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viernes, enero 26, 2007

Andalucía:la lucha por la autonomía(IV)

DURANTE LOS OMEYA POR LA INDEPENDENCIA DE AL-ANDALUS

Fernando Repiso
Detrás de la imponente fachada que presentaba el reino hispánico en el siglo VII, con el rey, sus leyes y sus concilios de Toledo, solo había un Estado anémico y desunido: los nobles eran ambiciosos, los campesinos cada vez mas oprimidos; por otra parte las diferencias religiosas convertirían a judíos, gitanos y no católicos en general, en enemigos mortales del Gobierno. Este era el balance de la España Goda en aquel histórico instante en que Andalucía le abrió las puertas al Islam. Porque así fue ya que de otra forma no se explica que las fuerzas árabes desembarcaron en las costas andaluzas con tan ridículo ejercito.

El mayor continente de tropas vino con Muza a Algeciras-no más de 10.000 hombres; mas adelante, con un máximo de 25.000 expedicionarios casi toda la Península estaba tomada-. Si los andaluces y los muchos godos, hartos del sistema del Gobierno, no llegan a intervenir junto al ejercito libertador islámico, la mal llamada “conquista” no se hubiera producido.

Las distintas tribus que componían el nuevo poder fueron tomando posiciones y, a tenor de los climas, cada grupo étnico se fue asentando en diversas zonas: los árabes, de linaje puro, en el Valle del Guadalquivir; los sirios en Granada y su Vega; los palestinos en Sevilla y Niebla; y los beréberes en las zonas montañas. También y a pesar de la buena convivencia, existían otras divisiones de religión. Por este motivo se fueron formando clanes de muladíes, muzárabes, cristianos, mahometanos, judíos…estas divisiones, geográficas y espirituales, trajeron como consecuencia no pocas alteraciones sociales.

Los primeros gobernadores o “Walies” designados para cada una de las “Koras”-especie de provincias- intentaran en varias ocasiones federarse y llevar el poder a Toledo-cuestión que ven con interés los cristianos que colaboran en tales movimientos centralistas- porque al fin y al cabo Toledo era la ciudad donde habitaban mayor numero de cristianos y muzárabes, y su administración se conservaban independiente del Emirato. Pero lo que de ejemplo andalucista se pretende citar en el presente caso, viene dado por la postura que tomaron los andaluces con la ayuda de los astigitanos, contra esos intentos de centralización; acciones andalucistas mediante las cuales son posible el triunfo Omeya varios años mas tarde. Y es aquí, y con los Omeya, donde, y cuando la nacionalidad andaluza se hace más latente.

Con la insignie dinastía Omeya, en el año 756, Al Andaluz abre un capitulo largo y profundo, bello y aleccionador. El primer emir Abderrahman I logro apaciguar las disputas raciales y religiosas.La paz y la solidez fueron los cimientos del nuevo Estado, que duraría dos siglos y medio de gloriosos periodos de esplendor. Su principal meta fue crear una nueva unidad nacional: la andalusí, y cuando esta se vio amenazada la defendió con todas sus fuerzas.

Aunque los motivos de las guerras intestinas que acontecieron a lo largo de los años del gobierno Omeya fueron en su mayoría de carácter religioso-debido al fanatismo de unos y otros-y de discordias sucesorias, solo nos vamos a detener en aquellos casos, pocos, en que el espíritu de los andalusíes, como pueblo libre, estuvo presente. Acordemos que con la administración Omeya Al-Andaluz no recibían su poder del exterior, y por tanto sus movimientos nacionalistas fueron de defensa y estatales, y contra los intentos de disgregación de lo que estaba PERFECTAMENTE UNIDO.

En el año 759, los beréberes de Mérida, atentados por el Gobierno Yusuf Al Fihri, montan contra el poder del mandatario cordobés Abderrahman I, siendo derrotados en el Valle del Guadalquivir.Sus pretensiones federalistas para anexionarse a Toledo son cortadas por el ejército Omeya con la ayuda popular de andalusíes y astigitanos.

