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lunes, enero 22, 2007

Viaje por Corea

Un viaje por la frontera entre el Norte y el Sur.

Seúl: Propaganda Surcoreana
Andre VltchekZnet Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Crecí en la ciudad checa de Pilsen, a unas pocas decenas de kilómetros aleste de la "Cortina de Hierro" y de la frontera con lo que entonces eraAlemania Occidental. Por eso pienso que hay que perdonarme por sentir unaextraña obsesión con fronteras y líneas divisorias de todo tipo. No importadónde, cuando llego cerca de cualquier frontera, siento siempre un deseoincontrolable por cruzarla: de ver lo que hay del otro lado.

Cada vez que vengo a Seúl, siempre termino tarde o temprano llamando aalguna agencia de viajes, organizando mi viaje a la DMZ (siglas en inglés deZona Desmilitarizada). Con los años se ha convertido en un ritual. "La partemás fortificada del mundo," la frontera entre Corea del Norte y del Sur, meatrae como un magneto. Es deprimente, pero también kafkiano, surreal yextrañamente hermoso, con un impresionante hábitat de aves migratorias quecoexisten lado a lado con los campos de minas; aldeas que cultivan ginsengdel mejor a sólo unos pocos metros de la alambrada de púas y deinstalaciones ocultas de misiles.

Todo viaje a la frontera es revelador, siempre que uno esté dispuesto amantener los ojos abiertos y a olvidar por un momento los clichés que hansido martilleados a nuestros cerebros durante decenios: "Corea del Sur:libertad y democracia. Corea del Norte: Estado malvado." La cosa esindudablemente más compleja que eso.

Las visitas "más agradables" son organizadas por la "Asociación Coreana deVeteranos" junto con Chung-Ang Express Tour. Los guías son nada menos queantiguos soldados y oficiales de los servicios de inteligencia surcoreanos,precisamente lo que necesitan los verdaderos conocedores de la propaganda,aquellos que siempre están dispuestos a probar deliciosos matices y saboresdel proceso de lavado de cerebro favorable al mercado y a Occidente.

Aunque casi todos saben de la propaganda norcoreana y de la falta delibertad y de democracia al norte del paralelo 38, se sabe muy poco, por lomenos en Occidente, sobre la brutalidad de antiguos regímenes surcoreanos:sus elecciones fraudulentas, su agresiva propaganda anti-izquierdista, sucorrupción, sus campañas de terror e intimidación, la tortura y losasesinatos políticos. Poco se recuerda de la brutalidad de las fuerzas deUSA durante la Guerra de Corea, incluyendo las matanzas de población civil.La Guerra de Vietnam eclipsó el terrible capítulo anterior de la Guerra Fríaque tuvo lugar en la península coreana.

En 2006, mientras escribía mi libro sobre la intervención en Asia-Pacífico,volví a visitar una vez más la DMZ y el "Área Conjunta de Seguridad" enPanmunjom; con el vehículo de la "Asociación Coreana de Veteranos" y con elseñor Kim como guía. Después de separarme de 100 dólares, me fueron a buscara mi hotel en un furgón, y luego me transfirieron a un autobús más grande enel Hotel Sofitel en el centro de Seúl. Un día antes de mi partida recibí elmensaje usual y la advertencia:
"HAGA EL FAVOR DE TENER EN CUENTA," decía el panfleto: "No se permite ropa casual como vaqueros y sandalias en el área del tour. Tampoco se permitencabellos desgreñados o despeinados. NO HAY QUE TOCAR ningún equipo,micrófonos o banderas pertenecientes al lado comunista en la sala deconferencias MAC [siglas en inglés de Comisión Militar de Armisticio]. Nohable con, haga gestos hacia o de ninguna manera, se acerque o reaccioneante, personal del otro lado. No se permite consumo de alcohol antes odurante el viaje."

