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sábado, mayo 27, 2006

La Educacion como una Mercancia

La educación en España


Jose.L.Quirante. PCPE

De la función social y moral de la enseñanza como derecho fundamental a la educación como soporte ideológico del sistema. De la masificación del saber a la mercantilización del conocimiento. Un largo camino impuesto por las necesidades del capital, y facilitado por sus crisis, sus consensos políticos y sus consecuentes reformas educativas. Una situación que se profundizará sin duda alguna con la consolidación de la actual construcción neoliberal de la Unión Europea.

A partir de ahora, al menos que un poderoso movimiento en su contra lo impida, el objetivo del integrismo privatizador será considerar la enseñanza, y por extensión los demás servicios públicos, como una mercancía más. Para de ese modo organizar su venta al mejor postor.

Un suculento mercado
“Desde el punto de vista del empresario la enseñanza constituye uno de los mercados más bastos y con mayor crecimiento(...) El sector resiste a la tecnología, y sus costos aumentan (y) hay demasiada poca competencia. Se hace cada vez mayor la distancia entre la demanda de formación y la capacidad de acogida de la enseñanza superior. Por estas razones, los empresarios consideran que la enseñanza es un extenso mercado por conquistar.”

Quien así se expresaba en París en septiembre de 1998 es Glenn R. Jones, presidente de la Global Alliance for Transnational Education (GATE), patrocinada por IBM y Coca Cola, suficientemente representativo de los deseos voraces con los que los empresarios observan el suculento mercado de más de 875.000 millones de euros al año que representa la educación en el conjunto de los países miembros de la OCDE. Algo así como el mercado mundial del automóvil. Sin embargo, el elemento económico, aunque fundamental no es el elemento determinante, sino que está acompañado de otros factores que lo complementan, entre ellos: el control del conocimiento convertido en mercancía y su consecuencia en la transformación de la conciencia colectiva, o el control de la investigación universitaria sometida a los dictados de las empresas, factor éste que facilita la adaptación de la enseñanza a las necesidades de “capital humano” de las empresas, además de crear desigualdades sociales y agudizar el individualismo y la competitividad. Algo bastante alejado, es verdad, de la trayectoria de la enseñanza a lo largo de su historia, pero que en todo caso demuestra la supeditación de la educación a los deseos del mercado. Pero hagamos un poco de retrospectiva para mejor comprender el actual proceso.



Al servicio de la economía
A principio del siglo XIX, en una Europa de desarrollo industrial incipiente, la educación, como la escuela primaria fundamentalmente, tenía una función social. Más tarde, en la segunda mitad de ese siglo, la educación se fue transformando en un soporte ideológico de los estados. Ahora bien, a partir de principios del siglo XX, debido en gran parte a los avances tecnológicos en las industrias y al crecimiento de la administración pública, se pasó de la función ideológica de la enseñanza a estar ésta al servicio de la infraestructura económica. De ahí la fuerte profusión, en ese tiempo, de escuelas secundarias. Tendencia que ha ido aumentando después de la 2ª Guerra Mundial y tras más de 30 años de crecimiento económico. Sin duda como consecuencia de las innovaciones tecnológicas exigidas por la industria, y que unidas a una notable disminución de sectores como la minería o la agricultura, han conducido, durante esos años, a una masificación de la escuela secundaria y, gradualmente, superior. Aumentándose al mismo tiempo el gasto público y los presupuestos educativos. Aspectos que, sin embargo, no han impedido las desigualdades sociales, ya que, a todas luces, masificación no significó nunca democratización real de la sociedad. Sin embargo, esta situación cambió radicalmente a partir de los años 70 con un contexto económico de crisis profunda que impuso progresivamente reforma tras reforma. Siendo a partir del final de la década de los 80, en un contexto más marcado por la crisis y la exacerbación de la competencia impuesta por la globalización neoliberal, que el sistema educativo en su conjunto fue sometido a fuertes presiones y reformas de todos conocidas. Y hasta aquí la historia...



La solución mágica
Según la filosofía de los “nuevos” mercaderes de la Unión Europea, pero se puede extender igualmente a otros continentes, lo que se impone a partir de ahora es la adaptación del sistema educativo a un sistema económico, que por otra parte se halla en crisis estructural y permanente. Esta exigencia obliga a que la educación forme a futuros trabajadores adecuándolos a las necesidades económicas del sistema, por más sometido continuamente a criterios de competitividad exacerbada. Sin embargo, las presiones por reducir las obligaciones fiscales conducen, como lo estamos viendo, a una disminución de los gastos en educación y con ello a una aparente contradicción entre la formación y la reducción de gastos. Contradicción que el sistema salda desarrollando, por un lado, unos conocimientos y aptitudes básicas de la mayor parte de la población (más del 60% de los nuevos puestos de trabajo no precisan un alto nivelde formación) que le permitan adaptarse al rápidamente cambiante ambiente de trabajo, dejando a la formación a lo largo de la vida el resto de una preparación más sólida. Y por otro lado, la nueva concepción de una educación flexible y adaptable a las necesidades del mercado, conduce a cómo formar a trabajadores si se reduce el gasto educativo. Y la solución la encuentra en la privatización y la liberalización de los sistemas educativos. De ahí el creciente desprestigio de la enseñanza pública y la simultánea aparición de centros y universidades que ofrecen cursos privados. Esta realidad va a imponer- impone ya- un freno a la masificación educativa, pues resulta demasiado cara para el sistema, y además innecesaria si se tiene en cuenta la función que debe cumplir la educación frente a las exigencias del mercado. En el futuro la liberalización y la privatización del sistema educativo determinarán con más agudeza todavía que en la actualidad las opciones académicas de cada uno en función de sus posibilidades económicas. Resolviéndose así la mencionada contradicción entre el derecho a una educación para todos y la disminución del gasto público: el trabajador, en ese futuro próximo, será - lo es ya- el responsable de formarse y adaptarse a las exigencias del mercado, y la privatización la solución mágica que anula los compromisos de los estados.



Otra educación es posible


Evidentemente, otra educación es posible. La crítica de la educación como mercancía no supone que el modelo anterior de masificación sea el deseado, como tampoco que necesariamente se deduzca de lo expuesto un simple ejercicio de nostalgia de tiempos pasados. Se trata ante todo, en este rápido análisis, de mostrar las fuertes presiones y los enormes intereses a los que está sometido el actual sistema educativo europeo y por ende el del Estado español. Al tiempo que denunciarlos. En adelante lo que se impone, a quienes luchan decididamente porque esta sociedad cambie, es defender una educación pública, laica, democrática, basada en fomentar el espíritu crítico, donde la inmensa mayoría logre una amplia cultura general que la anime a la participación en la sociedad, capaz igualmente de adaptarse a las necesidades sociales y donde el factor económico no sea el factor decisivo. Esta enseñanza nada tiene que ver, qué duda cabe, con la formación obediente y sumisa a las reglas de la competencia y del mercado, y que sólo un tercio de la población española - bueno es recordarlo - ha ratificado en el pasado referéndum de la Constitución europea... Por muchas milongas que nos canten, o nos quieran cantar.

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