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lunes, diciembre 11, 2006

La traición de Casado

Edmundo Dominguez Aragones.
Libro:Los vencedores de Negrin.Editorial Roca.Mexico D.F.1976.


Ningún alarde vanidoso me mueve al escribir este libro.
Tal pretensión quedaría destruida, como podrá apreciar el lector, por la sencillez del lenguaje
que empleo.

Ha tenido buen cuidado en no dejarme llevar por la inspiración retórica, ciñendome con la mayor severidad a los hechos, para que éstos aparezcan tal como se produjeron, sin envoltura literaria que los disfrace.

Ni que decir tiene que no falta mi calificación para juzgar algunas acciones; ocultarla sería extremar mi preocupación por aparecer demasiado imparcial con el vano intento de que me salvase de la censura de quienes en el libro quedan al descubierto, como responsables del daño que causaron a la Republica Española y a millones de hombres que quedaron inermes en poder de Franco.

Son muchas las personas que por el interés que despertó en el mundo nuestra lucha,discurren y opinan sobre los sucesos que describo en este libro, sin más elementos de juicio que supuestos y referencias imprecisas y vagas.

Algunos de los hombres que formaban parte del Consejo de Defensa presidido por don José Miaja, pero cuya constitución fue inspirada y dirigida por el coronel don Segismundo Casado, han pretendido justificar sus conductas y la de sus colaboradores, culpando al Gobierno presidido por don Juan Negrin de haber sido éste quien produjera el relajamiento de los defensores de la República.

Yo, ni siquiera pretendo excusar la responsabilidad que pueda alcanzarme por mi participación en estos hechos, como Comisario Inspector del Ejército del Centro, participación equivocada o contradictoria con mi posición actual.

La preparación, desarrollo y consecuencias del golpe de Estado han sido tan trascendentales, que mantener el error por la ficción de querer aparecer consecuente, sería un mérito con el que no quiero pasar a la historia, pues esta consecuencia sólo podría servir para mantener el error de muchos y el daño a las ideas que siempre ha defendido y a mis sentimientos revolucionarios.
Ha sido tan fuerte el aldabonazo a mi conciencia, que mis desaciertos o debilidades, si los hubo, quedan superados por el afán de decir la verdad, y por el proposito de seguir esta línea sincera, que podrá ser discutida y combatida, pero que en definitiva, me reservará la satisfacción y la alegría futuras de poder probar mi razón.

Este libro está formado por sucesor y expresiones verbales auténticas que serviran para que el lector aprecie el estado moral y las intenciones de quienes cometieron el crimen de parar el curso de nuestra guerra.

En España, la competencia entre los partidos políticos y organizaciones sindicales avanzadas, creó un estado de conciencia revolucionaria muy exaltado, necesario e indispensable para hacer la revolución social; pero, en los azares y vicisítudes de la lucha, se quebraron quienes utilizaron la demagogia con el único propósito de no perder su influencia entra masas populares y proletarias.

La falta de fe en la victoria de la Républica Española es producto de la inconsistencia de sus convicciones revolucionarias.
No es lo mismo inspirar este sentimiento que practicarlo.Una preparación hostil hacia la burguesía, para luchar en contra de ella en elecciones de diputados a Cortes, o contra la clase patronal a fin de arrancarle mejoras inmediatas, dista mucho de la fe y del espíritu de sacrificio necesarios para poder sostener, sin desfalleciemientos, una contienda cruenta e ilimitada.

La masa proletaria de España se ha salvado, cientos de miles de muertos lo atestiguan y sus gestos heroicos lo proclaman. Pero esta acción de desgasta ha consumido lo más y lo mejor de los cuadros políticos y sindicales de mi país.

Los tres años de guerra han abierto claros muy sensibles en nuestras filas.
Los que han sobrevivido siguen manteniendo la confianza en los líderes, a quienes siguen apreciando y admirando, y se dejan sugestionar por los que mantuvieron luchas intestinas que les desorientan y que hoy justifican fácilmente, al socaire de este crédito y confianzasd, el fracaso de su gestión y la contradicción de sus conductas.

No fue el superior poder militar de Franco el que determinó el final de la guerra. Franco contaba en su favor con lo que él llamaba "Quinta Colunma" que había de formarse, no con elementos adheridos a los militares que el día 19 de julio del año 1936 se sublevaron contra el poder legítimo de la Republica Española, sino contra quienes se llamaban antifascistas, y ello como efecto de las causas que habían de producirsd por las luchas y divisiones entre los republicanos españoles.

El precipitado final de nuestra guerra le proporcionó la satisfacción de ver confirmada su profecía.
Los pretextos que se urdieron para producir nuestra desmoralización se fundaron en la enemiga hacia la política de resistencia, inspirada por el Gobierno de Negrín, sostenido por los comunistas, alegando como razón para combatirla, los continuos reveses que nos infligía el ejército de Franco, ayudado por Italia y Alemania.

Negrín ha tenido errores, pero el balance de su gestión es superior en aciertos, siendo más de apreciar éstos cuanto que su
dirección mínisterial la tuvo que sostener defendiéndose del acoso de algunos partidos políticos y organismo sindicales, que le amenazaban constantemente si sus aspiraciones o soluciones no las satisfacia.

Negrín dio tono a nuestra guerra, impulsando una acción que exigía muchos sacrificios, para que la que no encontró ayudas y entusiasmos, a veces, ni aún dentro del Gobierno que presidía.
Se combaten y se falsean sus consignas en las que pedía se combatiese "con zapatos o sin ellos, sin víveres, como fuera", venciendo estas necesidades físicas, haciéndole aparecer egoísta y cruel, denunciando que él se procurso, para vivir, los más deshonestos placeres y las más abundantes comidas.

Los autores de estás críticas vivían mucho mejor que los soldados, y algunos, mejor que antes de la guerra, pero está censura de bajo vuelo se utilizo para desacreditar a Negrín ante el pueblo español que soportaba una gran penuria.
La Republica ha podido vencer; la mayoría de los españoles que combatieron a Franco, y que niegan hoy esta posibilidad, fueron los que menos pisaron los frentes o los que en la retaguardia, egoístamente, no se igualaron en sacrificios a los que estaban en las trincheras.

Los que se levantan contra el Gobierno de Negrín esconden su defección y tratan de defenderse para seguir utilizando el prestigio que alcanzaron otros días en actos que a veces fueron difíciles, pero no tanto, desde luego, como los que la guerra nos deparó. Quieren aparecer como víctimas de una política que hizo necesaria la constitución del Consejo de Defensa, cuyo monstruoso designio se cumplió, entregando a Franco la República y los republicanos maniatados y prematuramente vencidos.

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