En la mañana me puse pantalones negros de aspecto impecable, corté mi barba,y cargué mi cámara. Después de examinar mi aspecto en el espejo llegué a laconclusión de que a pesar de algunos defectos en mi apariencia que estabanfuera de mi control, me veía adecuado para representar el mundo afluente dela democracia, la libertad y las oportunidades económicas. Mis pensamientosíntimos siguieron estando bien ocultos y a menos que alguien me obligara apasar por una prueba en el detector de mentiras, difícilmente corría peligrode que mi presencia en la frontera más militarizada del mundo provocaradisturbios y embarazos a mis anfitriones surcoreanos. Armado de mi ordenadorportátil, cámara y del pasaporte USamericano dejé el hotel, anticipando unanueva aventura surreal.

El gran autobús partió lenta y majestuosamente del centro de Seúl. El señorKim, nuestro guía, excedió todas mis expectativas. Resumió la maldad delimperio norcoreano, subrayó el gran poder económico, moral y democrático delSur, luego nos advirtió que tuviéramos cuidado, "mucho cuidado" cuandoencontráramos a norcoreanos en la frontera. "Y no hagan ningún movimientoinesperado o brusco. No se aparten de los senderos: la frontera es un campode minas. Tomen fotos sólo cuando se lo diga. ¡No hablen con los guardiasnorcoreanos! ¡Pásenlo bien!"

Sobre el respaldo de mi asiento, encontré un folleto impreso por laAsociación Coreana de Veteranos. En la primera plana, sonreía hacia Coreadel Norte una pareja occidental de mediana edad (mostrando dientes perfectosy falsos). Como se debía, no apuntaban sus dedos hacia nada. La mujerapuntaba sus gafas de sol de diseñador sujetos con dedos bien manicurados,un hombre - que se veía como si acabara de ganar un Jaguar nuevecito -apuntaba su pequeña cámara hacia el territorio del orgulloso miembro del"Eje del mal".

"... Y nuestro cercano y fiable aliado - los Estados Unidos de América -está siempre listos para defender nuestra libertad y democracia," salió delos altavoces sujetos al techo del autobús. El señor Kim hacía evidentementelo posible por educarnos. "Entre otras cosas, ustedes verán la Aldea de laReunificación - sus habitantes no pagan impuestos. Cultivan uno de losmejores ginseng del mundo. Puente de la Reunificación... 700 mil soldadossurcoreanos y USamericanos estacionados en la frontera: un 90% son coreanos,un 10% USamericanos... Ustedes son todos muy privilegiados: los ciudadanoscoreanos tienen que solicitar esta visita entre 6 meses y un año poranticipado, y la mayoría no recibe permiso... Ustedes también veránBallinger Camp..."
Una autopista perfecta de varios carriles corre por las riberas del ríoHan-gang. No había nada memorable a ninguno de sus lados. Casi desde lasalida de Seúl, el poco de terreno entre la carretera y el río fueconvertido en una tremenda fortificación de alambradas de púas "decorada"sólo con torres de vigilancia y otras instalaciones militares. Todo esoprobablemente sólo por si los buzos militares norcoreanos decidieran invadirla Tierra Prometida.

Por la ventana del lado derecho del autobús se veían enormes bloques dedepartamentos de hormigón. Ciudades enteras hechas de los mismos proyectoshabitacionales multipisos. Apenas podía seguir los números: Bloque 23,Bloque 78, y así sigue. El majestuoso río Han-gang, soldados e interminablesalambradas por un lado; hormigón y proyectos habitacionales de aparienciaidéntica por el otro. Me preguntaba cuál parte de Corea comenzó primero coneste tipo de planificación urbana.

El autobús entró a "Freedom Road" [Carretera de la Libertad] y después deunos pocos kilómetros se detuvo en un aparcamiento cerca de "Freedom Bridge"[Puente de la Libertad]. Ahí estaba la última estación ferroviariasurcoreana, después de la cual los rieles continúan hacia el Norte y haciael propio puente, decorado con los desgarradores mensajes de papel escritospor coreanos de a pie y colocados sobre la estructura de metal: sobre tododeseos de ver, aunque sea sólo una vez más, a sus familias al otro lado dela frontera.

