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viernes, noviembre 24, 2006

El Insurgente de Octubre

Biografia.Stalin.Jean Benoit

Noviembre de 1917, gran octubre ruso sin parangón... En aquella noche del 6 de noviembre en el Paris de Clemenceau y del 24 de octubre en el Palacio de invierno petersburgues, en el que Kerenski se disponía a imponer nuevas condecoraciones, ¿quien sabia el precio del dia que iba a amanecer, de aquellos diez días en realidad, tan apasionadamente descritos por John Reed y que conmovieron al mundo? Aparte algunos hombre privilegiados, y Stalin figuraba entre ellos, nadie conocía aun la singularidad de las horas que seguirían, la facilidad de hacerce con el poder en la Rusia de los últimos boyardos.

La Karsalina bailaba, Chaliapin entonaba Don Carlos, los marineros de Kronstadt masticaban nerviosamente pipas de girasol mientras soplaba un viento helado en el golfo de Finlandia. En los muros de Petrogrado, la lluvia despegaba muchos anuncios, periódicos murales avanzados que remplazaban a los órganos revolucionarios prohibidos.

El 6 de noviembre, 24 de octubre ruso, el soviet de Petrogrado celebro una sesión en el instituto Smolny, antiguo convento de hijas de la nobleza. Fue el II Congreso panruso. Los bolcheviques representaron la mayoría con 300 delegado, contra 170 socialistas-revolucionarios. Proclamaría la insurrección el comité central bolchevique, situado en el primer piso, precisamente debajo del comité militar revolucionario del soviet, creado dos semanas antes bajo el mando de Trotsky. Soviet y comité central bolchevique disponían de guardias rojos: unos diez mil hombres, verdaderas milicias armadas formadas a base de marinos de la escuadra, del regimiento de Kelkshom que se apodero aquel ida de la central telegráfica. Las tropas de la fortaleza Pedro y Pablo permanecieron neutrales: al llamamiento de Trotsky no tardaron en unirse a los insurgentes. Muy pronto todos los puntos estratégicos estuvieron en manos de los revolucionarios.

Sin embargo, Lenin se impaciento porque no sucedía nada en superficie. En la habitación en la que se escondía, las velas humeaban. La corriente estaba cortado desde las 18 horas. Los puentes sobre el Neva estaban levantados y los tranvías permanecían detenidos. A las 22 horas, Lenin decidió presentarse en Smolny. Atravesó Petrogrado a pie, bajo la lluvia, con el rostro casi oculto por una toalla, como si hubiera padecido dolor de muelas. La ciudad estaba efervescente. A cada momento, Lenin corría el riesgo de tropezar con una patrulla de cadetes. Llego a medianoche. En lugar de dirigirse directamente al local en donde estaba reunido el comité central, hizo llamar a Stalin y se disimulo en un pasillo. Stalin acudió e hizo entrar a Lenin en una salita en la que ambos se encerraron.

De allí partió el impulso que debería galvanizar a las fuerzas insurreccionales que el comité militar revolucionario, a pesar de tenerlas dispuestas para la acción, no osaba aun emplear. Lenin convoco a los representantes de las fabricas, de los regimientos, de los comités de barrio. Alertados por Stalin, que era a la vez, secretario, ayuda de campo y agente de enlace de Lenin, los motociclistas que estaban concentrados ante el instituto Smolny, se dispersaron hacia los suburbios, en especial hacia Viborg, donde se encontraba Krupskaia, la mujer de Lenin.

