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jueves, abril 07, 2011

Comisiones Obreras y los limites de la verguenza

El problema no es que CCOO no sea “revolucionario” (la función del sindicato no es hacer la revolución), sino que CCOO no es un sindicato, sino un aparato del Estado que hace sindicalismo a la inversa Manuel M. Navarrete En estas líneas pretendo ofrecer una respuesta al artículo del compañero Román Alonso (coordinador comarcal de Izquierda Unida en Vigo) aparecido ayer en Rebelión.

En este texto, Román Alonso critica a Ángeles Maestro, por otro artículo previo en el que ésta denunciaba la traición de los sindicatos mayoritarios. Además, Alonso efectúa una enconada defensa de que los militantes del PCE sigan desarrollando su actividad sindical dentro de CC OO. En un momento de éxtasis, Alonso llega a declarar que Nines Maestro y la burocracia sindical más reaccionaria “se dan la mano”.

Aunque la frase se inicia con un misterioso “hete aquí”, no va precedida por ninguna casuística argumental (como cualquiera puede comprobar accediendo al link). Debemos, no obstante, disculpar a Alonso: ciertamente sería complicado argumentar por qué seguir en CC OO no es darse la mano con la burocracia que dirige dicho sindicato pero, en cambio, organizar otro sindicato aparte, bajo una dirigencia digna, sí.

No obstante, Alonso sí ofrece argumentos de por qué continuar con CC OO. Trataremos de analizar algunos: “Hay que estar en CC OO porque es la central con más afiliación sindical”. Sin embargo, esto depende del marco de relaciones laborales que se adopte como perspectiva. Alonso es gallego y, en Galicia, el sindicato mayoritario es CIG. Además, CIG es un sindicato combativo, que este 27 E fue capaz de organizar una exitosa y ejemplar Huelga General contra el recorte de las pensiones.

Cabe imaginar que, en esta huelga, Alonso habrá sido un esquirol que habrá acudido a su puesto de trabajo, jaleado por la minoría sindical a la que pertenece. No en vano, el mismo día que la CIG desarrollaba esta huelga, CC OO sellaba con el gobierno el pacto para recortar de las pensiones: esa indignante traición histórica. “Hay que estar en CC OO porque supone una escuela de sindicalismo”.

Sin embargo, este argumento es el clásico calco descontextualizado de los clásicos (sí: todo un clásico). Actualmente, la relación entre la minoría afiliada y su organización sindical se reduce al pago religioso de una cuota, que es asumido como poco menos que otro impuesto, para tener derecho a asistencia jurídica gratuita en caso de conflicto. “Hay que estar en CC OO porque, si no, te aíslas de los trabajadores que votan al PSOE o al PP”. Sin embargo, la única manera de mantener la coherencia de la argumentación alonsiana era establecer una neta separación entre lo político y lo sindical (porque su postura es defender una opción política de vanguardia, pero un sindicalismo que se rebaje al atraso del nivel actual de conciencia de clase). Si esa barrera se difumina, como hace ahora sorprendentemente Alonso, entonces su propia postura se desmorona, al perder la poca lógica interna que tenía.

En ese caso, ¿por qué no militar también en el PSOE, para no aislarnos de la clase trabajadora que mayoritariamente les vota? ¿No era la función del militante elevar el nivel de conciencia de las masas, crear estructuras de contrapoder, de contrahegemonía? ¿O era tal vez disminuir su propio nivel de conciencia y fortalecer las instituciones de la burguesía? ¿Debemos crear sindicatos xenófobos e imperialistas, porque la mayoría de la población es xenófoba y apoya el imperialismo? Por otro lado, a día de hoy la inmensa mayoría de los trabajadores no están sindicados y consideran a CC OO, y con razón, un sindicato corrupto.