El autobús continúa, esta vez hacia el puente Tongil y el puesto de control.Entramos a la "zona prohibida", el sitio más militarizado del mundo, la"Zona Desmilitarizada".
Los estallidos del señor Kim se intensificaban. Comenzó a mezclar ataquescontra el Estado norcoreano con humor de pacotilla. "¿Por qué tenemostodavía tantos soldados USamericanos aquí? ¿Qué pensáis? Porque nosprotegen. ¡Y porque no queremos gastar más dinero por nuestra propiadefensa!" Se reía de sus propios chistes, pero sólo él. Los visitantesextranjeros en el autobús guardaban silencio. La vista a través de lasventanas obviamente los abrumaba - especialmente a aquellos que venían porprimera vez.

Había por todas partes alambradas de púas y camiones militares transitandopor la ruta en ambas direcciones. Todo parecía irreal e inquietante,incluyendo la Aldea de la Libertad que cultiva ginseng, una pequeña villoríaseparada del resto del mundo, que sobrevive en medio de los campos de minasy de armas de alta tecnología bien ocultas.

El área parecía pacífica, casi serena. No se veían armas pesadas: todo estáoculto bajo tierra. Debe haber habido decenas de miles de tanques, búnkerescamuflados, silos de artillería y de misiles así como armas de gasparalizante y armas biológicas concentrados en los alrededores, pero desdenuestro ángulo de visión, sólo había majestuosas aves migratorias volandosobre las ondulantes colinas.

La Zona Desmilitarizada Coreana (DMZ) es sólo una franja de tierra - deaproximadamente 248 kilómetros de largo por 4 kilómetros de ancho, que cortaa través la península coreana y sirve como una zona divisoria entre el Nortey el Sur.

El bus pasó por el campo militar Bonifas y concluyó su viaje en elaparcamiento de la JSA (siglas en inglés de Área Conjunta de Seguridad) enel campo Ballinger. Nuestros pasaportes fueron revisados de nuevo y luegotuvimos que asistir a una sesión informativa. Otra lista de reglas, nosmetieron a la fuerza otro estallido interminable de propaganda. SoldadosUSamericanos y coreanos patrullaban lado a lado, dentro de la sala deinformación y por la calle.

"El ejército de USA tiene un campo de golf aquí," explicó el señor Kimmientras subíamos a otro autobús, esta vez militar, con dos soldados dentro."Lo divertido es que tiene un solo hoyo y está rodeado por el campo deminas." Se rió fuerte, pero de nuevo no logró reacción alguna. Se me ocurrióque había un cierto parecido entre el señor Kim y el sistema de anunciosprerregistrado sobre las escaleras móviles en muchas grandes tiendas japonesas: la descarga verbal era interminable.

Y luego apareció frente a nosotros: la "aldea del armisticio" - Panmunjom -el único sitio en el que se conecta el Norte y el Sur. Se llama JSA, convarios edificios a ambos lados y algunas construidas directamente sobre laMDL (siglas en inglés de Línea Militar de Demarcación). Es donde han tenidolugar negociaciones entre los dos lados desde 1953.
Nos obligaron a visitar la "Casa de la Libertad." un monstruosoestablecimiento de propaganda hecho de vidrio y acero. Desde allí, el centronorcoreano de información (Pabellón Panmun-gak) está a menos de 100 metros.En teoría, podía haber cruzado directamente al lado norcoreano y habervisitado su centro. Podría haberme desplazado, mientras permaneciera en laJSA. No me impidieron entrar los norcoreanos: me lo impidió la enérgica vozmilitar del señor Kim, mi guía y quién sabe qué diablos más puede habersido.
En lugar de ir al Norte, de nuevo me bombardearon con historias sobre elextraño "Incidente de la tala del árbol" de 1976, sobre el tiroteo quesiguió a la defección al Sur de un diplomático soviético durante la GuerraFría, sobre largos túneles que fueron cavados por militares norcoreanos (noeran enteramente mentiras, sino medias verdades manipuladas).

