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sábado, septiembre 23, 2006

Nicaragua:en Politica lo que cuenta es la posición politica

Por Orlando Núñez Soto
Cuando era joven pensaba que toda persona que estaba con un fusil en la mano era guerrillero y, por lo tanto, revolucionario.

Durante la revolución sandinista en el poder el gobierno del FSLN tuvo que enfrentar una oposición armada, cuyos miembros utilizaban los mismos métodos de guerra de guerrillas que nosotros habíamos utilizado. Hasta ahí llegó la tesis de que todo guerrillero era revolucionario. También había guerrilleros contrarrevolucionarios. Comencé a sospechar entonces que lo que diferencia a un soldado de otro no es ni el fusil, ni el método militar, sino la posición política hacia la cual van dirigidas las acciones del combatiente.

Durante mucho tiempo hemos creído que la ética, la mística y el coraje de nuestros combatientes eran suficiente carta de presentación para tener la razón, obviando que en el bando contrario también existe ética, mística y coraje. Efectivamente, ellos también hablan de moral, renuncian a las comodidades materiales, son fieles y solidarios entre ellos, muestran valentía y heroísmo en el combate, en fin, pueden al igual que otros alcanzar los valores de la ética franciscana. Sin embargo, no es cierto que sea el impecable comportamiento de un ciudadano suficiente argumento para persuadirnos de la legitimidad de sus planteamientos.

Eso no significa que aquellos valores no sirvan para nada, lo que quiero decir es que políticamente no bastan para definir una opción política, siendo más definitoria la posición que se tenga alrededor de los asuntos que más nos interesen.

La mayor prueba es que la peor percepción personal que tengamos de un militante político cambia inmediatamente en el momento en que dicho militante se pasa a nuestras filas. Eso explica por qué Sandino invitaba permanentemente a las guarniciones militares a sublevarse y pasarse con todo y pertrechos al Ejército Defensor de la Soberanía Nacional (EDSN). En aquella época muchas guarniciones se pasaron a las tropas sandinistas, y desde ese momento aquellos guardias eran considerados como hermanos.

Durante la insurrección sandinista los dirigentes del FSLN invitaban a los miembros de la Guardia Nacional somocista a desertar de sus cuarteles y a sumarse a la Revolución Popular Sandinista. Hubo muchos soldados y oficiales que se sumaron, incluso días antes de la insurrección. Llegó un momento en que aceptamos incluso que altos oficiales de la Guardia Nacional ocuparan cargos importantes en el nuevo ejército que se establecería en Nicaragua. En ambos casos la posición política que definía nuestra simpatía era la lucha contra el imperialismo norteamericano y contra la Guardia de Somoza.

Y lo que pasó con los guardias también pasó con el resto de identidades profesionales, religiosas o nacionales. Todo el que tenía una posición antisomocista y antiimperialista se consideraba sandinista. No importa que fuera empresario, sacerdote o norteamericano. Muchos empresarios militaron en las filas del FSLN. Hubo sacerdotes que desempeñaron cargos de ministro. Los principales comités de solidaridad eran norteamericanos. Para algunos compañeros todo aquello parecía una gran incongruencia, ya sea porque eran obreros u obreristas, o porque eran ateos o anticlericales, o porque eran nacionalistas o chovinistas. Algunos izquierdistas nos decían que habíamos abandonado las filas del proletariado; otros nos decían que el Frente era un partido confesional; y también presionaban para tratar a ciudadanos norteamericanos como adversarios.
Posteriormente y supuestamente más maduro, pensé que la garantía de la desaparición del capitalismo era la desaparición personal de los capitalistas, hasta saber que aunque todos fuéramos accionistas de la totalidad del capital mundial existente, si las relaciones de producción e intercambio seguían estando reguladas por el mercado, y si la acumulación por la acumulación seguía siendo el ejercicio real de los gestores de la riqueza pública, entonces, seguía habiendo capitalismo. En este campo también hemos cometido errores al confundir a las personas con las categorías sociales del sistema. La más vergonzosa de mis anécdotas es la siguiente: una vez (1968), llegando de las barricadas autogestionarias del mayo francés y estando en el campamento 5 de mayo ubicado en la Sierra de los Órganos en Cuba, recibimos la visita de Fidel Castro, a quien le reclamé, orgulloso de mi izquierdismo, por haber concedido una pensión y otros favores a una persona que durante la dictadura de Batista fue empresario, explotador y capitalista. En esa ocasión Fidel me respondió: "Es un ser humano y un ciudadano cubano, fue confiscado, si no hay explotación, no hay delito, nuestra lucha no es contra las personas, sino contra el sistema".

Por supuesto que las cosas son aún más complicadas, tomando en cuenta que dentro de la posición política existen muchas banderas. En ese caso y hasta ciertos límites uno se deja llevar por la contradicción principal o por la contradicción que está en juego en cada caso. Por ejemplo, en nuestro trabajo en el campo y en la ciudad y en el acompañamiento concreto que hacemos en la lucha de los campesinos por acceder a la propiedad de la tierra, el crédito o los caminos de penetración nos encontramos con gente cuyo comportamiento en la casa o en la comunidad deja mucho que desear desde variados puntos de vista, sin embargo, no la abandonamos y mantenemos nuestra simpatía por aquellas reivindicaciones. Y si algún liberal, conservador o ex guardia somocista decide trabajar por las mismas reivindicaciones o por una posición política prorural, inmediatamente le abrimos las puertas.

Para un mestizo del Pacífico, por ejemplo, optar por la defensa o ejercicio de la autonomía étnica no nos obliga a mimetizar las costumbres de los pueblos indígenas o comunidades étnicas del Caribe. Defender la libre opción sexual no nos obliga a renunciar a nuestra heterosexualidad. Acercar posiciones con las diferentes iglesias no nos obliga a confesarnos con ninguna. Tampoco a ellos los obliga a abandonar su etnia, opción sexual o religión.

Si estamos hablando de política, lo que cuenta es la identidad común objeto del acercamiento o alianza. En el caso de los sandinistas y creyendo que nuestra prioridad es la soberanía nacional y el bienestar popular, ésa será entonces la posición política común, eso será lo que cuente. Y el ejercicio de la alianza tendrá su mejor expresión en las leyes que se aprueben en el parlamento, incluso más que la simpatía personal existente entre nosotros, sin menoscabo que tengamos incluso contradicciones y hasta conflictos mayores en otros campos de la vida diaria o de la misma política.

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