En el año 806, los indígenas de Mérida, nuevamente con la ayuda berebere y dirigidos por el wali Ibn Wansus, se sublevan contra Al Hakam I. La revuelta duro casi siete años, y hasta el 813 no se sometió la ciudad. Los motivos de la insurrección fueron igualmente el intentar federarse con Toledo. Hasta ahora los andalusíes apoyen cualquier defensa de su integridad territorial, bien sea junto al poder del justo Abderrahman o del déspota y juerguista Al Hakam I.

Este último emir tuvo también que reprimir otra insurrección en Córdoba: la del Arrabal, promovida por motivos bien distintos a los que se han dado a conocer. Veamos:
Las aficiones alegres y apego al poder de Al Hakam le provocaron la enemistad de los faquies y doctores de la escuela melikita, en su mayoría altaneros y orgullosos teólogos. En el arrabal del Sur cordobés había un cierto descontento por parte de los nuevos conversos al mahometismo, por causa de las continuas exclusiones de que eran objetos por parte del Gobierno de la ciudad-cuestión que aprovechan los faquies al observar en ellos un admirable instrumento contra el emir. Al Hakim les reprimió duramente, pero lo único que consiguió fue aumentar la hostilidad popular.

En un día de Mayo del 814, un soldado de la guardia del emir encargo a un armero que le arreglara su espada; se entablo entre ambos una discusión que acabo con la muerte del artesano a manos del soldado. La indignación cundió enseguida, y todo el barrio se armo con la intención de marchar sobre el Alcázar-residencia del emirato-, donde ni la caballería pudo con tan arrolladora y encolerizada muchedumbre. La guardia de custodia se desalentó ante tamaño enemigo, y solo el emir conservo la serenidad, ordenando a su paje le trajese un frasco de algalia con el que comenzó a perfumarse la barba y el cabello,

-“perdona señor, eliges un mal momento para perfumarte ¿no te das cuenta del peligro que nos amenaza?
Le inquirió el paje, a lo que contesto el emir:
-“el que va a cortarme la cabeza ¿Cómo podrá reconocerla entre los demás si no es por su perfume?”.

Una vez perfumada y continuado con toda tranquilidad, ordeno a su familiar. Obaidala que escogiera lo mejor de su tropa, se abriera paso entre la turba, se dirigiera al arrabal del Sur y lo incendiara. Los amotinados al ver las llamas corrieron a salvar sus propiedades, pero fueron cortados de frente por las tropas de Obaidala y por detrás por las que capitaneaba personalmente Al Hakam, que había salido en su persecución.

El castigo de Al Hakam seria terrible: trescientos de los personajes mas destacados en el motín fueron clavados en postes cabeza abajo a lo largo del rió; se procedió al desalojo del barrio amotinado, arrasándose posteriormente; y mas de veinte mil cordobeses abandonaron la ciudad traslandose a Egipto y Marruecos. Aquellos desgraciados fueron utilizados en su levantamiento, fueron manipulados en su motivación, pero en el fondo un sentimiento subterráneo de pueblo que busca su liberación les hizo enfrentarse al poderoso, que les estaba oprimiendo con excesos de impuestos para mantener los elevados gastos de una corte sin gobierno donde solo reinaba el lujo y la desorganización.

Siguiendo con los Omeya, otra sublevación vendrá a enturbiar el bienestar cultural y social del Estado andalusí, pero esta vez los sublevados lo serian por motivos que no se corresponden con la reivindicación andalucista: esta vez fue la reacción y el centralismo los que darían jaque al gobierno andalusí durante cerca de catorce años. A pesar de las historias “autorizadas” y “españolizantes” la insurrección fue contra los intereses de Andalucía, contra su Identidad: Bobastro, contra el ESTADO LIBRE de Al-Andalus.

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