En un cierto momento sentí que ya no podía seguir aguantando al señor Kim.Me le acerqué en la terraza de observación, a sólo unos pocos metros deCorea del Norte y le pregunté públicamente, ante los soldados y losvisitantes: "Señor Kim, ¿podría hacer el favor de hablarnos del incidenteque tuvo que ver con el soldado de USA que desertó de aquí hacia el Norte en1983?" El señor Kim me mira, incrédulo, y sólo puedo adivinar lo que mehabría ocurrido si me hubiera atrevido a desafiarlo en los días de ladictadura militar. "Usted debe estar mal de la cabeza, joven," replicó en untono condescendiente. "¿Por qué iba a desertar un USamericano al nortecomunista? Nunca ocurrió nada parecido."

Finalmente me permitieron entrar al barracón en el que tienen lugar lasnegociaciones entre el Norte y el Sur. La línea de demarcación - lafrontera - pasa por el centro de la mesa. Pasé alrededor de la mesa,entrando a Corea del Norte desde el punto de vista técnico.

Soldados surcoreanos montan guardia dentro y fuera de los barracones. Los que fueron seleccionados para servir en el área son enormes - probablementede dos metros de alto.
Los adversarios norcoreanos de la última cinta de James Bond se habríanvisto como enanos en comparación. Después de estudiarlos de cerca, llegué ala conclusión que después de todo los soldados surcoreanos eran sereshumanos, hechos de carne y hueso, aunque habían sido entrenados para quemantuvieran quietos, sin el menor movimiento, creando la impresión de queestuvieran hechos de cera. No movían ni un músculo. Caras sin expresión,decoradas con gafas para el sol con grandes monturas, que los hacían parecermatones mafiosos o algo así, en algún burdel exclusivo. Fuera de losbarracones, los soldados estaban parados con sus piernas abiertas en unángulo antinatural, sólo la mitad de sus caras enfrentaba al enemigo, laotra mitad enfrentaba la esquina del muro.

Al otro lado, soldados norcoreanos de aspecto solitario parecían modestos encomparación y de alguna manera, humanos, y sus uniformes de estilosoviético, lejos de ser decorativos. Enfrentaban directamente a susadversarios, no el muro del barracón.

Parado por un rato en el campo norcoreano, me di cuenta de lo poco que sésobre este sitio. Sólo lo que me dejan saber informes amañados y limitadosde los medios dominantes. ¿Cuál es la situación, cómo es la vida a sólo unospocos kilómetros de aquí? Probablemente no es buena; lo más probable es queno sea nada de buena. Y no puedo conseguir una visa y simplemente ir averlo.

Pero después de la guerra, Corea del Norte competía exitosamente con el Sur.Durante bastante tiempo fue más rica, más próspera. Entonces se derrumbó elbloque del Este y fue abandonada, apoyada sólo con poco entusiasmo por suvecino: China. Aislada y paranoica (no siempre sin motivo, como lo evidenciala historia), se convirtió en un Estado ermita, objetivo de la victoriosapropaganda occidental: "¿Comunismo? Basta con mirar Corea del Norte, ésa esla alternativa a nuestra sociedad libre."

Según Timewatch de la BBC: "Más de un millón de civiles murieron durante laGuerra de Corea en 1950 y nadie sabe cuántos de ellos fueron muertos por lasfuerzas USamericanas. Pocos dudan de que las fuerzas de USA cometieronatrocidades en Corea, aunque el Pentágono niega la responsabilidad oficialpor uno de los peores incidentes de la guerra: la frenética matanza deciviles en los túneles de ferrocarril No Gun Ri."

Japón, que ocupó brutalmente la península coreana durante gran parte de laprimera mitad del Siglo XX, re-emergió como potencia económica e industrialde las cenizas de la Segunda Guerra Mundial, después de un apoyoindiscutible a USA durante la Guerra de Corea.