¿Por qué Román Alonso no apoya a esa inmensa mayoría de la clase trabajadora? El coordinador comarcal de IU en Vigo recurre, sin embargo, a otra estrategia discursiva menos legítima pero quizá más efectiva: deslizar, entre argumento y argumento, un “hombre de paja” como supuesto rival de debate. Este hombre de paja es un flipado que está en contra de que su sindicato negocie y practique la asesoría jurídica; un freak que quiere, en suma, que su sindicato no sea un sindicato, sino un “partido revolucionario”.

Quizá le faltó adjuntar, para completar la parodia, una caricatura de Sid Vicius con su último basuco y bandera rojinegra. Yo estoy afiliado a un sindicato que no es ni CC OO ni UGT: el SAT. Además, mantengo buenas relaciones con compañeros de otros sindicatos de clase, y quiero decirle a Alonso que jamás he conocido a un solo sindicalista que no tenga claro que la funcionalidad de un sindicato es hacer trabajo sindical real; ganar conflictos concretos, conseguir mejoras puntuales para los trabajadores; establecer secciones sindicales, delegados, comités, etc.

El problema no es que CC OO no sea “revolucionario” (la función del sindicato no es hacer la revolución), sino que CC OO no es un sindicato, sino un aparato del Estado, que hace sindicalismo a la inversa, sindicalismo para el patrón, negociando a la baja el sueldo de una porción cada vez menor de la clase obrera, obviando los problemas de los jóvenes, los precarios, los inmigrantes y las mayorías sociales.

Que todos sus líderes posteriores a Marcelino Camacho acaban, sintomáticamente, como parlamentarios neoliberales (Antonio Gutiérrez) o miembros de la FAES (José María Fidalgo).

Que CC OO es una inmensa estructura burocrática, sobornada con dinero público para mantener la “paz” y el “diálogo social”. Que defiende el Tratado de Maastricht y el “sentido de Estado”. Que ha asumido la farsa de la “inviabilidad actual de las pensiones”, ya refutada por Vicenç Navarro, Miren Etxezarreta o Juan Torres López.

Que ha asumido la farsa de que hay que aceptar las recetas neoliberales para evitar un “rescate” como el de Argentina, Grecia o Irlanda, cuando fueron precisamente esas recetas las que llevaron a esos países a la quiebra. Que “se ha puesto el dogal”, como dijo Julio Anguita. Que expulsó de la dirección a Marcelino Camacho, en un auténtico coup d'État, por ese mismo motivo. Que conozco sindicalistas que se pasaron 15 años de sus vidas intentando “cambiar CC OO desde dentro”, en vano.


Pero Alonso deja para el final el argumento estrella de todos los esquilmadores de textos que por la izquierda campan: la cita descontextualizada de Lenin: “No actuar en el seno de los sindicatos reaccionarios significa abandonar a las masas obreras insuficientemente desarrolladas o atrasadas a la influencia de los líderes reaccionarios, de los agentes de la burguesía, de los obreros aristócratas u 'obreros aburguesados'”.

Una de las características más anti-marxistas de la Biblia es la validez eterna de todas sus afirmaciones, más allá de las circunstancias históricas determinadas. Y, efectivamente, una de las opciones que tenemos ante nosotros es fundar una nueva religión en la que sustituyamos a Dios por Lenin (incluso si nuestro texto sagrado procede de un debate tan coyuntural como el recogido en La enfermedad infantil del izquierdismo). Pero existe otra posibilidad, que es basarnos en otra proclama de Lenin, bastante menos coyuntural (y bastante más de principios): esa que hablaba de la necesidad de un “análisis concreto de la situación concreta”.

En este caso, veremos que: La cita de Lenin, ubicada en el contexto en el que fue redactada, era una crítica a los ultraizquierdistas alemanes (Gorter, Pannekoek), que defendían la postura de no estar ni en partidos ni en sindicatos, sino sólo en “consejos obreros”.

