galicia y de Marruecos", s. f. AHPCE. "Las lecciones de los combates de Octubre en España" en "Páginas de Historia Contemporánea", s.f.. BNM.

(106) José Díaz: "¡Hacia el Octubre español victorioso!". "La Correspondencia Internacional", núm. 1 (3-IV-36). AHNS.

(107) "Carta del PCE a la CE del PSOE" (11-VII-35). FPI.

(108) José Díaz: "Tres años de lucha". Bucarest. 1974.

(109) "La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional Comunista...", doc. cit.

(110) José Díaz, op. cit. Ver también Dolores Ibarruri y otros, op. cit.(111) "Alcance del triunfo del frente popular del 16 de febrero" en José Díaz, op. cit.


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