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lunes, julio 10, 2006

Mexico:¡Huele a Podrido!

Carlos Fazio
Brecha

Todo indica que en México se está por consumar un golpe de Estado técnico contra el proceso electoral y el sistema constitucional. La parcialidad del Instituto Federal Electoral (IFE), la institución que tiene la obligación legal de ejercer su función de arbitraje, proyecta la sombra de un sofisticado fraude cibernético a favor de Felipe Calderón, el candidato de los poderes fácticos y la derecha locales y los grupos de interés en Washington.

La del pasado jueves, fue una verdadera noche de suspenso. México no durmió. Avanzada la mañana todavía no se sabía el resultado final, pero la tendencia favorecía por décimas al candidato del Partido Acción Nacional, Felipe Calderón. A las 8.30, cuando todavía faltaban 400 casillas por computar, Andrés Manuel López Obrador, el candidato de la Coalición por el Bien de Todos, anunció al país que impugnaría los resultados ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la federación y convocó a sus simpatizantes a una asamblea en el Zócalo de la ciudad de México mañana sábado. Se abrió, pues, el peor escenario posible: el de una larga confrontación política y judicial, en un país geográfica y electoralmente dividido y con una sociedad polarizada en extremo.

El maratónico recuento de votos en los 300 distritos electorales del país había comenzado a las 8 de la mañana del miércoles 5, y durante más de 20 horas López Obrador se mantuvo al frente. Pero a las 4.07 de la madrugada del jueves Calderón tomó la delantera por unas pocas décimas, lanzó un mensaje de conciliación nacional y “tendió la mano” a López Obrador, en un gesto poco creíble en quien había utilizado una verdadera guerra sucia mediática durante su campaña para descalificar a su principal adversario.En su discurso mañanero de ayer, jueves, López Obrador fue claro: dijo que hubo un “operativo de Estado” para favorecer a Calderón. “Asistimos a un acto de provocación. Siguen funcionando el aparato y los recursos del Estado para favorecer al candidato de la derecha (…) es evidente que hubo una manipulación (de las cifras) del prep (Programa de Resultados Electorales Preliminares, el órgano de conteo rápido del IFE).

Hubo poca transparencia. Le faltó independencia al IFE. Hubo consigna para que no se abrieran los paquetes electorales y una prisa inusual para resolver en menos de 24 horas una elección numéricamente reñida (…). No podemos reconocer el resultado. Son muchas las inconsistencias, las irregularidades. Vamos a impugnar la elección, a exigir que se abran los paquetes y se cuente voto por voto.”Mientras la incertidumbre seguía reinando en México al cierre de esta edición, el llamado “factor Hildebrando” –la manipulación de un algoritmo en el sistema cibernético del IFE, cuyo software fue instalado por la empresa Hildebrando sa de cv, que pertenecía al “cuñado incómodo” de Calderón, Diego Zavala–, abría la posibilidad de que desde el domingo 2, día de los comicios, todos los mexicanos hayan asistido a un show mediático electoral, montado para aparentar una cerrada competencia en un país dividido en tercios.

Según los expertos, se trataría de un algoritmo que habría servido para inhibir la ventaja de López Obrador y que significa todo un reto matemático. La confianza y serenidad de Calderón y la alta dirigencia panista a lo largo de la jornada del miércoles y la madrugada del jueves, cuando López Obrador mantenía la delantera, permite conjeturar que el IFE estaba administrando las cifras y que ellos ya sabían el resultado.

CINCO DÍAS DE INCERTIDUMBRE.
El domingo pasado, a las 8 de la noche, dos horas después del cierre de las casillas de votación, estaba previsto que el IFE diera a conocer al ganador de la contienda. Y si bien comenzaron a fluir lentamente las cifras que daban una leve ventaja a Calderón sobre López Obrador, el anuncio se postergó tres horas. En ese lapso, el IFE se ausentó del escenario y dejó su tarea informativa en manos de los “difusores”: los grandes medios electrónicos; en particular, los consorcios privados Televisa y TV Azteca. Es decir, por incompetencia o perversidad, en un hecho sin precedente en las transiciones democráticas, las autoridades electorales se borraron del mapa y dejaron en manos de terceros el desempeño de sus funciones.