El destacamento de Viborg ocuparía la estación de Finlandia. La insurrección avanzaba a pasos agigantados. Pronto cayeron las otras tres estaciones y la Banca Estatal. Kerensky, desbordado, confío plenos poderes militares al infortunado coronel Prokolnikov. Este ultimo lo único que pudo hacer consistió en enviar su batallón femenino para reforzar la defensa del Palacio de invierno, junto con algunas unidades de junkers, los cadetes nobles de la Escuela militar. John los describirá dispuestos a beber champaña para celebrar el fin de un mundo, de su propio mundo, mientras que Kerenski, bajo pretexto de ir en busca de refuerzos, emprendió la huida en automóvil en las primeras horas del 7 de noviembre, protegido por el guión de la Embajada americana...Después de que el crucero Aurora disparo una salva en la noche del 25 al 26 del octubre ruso (7 al 8 de noviembre), el Palacio de invierno cayo finalmente.
La revolución mas decisiva de los últimos cincuenta años solo ocasiono una veintena de víctimas

¿En donde estuvo Stalin durante aquellas tres jornada? En un álbum ilustrado publicado por el Partido comunista francés, en 1950, podemos leer que Stalin, el mas cercano colaborador de Lenin, había dirigido todos los preparativos de la insurrección. Pero esta apreciación data del periodo litúrgico en el que se olvidaba con gran facilidad el papel de los otros lideres, y ello en provecho del "demiurgo".

Kruschev, por su parte, diría en el XX Congreso: "No faltaría probablemente a la verdad si digo que el noventa y nueve por ciento de las personas presentes habían oído hablar muy poco de Stalin antes de 1922, mientras que Lenin era conocido por todos; todo el partido, toda la nación, desde los niños hasta los ancianos de largas y blancas barbas... todo el mundo lo conocía."

El análisis de Kruschev no estaba exento de pasión. Tan análisis no sintetizaba de forma segura la acción-o la inacción- de Stalin durante las jornadas de octubre. El análisis no constituía el testimonio de alguien que hubiese visto, con sus propios ojos, que Stalin "no hacia nada" o que no estaba en ninguna parte. Evitando citar el encuentro con Lenin en Smolny, se limito a vilipendiar las reconstrucciones historicas truncadas de las que Stalin fue el inspirador o el cómplice. El análisis no zanjo el debate sobre el autentico papel de Stalin en la insurrección.

De cualquier modo, en las primeras jornadas del gran octubre, Stalin no apareció como uno de los principales protagonistas expuestos a la curiosidad de los corresponsales de Prensa y de los diplomáticos. Ignorado por el pueblo, solo era conocido por los dirigentes. Cuarto miembro del ejecutivo el 8 de noviembre de 1917, en Smolny durmió en el suelo con Lenin, Trotsky y Svedlov. En la propia Rusia vivió veinte años de conspiración.

Stalin no fue siempre el apparatchik sin gloria, el mandatario sin misión precisa. Mas que una eminencia gris, era un discípulo que permanecía en segundo plano. Aquel discreto personaje, disimulado detrás de las fulgurantes estrellas, conocía sus limitaciones tan bien como sus ambiciones. Era el ojo del poder central, el mediador encarnizado, así también como el hombre de la disciplina, el emisario de quien se sabia era fiel y de confianza, incorruptible y astuto, cuando era necesario ir de prisa y lejos para cortar de un solo golpe, en alguno punto critico de la geografía de los soviets, las malas hierbas de la contrarrevolución. Un depositario de poderes eficaz y silencioso, cuyos poderes aumentaría muy pronto.

El primer gobierno de la Rusia soviética se eligió unánimemente. Stalin formo parte del primer Consejo de comisarios del pueblo, presidido por Lenin. Fue encargado de cuestiones nacionales. ¿Quien era mas indicado que el georgiano Dzhugasvili para desempeñar semejante cargo?Estuvo en él hasta 1923 y tuvo como secretario a su futura esposa, Nadieyka.

El comisario de las nacionalidades no tenía nada de sinecura. La revolución de los obreros, de los soldados y de los campesinos se había iniciado bajo la bandera común de la emancipación: los obreros se hicieron con el control de las industrias y de las fabricas; los soldados obedecían a los generales elegidos, pero revocables; los campesinos fueron eximidos de sus anteriores
responsabilidades. Era la trilogía idealista del nuevo Estado. Quedaba las nacionalidades de Rusia, que tanto habían sufrido a causa de las arbitrariedades del zarismo y del feudalismo.

Fue Stalin quien redacto , con Lenin, la Declaración de los derechos de los pueblos de Rusia, firmado por los dos el 14 de noviembre de 1917 (1 de diciembre actual).