Nadie serio puede pretender que Lenin defendería una sola postura sindical válida tanto para una situación de dictadura abierta como para un contexto de “democracia” burguesa. Alemania era una férrea dictadura, en la que no existían ilimitadas posibilidades de sindicación. Asimismo, bajo el régimen de Franco, era lógico actuar en el Sindicato Vertical, porque no existía otra opción. La cita de Lenin no dice que sólo haya que participar en sindicatos reaccionarios, sino que se debe actuar en ellos.

Ni siquiera aunque la tomáramos al pie de la letra (lo que, por otro lado, sería ridículo) podríamos deducir de ella que sólo se pueda trabajar en sindicatos reaccionarios, y menos aún la monorreferencialidad sindical en CC OO aprobado por el último congreso del PCE. Evidentemente, la política sindical más sana y sensata sería participar en el sindicato más conveniente a tus circunstancias, y no en uno dictado por la-línea-oficial-de-tu-partido.

Incluso los sindicatos “reaccionarios” de entonces (reaccionarios porque no apoyaban la insurrección armada proletaria en Alemania) eran una gloria comparados con las actuales CC OO y UGT. Al menos eran sindicatos que luchaban y conseguían mejoras, y no aparatos de Estado cediendo y cediendo derechos en cada reforma laboral, siempre a la baja. Además, Lenin, por morir en 1924, no pudo conocer el fenómeno de la liberación en masa de cuadros sindicales.

En 1920, en el II Congreso de la Internacional, Lenin afirmó que sólo unos años antes, durante la gran guerra, los sindicatos habían sido colaboradores de la burguesía en el sometimiento de las masas obreras. De lo que se deduce que su postura ante el sindicalismo no era una verdad eterna, sino simplemente coyuntural; y que esgrimir una cita de Lenin, que se refería a otro país distinto en otro siglo distinto no es un argumento, sino una insensatez salvaje.

Dado que CC OO (o cualquier otro sindicato actualmente existente) no ha existido eternamente (¿hay algo más anti-marxista que no advertir el carácter histórico de una institución humana?), debió haber un momento en el que dicho sindicato fuera creado. Y dado que se creaba algo nuevo, debió renunciarse a la mayoría sindical anterior (en este caso, el Sindicato Vertical OSE).

Si en determinadas circunstancias puede hacerse esto, se está admitiendo que en determinadas circunstancias la cita de Lenin no tiene vigencia (lo que, en realidad, era bastante obvio para cualquiera, exceptuando a algunos marxistólogos muy sesudos). Y no hay otra circunstancia histórica en la que los supuestos “sindicatos” hayan traicionado tanto a la clase obrera como ahora y aquí. En suma, ha llegado el momento de replantearnos determinados problemas.

No me extenderé más. Sólo me gustaría subrayar que, después del 27 E, ya nadie puede negar sinceramente (porque esto ya sólo puede negarse desde el borreguismo de la postura-oficial-de-partido) que ha llegado el momento de construir otro sindicalismo, por lo que propongo dejar de idealizar al KKE griego en abstracto y emular la práctica política que le llevó a constituir el PAME (renunciando a continuar en los sindicatos mayoritarios griegos); y que esto es radicalmente imposible en el interior de una estructura tan perfecta y minuciosamente cooptada como es CC OO.

Todos lo sabemos: lo que debemos decidir ahora es si seguimos haciéndonos los tontos unos cuantos años más o empezamos a trabajar ya, de una vez por todas, en esa dirección.

PD: Quiero aclarar que exijo y mantengo el máximo respeto para todos aquellos sindicalistas que luchan, independientemente de bajo qué sindicato desarrollen su actividad sindical, aunque sea en CC OO y aunque sea en la UGT. Pero lo que no podemos permitir es el empleo de argumentaciones tramposas y ofensivas, como las de Román Alonso. Tampoco que esas bases nos salten al cuello cada vez que criticamos a sus direcciones, porque, en ese caso, las bases se están aliando a dichas direcciones, que, en teoría, pretendían cambiar.

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