Cuando finalmente apareció ante las pantallas el presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, anunció la imposibilidad de ofrecer los resultados del conteo rápido del prep, porque la diferencia entre los punteros era muy pequeña. Y decretó un paréntesis electoral hasta el miércoles 5. Segundos después, sin que hubiera tenido tiempo de asimilar el contenido de la exposición de Ugalde, el presidente Vicente Fox dirigió un mensaje a la nación que estaba en total sincronía y sintonía con el formulado por el titular del IFE. Es decir, Fox ya sabía lo que iba a decir Ugalde y, sin el menor escrúpulo de por lo menos cuidar las formas, pronunció un discurso gemelo; la producción y coordinación de ambos mensajes fue evidente. Lo cual restó credibilidad al árbitro de la contienda, Ugalde, y proyectó la idea de unos comicios contaminados. Con un agregado: como si se tratara de un mismo guión, los “comunicadores” de los medios masivos repitieron machaconamente a la opinión pública lo que habían dicho a lo largo del día: por un lado, que México había vivido una “fiesta de la democracia” que no tenía nada que envidiar al “paraíso electoral” suizo. Por otro, que había un “empate técnico” entre Calderón y López Obrador, con leve ventaja del primero.

Una ciudadanía entre incrédula y pasmada asistía en vilo a un de-senlace que era administrado con cuentagotas por las autoridades electorales y que al final se postergaba tres días. Todavía no se conocían los grandes desaseos, vicios e irregularidades del proceso electoral que irían saliendo a la luz pública a lo largo de la semana. Pero ya se percibía la parcialidad gubernamental, de las autoridades del IFE y de la “videocracia” para hacer ganar al candidato de Acción Nacional. Con el paso de las horas y los días el “empate técnico” afloró como un escenario construido desde los poderes político, económico y electoral para facilitar el “triunfo” del segundo, Felipe Calderón.
Ante el alud de pruebas que se iban acumulando y configuraban un fraude de proporciones, el martes pasado la Coalición por el Bien de Todos desconoció la legitimidad del prep y exigió que en las sesiones de los 300 distritos electorales, previstas para el miércoles, se contara voto por voto, acta por acta y casilla por casilla, para que la ciudadanía tuviera plena certeza del resultado. Además, se pidió la revisión de los sufragios nulos (2,2 por ciento), dado que con una diferencia tan estrecha, podrían cambiar el resultado final de la elección.

Un día antes, López Obrador había denunciado la “desaparición” de más de tres millones de votos de las cifras del prep. Veinticuatro horas después, un funcionario del IFE anunció que habían mandado poco más de dos millones y medio de votos al “archivo de las inconsistencias” y que constaban en “actas ilegibles”. Es decir, ante la denuncia, admitieron su existencia y las sumaron al prep; pero no se aclaró en qué momento dejaron de ser ilegibles y cuándo se volvieron confiables. ¿Por qué un día no lo eran y al otro sí? Al sumarlas, la ventaja de Calderón sobre López Obrador se redujo de 1,04 a 0,64 por ciento, es decir, una diferencia de 257.532 votos. Ante tal situación, la confusión siguió prevaleciendo.Las sospechas sobre la actuación facciosa del IFE no afloraron el 2 de julio: estuvieron presentes a lo largo del proceso comicial, sobre todo por la complacencia de ese organismo con el descarado intervencionismo del presidente Fox y los dueños del dinero –reunidos en el Consejo Coordinador Empresarial–, y las campañas de miedo y odio clasista promovidas por el partido oficial, copado por una ultraderecha beligerante que, de confirmarse los resultados, tendrá amplia representación parlamentaria y ocupará varias gubernaturas.