Se proclamo el derecho de los pueblos a disponer de si mismos, sobre las bases de los siguientes principios: 1. Igualdad y soberanía de los pueblos de Rusia.
2. Derecho de los pueblos de Rusia a disponer libremente de ellos mismos, inclusive hasta la separación total y la constitución en Estado independiente.

3. Supresión de todos los privilegios o restricciones de carácter nacional y religioso.

4.Libre desarrollo de las minorías nacionales y de los grupos étnicos que vivieran en el territorio ruso.

Tales principios equitativo y simples, sobre la que se basan-independientemente de la aplicación que de ellos seria hecha- toda la arquitectura administrativa del Estado confederal ruso y toda la filosofía de las revindicaciones federalistas occidentales, no dejaron de suponer serios riesgos para el joven poder soviético. La Rada central de Kiev se apresuro a proclamar a Ucrania República independiente, el Gobierno finlandés hizo votar una medida similar por el Senado, en Helsingfors, y el propio Stalin en persona fue a presentar al partido socialdemócrata finlandés el decreto que concedía su independencia a Finlandia y, en consecuencia, unos limites correspondientes al trazado, precedente a la ultima anexión zarista. En Polonia, el comité superior de la guerra se apresuro a llamar a todas las tropas polacas que servían en las filas rusas, suprimió sus comités e introdujo una disciplina férrea.

Según escribió John Reed: "Todos aquellos "gobiernos", todos aquellos "movimientos" tenían dos rasgos comunes: estaban dirigidos por las clases acomodadas y temían y detestaban el bolchevismo." Lo cierto es que la Revolución de octubre había hecho que las campana tocaran a muerto por el imperialismo gran ruso. La aplicación practica del nuevo derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos tuvo como primer corolario una serie de abandonos de territorios importantes para Rusia, Finlandia, Polonia, Besarabia y los Estados balticos representaron de vista de la demografía y de la economía, ambas con mayor peso especifico al oeste del Volga. El hecho de que los revolucionarios rusos desearan conceder a Finlandia y a Polonia, con una generosidad que no estaba desprovista de calculo, la independencia que sus predecesores zaristas siempre habían negado, era algo muy natural y muy legitimo.

Pero las diversas presiones que se ejercían sobre el Estado de los soviets lo forzaron a aceptar cambios de fronteras a menudo desventajosos para su seguridad. Por ejemplo, la frontera polaca rodeada amplias extensiones de la Rusia blanca. La nueva frontera finlandesa, a menos de 40 km. de Petrogrado, ponía la capital del antiguo imperio al alcance de la artillería pesada de un país que muy pronto mostraría su hostilidad. Algunas semanas después de las jornadas de octubre, el Sovnarkom juzgo prudente desplazarse al Kremlin y, de este modo, Moscú volvió a ser capital de Rusia En cuanto a los Estados báltico, estos constituían la puerta al mar y a Occidente, y su población era en parte rusa y en todos los casos eslavobalta, a pesar de la presencia de importantes colonia germánicas.
La difícil situación en que se hallaba situado el Gobierno soviético procedía de su política deliberadamente pacifista.

Esto ultimo lo motivaba dos clases de preocupaciones, las unas doctrinales y las otras de necesidad táctica. En la conferencia de abril de 1917, los bolcheviques habían votado una resolución que rechazaba cualquier dia de "paz por separado" con Alemania y que, rechazando cualquier acuerdo con uno u otro grupo imperialista, afirmaba que una paz democrática solo podía ser obtenida mediante "el paso de todo el poder del Estado, al menos en algunos de los países beligerantes, a la clase de los proletarios y de los semiproletarios, realmente capaces de poner fin a la opresión capitalista."

Una vez se hubo llevado a cabo la toma del poder, el primer acto del Gobierno revolucionario fue votar, al día siguiente de la victoria de octubre el famoso Decreto sobre la paz que ofrecía a "todos los pueblos en guerra y a sus Gobiernos el inicio inmediato de conferencia para lograr una paz justa y democrática

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