La guerra y la matanza de civiles coreanos por soldados de USA es sólo uncapítulo atroz de la historia coreana moderna. Los regímenes surcoreanos dela posguerra fueron brutales en extremo, oprimiendo a la oposición y aldisenso, utilizando el asesinato, la intimidación y la propaganda como susinstrumentos.

Nuestro autobús se detuvo brevemente en el "Puente sin Retorno," un paso defrontera abandonado. De nuevo, Corea del Norte estaba sólo a unos metros."Miren la 'Aldea de Propaganda" al otro lado,' dijo el señor Kim. "Puedenver las casas, pero nadie vive allí. Es sólo propaganda. ¡Pro-pa-gan-da! Yese mástil con la bandera norcoreana: es el mástil más alto del mundo. 157,5metros de alto. Nosotros construimos nuestro mástil de 98,4 en los añosochenta y ellos pensaron que tenían que tener el más alto del mundo."Produjo una risa seca y sarcástica.
De nuevo, la tierra de nadie entre las dos Coreas parece serena y calma.Campos verdes y una ligera bruma agradaban la vista, así como grandespájaros que volaban sobre nuestras cabezas.

"Al diablo con el mástil," pensé. "¿Qué hacía usted en los años setenta,durante la dictadura de Park, señor Kim? ¿Estaba aplastando testículos,violando, torturando a estudiantes?"
"Y ahora," dijo el señor Kim, sonriendo feliz, "¡Aplaudamos a nuestros heroicos soldados, tanto coreanos como USamericanos!" Nos acercábamos alcampo Ballinger. "Aquí no podéis tomar fotos, pero podéis comprar y paraterminar... ¡Para terminar podéis tomar un trago!"

Después de varios puntos de control y algunos kilómetros de carreterasmilitares, tuvimos un embotellamiento de tráfico durante todo el viaje hastaSeúl. Tráfico y alambradas de púas, esta vez al lado derecho. Y elinterminable océano de bloques de departamentos de hormigón a la izquierda,mientras nos acercábamos a la capital.

"Vengan a vernos de nuevo," dijo el señor Kim, separándose del grupo. Alotro lado de la calle, manifestantes hacían resonar la "Internacional" encoreano desde enormes altavoces negros colocados directamente sobre la acerafrente a algún edificio de oficinas.

Dos días después visité el verdadero centro, un pináculo de la propagandasurcoreana, ubicado a poca distancia a pie de mi hotel: el inmenso edificiodel "Memorial de la Guerra" rodeado por un parque público repleto decañones, aviones B-52, aviones jet de caza y tanques. Cientos de niñostrepaban sobre el equipo militar y sobre las estatuas de soldados al ataquede aspecto vil. Había interminables exhibiciones que mostraban a heroicossoldados surcoreanos en épicas batallas contra el Norte. Y algunas exposiciones de la Guerra de Vietnam, en la que Corea del Sur participó allado de su titiritero.

Traté de pensar en alguna institución de tamaño semejante en alguna partedel mundo: una institución dedicada exclusivamente a la propagada, pero no pude. En ninguna parte, ni siquiera en la Unión Soviética.

Pero ya basta, en vez de desperdiciar papel sobre pensamientos quedefinitivamente no están de moda hoy en día. O tal vez, no debieradetenerme, y en lugar de hacerlo, tratar de analizar algún día el impactoque el pasado de Corea del Sur y de USA tuvieron en la formación de la Corea del Norte actual, obligándola a convertirse en un Estado aislado yparanoico.
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Andre Vltchek: novelista, periodista y cineasta, asociado principal delInstituto Oakland y co-fundador de Mainstay Press (http://www.mainstaypress.org/),nueva editorial de ficción política. Sus últimos libros incluyen una novela:"Point of No Return" y "Western Terror: From Potosi to Baghdad", unacompilación de ensayos políticos. Actualmente vive y trabaja en el SudesteAsiático y el Pacífico Sur.
http://www.zmag.org/sustainers/content/2006-11/18vltchek.cfm

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