CERTEZAS E INTERROGANTES.

Un primer balance aproximado sobre los comicios, dado que todo puede cambiar a partir de lo que resuelva el TEPF, permite constatar que existe un electorado genuinamente dividido entre los partidarios del continuismo neoliberal y quienes optaron por un cambio de rumbo de signo progresista. El país quedó marcado por una verdadera contradicción Norte-Sur, que divide al México rico del México pobre; lo que combinado con otros elementos dibuja un escenario de gran incertidumbre y conflictividad social a corto y mediano plazo.

Un segundo dato es que la campaña negativa del gobierno y el oficialismo contra Andrés Manuel López Obrador, funcionó. A través de una campaña de medios multimillonaria, los estrategas del voto del miedo lograron fijar la idea, en un amplio espectro de ciudadanos, de que López Obrador encarna “un peligro para México”. Dicha campaña fue combinada con una “estrategia de tensión” consistente en operativos de tipo contrainsurgente en Michoacán, Atenco y Oaxaca, dirigida a amedrentar a la población. Otro elemento irrefutable es el colapso del Partido Revolucionario Institucional y su candidato Roberto Madrazo. El pri perdió cinco millones de votos en relación con la elección presidencial del año 2000, siendo empujado hacia el tercer lugar como fuerza política nacional.

Otra de las certezas que arrojan los comicios es que sea quien sea el próximo presidente electo, lo será con el voto más minoritario con el que haya llegado al gobierno un mandatario mexicano. Alrededor de dos tercios de los electores, dos de cada tres votantes, habrán experimentado la sensación de derrota y se podrán decir no representados por el vencedor. Otra evidencia es que habrá un Congreso dividido y un Ejecutivo sin mayoría parlamentaria, lo que obligará a alianzas y negociaciones políticas. Sin duda, con su 22 por ciento el viejo partido aplanadora, el pri, seguirá siendo el fiel de la balanza. Otro dato es que el Partido de la Revolución Democrática, el de López Obrador, arrasó en el Distrito Federal, centro político del país, y mantuvo la jefatura de gobierno por tercera elección consecutiva.

En ese contexto, lo que sigue es de pronóstico reservado. Se abren escenarios complejos para México. La disyuntiva inevitable es que en un escenario de crisis política se acepte un conteo general de votos, uno por uno (cosa que parece improbable y a lo que el pan ya se ha opuesto) o que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) opte por anular la votación y se dé paso a un gobierno provisional.

El 10 de julio se pone en marcha el período para que la Coalición por el Bien de Todos presente los recursos de impugnación. El TEPJF, que falló contra el pan por la guerra de spots contra López Obrador, tiene capacidad legal para invalidar el proceso comicial, por ejemplo, si se llegara a anular 20 por ciento de las casillas o por graves irregularidades.

El 31 de agosto es la fecha límite para resolver las impugnaciones de los juicios de inconformidad de la elección presidencial y el 6 de setiembre es el último día para que el TEPJF declare si hay presidente electo. El tribunal tiene facultad plenipotenciaria, inapelable, para calificar la elección. Hasta que ocurra eso, todo indica que el país penderá de un hilo.

Al enviar estas líneas, con el 99, 6 por ciento de los distritos computados, la ventaja de Calderón sobre López Obrador era de 35,8 contra 35 por ciento. El coro de la derecha procalderonista comenzaba a arreciar con sus llamados a la conciliación de clase, el diálogo, la unidad nacional, la reconciliación de los mexicanos, el acuerdo. Combinado, claro, con la “preocupación” de los ideólogos de la derecha vernácula y sus aliados internacionales: Enrique Krausse lanzó un llamado a la “solidaridad” de América Latina para defender la democracia, sobre el supuesto, dijo, de que López Obrador “ya optó por la revolución”.

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